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viernes, 28 de diciembre de 2012

CARTA ABIERTA A LOS PRODUCTORES AGROPECUARIOS ANTE UNA REALIDAD ASFIXIANTE



Por Juan José Guaresti (nieto)

Soy un pequeño productor agropecuario de nuestro país. Me dirijo a ustedes no sólo porque el gobierno nos está quitando buena parte del precio que se debería obtener por lo que producimos por nuestro esfuerzo y el de quienes nos ayudan sino porque estamos en presencia de una sutil demolición del derecho a la propiedad privada de los medios de producción.

Además de hacer ganadería, me considero también un modesto agricultor, en tanto y en cuanto utilizo los cereales que produzco para criar mi propio ganado vacuno, vendiéndolo posteriormente una vez terminado. Las dos últimas ventas fueron decepcionantes, por lo que he llegado a la conclusión de que los que hacemos esto, así como los que realizan otras actividades agropecuarias, estamos en la situación de acorralados sin salida. No somos dueños de nuestros campos, en la medida en que no podemos quedarnos con una parte razonable del precio de venta. Nos están confiscando la propiedad desde el mismo momento en que nos están quitando literalmente las ganancias, porque no percibimos un precio justo por los valores que creamos. Sin utilidades no puede existir la empresa privada.

Lamentablemente, los productores agropecuarios no hemos entendido que mientras no tengamos la fuerza que brindan la organización y la unión (que es el nervio de aquélla), cada mejora tecnológica o empresaria que realicemos nos las van a quitar sistemáticamente mediante simples resoluciones administrativas.

Ha llegado la hora de comprender que el campo es un mero tomador de los precios de su producción que no están dados en nuestro medio por las leyes económicas sino por el poder político. En consecuencia y dado que no tenemos una organización con capacidad de influir en aquellos, los precios que resulten del arbitrio de las autoridades de turno siempre van a ser bajísimos. Los gobiernos como el actual usufructúan de nuestro esfuerzo, de los capitales invertidos y de los riesgos que asumimos para otorgar dádivas a los concurrentes a actos oficiales o para manipular a gente carenciada para que vote irreflexivamente a los candidatos oficiales.

El gobierno actual ha mostrado el ambicioso proyecto de “ir por todo”, lo que en argentino básico significaría que se van a terminar quedando con nuestros campos, que todavía conservamos gracias a nuestro sacrificio y dedicación y a la de nuestros colaboradores. Ese despojo se está realizando gradualmente, para que sea indoloro y para que casi no nos demos cuenta de lo que ocurre… Nos van a ir cocinando lentamente y vamos a terminar como la industria frigorífica de exportación de carne, que ha tenido que cerrar sus plantas en muchos casos y despedir a su personal, porque literalmente les han prohibido trabajar.

Voy a brindarles un ejemplo adicional para ilustrar lo que digo: la soja tiene una “retención” del 35% sobre el valor de venta al exterior, pero además de ese impuesto a la producción voraz y carente de base científica alguna, debemos añadirle el tipo de cambio groseramente sobrevaluado. Esto último significa que la cantidad de pesos que nos entregan por los dólares que producen nuestras ventas al exterior son inferiores a lo que indica la realidad. Ese tipo de cambio está sobrevaluado en un 25%, lo que equivale a decir que de cada peso que se exporta nos entregan 75 centavos. El resultado de la retención, o mejor dicho “impuesto a la produción”, más la quita que se nos hace con cada dólar que se exporta por la sobrevaluación del peso, hacen que el resultado sea la confiscación -lenta pero segura- de las explotaciones rurales.

No analizo, para no amargarlos aún más, la restante carga impositiva y los gastos de comercialización y de transporte, que ayudan a demoler la economía de las explotaciones agrícolas, porque no se hicieron las rutas o no se las cuida adecuadamente y se destruyeron las vías férreas imprescindibles.

Un párrafo aparte merecen los productores lecheros que, además de todo lo arriba reseñado, venden el producido de sus grandes esfuerzos y capitales invertidos a usinas lácteas que, en la práctica, constituyen un monopolio de compra. No ha habido una sola persona -que yo sepa- entre quienes asesoran al agro o dicen ser sus representantes, que advierta a los productores que están en manos de esos monopolios. Los ingresos que obtienen los productores después de haber arriesgado mucho, son -ni más ni menos- los que tales monopolios han calculado para que el productor lechero subsista con lo justo y no desaparezca, consiguiendo de esta manera materia prima barata que ellos luego transforman y comercializan a su conveniencia. Mientras esto siga así, nunca va a haber un precio razonablemente ventajoso para el productor.

Por un litro de leche le pagan a razón de $ 1,60 aproximadamente y el sachet en el supermercado chino donde me surto vale $ 6,50. Deducidos los gastos de comercialización y transporte, un kilo de novillo bueno se le paga $ 8,50 al productor. Ese kilo de carne, en el mismo supermercado, se adquiere a razón de $ 40 el kg. ¿Es que alguien, con algún viso de seriedad, puede decir que el productor se lleva la mayor parte del precio? Imposible.

Esos impuestos, que podríamos calificar sin exagerar de verdaderas exacciones al agro, no se han utilizado para pagar obras y servicios públicos imprescindibles, como rutas, ferrocarriles, puertos, energía, seguridad, salud o educación. Sólo han servido para ser dilapidados en gastos públicos colosales, sin que nuestros funcionarios jamás rindieran cuenta de lo que hicieron con el dinero de la gente. Tampoco explicaron nunca cómo nos llevaron a tener tanta pobreza y tantos pleitos por deudas impagas aquí y en el exterior, pese a haber despojado a los ahorristas de los bancos, a los que se les quitó una significativa porción de sus depósitos o la no menor confiscación que se les hizo a los compradores de bonos argentinos, que fueron obligados a aceptar títulos que resultaron ser sólo una parte del dinero originalmente invertido.

La única solución es que el campo argentino, entre otras medidas, tome la decisión de organizarse vertebradamente, unirse sin retaceos, comprar espacios en medios periodísticos y tener voceros profesionales que lo defiendan. En cada pueblo es preciso, además, bajar a la arena política para pregonar nuestro derecho a vivir decorosamente, pagar salarios dignos y realizar un trabajo que en definitiva sirve a la Patria. ¿Por qué a nuestros colegas de Francia, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Inglaterra y tantos otros países no les pasa lo que a nosotros? Sencillamente porque saben cómo defenderse y lo hacen. Debemos imitarlos. En nuestro medio, cada aumento de la producción o rebaja de costos que se consigue, por el ingenio del productor y por la rapidez con que adopta la tecnología disponible, es seguida inevitablemente por impuestos que anulan el beneficio que obtiene. Ésta es la ley de bronce del campo argentino. Somos siervos de un ignoto patrón que en muchas ocasiones es un inepto y a veces un ladrón que nos va a dejar sin nada… a menos que nos decidamos a hacer lo que debemos hacer para no perder nuestro patrimonio y la fuente de trabajo de millones de argentinos.

Un fuerte abrazo,

Juan José Guaresti (nieto)

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