Mons.
Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, dedicó su reflexión semanal, en el programa “Claves
para un Mundo Mejor” (América TV), al verdadero sentido de la Semana Santa y su relación con la existencia humana.
Destacó
que “el Misterio Pascual de Jesús pueda ser imaginado como un díptico, dos
caras o dos hojas de una misma composición”, donde “la primera es la entrega a la Muerte
de Cruz, al Sepulcro” y en la “otra hoja del díptico” es “la Resurrección,
la gloria que sale de la muerte, la vida definitiva que sale de la pasión y la cruz aceptadas por
amor”.
Agregó que la Semana
Santa es
“para meditar sobre estas cosas tanto en la participación en las celebraciones
litúrgicas como en nuestra oración personal”.
Y pidió “que no sea, por favor, una semana de turismo, como en algún país vecino se viene practicando oficialmente desde hace
tiempo y como al parecer se procura que ocurra también en la Argentina,
sino que sea verdaderamente una Semana Santa,
la Semana
Mayor del Año Cristiano”
Además el prelado platense consideró que “el ser verdaderamente hombre no puede
definirse por la mera autoafirmación de sí. Lo que Jesús nos enseña en el Evangelio
es que debemos seguir sus huellas, que debemos imitar su modo de proceder.
Entonces, el hombre se realiza
plenamente a sí mismo también en la donación y en la entrega, especialmente en
la donación y la entrega del amor haciéndose semejante, solidario, prójimo de
los demás. Esto es algo que tiene consecuencias en todos los órdenes
concretos de la vida”.
Tras comentar que “el hecho de que Dios haya
asumido el sufrimiento en la persona de Cristo, el sufrimiento y sus
consecuencias hasta la muerte también nos
ilumina acerca de nuestra condición mortal, acerca del dolor, el sufrimiento,
la muerte, las distintas penalidades que son inevitables en la vida. Nos
enseña sobre todo el valor redentor del sufrimiento”, reflexionó que “nosotros estamos tan condicionados por la
cultura actual que incluso nos molestan las pequeñas incomodidades de la vida,
y con frecuencia caemos en el malhumor por cosas que no son realmente graves; o
cuando nos vemos enfrentados a una situación difícil o una enfermedad mortal o
a la pérdida de alguna persona querida, no lo podemos explicar y caemos en la
desazón o en el resentimiento”.
Mons.
Héctor Aguer señaló que “esta limitación del hombre es un misterio,
pero es un misterio iluminado precisamente porque a ese punto extremo llegó el
Hijo de Dios para implantar la vida allí, en el seno de la muerte, el sentido
en el seno de lo incomprensible”.
“Dios
es ante todo el amor absoluto. Dios,
que es el poder absoluto se nos muestra como el amor absoluto, por la entrega
de sí mismo en la persona de su Hijo, hecho hombre por nosotros. Al hacerse
hombre no permaneció, sin más, en el nivel de todos los humanos sino que
descendió al punto extremo donde el hombre yacía a consecuencia del pecado, aceptó la limitación, la mortalidad y una
muerte oprobiosa, la ignominia de la Cruz. Este
hecho nos muestra hasta donde llega el amor de Dios”, agregó el Arzobispo de La Plata.
Adjuntamos
el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“En
la Semana
Santa que está a punto de comenzar vamos a
celebrar el Misterio central de nuestra fe: la Pascua de
Jesucristo. Es decir, el misterio en el cual se cifra toda la realidad
cristiana, la
Muerte y Resurrección del Señor”.
“Ahora
bien, uno puede acudir a las celebraciones litúrgicas o puede visitar la Iglesia,
por ejemplo el Viernes Santo que es el día que más gente pasa por nuestros
templos, pero también uno puede, durante esta Semana, detenerse a meditar
acerca de que significa exactamente para nosotros el Misterio Pascual de
Jesús”.
“¿Qué
significa, en concreto, respecto de nuestra idea de Dios y respecto de lo que
pensamos acerca de nosotros mismos? Porque, efectivamente, la Muerte y la Resurrección
del Señor nos revelan una nueva imagen de Dios y también nos revelan una nueva
imagen del hombre”.
“En
primer lugar, la entrega de Jesús a la muerte pone de manifiesto la realidad
misma de Dios, el misterio mismo de Dios. Hay una frase en el Evangelio de San
Juan que dice: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo, para que todo el
que cree en Él no muera sino que tenga vida eterna. Y San Pablo en la Carta a
los Filipenses afirma que Jesús no consideró como una presa arrebatada, como
algo que debía retener celosamente, su condición de Dios, sino que se anonadó a
sí mismo y se hizo semejante a nosotros. Tomó la condición de servidor y se
sometió, en obediencia, a la muerte de Cruz. Lo hizo por amor a nosotros, por
nuestra salvación”.
“Dios
es ante todo el amor absoluto. Dios, que es el poder absoluto se nos muestra
como el amor absoluto, por la entrega de sí mismo en la persona de su Hijo,
hecho hombre por nosotros. Al hacerse hombre no permaneció, sin más, en el
nivel de todos los humanos sino que descendió al punto extremo donde el hombre
yacía a consecuencia del pecado, aceptó la limitación, la mortalidad y una
muerte oprobiosa, la ignominia de la Cruz. Este
hecho nos muestra hasta donde llega el amor de Dios”.
“Por
reflejo, nos muestra también cuál debiera ser la posición del hombre respecto a
esta nueva imagen de Dios”.
“El
ser verdaderamente hombre no puede definirse por la mera autoafirmación de sí.
Lo que Jesús nos enseña en el Evangelio es que debemos seguir sus huellas, que
debemos imitar su modo de proceder. Entonces, el hombre se realiza plenamente a
sí mismo también en la donación y en la entrega, especialmente en la donación y
la entrega del amor haciéndose semejante, solidario, prójimo de los demás. Esto
es algo que tiene consecuencias en todos los órdenes concretos de la vida”.
“Y
digo algo más; el hecho de que Dios haya asumido el sufrimiento en la persona
de Cristo, el sufrimiento y sus consecuencias hasta la muerte también nos
ilumina acerca de nuestra condición mortal, acerca del dolor, el sufrimiento,
la muerte, las distintas penalidades que son inevitables en la vida. Nos enseña
sobre todo el valor redentor del sufrimiento”.
“Nosotros
estamos tan condicionados por la cultura actual que incluso nos molestan las
pequeñas incomodidades de la vida, y con frecuencia caemos en el malhumor por
cosas que no son realmente graves; o cuando nos vemos enfrentados a una
situación difícil o una enfermedad mortal o a la pérdida de alguna persona
querida, no lo podemos explicar y caemos en la desazón o en el resentimiento”.
“Esta
limitación del hombre es un misterio, pero es un misterio iluminado
precisamente porque a ese punto extremo llegó el Hijo de Dios para implantar la
vida allí, en el seno de la muerte, el sentido en el seno de lo incomprensible”.
“El
Misterio Pascual de Jesús pueda ser imaginado como un díptico, dos caras o dos
hojas de una misma composición. La primera es la entrega a la Muerte de
Cruz, al Sepulcro o, como profesamos en el Credo, el descenso a los infiernos,
para hacerse solidario con el hombre que estaba en el mundo sin redención”.
“Pero
la otra hoja del díptico, la otra vertiente, es la Resurrección,
la gloria que sale de la muerte, la vida definitiva que sale de la pasión y la
cruz aceptadas por amor”.
“Entonces,
aprovechemos esta Semana Santa para meditar sobre estas cosas tanto en la
participación en las celebraciones litúrgicas como en nuestra oración
personal”.
“Que
no sea, por favor, una semana de turismo, como en algún país vecino se viene
practicando oficialmente desde hace tiempo y como al parecer se procura que
ocurra también en la
Argentina, sino que sea verdaderamente una Semana
Santa, la Semana
Mayor del Año Cristiano”
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