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sábado, 9 de julio de 2011

9 DE JULIO DE 1816


 Por Ricardo Díaz
 
El Congreso, con la presidencia de Medrano, inicia sus sesiones el 24 de marzo de 1816. Los secretarios fueron Passo y Serrano. El presidente y vice-presidente durarían un mes.
En enero había vuelto Belgrano de su comisión en Europa, lleno del espíritu legitimista y monárquico dominante en aquel continente. Tal convencimiento lo llevó a exponer su idea de coronar a un príncipe, preferentemente descendiente de los Incas, como rey legítimo de América.
La idea de una monarquía  no era impopular en aquellos tiempos, siempre que no estuviera encubriendo una dominación extranjera.
El 6 de julio, Belgrano fue recibido, en sesión secreta, para que informase del estado de Europa y las posibilidades de la guerra contra España. Sus palabras precipitaron la declaración de la Independencia. En primer término expresó que la Revolución había merecido simpatías en Europa, pero que, debido a su declinación en el desorden y la anarquía, sólo podíamos contar con nuestras propias fuerzas. En cuanto a la forma de gobierno, las ideas republicanas no tenían predicamento y se trataba de monarquizarlo todo, preferentemente a la manera inglesa, es decir, un monarquía-constitucional. Respecto de nuestro país, que era conveniente una “monarquía temperada” con la dinastía Inca. Agregó también, que España  estaba débil por la larga guerra contra Napoleón y sus discordias internas, pero que, a pesar de ello, tenía más poder que nosotros y por lo tanto debíamos robustecer el ejército. En cuanto a Brasil dijo que no tenía miras ofensivas contra nosotros sino sólo el precaverse del artiguismo; que no se debía temer ningún movimiento por parte del príncipe don Juan contra nosotros.
Las palabras y las ideas de Belgrano pesaron fuertemente en la sesión del 12 de julio en la que la gran mayoría estaría por la forma monárquica con un descendiente de los Incas.
San Martín fue otro campeón de la independencia, por lo cual debió separarse de Alvear y alejarse de la logia. Con insistencia presionó a los congresales a que se decidieran a declarar la independencia, recibiendo la contestación de Godoy Cruz que “no todo es soplar y hacer botellas”. También Gûemes y Artigas apoyaban la causa.
En el Congreso de Tucumán había una “nota de materias” a tratar en las próximas sesiones, pero el 9 de julio se resolvió dejar de lado todos los puntos de dicha nota y se propuso deliberar el de la libertad e independencia del país, y se ordenó al secretario que presentase la proposición para el voto. Hecha la misma, la sala en pleno se puso de pié para aclamar la independencia de las Provincias Unidas de América del Sud de la dominación de los reyes de España y su metrópoli.
El 19 de julio, Medrano, a instancias de San Martín, pidió sesión secreta y exigió que en la fórmula del juramento a tomarse al ejército, a continuación de “Libres de los reyes de España y su metrópoli”, se agregue “…y de toda otra dominación extranjera”, para evitar así que Inglaterra o Portugal trataran de ocupar el lugar de España. Y, además, terminar con el rumor de que Belgrano  y algunos congresales tenían la idea de entregar el país a los portugueses.
Cualquiera podría pensar que aquí termina la historia, sin embargo, lejos de ello, recién comienza. Tras la declaración de la independencia continúa la cuestión de la forma de gobierno y los intereses extranjeros.
Inglaterra se había comprometido con Fernando VII de no prestar ayuda a “los insurrectos” pero también a no llevar una mediación armada. Fernando buscó, entonces, la ayuda del poderoso Alejandro, zar de Rusia, para la reconquista de Buenos Aires, a cambio de cederle la isla de Menorca. Inglaterra protestó y Alejandro debió rehusarse pero se comprometió que en el próximo congreso de la Santa Alianza en Aquisgrán, se incluiría el problema de la insurrección americana para lograr que todos los reyes europeos se opongan a ella.
Luis XVIII no podía hacer lo mismo. La idea francesa era la de instalar monarcas de la casa de Borbón en estos nuevos Estados. Richelieu tenía informes de un espía francés llamado Grandsire, que Pueyrredón tenía la idea de poner un príncipe francés en el gobierno para lo cual envió a Su Majestad Cristianísima una misiva secreta y aduladora.
A mediados de agosto de 1818, llega a Buenos Aires el coronel de gendarmería retirado Le Moyne para iniciar las conversaciones con Pueyrredón. En septiembre le llegan noticias a Richelieu que la gestión está cumplida y que Pueyrredón y los de la logia desean que el duque de Orleans sea el monarca de estas tierras. Le Moyne volvió a Francia con otra misiva de Pueyrredón aún más servil que la anterior.
Poco después partió el canónigo Valentín Gómez como comisionado a concluir los detalles con el gabinete francés para la coronación del Duque de Orleans. Mientras tanto Rivadavia sería enviado  Londres para contar con otras proposiciones en caso de fracasar la primera. Podría decirse que a Pueyrredón “cualquier tren lo dejaba bien”.
Mientras tanto se había reunido el congreso de plenipotenciarios de la Santa Alianza en Aquisgran. Los ingleses rechazaron la idea rusa del boicot a los insurrectos ya que esto perjudicaba al comercio británico, y propusieron un acuerdo entre España y sus “colonias” en base a una amnistía general. Ya había llegado la noticia de la batalla de Maipo, entonces Inglaterra propuso una acción coordinada de toda Europa. No llegando a ningún acuerdo y viendo que la independencia de América era irreversible, se dieron por concluidas las reuniones. Pero ante el temor de que los Estados americanos se unificasen en uno sólo, los ingleses proponen establecer príncipes españoles apoyados con ejército francés y empréstitos ingleses.
En París, Valentín Gómez se reúne con Le Moyne, y es informado que Richelieu ya no era ministro. En su lugar debió hablar con el marqués de Dessolle quien le expresó que Luis Felipe estaba descartado como posible rey del Plata, y que, en cambio, podría serlo Carlos Luis de Borbón, príncipe de Luca. A Gómez no le gustó la idea, pero Dessolle lo convenció de que el príncipe, sobrino lejano de Luis XVIII y pariente cercano de Fernando VII, sería bien visto por Inglaterra y Rusia y que el ejército francés iría con él, ante una posible reacción de los caudillos federales. Además, si se lograba casar al príncipe con una princesa portuguesa, se solucionaría el problema de la Banda Oriental.
Gómez informó a Rondeau, puesto que Pueyrredón también había sido reemplazado, del resultado de su gestión. Lo propio hace Rivadavia y ambas notas llegan a Buenos Aires a mediados de octubre.
A mediados de noviembre, el Congreso aprueba estas negociaciones formal y reservadamente .
 
Extractado por Ricardo Díaz de “Historia Argentina”, J M Rosa, ed. Granda

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