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sábado, 15 de octubre de 2011

ORGULLO ANCESTRAL




El pensamiento de Mons. Richard Williamson
Obispo de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
Número CCXXII, 15 de Octubre 2011

En el segundo volumen acerca de la vida de Jesús publicado hace varios meses, el Papa Benedicto XVI hizo comentarios que les permitió a los periodistas saltar a la conclusión de que los Judíos ya no deben de señalárseles como responsables de deicidio, esto es, el asesinato de Dios. Peor aún, el 17 de Mayo el director ejecutivo del Secretariado de la Comisión Episcopal de Relaciones Ecuménicas e Inter-religiosas de los EUA dijo que uno no puede acusar a la gente Judía de deicidio en ningún momento de la historia sin dejar de estar en comunión con la Iglesia Católica. En oposición a lo que mucha gente hoy en día quiere pensar, es tiempo de recordar aunque sea brevemente, lo que la verdadera Iglesia siempre solía enseñar acerca del asesinato judicial de Jesús.

En primer lugar, el asesinato de Jesús fue verdaderamente “deicidio”, el asesinato de Dios, porque Jesús era una de las tres Personas divinas que en adición a su naturaleza divina había tomado una naturaleza humana. ¿Qué se murió en la Cruz? Únicamente la naturaleza humana. Pero ¿a quién se le asesinó en la Cruz en su naturaleza humana? Ni más ni menos que a la segunda divina Persona, esto es, a Dios.

En segundo lugar, Jesús murió en la Cruz para salvarnos a todos nosotros, seres humanos pecadores, de nuestros pecados, y en este sentido todos los hombres fueron y siguen siendo el fin de su muerte. Pero únicamente los Judíos (líderes y pueblo) fueron los agentes primarios del deicidio, porque es obvio de los Evangelios que el Gentil más involucrado, Poncio Pilato, nunca hubiera condenado a Jesús a muerte si los líderes Judíos no hubieran levantado entre la gente el clamor para su crucifixión (Mateo XXVII, 20). Ciertamente los líderes doctos eran más culpables que el pueblo ignorante, dice Sto. Tomás de Aquino (Suma III, 47, 5), pero todos en unísono aclamaron para que su sangre cayera sobre de ellos y sobre de sus hijos (Mateo XXVII, 25).

En tercer lugar, al menos el Papa León XIII consideró que había una verdadera solidaridad entre los Judíos que clamaban en ese entonces para que Jesús fuese asesinado, y la colectividad de los Judíos de los tiempos modernos. ¿Acaso no fue su Acto de Consagración del Género Humano al Sagrado Corazón de Jesús el que encomendó a totalidad de la Iglesia, desde finales del siglo 19 y en adelante, a rezar a Dios para que tornara sus “ojos de misericordia hacia los hijos de esa raza, alguna vez el pueblo elegido de Dios: desde tiempos remotos clamaron sobre de ellos la Sangre del Salvador; descienda ahora sobre ellos un bautismo (como un lavado) de redención y de vida”? *

Pero León XIII de ninguna manera está solo al observar dicha continuidad entre los Judíos a través de los siglos. ¿Acaso no reclaman ellos mismos hoy en día la tierra de Palestina basados en que es suya por el derecho otorgado por Dios en el Antiguo Testamento? ¿Ha habido en la faz de la tierra alguna raza-pueblo-nación tan orgullosamente auto-identificante a través de todos los tiempos? Originalmente elevados por Dios para acunar al Mesías, Dios mío, cuando él vino se rehusaron colectivamente a reconocerlo. Colectivamente también, con lo que se puede entender que siempre existen nobles excepciones, han permanecido fieles a ese rechazo, por lo que cambiaron su religión de la de Abraham y Moisés y del Viejo Testamento a aquella de Anás, Caifás y del Talmud. Trágicamente, su mismo entrenamiento divino para el Mesías los lleva a rechazar a aquel que les parece un falso mesías. Hasta que se conviertan al final del mundo, como la Iglesia siempre lo ha enseñado (cf. Rom. XI, 26-27), parecen estar obligados a elegir seguir actuando, colectivamente, como enemigos del verdadero Mesías.

¿Como es posible que Bendito XVI pierda verdades tan antiguas?

Kyrie eleison.

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NOTA DE DIARIO PREGÓN DE LA PLATA
* En el original en castellano dice: ¿Acaso no en su Acto de Consagración del Genere Humano al Sagrado Corazón de Jesús hizo a la totalidad de la Iglesia, desde finales del siglo 19 y en adelante, rezar a Dios para que tornara sus “ojos de misericordia hacia los hijos de esa raza, alguna vez el pueblo elegido de Dios: desde tiempos remotos clamaron sobre de ellos la Sangre del Salvador; descienda ahora sobre ellos un bautismo (como un lavado) de redención y de vida”?

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