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lunes, 22 de octubre de 2012

EL SACRAMENTO DEL ALTAR Y COMUNIÓN EN EL AÑO DE LA FE



Por Carlos Aldán
Necesariamente hemos de tener muy presente que el Evangelio al menos durante los dos primeros siglos del cristianismo fue predicado EN GRIEGO. Y que en griego se escribió el Nuevo Testamento por sus propios autores, salvo quizá un primer esbozo del texto de San Mateo que pudo hacerlo en arameo o en hebreo, pero no hay evidencias y en todo caso su texto evangélico también fue definitivamente fijado  en griego. Muy importante.
  Porque los tres evangelistas sinópticos, San Mateo, San Marcos y San Lucas, además de San Pablo en  I Corintios, 11,24-25  emplean y repiten un mismo y único vocablo, la palabra "ANAMNESIS" que significa mucho más que recuento o memoria o memorial o recordación. Para indicar una señal de recuerdo o memorial, en griego tienen la palabra MNEMEION; para la facultad de recordar o memoria, MNEME. Y hasta para la personificación del buen sentido de juicio tenían a la diosa Mnemosine que  consideraban  madre de las Musas habidas del padre Zeus. Todo eso lo sabían de sobra los evangelistas. Pero utilizan el vocablo ANA-MNESIS que es traer al presente el conjunto de lo sucedido en ese momento de la Consagración, que Jesucristo realiza instituyendo el Sacramento de la Comunión de él mismo. No es una mera acción de gracias o eucaristía  tras la cena ritual de Pascua. "Haced ÉSTO", esto mismo que yo hago realizadlo, actualizadlo cuantas veces lo hiciereis en mi reconocimiento, reconociéndome a mí en la Consagración y  reconociendo que lo que yo ahora hago, vosotros lo estáis realizando en el momento que lo hagáis. Un poder que Jesucristo les otorga para cuando él no esté, un poder de liturgos que les infunde, es decir de poder realizar lo que solamente Jesucristo puede realizar por sí mismo, un poder sacerdotal o litúrgico que nos da a Jesucristo una vez que ya no está en su vida mortal de su naturaleza de hombre, pero que no muere ni puede en cuanto a su naturaleza de Dios. Aunque decimos que muere Dios puesto que Jesucristo es Hombre-Dios que muere. Cualquiera fuera la palabra aramea, en caso que Jesucristo la pronunciara en arameo, o en hebreo, es indubitable que su equivalencia es "anamnesis" y no otra; y a ella nos hemos de atener porque es la que ha puesto en vigor y en efectividad como Dios que es "pantocrator". No podemos tener duda en ese sentido si creemos en  Jesucristo como Persona Divina: si dijo esto es mi cuerpo porque lo hago mío y esto es mi sangre, es que ES y SON. Y eso mismo, con esa misma efectividad, se realiza en cada Consagración por el presbítero ordenado de sacerdote en el Sacramento del Orden.
Queda la cuestión del pro "multis", que en todo caso deberá traducirse por "muchos" pues si se hubiera querido decir "todos" hubieran escrito  "pantes" y no "pollon"  muchos, como consta. “Todos” es  una "versión" interpretada y concesiva, pero no una "traducción" real. San Lucas tanto en la consagración del pan como del vino dice solamente "iper imón" o sea en latín "pro vobis" y traducido al español "por vosotros". San Marcos pone solamente a continuación de la transubstanciación de vino a su sangre, "iper pollon", traducción literal latina "pro multis" y en español "por muchos".  San Mateo, que fue testigo presencial de lo sucedido porque estaba allí, literalmente  anota: Cogiendo el cáliz y tras bendecir, se lo dio a ellos diciendo:"Bebed todos de él. Porque esto es mi sangre del Testamento “por muchos", derramada para absolución  de pecados". También "iper pollon", "pro multis", "por muchos" y no por todos. San Pablo: "Porque yo recibí del Señor lo que ya os tengo  transmitido a vosotros: que el Señor Jesús en la noche que era  traicionado tomó pan y al bendecir lo partió y dijo: ESTO ES MI CUERPO POR VOSOTROS. Esto hacedlo a mi "anamnesis". Igualmente también el cáliz después de lo comido: Este cáliz  es el Nuevo Testamento en mi sangre. Haced esto, cuantas veces lo bebáis, en mi "anamnesis". Así,  cuantas veces comáis  este pan y bebáis el cáliz, la muerte del Señor estáis celebrando mientras no llegue". Más sentido de sacrificado en cruz, imposible.
Y esto es lo que hay. Actualizar la Redención que el Señor y solamente él pudo realizar para posibilitarnos la Salvación necesariamente en él y por él, que hemos de ganarnos con nuestras actitudes y nuestras actuaciones de cada día. Unirnos con el Señor en el Sacramento de la Comunión al que pregonamos como Redentor y Salvador, hasta el último día al fin de los tiempos cuando él venga de nuevo y para siempre. Para que lo acepte quien quiera y a quien le interese y le preocupe salvarse. Estamos redimidos todos, pero no todos salvados. La Redención dependía solamente de Dios. La Salvación depende de cada uno de nosotros si aceptamos lo que Jesucristo nos ha enseñado y si con él permanecemos en Comunión.  Es nuestra propia responsabilidad. Bendito sea. Se pueden armar muy bellas teorías, pero las palabras eficientes de Jesucristo ahí están, dichas una u otra antes o después. Pero todas ellas y bien determinantes. Es la acción redentora que nos puede valer de salvación.
Hasta que no envió Jesucristo al Paráclito o Espíritu Santo, santificador dador de vida de Gracia, “no os dejaré huérfanos”, se dice en el Evangelio que NO había Espíritu Santo, no posibilidad de santificación en el mundo aunque hubiera dones de discernimiento del bien y del mal u otros carismas de índole humano. Y por eso se habla de los santos padres que esperaban su santo advenimiento. En los Sacramentos se nos convierte en Gracia nuestra vida cristiana ya aquí por inducción  del Espíritu Santo.

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