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jueves, 28 de julio de 2011

OBEDIENCIA DEBIDA


Por el Dr. Jorge B. Lobo Aragón
No conozco los códigos de justicia militar ni lo que en la práctica se disponga para procurar que las órdenes de un jefe sean fielmente acatadas por sus subordinados, como es imprescindible en las tareas de ellos. Para servir a la patria se requiere subordinación y valor. Es lógico. Aunque, en principio, estoy en contra de la obediencia debida.
Entiendo que se exagera. El militar puede desobedecer lo que le parezca impropio para el servicio de la patria. De hecho, los militares levantan como paradigma de conducta la figura del General San Martín, de quien se recuerda, y se celebra, una célebre desobediencia. Fue una desobediencia debida. Cuando San Martín en Chile preparaba la campaña del Perú, se le ordenó volver con sus tropas para sofocar la rebeldía de los caudillos federales de las provincias; y el general no acató la orden. Dejó ejemplo de que el militar puede, y debe, desobedecer la orden recibida si con ello se hace un mejor servicio a la patria.
Aldo Rico alguna vez explicó que no hay tal obediencia debida que obligue a los militares a actuar contra su conciencia. Los que emplearon la violencia no lo hicieron contra su voluntad, por una imperiosa y ciega obediencia, sino pensando que así cumplían con su deber. El militar tiene la obligación de emplear hasta la máxima violencia para vencer al enemigo. ¿Se quiere algo más espantoso y aterrante que matar a un prójimo de sangre y hueso?  Y el militar debe hacerlo porque esa es su función. Por eso es que se considera tan digna y honorable la carrera militar, por tratarse de hombres que superan sus humanas limitaciones en busca del bien general, del bien de la patria. De modo que el militar que ha hecho lo que más espantoso nos resulta, matar a otro hombre, no lo ha hecho por una ciega obligación mecánica de acatar lo que un superior le ordena, por una obediencia debida, sino por una vocación de franquear sus propias barreras humanas, de imponerse sobre sus melindres, de superar los dictados de su fuero interno en aras de la patria. Por eso muchas veces se ha relacionado la milicia con la nobleza.
Los militares que han matado a subversivos no han acatado una obediencia debida sino que han cumplido con el deber que les imponía su estado militar, la forma de servicio asumida por ellos.
Sabemos que se han hecho barbaridades y que se han cometido equivocaciones. Los militares no han estado obligados a cometer barbaridades, y las equivocaciones son equivocaciones, no la consecuencia de una orden. En todo caso si estaba equivocado el que daba la orden otro la cumplía interpretando que era su deber, no que esté obligado a obedecer todo lo que se le mande.
 Se ha matado guerrilleros y se han mantenido en secreto sus nombres; nos parece una violencia inicua y abusiva no entregar los cuerpos para que sus deudos los velen y sepulten. Sin embargo se dijo que esto se debió a la necesidad de que el enemigo, al no conocer sus bajas, los siguiera dando por vivos. Puede ser. Seguramente se ha exagerado con mantener ese secreto, pero no ha sido un secreto por pura obediencia sino que, en alguna medida, tuvo un fin militar.
Soy un abogado enamorado de mi quehacer. Creo que uno de los grandes logros históricos del derecho ha sido la abolición de la tortura. Antes se torturaba por orden de los jueces y bajo su supervisión, para obtener confesiones abreviando el trámite de la investigación. El primer país que rechazó las confesiones logradas bajo tormento fue el reino de Aragón. De ahí viene el refrán: niega que negarás, que en Aragón estás, pues no podía torturarse al reo; en otras partes la pertinaz negación implicaba graves consecuencias. Aunque, después de siglos de abolida, se sabe que a veces se la aplica, y no los jueces a la luz del día sino personal subalterno como única forma de conseguir información que se considera valiosa. En la guerra contra la subversión se la ha aplicado en muchos casos, procedimiento que condeno con energía. Condeno la tortura, aunque reconozco que el estado de Israel, moderno y democrático, la incluye entre sus instituciones legales. ¿Será porque allí se vive una paz precaria, una paz con sobresaltos guerrilleros?  Igual la condeno, pero reconociendo que soy un abogado y un padre de familia argentino; si fuera israelí, viviera allá y tuviera que mantener la seguridad de un pueblo, quizás no la condenaría con tanta facilidad.
¿Que las torturas que se han aplicado aquí no han tenido sólo el objeto de obtener información sino que en muchos casos se ha obrado con perversidad, con saña, con maldad propia de desalmados?  Aunque no me conste, creo que es así. Y los que procedieron de esa manera no pueden tener ninguna obediencia que los exima de sus culpas. También se sabe, o por lo menos se sospecha, de casos en que las fuerzas de represión cometieron saqueos. Pruebas no tengo, pero en su momento se dijo que una delegación de la policía federal que actuaba aquí fue despachada de vuelta debido a que sus miembros procedían con ánimo de pillaje, como salteadores; los reemplazaron gendarmes que habrían tenido, al parecer, mejor conducta. Ninguna obediencia puede justificar estas conductas y a los saqueadores, en el caso de ser aprehendidos, debiera aplicárseles todo el rigor de la ley. Nadie puede justificar que se hayan cometido depredaciones y latrocinios en nombre del orden ni justificados por una irracional obediencia ciega.

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