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martes, 4 de septiembre de 2012

NOS HA FALLADO LA ÉTICA




Por Jorge Omar Alonso
jorgeomar_alonso@yahoo.com.ar

“El pueblo está mudo. No se oye nada.
Silencio y bruma. Soplos de lo arcano.
La luz mentira, la canción mentira.
Sólo el rumor de un vago viento vano
Volando en los velámenes expira”. (Autor anónimo)

El Estado argentino presenta dos características absolutamente contradictorias: es un Estado que no existe en absoluto, y es un Estado que existe infinitamente.
Si se trata de cumplir con las funciones que universalmente les corresponden a los Estados: brindar seguridad social, brindar protección al ciudadano, garantizar la salud, la educación, el trabajo, la dignidad de los individuos, reconocer los méritos y castigar las culpas, el Estado no existe en absoluto.
Pero si se trata de cosas ruines: saquear el tesoro público, atropellar a la ciudadanía, perseguir a los que no piensan como el régimen, lucrarse de los dineros del erario púbico y sobre todo garantizar privilegios, el Estado existe infinitamente.
El régimen cristino-kirchnerista es una asociación ilícita para permitir que una estrecha franja de poderosos sea dueña del país.
Régimen opresivo y mezquino, hecho para mantener a las grandes mayorías de la población en la postración y en la indignidad.
No hay en él ni grandeza ni verdadero espíritu nacional a pesar del relato que se construye desde la “infame condena nacional”.
Existe la rapiña y la mezquindad  de un régimen ante el cual debemos doblegarnos, y al cual no podemos criticar porque se nos acusaría de atentar contra las instituciones. 
Si el País entero pierde la esperanza, si la gente tiene miedo de exigir, de criticar, de reprobar. Si reinan la impunidad y la miseria, ¿es un Estado “nacional y popular” como gustan definirse o es la vergonzosa tiranía de una banda de corruptos burócratas irresponsables, dedicados al saqueo del tesoro público?
¿Qué mascarada es ésta a la que le damos el nombre de Estado argentino?
No nos damos cuenta de estas miserias políticas.
Nadie se queja, nadie se rebela.
Nadie sale en defensa del legítimo derecho a la indignación.
La turba ignara tal vez no merece mucho, pero por lo visto sabe agradecer.
No se rebela, ni siquiera pide, simplemente espera con una paciencia ejemplar a que caiga en su mano algún día la recompensa de tan larga espera.
Argentina ha renunciado a la dignidad.
Se ha acostumbrado a mendigar.
La sociedad argentina no está conformada por individuos libres y altivos, por seres dignos y emprendedores que se sientan con derecho a exigir, que se sientan voceros de la voluntad nacional, sino por sumisos y agradecidos mendigos.
Nos ha fallado la ética.

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