Por Tcnl. José
Javier de la Cuesta Avila (LMGSM 1 y CMN 73) (1)
Una ola
de comentarios que, aparentemente, busca desentrañar del pasado
heroico, episodios que fueran desvió y señalan crueldad, sin valorar las
circunstancias, indican solo afán de destruir institucionalmente al
militar, lo que debe alertar a la sociedad para una reacción justa
que reafirme su prestigio.
Bajo la cobertura positiva del acceso universal a los "Derechos
Humanos", se ha incubado un negativo proceso de ataque artero y denigrante
contra las instituciones históricas de los ejercidos y la Iglesia Católica,
mostrando bajezas de militares y curas, que se alejan con sus conductas,
violando los principios, que hacen de estas organizaciones castrenses el
eje sano, consistente y puro de la sociedad, y, su objetivo, es el
desprestigio. El tema se agrava, no tan solo por los hechos, sino por la falta
de reacción, el silencio de los acusados y la aparente no respuesta
orgánica, que, lógicamente, alienta a nuevos infundios, reales o supuestos,
que, como un cáncer avanza y se infiltra en el cuerpo social, destruyendo sus
entrañas y llevando el peligro de su subsistencia en el mañana. Ante este
riesgo cierto y probable, es necesario elevar voces que, afianzadas en la
verdad, restituyan la corriente a sus cauces naturales, para evitar que ella se
convierta en torrente indomable con efecto desbastador y consecuencias
inimaginables en la sociedad. En realidad, se trata de mostrar a aquellos que
denigran, atacan o lastiman el prestigio de soldados, marinos o aviadores, por
lo que hicieron o dejaron de hacer, colocándose en un extraño sitial de
justiciero sobre temas y acciones que, en verdad, desconocen.
Hace algún tiempo, al escribir lo que pensaba yo (militar), que era
"ser militar", dije que el militar arriesga su vida en la
guerra y su prestigio en la paz y ante la evidente acción de
"desprestigio al militar", siento la necesidad espiritual de hacer
algunas reflexiones. En principio este accionar, no es solo en nuestro
medio, sino que aparece en diversos lugares, generalmente en países que han
sufrido los efectos de la "guerra civil", o en temas de reivindicación
sobre aquellas naciones que perdieron el conflicto. Este tema adquiere formas
concretas, al trasladar los episodios del pasado a las nuevas concepciones de
protección de los seres humanos que se han desarrollado últimamente. Es una
manera de "escarbar" el ayer, no con fines históricos que enseñen,
sino por una aparente apetencia de "justicia" que, la más de las
veces, contienen algún resarcimiento económico. La cuestión es que se presentan
los episodios bajo la óptica de la paz y se olvida que ellos se produjeron bajo
la presión de la guerra. Los estudiosos de la Historia Militar, saben que las
"postguerras" son tan importantes como la guerra en si, ya que, en
ella, se cosecha el éxito del sacrificio realizado o se desperdicia el esfuerzo
para ser el vencedor. El triunfador debe, necesariamente, mostrarse como tal y
ejercer el poder que le da la victoria, pero sin que ello signifique denigrar o
disminuir al adversario que, cuanto mejor haya sido, mas crédito tendrá el que
logro vencer. El gran problema es justificar las acciones durante la paz, donde
la presión del combate no impone sus leyes, pero olvidando, que tanto el
sacerdote como el soldado, para mantener su adecuada y necesaria calidad,
aptitud y entrenamiento no hace diferencia entre esos momentos.
En general, las críticas al militar, la realizan civiles, aunque en algunos
pocos casos también militares (camaradas??), que normalmente no tienen la
"vivencia" de lo que se es y, en el caso de los militares, buscan
recrear algo en lo que no participaron o que aceptaron en su momento, sintiendo
que se habían equivocado. Pero, como el tema del "desprestigio"
obra sobre el "prestigio", surge intentar de definirlo ya que el
mismo tiene esencia de honra, se muestra como reputación y se expresa como
reconocimiento ante sus pares y, lógicamente, los terceros. Todo esto tiene tal
peso anímico que el "desprestigio" en algunas sociedades (Como
en Japón) solo se atiende con la muerte.
No hay dudas que el pasado muestra militares, que no supieron ser lo que se
espera de ellos, no tan solo como varones y caballeros, sino como soldados,
particularmente superiores ante sus subalternos o como vencedor ante el
derrotado, pero, casi siempre, ellos han recibido la sanción de su propia
institución y el olvido denigrante de sus camaradas. Sin embargo, la conciencia
es el mejor y terminante juez, que no se puede eludir o acallar, pues estará
siempre presente en la memoria de aquel que su accionar lo haya desprestigiado.
Perder el prestigio para un militar es igual que perder todos los atributos que
lo hacen soldado, el respeto de sus camaradas y la capacidad de convivencia con
sus conciudadanos.
Lo que duele, lastima y enoja, es la acción de desprestigio que construyen
algunos con fines inconfesables, lejos de la realidad de los hechos y bajo el
manto de los predicadores falsos, que no buscan aparente justicia, sino
un momento de equivoco brillo que dura solo el tiempo de la mentira y, por
ello, no tiene la consistencias perdurable de la verdad. Ante el ataque al
prestigio individual, dentro de una institución militar, ella muestra el equívoco
mediante su accionar, dando respuesta cumpliendo prolija y exactamente las
normas que reglamentan acciones y conductas en el servicio. De alguna manera el
militar se asemeja a los "monjes de clausura", que ajustan su vida a
las "reglas" de la orden de la que son parte. Estas reglas, tanto
militares como conventuales, tienen mucho no escrito y que subyace en el
pasado, con la misma fuerza que las normas y constituyen el legado histórico de
acciones y conductas que se consideran modelo o ejemplo. Es así que los
militares argentinos se identifican con el General San Martín y, por ejemplo,
los jesuitas, lo hacen con San Ignacio de Loyola. Entender esta valoración,
clásica de los soldados, es comprender en cuanto ello tiene importancia el
saberse respetado, aceptado y considerado por lo que hace para cumplir con
fidelidad el rol y misión que le es asignada. (2)
En los tiempos de paz, el desprestigio toma una modalidad social que se vincula
a como es considerado el militar dentro de su comunidad. En tal caso, será
siempre importante recordar que las fuerzas armadas "son el brazo armado
de la Patria", es decir parte del cuerpo social y, por lo tanto, dan
cabida a las mismas virtudes o vicios que lo caractericen. En tales casos,
se quiere que el militar haga o realice lo que sus conciudadanos no lo hacen o
realizan, sin tener en cuenta que el hacerlo despertara el rechazo cuando no la
acusación pues se aleja del conjunto social que concretamente integra. Casi
siempre, con sus muy honradas excepciones, el origen del
"desprestigio" viene de "arriba" es decir de lo que se
conoce como la "superioridad", que por acción propia u omisión de
actuar, no toma las "medidas correctivas" en tiempo y forma
oportunamente. Ello tiene la lógica de la escala, ya que un subalterno siempre será
dirigido y controlado, en cambio, aquel que es superior, deberá tener un
"autocontrol" propio y absoluto que solo el espíritu y el deber lo
materializara.
El problema para el militar para poder defender personalmente su prestigio, en
el caso el mismo sea amenazado, son las normas castrenses, ya que, paradójicamente,
ellas inhiben hacerlo, por el hecho que lo individual se transforma en la
óptica de la sociedad en algo colectivo. Esta situación puede ser corregida,
cuando los ejercidos tienen como parte de su reglamentación un "Código de
Honor", que va más allá de las disposiciones de tipo judicial, ya que
afectan al individuo, no como profesional de las armas, sino como soldado al
servicio de la Patria.
Es verdad que hay militares (y curas) que quedan atraídos al accionar que desdice
o contradice el espíritu que les da vigencia como tales, pero también es cierto
que hay muchos más que nacen y viven dentro de la vocación que los hace
soldados (y sacerdotes) y que rechazan lo no correcto y cumplen con abnegación
lo que tienen impuesto, lo que si bien no los beneficia, si llena de
satisfacción por el "deber cumplido". De esta suerte, obran mal
aquellos que por los más diversos fines, se dedican a exhibir la
"carroña" y solazarse de sus pútridos olores, quizás pensando que con
ello hacen bien y sin evaluar las reales consecuencias. Sepan aquellos
investigadores que los militares (curas) son seres humanos, igual a cualquiera
de ellos, que por vocación han elegido "servir" a sus semejantes con
deificación (algunas veces con sacrificio) y que si en su seno aparecen
desviados o delincuentes deben ser acusados como personas y no englobados en su
profesión. Sepan aquellos detractores de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia
Católica que ellas existen porque hay Patria y Dios y que en ellas están seres
humanos exactamente igual a sus prójimos, con virtudes y defectos, pero
iluminados por su vocación.
Aquel que levanta su voz para señalar conductas dirigido a una
persona que sirve a la sociedad como militar, está acusando no a un ser
individual, sino a alguien que es parte de la orgánica de los ejercidos y que,
en última instancia, a una institución base en la conformación de la
sociedad de la que se es parte, lo que impone seriedad, prudencia y
racionalidad para que la lógica de los resultados sean positiva. Aquel que
ínsita a la rebelión o al motín de un soldado, no sabe lo peligroso que es una
invitación a la violación de las reglas y las normas que en la forma de la
disciplina da coherencia a los ejércitos como organización de guerra y, a la
vez, sustento y garantía de la paz.
Notas:
(1) Este mensaje se escribe como una
contribución más con el deseo que ella tenga algún grado de esclarecimiento
para aquellos que critican, señalan o califican, la conducta y accionar de
militares ante situaciones en las cuales solo son subalternos y están
subordinados disciplinariamente a determinados superiores que no asumen la
responsabilidad que su cargo y jerarquía les impone.
(2) Es de recordar lo que dijo el Dr
Carlos Pellegrini el 16 de junio de 1906, al referirse al "Honor
Militar" del que señalamos el párrafo siguiente: "...y toda esta
autoridad y todo este privilegio, se lo damos bajo una sola garantía, bajo la
garantía del honor y de su palabra".