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domingo, 19 de febrero de 2012

PELIGRO PIRATA: EMPRESARIO NO CATÓLICO AL MANDO




Por Emilio Nazar Kasbo
Propio de la mentalidad calvinista y protestante, es el desvincular el dinero de la Fe, y por tanto la Empresa (cuyo fin es el lucro en esta mentalidad), de la adoración a Dios.
Sin embargo, efectivizada esta desvinculación, la adoración a Dios ha quedado afectada, pues Dios no es la Santísima Trinidad… sino Mamón.
La mente liberal materialista, o incluso marxista, coinciden en establecer como ley más fuerte que la de Gravedad al mercado, a la escasez… y al dinero.
-         ¿Cuál es la finalidad de una Empresa?
-         ¡El lucro! –responderán todos los mal aprendidos- ¿O no se da cuenta que sin lucro la Empresa se extingue, quiebra, no funciona?
Para la Iglesia Católica, no es el lucro la finalidad de la Empresa, sino la Evangelización, que es algo muy distinto.
Precisamente, cuando la Empresa no tiene principios católicos, cuando quienes la dirigen no aplican en su vida y en la dirección económica el principio de Evangelización, lo subalterno se convertirá en esencial, la persona humana quedará subordinada a esa exaltación de lo subalterno, y las relaciones se convertirán en una puja materialista, que los liberales llamarán “libre mercado” y los liberales “lucha de clases”. ¿Qué es eso subalterno que se convierte en esencial a la cual queda subordinada la persona integrante de la Empresa? Pues el dinero, el lucro, la ambición.
Precisamente, la ambición y la avaricia son vicios. Cuando se apoderan de los dirigentes empresariales, está todo perdido. Esa es la quiebra espiritual de la Empresa, que siempre será previa a su quiebra material… y si no quiebra, será como esos “muertos en vida”, pues su realidad será la de una lenta agonía materialista.
Nada de lo dicho atenta contra el legítimo derecho de propiedad, ni contra el justo precio o el justo salario. Pero precisamente esto molesta a los materialistas: el éxito debe traducirse en su dios, el dinero.
Su Ley es: “tanto tienes, tanto vales”… ¿será así? ¿Esa es la medida? Más bien, es un modo de injusta discriminación por motivos económicos. Un monje que ha dado el voto de pobreza, con ese criterio, no vale nada… pero sí el empresario que está lleno de tarjetas de crédito y de dineros muchas veces mal habidos.
¿Cómo tratará al prójimo semejante avaro? Pues como un objeto despreciable. Y dado que sólo realiza cosas que son materialmente rentables, incluso si pinta un cuadro o escribe un libro, toda semejante obra de nada servirá a los ojos de Dios. ¿Las cosas son hechas por Cristo? Si no es así, El mismo lo dijo: “Sin Mi NADA podéis hacer” (linda frase del Evangelio, que muchos repiten de la boca para afuera cuando resulte conveniente a sus propios intereses… sobre todo cuando no coinciden con los de Jesucristo).
Fracasado, para esta mentalidad, es el que no tiene dinero. ¿Con qué vara están midiendo a los fracasados? ¿Con la vara del mundo o con la de Dios? Precisamente, esa misma vara servirá para medirlos en el juicio particular.
¿Cómo dará órdenes semejante sujeto? Pues como un tirano, preocupado por su propio bienestar material económico (eso sí, tal vez los domingos asista a Misa también, para no quedar mal con Dios ¿no?). Pero ya lo dijo también Jesucristo: no se puede servir a dos amos. Y lo dijo precisamente refiriéndose al dinero.
El Empresario que no evangeliza, conduce una empresa muerta. Podrá tener dinero, podrá ser redituable, pero su fruto será nulo. Hablo de frutos para Dios, no de ingresos económicos superavitarios.
Tales pecados no son solamente de los directivos empresarios, también pueden ser de los empleados. Estos pueden ser cómplices de malas decisiones de los empresarios, o también motivar su acción laboral en el mero espíritu de lucro. Y en este caso, cae en las mismas apreciaciones: el vicio es uniforme, no importa que lo practique el superior o el subordinado dependiente.
Y a la hora de actuar en la Empresa, empiece a pensar en eso: ¿acaso es Cristo el que motiva la acción laboral, o el lucro buscando exclusivamente un rendimiento económico incluso en contra de los principios que jamás deben ser renunciados? ¿Sabe cuáles son los pecados que claman al Cielo? ¿Qué haría Jesucristo en su lugar? ¿Acaso contrataría a ese profesional que es conocido como un pirata en la actividad? ¿Acaso financiaría malas causas? ¿Acaso maltrataría a los subordinados? ¿Acaso expulsaría a una persona honrada y contrataría a un Barrabás? Y la respuesta del incoherente avaro materialista, adorador de Mamón, será: “sí, porque de lo contrario no voy a tener mayores ingresos”.

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