Por Carlos Aldán
Necesariamente hemos de tener muy
presente que el Evangelio al menos durante los dos primeros siglos del
cristianismo fue predicado EN GRIEGO. Y que en griego se escribió el Nuevo
Testamento por sus propios autores, salvo quizá un primer esbozo del texto de
San Mateo que pudo hacerlo en arameo o en hebreo, pero no hay evidencias y en
todo caso su texto evangélico también fue definitivamente fijado en griego. Muy importante.
Porque los tres evangelistas sinópticos, San Mateo, San Marcos y San
Lucas, además de San Pablo en I
Corintios, 11,24-25 emplean y repiten un
mismo y único vocablo, la palabra "ANAMNESIS" que significa mucho más
que recuento o memoria o memorial o recordación. Para indicar una señal de
recuerdo o memorial, en griego tienen la palabra MNEMEION; para la facultad de
recordar o memoria, MNEME. Y hasta para la personificación del buen sentido de
juicio tenían a la diosa Mnemosine que
consideraban madre de las Musas
habidas del padre Zeus. Todo eso lo sabían de sobra los evangelistas. Pero
utilizan el vocablo ANA-MNESIS que es traer al presente el conjunto de lo
sucedido en ese momento de la Consagración, que Jesucristo realiza instituyendo
el Sacramento de la Comunión de él mismo. No es una mera acción de gracias o
eucaristía tras la cena ritual de
Pascua. "Haced ÉSTO", esto mismo que yo hago realizadlo, actualizadlo
cuantas veces lo hiciereis en mi reconocimiento, reconociéndome a mí en la
Consagración y reconociendo que lo que
yo ahora hago, vosotros lo estáis realizando en el momento que lo hagáis. Un
poder que Jesucristo les otorga para cuando él no esté, un poder de liturgos
que les infunde, es decir de poder realizar lo que solamente Jesucristo puede
realizar por sí mismo, un poder sacerdotal o litúrgico que nos da a Jesucristo
una vez que ya no está en su vida mortal de su naturaleza de hombre, pero que
no muere ni puede en cuanto a su naturaleza de Dios. Aunque decimos que muere
Dios puesto que Jesucristo es Hombre-Dios que muere. Cualquiera fuera la
palabra aramea, en caso que Jesucristo la pronunciara en arameo, o en hebreo,
es indubitable que su equivalencia es "anamnesis" y no otra; y a ella
nos hemos de atener porque es la que ha puesto en vigor y en efectividad como
Dios que es "pantocrator". No podemos tener duda en ese sentido si
creemos en Jesucristo como Persona
Divina: si dijo esto es mi cuerpo porque lo hago mío y esto es mi sangre, es
que ES y SON. Y eso mismo, con esa misma efectividad, se realiza en cada
Consagración por el presbítero ordenado de sacerdote en el Sacramento del
Orden.
Queda la cuestión del pro
"multis", que en todo caso deberá traducirse por "muchos"
pues si se hubiera querido decir "todos" hubieran escrito "pantes" y no "pollon" muchos, como consta. “Todos” es una "versión" interpretada y
concesiva, pero no una "traducción" real. San Lucas tanto en la
consagración del pan como del vino dice solamente "iper imón" o sea
en latín "pro vobis" y traducido al español "por vosotros".
San Marcos pone solamente a continuación de la transubstanciación de vino a su
sangre, "iper pollon", traducción literal latina "pro
multis" y en español "por muchos". San Mateo, que fue testigo presencial de lo
sucedido porque estaba allí, literalmente
anota: Cogiendo el cáliz y tras bendecir, se lo dio a ellos
diciendo:"Bebed todos de él. Porque esto es mi sangre del Testamento “por
muchos", derramada para absolución
de pecados". También "iper pollon", "pro
multis", "por muchos" y no por todos. San Pablo: "Porque yo
recibí del Señor lo que ya os tengo
transmitido a vosotros: que el Señor Jesús en la noche que era traicionado tomó pan y al bendecir lo partió
y dijo: ESTO ES MI CUERPO POR VOSOTROS. Esto hacedlo a mi
"anamnesis". Igualmente también el cáliz después de lo comido: Este
cáliz es el Nuevo Testamento en mi
sangre. Haced esto, cuantas veces lo bebáis, en mi "anamnesis".
Así, cuantas veces comáis este pan y bebáis el cáliz, la muerte del
Señor estáis celebrando mientras no llegue". Más sentido de sacrificado en
cruz, imposible.
Y esto es lo que hay. Actualizar
la Redención que el Señor y solamente él pudo realizar para posibilitarnos la
Salvación necesariamente en él y por él, que hemos de ganarnos con nuestras
actitudes y nuestras actuaciones de cada día. Unirnos con el Señor en el
Sacramento de la Comunión al que pregonamos como Redentor y Salvador, hasta el
último día al fin de los tiempos cuando él venga de nuevo y para siempre. Para
que lo acepte quien quiera y a quien le interese y le preocupe salvarse. Estamos
redimidos todos, pero no todos salvados. La Redención dependía solamente de
Dios. La Salvación depende de cada uno de nosotros si aceptamos lo que
Jesucristo nos ha enseñado y si con él permanecemos en Comunión. Es nuestra propia responsabilidad. Bendito
sea. Se pueden armar muy bellas teorías, pero las palabras eficientes de
Jesucristo ahí están, dichas una u otra antes o después. Pero todas ellas y
bien determinantes. Es la acción redentora que nos puede valer de salvación.
Hasta que no envió Jesucristo al
Paráclito o Espíritu Santo, santificador dador de vida de Gracia, “no os dejaré
huérfanos”, se dice en el Evangelio que NO había Espíritu Santo, no posibilidad
de santificación en el mundo aunque hubiera dones de discernimiento del bien y
del mal u otros carismas de índole humano. Y por eso se habla de los santos
padres que esperaban su santo advenimiento. En los Sacramentos se nos convierte
en Gracia nuestra vida cristiana ya aquí por inducción del Espíritu Santo.
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