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domingo, 1 de abril de 2012

MONS. AGUER: LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO, ES PARA QUE SE VIVA “VERDADERAMENTE UNA SEMANA ‘SANTA’”



Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, dedicó su reflexión semanal, en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), al verdadero sentido de la Semana Santa y su relación con la existencia humana.

Destacó que el Misterio Pascual de Jesús pueda ser imaginado como un díptico, dos caras o dos hojas de una misma composición”, donde “la primera es la entrega a la Muerte de Cruz, al Sepulcro” y en la “otra hoja del díptico” es “la Resurrección, la gloria que sale de la muerte, la vida definitiva que sale de la pasión y la cruz aceptadas por amor”.

Agregó que la Semana Santa es “para meditar sobre estas cosas tanto en la participación en las celebraciones litúrgicas como en nuestra oración personal”.

Y pidió “que no sea, por favor, una semana de turismo, como en algún país vecino se viene practicando oficialmente desde hace tiempo y como al parecer se procura que ocurra también en la Argentina, sino que sea verdaderamente una Semana Santa, la Semana Mayor del Año Cristiano

Además el prelado platense consideró que “el ser verdaderamente hombre no puede definirse por la mera autoafirmación de sí. Lo que Jesús nos enseña en el Evangelio es que debemos seguir sus huellas, que debemos imitar su modo de proceder. Entonces, el hombre se realiza plenamente a sí mismo también en la donación y en la entrega, especialmente en la donación y la entrega del amor haciéndose semejante, solidario, prójimo de los demás. Esto es algo que tiene consecuencias en todos los órdenes concretos de la vida”.

Tras comentar que “el hecho de que Dios haya asumido el sufrimiento en la persona de Cristo, el sufrimiento y sus consecuencias hasta la muerte también nos ilumina acerca de nuestra condición mortal, acerca del dolor, el sufrimiento, la muerte, las distintas penalidades que son inevitables en la vida. Nos enseña sobre todo el valor redentor del sufrimiento”, reflexionó que “nosotros estamos tan condicionados por la cultura actual que incluso nos molestan las pequeñas incomodidades de la vida, y con frecuencia caemos en el malhumor por cosas que no son realmente graves; o cuando nos vemos enfrentados a una situación difícil o una enfermedad mortal o a la pérdida de alguna persona querida, no lo podemos explicar y caemos en la desazón o en el resentimiento”.
Mons. Héctor Aguer señaló que “esta limitación del hombre es un misterio, pero es un misterio iluminado precisamente porque a ese punto extremo llegó el Hijo de Dios para implantar la vida allí, en el seno de la muerte, el sentido en el seno de lo incomprensible”.

Dios es ante todo el amor absoluto. Dios, que es el poder absoluto se nos muestra como el amor absoluto, por la entrega de sí mismo en la persona de su Hijo, hecho hombre por nosotros. Al hacerse hombre no permaneció, sin más, en el nivel de todos los humanos sino que descendió al punto extremo donde el hombre yacía a consecuencia del pecado, aceptó la limitación, la mortalidad y una muerte oprobiosa, la ignominia de la Cruz. Este hecho nos muestra hasta donde llega el amor de Dios”, agregó el Arzobispo de La Plata.

Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“En la Semana Santa que está a punto de comenzar vamos a celebrar el Misterio central de nuestra fe: la Pascua de Jesucristo. Es decir, el misterio en el cual se cifra toda la realidad cristiana, la Muerte y Resurrección del Señor”.

“Ahora bien, uno puede acudir a las celebraciones litúrgicas o puede visitar la Iglesia, por ejemplo el Viernes Santo que es el día que más gente pasa por nuestros templos, pero también uno puede, durante esta Semana, detenerse a meditar acerca de que significa exactamente para nosotros el Misterio Pascual de Jesús”.

“¿Qué significa, en concreto, respecto de nuestra idea de Dios y respecto de lo que pensamos acerca de nosotros mismos? Porque, efectivamente, la Muerte y la Resurrección del Señor nos revelan una nueva imagen de Dios y también nos revelan una nueva imagen del hombre”.

“En primer lugar, la entrega de Jesús a la muerte pone de manifiesto la realidad misma de Dios, el misterio mismo de Dios. Hay una frase en el Evangelio de San Juan que dice: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo, para que todo el que cree en Él no muera sino que tenga vida eterna. Y San Pablo en la Carta a los Filipenses afirma que Jesús no consideró como una presa arrebatada, como algo que debía retener celosamente, su condición de Dios, sino que se anonadó a sí mismo y se hizo semejante a nosotros. Tomó la condición de servidor y se sometió, en obediencia, a la muerte de Cruz. Lo hizo por amor a nosotros, por nuestra salvación”.

“Dios es ante todo el amor absoluto. Dios, que es el poder absoluto se nos muestra como el amor absoluto, por la entrega de sí mismo en la persona de su Hijo, hecho hombre por nosotros. Al hacerse hombre no permaneció, sin más, en el nivel de todos los humanos sino que descendió al punto extremo donde el hombre yacía a consecuencia del pecado, aceptó la limitación, la mortalidad y una muerte oprobiosa, la ignominia de la Cruz. Este hecho nos muestra hasta donde llega el amor de Dios”.

“Por reflejo, nos muestra también cuál debiera ser la posición del hombre respecto a esta nueva imagen de Dios”.

“El ser verdaderamente hombre no puede definirse por la mera autoafirmación de sí. Lo que Jesús nos enseña en el Evangelio es que debemos seguir sus huellas, que debemos imitar su modo de proceder. Entonces, el hombre se realiza plenamente a sí mismo también en la donación y en la entrega, especialmente en la donación y la entrega del amor haciéndose semejante, solidario, prójimo de los demás. Esto es algo que tiene consecuencias en todos los órdenes concretos de la vida”.

“Y digo algo más; el hecho de que Dios haya asumido el sufrimiento en la persona de Cristo, el sufrimiento y sus consecuencias hasta la muerte también nos ilumina acerca de nuestra condición mortal, acerca del dolor, el sufrimiento, la muerte, las distintas penalidades que son inevitables en la vida. Nos enseña sobre todo el valor redentor del sufrimiento”.

“Nosotros estamos tan condicionados por la cultura actual que incluso nos molestan las pequeñas incomodidades de la vida, y con frecuencia caemos en el malhumor por cosas que no son realmente graves; o cuando nos vemos enfrentados a una situación difícil o una enfermedad mortal o a la pérdida de alguna persona querida, no lo podemos explicar y caemos en la desazón o en el resentimiento”.

“Esta limitación del hombre es un misterio, pero es un misterio iluminado precisamente porque a ese punto extremo llegó el Hijo de Dios para implantar la vida allí, en el seno de la muerte, el sentido en el seno de lo incomprensible”.

“El Misterio Pascual de Jesús pueda ser imaginado como un díptico, dos caras o dos hojas de una misma composición. La primera es la entrega a la Muerte de Cruz, al Sepulcro o, como profesamos en el Credo, el descenso a los infiernos, para hacerse solidario con el hombre que estaba en el mundo sin redención”.

“Pero la otra hoja del díptico, la otra vertiente, es la Resurrección, la gloria que sale de la muerte, la vida definitiva que sale de la pasión y la cruz aceptadas por amor”.

“Entonces, aprovechemos esta Semana Santa para meditar sobre estas cosas tanto en la participación en las celebraciones litúrgicas como en nuestra oración personal”.

“Que no sea, por favor, una semana de turismo, como en algún país vecino se viene practicando oficialmente desde hace tiempo y como al parecer se procura que ocurra también en la Argentina, sino que sea verdaderamente una Semana Santa, la Semana Mayor del Año Cristiano”

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