UN EDIFICIO CONSTRUIDO SOBRE LA
ARENA…
Por el
Padre Francesco Ricossa
El 9 de mayo del corriente año se
hizo público un intercambio de correspondencia entre los obispos consagrados
por Mons. Lefebvre en 1988, acerca de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X y de
la eventualidad de aceptar la propuesta de reconocimiento canónico, con ciertas
condiciones, de dicha Fraternidad por Benedicto XVI. Más precisamente, se trata
de una carta del 7 de abril del 2012, dirigida al Consejo general de la FSSPX
por los obispos Alfonso de Galarreta, Bernard Tissier de Mallerais y Richard
Williamson, y de la respuesta del 14 de abril firmada por los tres miembros del
Consejo general: Mons. Bernard Fellay, Superior General, y sus dos asistentes,
Niklaus Pfluger y Marc-Alain Nély. La autenticidad de las cartas fue
confirmada el 11 de mayo por un comunicado de la Casa Generalicia de la FSSPX,
que acusó de falta grave al anónimo divulgador de la correspondencia. La
primera consecuencia oficial de la revelación de la carta de los tres obispos fue
tomada ayer, 16 de mayo, durante la habitual reunión de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, que decidió que “respecto a las posiciones adoptadas por
los tres obispos de la Fraternidad San Pío X, su situación deberá ser tratada
separada y singularmente” (separadamente de la de Mons. Fellay).
A una primera lectura, los
autores de la carta del 7 de abril parecen estar –desde un punto de vista
doctrinal, pastoral y también humano– en las antípodas de su colega y superior
Mons. Fellay, y viceversa. Los tres primeros se oponen valientemente a la
doctrina del Vaticano II y a aquella “subjetivista” de Joseph Ratzinger; estiman
por lo tanto imposible un acuerdo doctrinal e inaceptable un acuerdo práctico
con Benedicto XVI, y consideran que dicho acuerdo conducirá a la FSSPX a la
ruina. Por el contrario, Mons. Fellay y sus asistentes piensan que el Vaticano
II debe solamente ser interpretado según la Tradición, según la intención
manifestada por Benedicto XVI, y que rechazar el reconocimiento canónico de la
FSSPX equivale de hecho a tomar una posición cismática, si no sedevacantista, al
rechazar la autoridad del Papa. De allí la tentación de los católicos de alinearse
del lado de una u otra parte de los dos ejércitos en batalla.
En realidad, los cuatro obispos
consagrados por Mons. Lefebvre están menos alejados entre ellos de lo que parece:
llegan a conclusiones opuestas, pero lo hacen partiendo de los mismos
principios. En efecto, los cuatro sostienen, al menos de hecho, como primera, última
y suprema referencia la autoridad de Mons. Lefebvre –del cual se proclaman
herederos– más que la de la Iglesia. Los cuatro se dicen en comunión con Joseph
Ratzinger-Benedicto XVI. Los cuatro consideran, al menos de hecho, que la
Iglesia y su Jefe visible, el Papa, son falibles, y que en los últimos cincuenta
años (si no incluso constantemente, desde San Pedro, como pretende Roberto De
Mattei en su ensayo “Apologia della Tradizione”), han caído en el error. Sus divergencias son
atribuibles al hecho de que ponen de relieve uno u otro aspecto de la doctrina
y praxis de Mons. Lefebvre: la existencia de errores en el Vaticano II, por un
lado; la legitimidad de los “Papas” que difundieron y confirmaron estos errores,
por el otro (con la consecuencia, común a ambos, que la Iglesia y el Papa
serían –a veces sí, a veces no– fuente de errores).
La historia de la Fraternidad,
dijo un día Mons. Lefebvre, es la historia de sus cismas. La causa principal de
estos cismas, que llegaron ahora a la cima de esta sociedad, debe buscarse en
la posición existente desde su fundación y adoptada luego definitivamente por la
FSSPX entre 1979 y 1981: atribuir los errores “conciliares”, que no son otra
cosa que la reedición del Modernismo condenado por San Pío X como la reunión de
todas las herejías (y en consecuencia como una “súper-herejía”, según la
expresión condenada por Mons. Fellay), al Papa legítimo y a la Iglesia, y
entonces, en última instancia, al mismo Cristo que gobierna Su Iglesia, y al
Espíritu de Verdad.
¿Qué sucederá, quizás dentro de
poco? No somos profetas. Sin duda, una vez más, los Modernistas han logrado
hábilmente sembrar la división.
¿Cuáles son los riesgos que, al
término de este análisis, denuncia nuestro Instituto?
El primero: que una buena parte
de los fieles, detrás de Mons. Fellay, siga el proceso –comenzado desde hace mucho
tiempo– de aceptación de la teoría y de la praxis del Modernismo agnóstico
ratzingeriano.
El segundo: que una u otra parte
de los fieles, detrás de los otros tres obispos, o solamente de uno de ellos,
siga el proceso ya avanzado de constitución de una pequeña iglesia galicana,
hostil casi instintivamente al Papado y a la Iglesia Romana.
El tercero (pero no el último):
que unos y otros persistan en los principios erróneos que Mons. Lefebvre,
conscientemente o no, puso a la base de su edificio, y que han conducido al actual
desastre. Un pequeño error en los principios se vuelve grande en sus
conclusiones, y un edificio construido sobre la arena no resistirá a la prueba de
los hechos.
Nuestro Instituto denuncia los
errores modernistas que comenzaron con el Vaticano II y las reformas que le
siguieron.
Afirma que tales errores no
pueden venir de la Iglesia ni de un Pontífice legítimo.
Recuerda que no se puede estar en
comunión con quien no profesa íntegramente la Fe Católica.
Pone en guardia contra los
errores profesados desde siempre por la FSSPX y por sus comunidades amigas, sea
que estos errores lleven a un acuerdo con los Modernistas, sea que lleven
contrariamente, siguiendo a uno o a varios obispos, a una resistencia a aquellos
que son considerados como las autoridades legítimas.
Constata que la tesis teológica
sobre la situación actual de la Autoridad en la Iglesia de Mons. Guérard des Lauriers
O.P., es hoy y siempre la más adecuada para fundar sólidamente la perseverancia
en la Fe, y entonces poder enfrentar y vencer, con la gracia de Dios y la
intercesión de María, a la herejía modernista que arruina y pierde las almas.
Verrua Savoia, 17 de mayo de
2012, Ascensión del Señor
Fuente:
www.sodalitium.it
Enviado por el P. Lázaro Romero
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.