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jueves, 12 de enero de 2012

EL PSEUDO REVISIONISMO ZURDO-MITRISTA

Por Edgardo Atilio Moreno
El decreto del gobierno, por el cual se creó el denominado Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, fue motivo de una sosa polémica en torno a los objetivos supuestamente revisionistas que tendría dicho organismo estatal.
         Como era de esperar, desde los ámbitos académicos dominados por los cultores de la llamada Historia Social, se reaccionó en contra de la medida. Y aunque sus expresiones en general tuvieron el tono soberbio que  los caracteriza, su vehemencia fue bastante controlada. Seguramente por el temor a que una excesiva diatriba los coloque en el incomodo lugar de opositores al gobierno.
 Según estos historiadores, el Estado, al impulsar la formación de un instituto integrado por escritores mediocres o meros divulgadores sin formación académica, menosprecia y descalifica el trabajo de los investigadores y científicos acreditados.
En ese sentido, Luís Alberto Romero refiriéndose a los miembros del Instituto de marras, afirmó que ninguno de ellos es reconocido, o simplemente conocido, en el ámbito de los historiadores profesionales. De los 33 académicos designados, hay algunos conocidos en el terreno del periodismo, la docencia o la función pública. Dos de entre ellos, Pacho O'Donnell y Felipe Pigna, son escritores famosos. En mi opinión, entre ellos hay muchos narradores de mitos y epopeyas, pero ningún historiador. Nada comparable con los fundadores del revisionismo”.
Llama la atención la última frase de Romero, quien además reconoce que en el revisionismo  “militaron historiadores y pensadores de fuste”, y cita entre ellos a Julio Irazusta, Ernesto Palacio y José Maria Rosa; este desliz –viniendo de quien viene- es un justo reconocimiento al revisionismo fundacional. Aunque a renglón seguido les señala el defecto de adherir “a la idea de la conspiración”, es decir a la creencia de que “los vencedores han mantenido oculta una historia verdadera”. Como si no fuera esto estrictamente cierto; y como si no fuera esta la razón por la cual recién ahora un mínimo y fugaz comentario laudatorio se desliza sobre ellos; al tiempo que se descalifica arteramente su enfoque hermenéutico.
En fin, volviendo a las objeciones que plantean estos profesionales de la historia; la otra cuestión que los tiene preocupados es la posibilidad de que el gobierno trate de imponer una historia oficial que no es la de ellos. En ese sentido Beatriz Sarlo denunció que estamos ante “una operación montada desde la Casa Rosada con el objeto de instaurar un pensamiento único del pasado”.
En realidad resulta inaudito que los liberales se rasguen las vestiduras por este asunto, ya que fueron ellos quienes impusieron la versión dogmática de nuestro pretérito que pergeñó Mitre y compañía; y a la cual los actuales académicos profesionales le siguen rindiendo tributo adornándola con aportes que en nada la modifican.
De todos modos, en vano se están preocupando. Sus puestos están asegurados y nada sustancial del relato oficial de nuestra historia se verá afectado.
En efecto, el peligroso “revisionismo” del Instituto Manuel Dorrego no lo es tal, es una mera impostura.
Quienes integran dicho organismo solo son un rejuntado de liberales, indigenistas, guevaristas, y neomarxistas, unidos todos por su común militancia Kirchnerista. Por lo que nada que salga de ahí tendrá relación alguna con el verdadero revisionismo.
Cualquier aficionado a la historia sabe que el Revisionismo histórico es una corriente historiográfica que se propone develar la verdad de nuestro pasado, interpretando los hechos a la luz de los intereses nacionales; y que obviamente en ese afán los revisionistas –mas allá de sus matices- confrontaron, y confrontan, con la historia oficial que impusieron los vencedores de Caseros a los efectos de justificar su traición y de legitimar un modelo de país subordinado a los intereses foráneos.
Pues bien, desde el Dorrego nada que se le parezca sucederá.
En efecto, su mismo presidente, el ex alfonsinista y ex menemista Pacho O´Donnell, se encargó de declarar en el diario La Nación que la historia oficial no será cuestionada. Sin preocuparse en ningún momento por el principio de no contradicción afirmó: “yo soy un revisionista que nunca ha hecho antimitrismo”. Y para que a los descendientes de Mitre -propietarios de dicho diario-, no les queden dudas calificó a este nefasto personaje como “maravilloso”.
En el mismo sentido que O´Donnell se pronunció Faustino Schiavoni, otro integrante de este Instituto supuestamente revisionista, quien dijo que “No se trata de demonizar a Sarmiento, por ejemplo, porque hay que contextualizar las cosas en su tiempo”. Por otro lado, en un arresto de sinceridad opinó que más que de revisionismo él prefiere hablar de una historia “nacional y popular”.
Bueno, por ahí nos vamos entendiendo mejor. Se va aclarando para que ha sido fundado este Instituto.
No hay dudas que esta iniciativa, lejos de impugnar a la historia liberal y a la historia social, lo que buscará es conciliar con ellas dándole un matiz K.
De modo entonces que la mayoría de los argentinos seguirán sin conocer la verdad integra sobre nuestro pasado, y sobretodo victimas de hermenéuticas falaces que en nada aportan a la comprensión de nuestro origen, a la formación de una conciencia nacional, y al discernimiento del destino común. Es decir presos de una historia que no sirve para nada que no sea funcional a los intereses antinacionales.

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