Habiendo recibido muchos testimonios
positivos de la misa según la forma extraordinaria del rito romano que
celebró Mons. Le Gall, arzobispo de Toulouse, para los peregrinos de
Juventutem durante la JMJ de Madrid, quisimos darle la palabra para que
nos comentara esta experiencia. Ex abad de la abadía benedictina de
Kergonan, el arzobispo de Toulouse presidió durante seis años la
Comisión Episcopal para la Liturgia y la Pastoral sacramental de la
Conferencia Episcopal de Francia. Su profundo hábito de la liturgia
latina y gregoriana le permitió abordar con gran facilidad la liturgia
extraordinaria. Agradecemos vivamente a Mons. Le Gall la generosidad con que nos otorgó esta entrevista y sus palabras, de una gran franqueza y libertad, que sólo pueden orientarse hacia la paz y la reconciliación en la Iglesia. 1) Monseñor, en la JMJ usted celebró la forma extraordinaria del rito romano para los jóvenes del grupo Juventutem. Por lo que sabemos, es la primera vez que celebraba la liturgia tradicional en su carácter de arzobispo de Toulouse, ¿cómo vivió esta experiencia? Mons. Le Gall: No soy totalmente ajeno a la liturgia tradicional. Hice mi primera profesión en Kergonan el 8 de diciembre de 1965, día de la clausura del Concilio Vaticano II. Por lo tanto, conocí y practiqué la liturgia tridentina, en su forma benedictina, antes de la reforma litúrgica. Pero es cierto que este verano fue la primera vez que celebré la forma extraordinaria. Con la salvedad de que no fue en Madrid, sino en Donezan, el 30 de julio, donde conferí una ordenación sacerdotal y una ordenación diaconal. Este monasterio benedictino, surgido de Fontgombault, aunque situado en Ariège, no hace parte de mi provincia eclesiástica, sino de la diócesis vecina de Carcassonne y Narbonne. Y precisamente por invitación de Alain Planet, obispo de Carcassonne, fui a Donezan, comunidad que tuve ocasión de visitar por primera vez el año pasado. En una celebración benedictina era realmente importante que el celebrante pudiera cantar la liturgia. Como es evidente, el pontifical según la forma extraordinaria requiere un mínimo de preparación y un ceremoniario atento, como fue en este caso. Por ello, cuando el cardenal Rylko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos y, a dicho título, principal organizador de la JMJ, me pidió que celebrara la forma extraordinaria para el grupo Juventutem, no tuve inconveniente en aceptar. 2) En 2007, en un comunicado de la Comisión litúrgica de la CEF (Conferencia Episcopal de Francia), usted comentaba el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, diciendo que había que “acoger” la iniciativa del Santo Padre, “comprenderla y entrar en el sentido de lo que pide”. ¿Fue ésta la disposición con que respondió favorablemente a la invitación de Mons. Planet y del cardenal Rylko? Mons. Le Gall: Sí, por supuesto. Desde que el Santo Padre tomó la decisión y publicó el motu proprio, que la instrucción Universae Ecclesiae consolidó, considero que es nuestro deber como obispos, orientarnos según su “mente”. Debemos comprender sus motivaciones, la preocupación por una liturgia digna y orante, la paz y la reconciliación en la Iglesia, y seguir su ejemplo. Desde luego, “entrar en el sentido de lo que pide” Benedicto XVI, también es no rechazar, por principio, la forma ordinaria y evitar denigrarla. Desgraciadamente, ésta es una actitud que se encuentra en algunos tradicionalistas. En un artículo que publiqué en 2008 en Lumière et Vie, la revista de los dominicos de Lyon, y que abordaba el primer año de aplicación del Motu Proprio, traté de ilustrar todos estos aspectos. Y el Santo Padre, que tomó conocimiento de dicho artículo, me confirmó en esta “lectura” de su iniciativa. 3) “Paz y reconciliación”: la motivación principal del motu proprio es, en efecto, la unidad de la Iglesia, un tema que se encuentra en el corazón del pontificado de Benedicto XVI. Además, es con el objetivo de alcanzar la unidad eclesial que Paix Liturgique impulsa la celebración de la forma extraordinaria en las parroquias más bien que en lugares de misa ad hoc. ¿Usted estaría de acuerdo en afirmar que la celebración de la forma extraordinaria es, para un obispo, una manifestación de su unidad con el Santo Padre? ¿Es el sentido que se le puede dar a la misa que usted celebró en la JMJ? Mons. Le Gall: Sí, puede verse así: es una de las maneras en que un obispo está unido al sucesor de Pedro, pero no es la única. 4) Usted celebró para jóvenes católicos vinculados a la forma extraordinaria del rito romano: ¿cómo explica la atracción de muchos de ellos por una liturgia que algunos, tanto laicos como eclesiásticos, continúan considerando obsoleta y pasada de moda? Mons. Le Gall: En Toulouse, donde tenemos una pastoral universitaria muy dinámica y fructuosa, constato todos los días el deseo de los jóvenes por una liturgia sobria y noble, pero también activa y comunitaria. Entonces, aunque comprendo que la forma extraordinaria les ofrece una mayor interioridad, debido a su silencio y recogimiento, me pregunto sobre el lugar que ésta otorga al sentido de comunidad. De hecho, es un fenómeno que los obispos de Francia conocen muy bien, los jóvenes están acostumbrados al zapping, y su práctica religiosa no escapa a ello: pasan fácilmente de una fase cha cha cha a una fase tradicional o a la inversa. En la JMJ, prediqué para Juventutem como habría predicado a cualquier otro grupo de jóvenes. Todo se desarrolló bien y no tuve la impresión de tratar con jóvenes aparte. 5) En su diócesis, el motu proprio se aplica en Toulouse, donde usted confió una misión al Instituto Cristo Rey, y en el campo, en el deanato de Grand Selve: ¿cuál es su opinión sobre estas comunidades? ¿Ya las ha visitado o tiene el proyecto de hacerlo? Mons. Le Gall: En 2010, presidí la celebración de la Ascensión en Saint-Jean-Baptiste, en Toulouse, la capilla confiada desde 2003, es decir, antes del pontificado de Benedicto XVI y antes de mi llegada la ciudad, al Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote. Y conferí el sacramento de la confirmación allí mismo, dos días después. Aunque nunca asistí a una misa en Launac, en el deanato de Grand Selve, mantengo, no obstante, estrechas relaciones con esta comunidad y sus pastores. Se trata de una aplicación del motu proprio en el marco de una parroquia, donde cohabitan pacíficamente la forma extraordinaria y la forma ordinaria, enriqueciéndose una y otra, como lo desea el papa. Así, en las confirmaciones del deanato según la forma ordinaria, el cura párroco había arreglado el altar con el crucifijo en el centro y los candelabros, como se hace ahora en San Pedro de Roma. Recientemente, en el entierro de Mons. Gaidon, el antiguo obispo de Cahors, el superior de nuestro seminario diocesano me confió una anécdota simbólica de la comunidad de Grand Selve. Lo habían invitado para una reflexión sobre el prólogo del Evangelio según San Juan, y mientras explicaba que, desafortunadamente, era demasiado poco conocido, puesto que está reservado a la Misa de Navidad, oyó a uno de los fieles presentes que le respondía: “¡Nosotros lo tenemos todos los domingos!”. Se trataba, claro, de uno de los fieles de la parroquia que asisten regularmente a la forma extraordinaria en la parroquia. No tengo el proyecto inmediato de celebrar en una u otra de ambas comunidades, pero lo haré de buena gana, sobre todo porque este verano adquirí el Pontifical Romano de 1962. 6) En su comunicado de 2007, usted escribía que “el latín continúa siendo normativo en nuestra Iglesia romana”. Sin embargo, en muchos seminarios ya no se enseña: ¿no es ésta una grave carencia que debe ser reparada? Mons. Le Gall: No puedo responderle por los seminarios en general, pero le puedo asegurar que en Toulouse tiene el lugar que le corresponde. 7) ¿Tiene algún mensaje particular para nuestros lectores? Mons. Le Gall: Sólo insistir sobre la importancia que tiene para todos los fieles, y no sólo para los obispos y sacerdotes, ir en el sentido de lo que quiere el Santo Padre. Y lo que quiere, es la paz y la unidad litúrgicas, el respeto mutuo entre las dos formas sin hacer de ellas una guerra de trincheras. La forma ordinaria es lo ordinario de las comunidades parroquiales y religiosas, dentro del respeto de los fieles y de la tradición de la Iglesia. |
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