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miércoles, 1 de febrero de 2012

HUMO, ¿O SERÁ MIEDO?




Por Enrique Guillermo Avogadro


“En el gobierno, como en el cuerpo humano, las enfermedades más graves proceden de la cabeza” Plinio el Joven

Todos los diarios y canales de televisión dedican estos días gran parte de sus centímetros y de sus segundos a hablar de dos temas que, a mi juicio, son sólo cortinas de humo.

Me refiero, obviamente, a la reforma constitucional que, anunciada originalmente por la inefable doña Diana Araña Conti y ahora reverdecida por don ex Amado Boudou, permitiría la reelección eterna de la señora Cristina Fernández de Kirchner y, cuando no, a las Malvinas.

En ambos casos se trata de simples expresiones de deseos del oficialismo, ya que ninguna de las dos tiene posibilidad alguna de concretarse. Sin embargo, todos los argentinos discutimos, sin siquiera reflexionar sobre las posibilidades de ocurrencia, y dejamos de pensar en los verdaderos problemas del país que la Presidente dejará y en cómo solucionarlos.

Para reformar la Constitución se requiere que el proyecto sea votado por dos tercios de ambas cámaras del Congreso, un porcentaje de votos que el cristi-kirchnerismo dista mucho de poseer, y que no podría ser acompañado por otras fuerzas políticas, tradicionalmente funcionales al Gobierno, pues implicaría su irreversible suicidio.

En cuanto a Malvinas, después del huracán Kirchner, que dejó a un país totalmente indefenso, en el cual sus fuerzas armadas sólo podrían batallar durante una hora antes de quedarse sin municiones y sin combustible, toda contienda militar debe ser descartada; es decir, deberá la Argentina continuar sólo con medios diplomáticos para intentar terminar con la infamia que constituye la autoridad británica sobre las islas. Sin embargo, la designación de doña Alicia Castro, una chavista convencida, como nueva Embajadora ante el Reino Unido, no promete grandes logros en ese sentido.

Entonces, dejemos de preocuparnos por los velos que mueve el Gobierno para entretenernos y vayamos al tema central de esta nota.

Desde la reasunción de doña Cristina, luego del “milagro” que el Gauchito Gil realizó con su falso cáncer, me he venido preguntando a qué atribuir la belicosidad de un discurso cuando quien lo pronuncia tiene casi el poder absoluto en su país, donde la oposición –tal como la conocíamos antes que don Néstor (q.e.p.d.) inventara la “transversalidad”- ha dejado de existir, donde la figura presidencial es reverenciada hasta la genuflexión por empresarios y funcionarios de todo pelaje, donde aún el Ejecutivo dispone de muchos fondos para gastar a su antojo, donde el Gobierno interviene en todas las esferas económicas, donde –según los informes oficiales- el Banco Central dispone de grandes reservas, y donde se ha logrado “romper el 7” al desempleo.

Debo confesar que no he encontrado demasiadas respuestas, y lo cierto es que la señora Presidente encontró nuevos enemigos –siempre ex aliados íntimos- a quienes echar la culpa de los males nacionales, aún cuando esto implique combatir en demasiados frentes a la vez.

Entre las muchas posibilidades, la que más ha hecho ruido en mi cabeza es: ¿será miedo?.

Ahora bien; ¿miedo a qué? Aquí, el abanico de probabilidades llega al infinito. Veamos algunas.

¿Miedo a perder el control de la calle? Don Hugo Camión Moyano ya tiene a sus tropas alineadas y, tal como era previsible, tiene entre sus aliados a Gerónimo Momo Venegas, a la CTA de Micheli y hasta a Barrios de Pie. Doña Cristina sabe que ella puede hacer que vaya preso, pero también es consciente de que su nuevo enemigo y ex aliado íntimo puede pararle el país entero. Nuevos actores están exigiendo protagonismo en este tema, como se vio en escenarios tan disímiles como Río Gallegos, Trelew, Famatina, Bariloche, Formosa …

¿Miedo a las cacerolas? Han comenzado a caer sobre las familias las bombas del verdadero “rodrigazo” que ha desatado el Gobierno bajo el nombre de “sintonía fina” y, con marzo, llegarán a los hogares los enormes aumentos en rubros tales como gas, luz, agua, tasas municipales, telefonía celular, prepagas médicas y colegios, que se sumarán a la suba en los alimentos. Si a esos “problemas” se les siguen sumando los cortes de energía, y la inseguridad continúa aterrando a la población, esa vieja reacción podría volver a producirse; si el invierno fuese tan frío como caliente es este verano, el “relato” se congelaría al mismo ritmo.

¿Miedo a corridas bancarias o cambiarias? Sólo una respuesta afirmativa a esta pregunta podría justificar los modos policiales que el principesco don Patotín implementó en diciembre contra los pequeños ahorristas, pese a que imputó a los bancos haber especulado con el dólar. La historia enseña que, cuando la ciudadanía percibe o, simplemente, cree que las reservas que el Banco Central informa son ficticias y que, en realidad, se trata de meros papelitos de colores sin valor, convierte sus ahorros en monedas que le dan tranquilidad, y que ese movimiento es imparable, por muchos policías, gendarmes, prefectos e inspectores de la Afip que se pongan en la calle.

¿Miedo a la confirmación del fracaso? Porque, si todo el escenario macro es tan brillante y está tan blindado como dicen los funcionarios, ¿cuál es la razón para que don Guillermo Moreno haya sido enviado a cerrar de este modo brutal la economía, a riesgo de paralizarla por completo? Este funcionario, que ha sido empleado como una eficiente herramienta desde la prohibición de exportar carne, que don Néstor (q.e.p.d.) implementó en 2006, puede ofrecer victorias de corto plazo pero, en la práctica, todas sus medidas se han traducido en enormes daños y perjuicios de largo plazo para el país. El propio Patotín ha dicho que, si el superávit comercial se reduce a US$ 5.000, el Gobierno “estará en el horno”.

¿Miedo a una nueva quiebra del Estado? Como consecuencia de la sequía, que parece haber terminado, las arcas públicas sufrirán una gran disminución en sus ingresos y, según parece, no habrá dólares suficientes para atender, a la vez, a los servicios de la deuda, a las importaciones indispensables para que la industria pueda producir, a las transferencias empresariales, al pago de más de US$ 9.000 por la importación de combustibles.

¿Miedo a la realidad post Indec? La señora Presidente se ufanó de haberle “roto el 7” al desempleo; si esa cifra surge del cuestionado organismo, lo cierto es que resulta poco creíble. Si bien en el mercado del empleo formal parece haber casi plena ocupación, el informal alcanza casi al 40% de la población, y allí los porcentajes trepan por ascensor. Por lo demás, si la cantidad de pobres y miserables aún es muy grande –los mal intencionados dicen que son iguales a 1998-, el descontento de quienes ven el crecimiento sólo en televisión puede ser comparable a las banquinas en épocas de sequía, cuando una colilla imprudente puede generar incendios, choques y muertes. Como se ve, varios miedos pueden terminar relacionados, y producir similares consecuencias.

¿Miedo a la imparable inflación? Si bien todos los economistas a los que he consultado descartan la posibilidad de una “espiralización” en el corto plazo, y a que el enfriamiento de la economía hará bajar algunas décimas esa fiebre, la estigmatización de don Hugo Camión Moyano puede responder afirmativamente a esa pregunta. Ambos ejércitos –los del Gobierno y los de la CGT y sus aliados- se encuentran ya en formación de batalla, en una guerra que tiene todavía un pronóstico incierto.

¿Miedo al PJ? La pretensión de entronizar a La Cámpora como el almácigo del cual saldrán los dirigentes del futuro no se condice con la escasa cosecha de votos que, cuando se presentaron por fuera de las estructuras, obtuvieron estos jóvenes tan bien rentados; eso lo saben muy bien los caudillos territoriales, que no cederán su poder fácilmente en ninguna circunstancia y, menos aún, cuando la “caja” disciplinadora ha adelgazado tanto.

¿Miedo a la conformación de una liga de gobernadores? La inédita presión para desgastar diariamente a Scioli, podría decir sí a esa pregunta. El peronismo tiene una larga tradición en la materia –basta recordar la crisis del 2001- como herramienta de reacción al desgranamiento del poder central, y el cristi-kirchnerismo carece de una figura que, más allá de la señora Presidente, pueda sentarse en el vértice unipersonal de su movimiento.

Son demasiados interrogantes, y se cuenta con escasas respuestas.

Sin embargo, una certeza aparece nítida: la actuación de doña Cristina, su desconfianza e inseguridad, traducida en la reducción  permanente de su “mesa chica”, la necesidad de la recurrencia al luto y a la debilidad personal para suscitar compasión y adhesión, la permanente invención de nuevos culpables, la traición a sus mejores y más leales aliados, la conformación cada vez mayor de un Estado policial, no son actitudes de quien, como dije al principio, debiera sentirse casi una emperatriz triunfante.

Por el contrario, las nubes que se ciernen sobre el futuro inmediato, en un “modelo” político que ha sido estructurado exclusivamente en torno a la figura de la señora de Kirchner y que, por ello, carece de herederos naturales, son lo suficientemente negras como para generar miedo a sus integrantes.

Que, enfrente, tampoco haya nadie capaz de recibir la pesada herencia de desaciertos y sus consecuencias, es otra de las grandes incertidumbres de la Argentina actual. Sin embargo, en las crisis graves, siempre aparece alguien a quien, muchas veces equivocadamente, los argentinos atribuyen el papel de salvador.

Esta vez será un peronista de viejo cuño, aún cuando resulte ser un joven, o un apartidario; pero esto último es, si bien posible, altamente improbable, al menos antes de que se constituya una fuerza de centro-derecha fuerte, que debiera ser la prioridad del momento.      

Bs.As., 31 Ene 12

Enrique Guillermo Avogadro
Abogado

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