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miércoles, 29 de agosto de 2012

VACÍO POLÍTICO




Por Carlos Manuel Acuña

Cuando se revisan y evalúan las cifras que arrojan las numerosas encuestas de opinión política que a diario llegan a la Casa Rosada y a Olivos, se entiende porque Cristina W. Fernández entra en desesperación. En otra parte de esta misma edición del Informador Público, consignamos el último y extenso trabajo realizado por la prestigiosa firma Management & Feed, de donde surge la evolución sufrida por el oficialismo y sus principales integrantes a partir del año pasado cuando parecía favorecerlos un éxito incontenible. El estudio considera todos los factores clásicos de esta tarea y divide el universo de consulta entre las vocaciones anteriores respecto del voto o las simpatías, las edades y sexo de los consultados, su pertenencia a los variados niveles socio económicos y ubicación geográfica, amén de otros componentes indispensables para actuar en el difícil terreno político y electoral.

La encuesta también se extiende con otras preguntas como, por ejemplo, la visión que cada uno de esos sectores tiene respecto a si mejorará, empeorará o se mantendrá la situación en todos sus aspectos, tanto en lo estrictamente personal como en la interpretación objetiva del interrogado sobre el pasado, presente y futuro. En tal sentido, aparecen nítidas las principales inquietudes -la cuestión económica y la inseguridad, que ocupan un lugar relevante en los resultados- lo que permite desarrollar estrategias y también entender buena parte de los rumores, versiones y trascendidos acerca de la marcha del gobierno y la actitud de la llamada oposición frente a la realidad agobiante. Mal que le pese a la viuda de Kirchner, esto es lo que sucede y no otra cosa.

Una primera lectura permite mensurar la tendencia favorable del kirchnerismo que se tradujo en la discutida aceptación del resultado de la última elección del año último, resultado que le permitió a la presidente Cristina esgrimir ese 54 por ciento favorable como instrumento para afirmarse en el poder. Frente a las cifras se entienden muchas cosas y entre ellas, ciertos apuros por avanzar más rápido con proyectos ideologizados que abarcan amplios aspectos de la vida nacional. También se explica el lector que incursione por la correspondiente noticia, que ese triunfo en las urnas fue el momento más favorable para un cristinismo que todavía se apoyaba en la memoria de Néstor Carlos pero sobre todo en el famoso "viento de cola" de una economía que permitió ganar voluntades, simpatías y una capacidad de maniobra que como lo demuestran los números en coincidencia con la experiencia empírica, poco a poco comenzó a caer.

Esto último explica fácilmente el crecimiento de una estabilidad política que comenzaba a resquebrajarse, a la par que surgían los primeros esbozos de los problemas que hoy están plantados con fuerza en el inquietante escenario político, económico e institucional de la ex República. Tanto, que los números nos llevan por unos instantes al inicio de este gobierno que alcanzó el poder con sólo algo más del 20 por ciento de los votos, porcentaje ínfimo pero aceptado dadas las circunstancias que se vivían después que Carlos Menem se retiró de la segunda vuelta electoral hace casi diez años. A partir de entonces, el kirchnerismo inició un ciclo ascendente, pero hoy sigue el camino inverso y, siempre de acuerdo con el aporte de Management & Feed, la opinión de la ciudadanía respecto de si reemplazaría al actual gobierno, registra un porcentaje del 70 por ciento. Aplastante.

Por más vueltas que se le de, este fatídico número permite decir que se hace muy difícil gobernar cuando se lo tiene sobre las espaldas, sobre todo porque facilita las disidencias internas, la aparición de deserciones que antes eran impensadas aunque corran paralelas con maniobras no exentas de inteligencia y audacia (por ejemplo, haber cooptado al flamante gobernador de San Luis, pese a que los Rodríguez Sáa no perdieron el control interno y colocaron a la provincia en un lugar prominente como buena administración). Quienes ayer vieron a Cristina con sus característicos gestos hablar una vez más por la cadena de radio y televisión, pudieron comprender que su rostro demacrado y la disminución de su reconocida capacidad de oratoria, tenía una directa relación con los números que ni la frondosa imaginación de Braga Menéndez podrá modificar, pese a su reconocida predisposición a explicar lo inexplicable. En síntesis, las fichas caen en su lugar y pueden dar respuestas a tantos dimes y diretes que circulan por todas partes.

Sin embargo, hay otro factor que surge de un estudio menudo de los cuadros que ofrecen lo que comentamos. Se trata nada más y nada menos que de la inexistencia de una oposición creíble para los ciudadanos, pues las críticas, abarcativas, demuestran que tampoco existen expectativas favorables para la oposición. Es decir -con pocas palabras- que el arco de representación política se muestra prácticamente huérfano y apartado de esperanzadas soluciones. No es necesario reflexionar mucho para llegar a conclusiones alarmantes sobre el futuro argentino y así podemos llegar con facilidad al título que hemos elegido para nuestro análisis de hoy. Si hay descontento progresivo ante la marcha del gobierno, igualmente hay otro descontento con relación a un posible y normal reemplazo. El asunto -por así llamarlo- es de una tremenda importancia que no requiere de explicaciones y muestra la hondura de una crisis que se ha comido a los partidos políticos y que además -y esto es más trascendente todavía- hizo sucumbir a las instituciones de la mano de los actuales gobernantes.

Deberíamos acotar que se trata de una situación virtualmente inédita y peligrosa -en nuestros escritos hemos utilizado hasta el cansancio este último vocablo- que convoca al ejercicio de una responsabilidad que parece haber desaparecido. Al menos, que se ha angostado lo suficiente como para reparar en ella con la facilidad que merece. Sólo a titulo ilustrativo vamos a remitirnos por un instante a la fotografía que ilustra este artículo: fuerzas de seguridad y policiales ubicadas detrás de un largo cartel con el que piden disculpas a la población que paga sus impuestos, por la huelga con que se manifiestan para obtener una respuesta a sus reclamos. Si a esto le agregamos el desborde del delito, la justicia convertida en una miasma de prevaricación con las debidas excepciones que confirman la regla, la caída más allá de lo tolerables de las reservas del Banco Central, las mentiras deslizadas una a una desde el poder, un funcionario de la jerarquía del vicepresidente de la Nación convertido en un sonriente y sobrador receptor de denuncias escandalosas, el reclutamiento en las cárceles de grupos para defender al oficialismo de enemigos desconocidos o para decirlo más claramente, para atacar a quienes no trepidan en disentir con lo que ocurre, además de los intentos de politizar a los alumnos de las escuelas y colegios, llegamos a la conclusión de que la inexistencia de instituciones válidas exime a las actuales autoridades de proponer reformas constitucionales, modificar códigos y leyes y hacer designaciones que recaen en personas de dudosos antecedentes y nulas capacidades para ejercer los cargos para los que se los llama. Si hasta surgen dudas y certezas con relación a los miembros de la Suprema Corte, llegamos a la conclusión de que hay que hacer un alto en el camino, desarrollar un severo acto de introspección e intentar soluciones de fondo que permitan, nada más y nada menos, que establecer una verdadera democracia y salvar la unidad territorial de la Argentina. Los vacíos políticos jamás persisten, son poco duraderos y por insistir en la palabra cuestionante, vamos a repetirla: son peligrosos.

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