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jueves, 9 de febrero de 2012

MALVINAS: DE GUERRAS Y DE SÍMBOLOS





Por María Lilia Genta

El dolor por Malvinas es una herida que parte el alma desde 1982. Cuanto más nos duele más amamos a la Patria, como decía José Antonio. Este dolor antiguo se hace insoportable treinta años después porque tenemos un Gobierno “de cuarta” que ignora el valor de los símbolos y todo lo ideologiza con ese odio inagotable a lo militar mientras nos arrastra a los foros internacionales haciendo el ridículo. El Informe Rattembach está en Internet (http://www.cescem.org.ar/informe_rattenbach/index.html). ¿Qué gran secreto develará, urbi et orbi, nuestra presidente?
Pero, aparte, ¿puede esta “chirusita” que pecó y culpa sí tuvo, necia y ordinaria, comprender la unión de la Corona y la Espada, símbolos milenarios de las grandes civilizaciones? Ella quiere ver al Príncipe inglés vestido de civil y lo apercibe por hacer el saludo militar. Parece que si se lo hubiera recibido en Malvinas con un derroche de boato, como en el día de su boda, sería distinto para la Argentina. No puede entender tampoco que el que ha de ser Rey debe, primero, ser militar. Hasta al tontón de Felipe, Príncipe de Asturias, lo vemos, vistiendo uniforme, presidir formaciones militares. 
Los ingleses simbolizan cada vez más su presencia en Malvinas. A la fuerza militar efectiva suman la fuerza no menor y efectiva de los símbolos. Nosotros, en cambio, de- simbolizamos en la misma proporción en que ellos simbolizan. Los héroes están presos o bajamos el retrato de los que están muertos. 
No es que ignoremos que las cúpulas militares -y buena parte de los militares- desconocían la historia, en 1982. Recuerdo lo que nos contaba el “Turco” Seineldín en la inmediata posguerra: “Mis camaradas me decían: «la Flota no va a venir»; pero yo seguía haciendo cavar los pozos, calefaccionándolos (el Regimiento 25, el más bombardeado, tuvo pocas bajas) porque la Historia me decía que la Flota vendría y que los yankees apoyarían a sus «primos» británicos”.
Lo sensato hubiera sido llevar a cabo el plan original -que era simbólico- y a partir de esa acción simbólica: dejar un pequeño grupo de militares custodiando la bandera, llevar al Continente a los ingleses destinados en las Islas y negociar. Pero la “plaza llena” creó el equívoco y llenaron las islas con regimientos sin preparación para la guerra y sin soporte logístico. 
No sé si hubiéramos triunfado pero me parece que no se hubiera movilizado una Flota por un grupo pequeño pero “bien montado”, simbólico. En una guerra de símbolos gana el que maneja mejor los símbolos. Hubiera sido un grito a las Naciones Unidas, hacernos oír... eso sí, sobre la sangre mártir de un Giachino cuya muerte, desangrándose por cumplir la orden, constituye en sí misma un símbolo digno de un verdadero ejército al servicio de una Nación en serio.
El gobierno militar no supo entender el valor de los símbolos y sólo quedó el recuerdo imborrable de un símbolo triste para nosotros: las botas bien lustradas del General Menéndez frente a las botas bien embarradas del General Moore el día de la rendición.
Ahora, este gobierno de patanes es incapaz de responder con un símbolo a la altura del que levanta la vieja nación pirata, pero Imperio al fin.
Por suerte, Gran Bretaña tiene un Primer Ministro que casi merece serlo de una republiqueta. Cameron no es Churchill, ni Thatcher ni Blair, ¡gracias a Dios! Así nuestro papelón es menor.

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