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jueves, 24 de mayo de 2012

VISIÓN SEDEVACANTISTA DEL ACUERDO DE LA FSSPX CON ROMA




UN EDIFICIO CONSTRUIDO SOBRE LA ARENA…

Por el Padre Francesco Ricossa


El 9 de mayo del corriente año se hizo público un intercambio de correspondencia entre los obispos consagrados por Mons. Lefebvre en 1988, acerca de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X y de la eventualidad de aceptar la propuesta de reconocimiento canónico, con ciertas condiciones, de dicha Fraternidad por Benedicto XVI. Más precisamente, se trata de una carta del 7 de abril del 2012, dirigida al Consejo general de la FSSPX por los obispos Alfonso de Galarreta, Bernard Tissier de Mallerais y Richard Williamson, y de la respuesta del 14 de abril firmada por los tres miembros del Consejo general: Mons. Bernard Fellay, Superior General, y sus dos asistentes, Niklaus Pfluger y Marc-Alain Nély. La autenticidad de las cartas fue confirmada el 11 de mayo por un comunicado de la Casa Generalicia de la FSSPX, que acusó de falta grave al anónimo divulgador de la correspondencia. La primera consecuencia oficial de la revelación de la carta de los tres obispos fue tomada ayer, 16 de mayo, durante la habitual reunión de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que decidió que “respecto a las posiciones adoptadas por los tres obispos de la Fraternidad San Pío X, su situación deberá ser tratada separada y singularmente” (separadamente de la de Mons. Fellay).

A una primera lectura, los autores de la carta del 7 de abril parecen estar –desde un punto de vista doctrinal, pastoral y también humano– en las antípodas de su colega y superior Mons. Fellay, y viceversa. Los tres primeros se oponen valientemente a la doctrina del Vaticano II y a aquella “subjetivista” de Joseph Ratzinger; estiman por lo tanto imposible un acuerdo doctrinal e inaceptable un acuerdo práctico con Benedicto XVI, y consideran que dicho acuerdo conducirá a la FSSPX a la ruina. Por el contrario, Mons. Fellay y sus asistentes piensan que el Vaticano II debe solamente ser interpretado según la Tradición, según la intención manifestada por Benedicto XVI, y que rechazar el reconocimiento canónico de la FSSPX equivale de hecho a tomar una posición cismática, si no sedevacantista, al rechazar la autoridad del Papa. De allí la tentación de los católicos de alinearse del lado de una u otra parte de los dos ejércitos en batalla.

En realidad, los cuatro obispos consagrados por Mons. Lefebvre están menos alejados entre ellos de lo que parece: llegan a conclusiones opuestas, pero lo hacen partiendo de los mismos principios. En efecto, los cuatro sostienen, al menos de hecho, como primera, última y suprema referencia la autoridad de Mons. Lefebvre –del cual se proclaman herederos– más que la de la Iglesia. Los cuatro se dicen en comunión con Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. Los cuatro consideran, al menos de hecho, que la Iglesia y su Jefe visible, el Papa, son falibles, y que en los últimos cincuenta años (si no incluso constantemente, desde San Pedro, como pretende Roberto De Mattei en su ensayo “Apologia della Tradizione”), han caído en el error. Sus divergencias son atribuibles al hecho de que ponen de relieve uno u otro aspecto de la doctrina y praxis de Mons. Lefebvre: la existencia de errores en el Vaticano II, por un lado; la legitimidad de los “Papas” que difundieron y confirmaron estos errores, por el otro (con la consecuencia, común a ambos, que la Iglesia y el Papa serían –a veces sí, a veces no– fuente de errores).

La historia de la Fraternidad, dijo un día Mons. Lefebvre, es la historia de sus cismas. La causa principal de estos cismas, que llegaron ahora a la cima de esta sociedad, debe buscarse en la posición existente desde su fundación y adoptada luego definitivamente por la FSSPX entre 1979 y 1981: atribuir los errores “conciliares”, que no son otra cosa que la reedición del Modernismo condenado por San Pío X como la reunión de todas las herejías (y en consecuencia como una “súper-herejía”, según la expresión condenada por Mons. Fellay), al Papa legítimo y a la Iglesia, y entonces, en última instancia, al mismo Cristo que gobierna Su Iglesia, y al Espíritu de Verdad.

¿Qué sucederá, quizás dentro de poco? No somos profetas. Sin duda, una vez más, los Modernistas han logrado hábilmente sembrar la división.
¿Cuáles son los riesgos que, al término de este análisis, denuncia nuestro Instituto?
El primero: que una buena parte de los fieles, detrás de Mons. Fellay, siga el proceso –comenzado desde hace mucho tiempo– de aceptación de la teoría y de la praxis del Modernismo agnóstico ratzingeriano.
El segundo: que una u otra parte de los fieles, detrás de los otros tres obispos, o solamente de uno de ellos, siga el proceso ya avanzado de constitución de una pequeña iglesia galicana, hostil casi instintivamente al Papado y a la Iglesia Romana.
El tercero (pero no el último): que unos y otros persistan en los principios erróneos que Mons. Lefebvre, conscientemente o no, puso a la base de su edificio, y que han conducido al actual desastre. Un pequeño error en los principios se vuelve grande en sus conclusiones, y un edificio construido sobre la arena no resistirá a la prueba de los hechos.

Nuestro Instituto denuncia los errores modernistas que comenzaron con el Vaticano II y las reformas que le siguieron.
Afirma que tales errores no pueden venir de la Iglesia ni de un Pontífice legítimo.
Recuerda que no se puede estar en comunión con quien no profesa íntegramente la Fe Católica.
Pone en guardia contra los errores profesados desde siempre por la FSSPX y por sus comunidades amigas, sea que estos errores lleven a un acuerdo con los Modernistas, sea que lleven contrariamente, siguiendo a uno o a varios obispos, a una resistencia a aquellos que son considerados como las autoridades legítimas.
Constata que la tesis teológica sobre la situación actual de la Autoridad en la Iglesia de Mons. Guérard des Lauriers O.P., es hoy y siempre la más adecuada para fundar sólidamente la perseverancia en la Fe, y entonces poder enfrentar y vencer, con la gracia de Dios y la intercesión de María, a la herejía modernista que arruina y pierde las almas.

Verrua Savoia, 17 de mayo de 2012, Ascensión del Señor

Fuente: www.sodalitium.it
Enviado por el P. Lázaro Romero 
 

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