Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila
(LMGSM 1 y CMN 73) (A)
Renunciar, cuando se está en lo más alto del poder,
es un gesto que no tiene comparación, aun con el de asumirlo, pues se
necesita una prudencia, valor y generosidad, que solo se puede encontrar
en los privilegiados por Dios.
La noticia de
la renuncia del Papa Benedicto XVI a la más alta jerarquía de
la Iglesia Católica, lleno de sorpresa, al tiempo que motivo la sensación
de la perdida de alguien, al que se lo siente y sabe basamento de la
religión y abanderado de la fe, en el tiempo difícil y complejo en el que
vivimos.
Muchos han sido los
comentarios que, en los más diversos medios, han volcado la opinión o el
sentir de católicos y no católicos, refiriéndose al Papa Benedicto y al
significado de su gesto. Es difícil, para no decir imposible, penetrar en
la conciencia del Pontífice, para, desde ella, decir que fue lo que le
inspiro a este paso singular. Sin embargo, los creyentes, que sienten que
la mano del Altísimo esta en cada uno de nuestros gestos, desde los más simples
a los más complejos, entendemos que la decisión nace del mensaje
divino que lo llevo al Pontificado y que, ahora, le señala que ha llegado
a su fin.
Aquellos que han meditado sobre
la trascendencia de esta renuncia, inspirados en el afán de encontrar en ella
la prudencia de los grandes y el sacrificio de los sabios, entienden que el
Papa Benedicto, ha comenzado una nueva fase del difícil, arduo
y complejo camino hacia la santidad. Seguramente, desde su monástica
residencia, donde solo piensa en rezar y escribir, construirá el muy esperado y
necesario mensaje de unión de la Humanidad con Dios entre si. Los
seres humanos deben despertar cada mañana, con la certeza que El está de
nuestro lado, para acompañarnos en el camino, quizás lleno de asperezas,
pero que en cuyo, fin se puede encontrar la felicidad de su compañía y
presencia.
En el mensaje del Papa Benedicto
XVI (Vaticano 1510-2012) titulado "Creer en la caridad suscita
caridad", encontramos un párrafo aleccionador que dice así: La
existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con
Dios para después bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de
este, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios
", que puede llevarnos a pensar que un cargo, no debe
mantenerse como una tentación de poder, sino como una responsabilidad de
servicio, que se alimenta con el esfuerzo, no para ser más grande, sino para
ser más efectivo.
Ahora, desde hoy hacia el mañana, cada uno de
los fieles, aquellos que saben que el Papa Benedicto, desde su morada
silenciosa, será uno de los mejores caminos hacia el Altísimo,
deberá pensar inteligente, sano y prudentemente, incluirlo en nuestras
oraciones y peticiones, para que su sumatoria, sea los peldaños para descubrir,
en la cima de los tiempos, a este hombre en su marcha hacia la santidad. Si
la oración recoleta de este sublime varón, inspirada en su sapiencia y
conocimiento de las realidades mundanas, sirven de guía y apoyo para la
búsqueda de soluciones a lo aparentemente imposible, su paso por el Pontificado
y su decisión de dejar sus oropeles, será la semilla fecunda para, bajo la
protección de Dios, la Humanidad tenga un mundo mejor.
Nota: (A) Estoy convencido que el gesto de
sacrificio del Papa Benedicto XVI al renunciar al Pontificado, por las más
variadas razones, con su decisión de recluirse para orar, abren a este varón de
la Iglesia, el camino hacia la santidad, que podrá alcanzarse cuando los
creyentes logren, invocándolo como mediador ante Dios, lo que humanamente es
imposible sin la intervención divina.