Por Emilio
Nazar Kasbo
Propio de la mentalidad calvinista y
protestante, es el desvincular el dinero de la Fe, y por tanto la Empresa (cuyo
fin es el lucro en esta mentalidad), de la adoración a Dios.
Sin embargo, efectivizada esta desvinculación,
la adoración a Dios ha quedado afectada, pues Dios no es la Santísima Trinidad…
sino Mamón.
La mente liberal materialista, o incluso
marxista, coinciden en establecer como ley más fuerte que la de Gravedad al
mercado, a la escasez… y al dinero.
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¿Cuál
es la finalidad de una Empresa?
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¡El
lucro! –responderán todos los mal aprendidos- ¿O no se da cuenta que sin lucro
la Empresa se extingue, quiebra, no funciona?
Para la Iglesia Católica, no es el lucro la
finalidad de la Empresa, sino la Evangelización, que es algo muy distinto.
Precisamente, cuando la Empresa no tiene
principios católicos, cuando quienes la dirigen no aplican en su vida y en la
dirección económica el principio de Evangelización, lo subalterno se convertirá
en esencial, la persona humana quedará subordinada a esa exaltación de lo
subalterno, y las relaciones se convertirán en una puja materialista, que los
liberales llamarán “libre mercado” y los liberales “lucha de clases”. ¿Qué es
eso subalterno que se convierte en esencial a la cual queda subordinada la
persona integrante de la Empresa? Pues el dinero, el lucro, la ambición.
Precisamente, la ambición y la avaricia son
vicios. Cuando se apoderan de los dirigentes empresariales, está todo perdido.
Esa es la quiebra espiritual de la Empresa, que siempre será previa a su
quiebra material… y si no quiebra, será como esos “muertos en vida”, pues su
realidad será la de una lenta agonía materialista.
Nada de lo dicho atenta contra el legítimo derecho
de propiedad, ni contra el justo precio o el justo salario. Pero precisamente
esto molesta a los materialistas: el éxito debe traducirse en su dios, el
dinero.
Su Ley es: “tanto tienes, tanto vales”… ¿será
así? ¿Esa es la medida? Más bien, es un modo de injusta discriminación por
motivos económicos. Un monje que ha dado el voto de pobreza, con ese criterio,
no vale nada… pero sí el empresario que está lleno de tarjetas de crédito y de
dineros muchas veces mal habidos.
¿Cómo tratará al prójimo semejante avaro? Pues
como un objeto despreciable. Y dado que sólo realiza cosas que son
materialmente rentables, incluso si pinta un cuadro o escribe un libro, toda
semejante obra de nada servirá a los ojos de Dios. ¿Las cosas son hechas por
Cristo? Si no es así, El mismo lo dijo: “Sin Mi NADA podéis hacer” (linda frase
del Evangelio, que muchos repiten de la boca para afuera cuando resulte
conveniente a sus propios intereses… sobre todo cuando no coinciden con los de
Jesucristo).
Fracasado, para esta mentalidad, es el que no
tiene dinero. ¿Con qué vara están midiendo a los fracasados? ¿Con la vara del
mundo o con la de Dios? Precisamente, esa misma vara servirá para medirlos en
el juicio particular.
¿Cómo dará órdenes semejante sujeto? Pues como
un tirano, preocupado por su propio bienestar material económico (eso sí, tal
vez los domingos asista a Misa también, para no quedar mal con Dios ¿no?). Pero
ya lo dijo también Jesucristo: no se puede servir a dos amos. Y lo dijo
precisamente refiriéndose al dinero.
El Empresario que no evangeliza, conduce una
empresa muerta. Podrá tener dinero, podrá ser redituable, pero su fruto será
nulo. Hablo de frutos para Dios, no de ingresos económicos superavitarios.
Tales pecados no son solamente de los directivos empresarios, también pueden ser de los empleados. Estos pueden ser cómplices de malas decisiones de los empresarios, o también motivar su acción laboral en el mero espíritu de lucro. Y en este caso, cae en las mismas apreciaciones: el vicio es uniforme, no importa que lo practique el superior o el subordinado dependiente.
Y a la hora de actuar en la Empresa, empiece a
pensar en eso: ¿acaso es Cristo el que motiva la acción laboral, o el lucro buscando
exclusivamente un rendimiento económico incluso en contra de los principios que
jamás deben ser renunciados? ¿Sabe cuáles son los pecados que claman al Cielo?
¿Qué haría Jesucristo en su lugar? ¿Acaso contrataría a ese profesional que es
conocido como un pirata en la actividad? ¿Acaso financiaría malas causas?
¿Acaso maltrataría a los subordinados? ¿Acaso expulsaría a una persona honrada
y contrataría a un Barrabás? Y la respuesta del incoherente avaro materialista,
adorador de Mamón, será: “sí, porque de lo contrario no voy a tener mayores
ingresos”.