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sábado, 26 de febrero de 2011

LA FILOSOFÍA Y LA FILOESTULTICIA A LA LUZ DEL POSTULADO DEL TERCERO OBJETIVO

a Apostol Santiago Matamoros

Por Emilio Nazar Kasbo

El postulado del tercero objetivo en Filosofía nos conduce a tener un mismo criterio de análisis respecto de los autores y cuestiones que se abordan. Es decir, no se puede tener un “doble discurso” a la hora de enseñar Filosofía gracias al cual se aplica un doble parámetro: uno para el realismo aristotélico-tomista y la Filosofía Perennis, y otro para los autores no realistas surgidos a partir del nominalismo con sus consecuencias hasta la actualidad.

PENSAR BIEN, O “PENSAR COMO…”

Para estudiar la Filosofía, en todo lugar donde ésta se enseña, se afirma que a partir de Descartes (puesto como paradigma inicial el cual imprimió un “método” que lleva a falsas conclusiones, pero que tiene su antecedente y fundamento en el nominalismo) afirman hay que ingresar en el pensamiento de cada autor y seguir su hilo conductor hasta llegar a sus consecuencias a las cuales el mismo lleva. ¿Qué sucedería si se hiciese eso mismo con Santo Tomás? ¿Cómo vería Santo Tomás a todos los llamados "filósofos" entre comillas (a los no realistas) a partir de los nominalistas en adelante?

¿Qué diría Santo Tomás de Occam, de Descartes, de Kant, de Darwin, de Kierkegard, de Marx, de Freud, de Sartre, de Foucault, o de Vattimo, por ejemplo? ¿Los trataría como filósofos o como ignorantes, como filoestultos?

Desde Aristóteles a Santo Tomás hay un hilo conductor filosófico realista, que no exige “entrar en el pensamiento del autor”, ya que éste responde al sentido común y práctico de toda persona. Por eso no se exige a nadie que ingrese a pensar como ya piensa, sino que este requisito es necesario para quien va a, precisamente, a contradecir el sentido común.

EL DOBLE PARÁMETRO

Es decir, desde el Postulado del Tercero Objetivo vemos así un doble parámetro: el primero, de seguir el razonamiento del sentido común, que no exige “introducirse” en el pensamiento ajeno porque es el propio de toda persona (de ahí que el mismo es “común”); y el segundo, de no seguir el razonamiento del sentido común, que es requisito necesario e indispensable para atentar contra él.

Muchas veces, se trata de una pequeña desviación intelectual que parece intrascendente en este último caso, que acaba en un grave dilema que contradice al realismo; pero en otras ocasiones se trata de la directa confrontación con el realismo. Ya lo decía Aristóteles, al señalar que un pequeño error al principio conduce a un grave error al final.

Para seguir el razonamiento de un ignorante, es necesario abandonar la razón, y eso es precisamente lo que hace quien concibe la Filosofía no como un amor a la Sabiduría sino como una afición a las novedades en materia de cosmovisión (que en sí no es filosofía, sino una especie de literatura con apariencia de intelectualoide). E indudablemente, todo esto tiene consecuencias teológicas.

Precisamente, abandonar la razón para seguir el falso razonamiento, es el método que utilizó la Serpiente para convencer a Eva de que debía desobedecer a Dios...

¿ABANDONAR EL REALISMO?

Los autores no realistas que van desde los nominalistas para seguir en su decadencia hasta el presente, no han hecho más que hacer colapsar la cosmovisión del mundo, atomizándola, particularizándola a cada autor, relativizándola.

Cada uno es maestro de sí mismo, cada uno tiene su propio lenguaje, su propia cosmovisión incompatible con cualquier otra ¿Es esto acaso una sabiduría?

Todos ellos han de ser refutados como lo que son: falsos profetas de un mesianismo desviado de Jesucristo, porque las consecuencias de sus dichos son teológicas, y desde la Teología nadie les sale al paso a analizar las consecuencias de semejantes anti-filósofos.

Pero quien esto pretendiera, será acusado por los anti-realistas: “eso es no respetar el pensamiento del filósofo en cuestión”; “usted es un ignorante, porque tal filósofo no dice lo que Usted afirma”; “es que Usted no ha leído completamente la obra de tal autor, y pretende juzgarlo desde un pensamiento ajeno al mismo” (como si quien hace la crítica hubiese leído todas las obras de Aristóteles, de Santo Tomás, de todos los Escolásticos y de los Neotomistas para emitir el juicio que realiza en este último caso). Innumerables serán las críticas que lloverán acusando al realista que señale los errores de pensamiento y las consecuencias heréticas del mismo… y no todos tienen suficiente personalidad (o más bien, fortaleza para sustentar la verdad) como para soportarlo.

UN BOTÓN DE MUESTRA

Por ejemplo, afirmar que el ser humano tiene tres estadíos, como lo hace Kierkegard: el estético, el ético y el religioso, por los cuales la persona atraviesa en un crecimiento, implica entre otras muchas cosas:

- clasificar a las personas por dos vocaciones humanas que son particulares y que en sí no son malas (poesía y política), equiparándolas a una vocación universal que es el llamado de Dios a la verdadera Fe (la Religión), siendo esta última de una calidad diversa a las dos anteriores.

- presentar a esos tres estadíos como fases de un progreso humano, y no como algo que se encuentra en la naturaleza humana como vocación o como Don para el Bien.

- convertir una distinción intelectual de un acto en una distinción real (objetiva, ontológica), y por tanto que niega la unidad del ser y la unidad de su Causa Final (que para toda la Creación es Dios mismo),

- negar la Revelación integral de Jesucristo (como si ésta fuese gradual o en etapas, en lo cual coincide con el pensamiento gnóstico)

- sustentar un pelagianismo por el cual es la persona (finita) quien llega a Dios (el Absoluto e Infinito), y no Dios quien amó primero al hombre y le da la Gracia de la Fe.

LA MIRADA SUPERIOR

Es decir, al analizar a todos estos autores, lo que se debe hacer es primero mirarlos con los ojos del paradigma de la Escolástica: Santo Tomás.

Y después, mirarlos con los ojos del paradigma del Evangelizador, del judío fariseo ultraortodoxo converso a Jesucristo: con los ojos de San Pablo; pero a la vez, mirarlo con los ojos de San Juan y del Apocalipsis.

Esa es la mirada filosófica y la mirada teológica que hay que tener sobre semejante batallón de falsos filósofos y de falsos profetas que desde la filosofía pretenden hasta negar a Dios, la Creación y al hombre mismo en su realidad, en su esencia, en su ser y en su existencia.

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