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jueves, 19 de junio de 2008
El fantasma del "QUE SE VAYAN TODOS"
Por Daniel A. Expósito
Senador Provincial bonaerense - Coalición Cívica
En diciembre de 2001 asistimos a manifestaciones populares, cacerolazos y todo tipo de expresiones contra el modelo del Gobierno, contra las políticas desarrolladas. A lo largo y ancho del país fue una frase la que sobresalió del resto, por encima de cualquier otro reclamo: la ciudadanía pedía “que se vayan todos”.
Fueron los días posteriores, sin embargo, de gran crisis institucional y política, que los argentinos pudimos convencernos de que la democracia había llegado en 1983 para nunca más salir de nuestras vidas. Mucho sufrimos para aprender que no existe mejor sistema de gobierno y más allá de sus defectos y virtudes, comprendimos que sólo dentro del Estado Democrático encontraríamos solución a los problemas que enfrentaba la institucionalidad.
Pero a los días del “que se vayan todos” no llegamos porque sí. La crisis de representatividad no estaba dada sólo en el Poder Ejecutivo (y/o Poderes Ejecutivos) sino también en el Poder Legislativo, profundizada hasta llegar a su mínima expresión –la representatividad- con la aprobación de la Ley de Reforma Laboral por parte del Congreso Nacional, hecho hasta hoy denunciado por coimas y sobornos. Recordemos que este suceso derivó en la renuncia del entonces Vicepresidente de la Nación.
El pasado lunes 16 de junio, asistimos al punto más crítico del conflicto que desde hace más de tres meses mantienen los sectores agrarios y el Gobierno Nacional y que, ineludiblemente, sufrimos todos.
Las manifestaciones y cacerolazos de esa noche en todo el país, no puede dejar de recordarnos a los sucesos del año 2001. Sin embargo, los motivos de tan masiva manifestación fueron la necesidad de que rápidamente se encuentre una solución a la crisis, la búsqueda de diálogo entre las partes y para que de una vez por todas se termine el autoritarismo y la soberbia. Fue una demostración popular que le pedía a los responsables políticos más y mejor Democracia.
Al día siguiente, la Presidenta Cristina Fernández anunció que enviaría al Congreso de la Nación un proyecto de Ley para que allí se discutieran las medidas adoptadas por el Poder Ejecutivo en forma unilateral. Al parecer, los reclamos habían sido escuchados. Sin embargo, el proyecto remitido tiene el propósito, único y excluyente, de que se ratifiquen o se rectifiquen esas medidas, evitando de forma deliberada el consenso.
Hoy, los Diputados y Senadores Nacionales tienen sobre sus espaldas una responsabilidad inmensa, que requiere del uso de todas las facultades que la Constitución de la República les confiere.
Luego del que se vayan todos del año 2001, muchos opinaron que en realidad la dirigencia política no escuchó los reclamos y que muchos se quedaron o se presentaron nuevamente a los cargos (si ello es así, también deberemos de hacer un mea culpa como sociedad, porque al fin y al cabo, fuimos nosotros los que los elegimos para que continuasen).
Yo tengo otra teoría. Creo que la mayoría de esa dirigencia política, en particular muchos de los Diputados y Senadores se fueron: quizá no de sus cargos, sino de sus responsabilidades. Entregaron a través de los superpoderes las atribuciones que les son propias como Cámara Legislativa al Poder Ejecutivo, evitando así el debate parlamentario sobre temas sensibles y tener que opinar, si la circunstancia lo ameritase, en contra del poder central o “jefe político”. Esta situación hizo, en definitiva, que se fueran solos, sin que nadie se los pidiera.
Como dije antes, hoy los Diputados y Senadores que claudicaron en sus deberes tienen la obligación de volver a hacerse cargo de ellos. Por el bien de la Nación, espero que lo hagan responsablemente, democráticamente, consensuando y por sobre todo, legislando con autonomía, para conseguir finalmente, la Ley y/o Leyes que mejor le sienten al país para el corto, mediano y largo plazo.
Es lamentable para nuestra democracia, pero en las manifestaciones del lunes 16 existieron algunos pocos que pidieron la renuncia de la Presidenta (únicamente). Ello no es nada bueno, pero es entendible en el contexto, dado que es inevitable que dentro de manifestaciones tan heterogéneas existan personas que piensen distinto a uno. Por suerte, no fueron muchos.
Ahora bien, mi temor es que si los representantes del pueblo no cumplen con su función y sólo se dedican a ser obsecuentes con el poder central, votando sin discernir, levantando la mano en contra de lo que sus representados exigen, se acreciente el descontento del pueblo y caiga sobre todos ellos el clamor de “que se vayan todos”.
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