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domingo, 20 de marzo de 2011

UNA REFLEXIÓN SOBRE LA EXTRADICIÓN DE NACIONALES

corrupto

Por SILVIO H. COPPOLA

Que un juez español, haya pedido hace un tiempo a nuestro país la extradición de un argentino, por crímenes contra españoles, que se habrían cometido en la Argentina, suena totalmente como algo fuera de lo común y manifiestamente arbitrario, aún cuando se hable de defensa de los derechos humanos. Y eso sin mencionar los principios jurídicos de soberanía, territorialidad y de jueces designados antes del hecho de la causa, como asimismo y en lo que hace a presuntos represores, de las leyes vigentes y del supuesto de ya haber sido juzgados por los delitos de los que se les acusa.

Pero lo expuesto es simplemente una acotación, porque si el principio de extraterritorialidad se acepta para juzgar hechos que afecten a los “derechos humanos”, no va a tratarse simplemente de un justo castigo para asesinos y torturadores. Va a implicar que los países poderosos no sólo determinen como hasta ahora, quiénes son asesinos y quiénes no –los buenos y los malos- sino que además van a abrogarse el derecho de juzgarlos. ¡Nada menos! Así todos los genocidas van a estar con seguridad entre las naciones más pobres y atrasadas y jamás se va a encontrar ninguno entre los poderosos, por más que agredan impunemente a los débiles y bombardeen y maten desde el aire, en la seguridad de la distancia. Siempre será todo entonces a juicio de ellos, siendo los únicos que van a aplicar la ley, después de haberla creado. Además que el juzgador pueda ser determinado por la nacionalidad de la supuesta víctima, indica para cualquier lego en derecho, un manifiesto cuadro de parcialidad, muy difícil de soslayar.

¿Qué pasaría si la presidente de nuestra República (o de cualquier otra nación del Tercer Mundo) llevase una política de recuperación del patrimonio nacional, inicuamente entregado y en ese trance, ordenase la prisión de cualquier persona, argentina o no, que haya pagado o cobrado una coima? ¿Se lo acusaría como violador de los derechos humanos por “prisiones injustas”? ¿Se lo juzgaría en Estados Unidos o en Europa? ¿O se resolvería hacer, como hicieron los yanquis en Panamá, llevarse preso al presidente? ¿O invadir el país? Y lamentablemente, volvemos y volvemos al principio de todas las cosas, siempre tiene razón el que tiene la fuerza.

Si perdemos la soberanía en materia de Justicia, seguiremos dando pasos al vacío y sumidos voluntariamente en una dependencia más, tan denigrante como cualquier otra.

LA PLATA, marzo 15 de 2011.

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