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jueves, 3 de octubre de 2013

AL TEMPLO PROFANADO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA




Por ANTONIO CAPONNETTO

(Veritas, a quocumque dicitur, a Deo est)

Brasero intacto el seno de María,
por el alba del Angel junto al ruego,
era un crujir de azahares y en el pliego
de su manto una llama amanecía.

La flama abrasadora se encendía
de amor divino, humano y andariego:
He venido a la tierra a traer fuego,
no la tibieza que el ardor enfría.

Crepitan cirios en antiguos templos,
la cruz es arrebato para el mundo
y el caliz ígnea sangre cada tarde.

De los santos nos llegan los ejemplos,
abrasadora sed de mar profundo.
La Iglesia que ilumina es la que arde.

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