23 DE
SETIEMBRE 2012
Al pasear la
mirada por esta histórica Plaza de Minas, junto al monumento del Libertador
Gral. Juan Antonio Lavalleja, nativo de estos pagos y Jefe Artiguista de
renombre, se nos alegra el corazón al ver tantos y tantos Camaradas venidos de
todos los Departamentos de nuestro querido País.
Acompañados
por Don Juan Antonio, nos sentimos a su vez tutelados por la figura augusta del
Patriarca, que nos contempla desde la cima del Cerro Ventura, desde el duro
hormigón de su gigantesca figura
ecuestre, tan firme como lo fueron sus ideales forjadores de nuestro
sentimiento de orientalidad.
Hoy se cumplen
162 años de su deceso en tierras guaraníes. Vayan hacia el General Artigas,
nuestros primeros y más sentidos pensamientos. Decimos con orgullo que fuimos y
somos los continuadores sin interrupción de aquel Ejército que nació antes que
la Patria, en los Campos heroicos de Las Piedras y que en el correr de la
Historia se fue transformando en las FFAA, custodias de la Nación en tierra,
mar y aire.
En aquella
primavera de 1850, en la calidez de la capital asunceña, la vida del Protector
de los Pueblos Libres se iba extinguiendo finalmente. Lejos quedaban los ecos
de sus batallas, sus recuerdos de aquella tierra allende el Río Uruguay… ¡su
Patria!
Ya no
recibiría visitas de asombrados personajes de la época, incrédulos de ver
aún con vida a aquel legendario
guerrero, de quien habían oído hablar desde su niñez. Ya no montaría a su lado
el argentino General Paz, uno de aquellos impactados visitantes, empeñado en
“darle la derecha” al ilustre Anciano. “No use usted ceremonia General” le
diría este, con su habitual sencillez y franqueza.
Ya los vecinos
pobres de su vecindario no tendrían a su benefactor, quien incluso educaba a sus niños en los
misterios del Evangelio Cristiano, que él gustaba de inculcar a aquellos
pequeños.
Aquel 23 de
setiembre, desde su lecho de anciano tembloroso, el General Artigas exclamará a
momentos de su muerte: “¡Tráiganme a mi caballo!
Nos gusta
pensar que era un último grito de guerra, un llamado al combate del heroico
viejo, que solo, sin más compañía que su moreno amigo Ansina, traicionado por
algunos de sus Jefes más cercanos, aún
tenía fuerzas como para querer derramar una última, generosa gota de su
sangre viril, para ofrecérsela a su Patria y librarla del enemigo Porteño
Centralista o del Portugués invasor de su Provincia.
El General
Artigas muere el 23 de setiembre de 1850…
El diario “El Paraguayo Independiente”, cinco días más tarde nos
dice que:
“El General Artigas no amaba las ciudades; aún en su vejez quería
la libertad de los campos, la espansión de los Orizontes, la vida de su juventud;
en consecuencia fue acomodado en una chácara en la vecindad de esta Capital,
donde ha finalizado sus días el 23 del corriente, á los treinta años cumplidos
el propio día de haber entrado en la Asunción: fue dado a tierra en el
cementerio general de la recoleta.
Pueden sus amigos y parientes tener el consuelo de que nada le
faltó y de que sucumbió agoviado con el peso de noventa años, porque es la
suerte común. Séale la tierra leve”
Y nosotros, los Orientales del Siglo
XXI sabemos hoy que nunca podremos saldar la deuda con la Nación Paraguaya, que
supo, a pesar de ser considerado a su entrada un enemigo por el Dictador
Francia, cobijarlo, protegerlo y finalmente honrarlo hasta el día de su muerte.
¡Nobles Paraguayos! Ellos sí, ¡Hermanos! Que supieron aliviar el sufrimiento de
nuestro Padre Artigas, cuando el Hombre es más vulnerable y necesitado del
afecto de sus semejantes. Nos quedamos con este testimonio: Los pobres del
vecindario decían que el General era un “Caraí Guazú, un Caraí bae porá”…”Un
gran señor, un señor muy bueno”…
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Hoy, los
integrantes de nuestra Armada, de la
Fuerza Aérea y del Ejército Nacional, son los eslabones actuales de la larga
cadena de Servidores que inicia en aquella gesta Artiguista de Las Piedras.
Nosotros, como integrantes de esas Fuerzas en
nuestra condición final de Revista, nos sentimos parte plena de esos eslabones
y en orden a sus ideales hemos vivido nuestras vidas.
En esta Plaza,
hoy se encuentran representantes de todas las actividades que las FFAA realizan
al Servicio de su Pueblo:
Aquellos que
sepan mirar más allá de lo externo de las personas, verán individuos que
ejecutaron tareas de las más diversas: verán hombres y mujeres que rescataron
vidas humanas por aire, mar y tierra en los escenarios más disímiles, a cual
más dificultoso. Verán a quienes custodiaron las aguas de nuestros Ríos y de
nuestro Mar territorial, a quienes balizaron sus canales haciendo posible la navegación nacional, a
quienes transportaron enfermos cuyo tiempo se agotaba, en misiones aéreas sin
importar la meteorología adversa.
También encontrarán a quienes llegaban con su
vital cargamento a las Bases Antárticas, posibilitando la supervivencia al
puñado de Orientales en aquellos inclementes parajes.
Si hablamos de
misiones en el extranjero, verán también
a quienes han estado en todos los rincones del mundo, arriesgando sus vidas en
misiones de la ONU, custodiando la Paz y llevando auxilio a tanta humanidad
desgraciada y sufriente, que muchas veces percibe en los integrantes de
nuestras FFAA su única esperanza.
También están
Soldados que recorrieron palmo a palmo los campos de la Patria, patrullando
incansables la campaña en misiones tan disímiles como controlar el contrabando,
combatir la aftosa, llevar auxilio a las
Escuelas Rurales e incluso construirlas, evacuar personas en inundaciones,
apagar incendios, levantar mediciones topográficas para el vital relevamiento
cartográfico del país.
Hay entre
nosotros constructores de puentes que solucionaron comunicaciones cortadas y
aseguraron el tránsito de personas e insumos vitales en momentos de riesgo.
Ahí están
también algunos viejos jinetes, de los últimos para los que el caballo era su
principal recurso diario, herederos de aquellos centauros de la Patria Vieja.
Sin dudas
verán a algunos que pasearon nuestro Pabellón por los puertos de todo el mundo,
a bordo de nuestro Buque Escuela Capitán Miranda, capacitando a nuestros
noveles Oficiales Navales.
O a aquellos
que volaron todos los cielos, desde los pioneros como el Cap. Boisso Lanza,
mártir de la Aviación en los campos de Francia, hasta los que formaron con su
esfuerzo la Aviación Militar, Vanguardia de la Patria.
Verán también
a los primeros paracaidistas militares de nuestro país, que inauguraron en el
Ejército una especialidad militar cuya tradición continúa hasta el presente.
O a aquellos
profesionales y técnicos que brindaron sus conocimientos para asegurar la salud
de las tropas y sus familias, en cualquier situación.
De cualquier
actividad de las nombradas y de las demás tan variadas como imposibles de
reseñar que realizan nuestras FFAA, encontrará aquí el observador atento a
muchos referentes de las actuales generaciones de soldados.
Y todos por
igual, los aquí presentes pasamos nuestra vida preparándonos para la guerra.
Esa es la esencia del Militar. Como profesionales de las Armas, nadie aprecia
más la Paz que nosotros. Sabemos el sufrimiento que ocasiona el combate. Y por eso sabemos que es el último argumento
que debe emplear una Nación.
Muchos hemos
sufrido en carne propia esa faceta tan terrible del Ser Humano. Algunos en
aquellas misiones en el exterior de las que hablábamos antes y otros en la
Guerra Interna de los años 70.
En ambas
situaciones tenemos muertos que llorar y familias destruidas por la violencia
También
juveniles esperanzas y proyectos que quedaron por el camino, víctimas de otras
prioridades.
En aquellos
días tan lejanos de la Guerra Antisubversiva, supimos cumplir con nuestro deber
y desempeñarnos en un combate novedoso para el cual nuestra doctrina no nos
había preparado, mandatados por los
gobernantes legítimos de la época. Nuestra victoria, muy costosa, fue entonces,
ganada para la Patria y su gente.
Siguió un
período en el que, los que lo vivimos, lo hicimos convencidos que estábamos
trabajando en la reconstrucción del País, en silencio como siempre cumplimos
los Soldados.
Una vez
decidido por los Mandos la entrega del Poder Político a los representantes del
Pueblo, a través de elecciones generales con la participación de todos los
Partidos Políticos, nosotros nos retiramos a nuestros Cuarteles y una vez más
en silencio, seguimos nuestra vida de Servicio, por largos años. En el esfuerzo
diario de quien sabe que su preparación será vital para enfrentar todas las
situaciones en que la Sociedad demande la utilización de sus FFAA. Como así se
hizo en incontables oportunidades desde entonces.
Nuestros
Mandos tuvieron una actitud que se dio
en llamar “silencio austero”, por el hecho de no responder agravios,
tergiversaciones de lo que había ocurrido en la guerra o aquellas historias contadas únicamente con
la visión de los que habían atacado a la Democracia y que se presentaban a sí
mismos como jóvenes idealistas y románticos.
Todo este
silencio se hizo; así lo creemos; con el ánimo de permitir encausar la vida
nacional sin que nadie pudiera alegar el más mínimo tropiezo desde el lado de
las FFAA.
Seguramente
nuestros Mandos habrán confiado en la visión que de todo aquello tenía el
Pueblo, que había sufrido en carne propia los desmanes de aquellos años.
Y
efectivamente, al promulgarse las dos leyes de amnistía (así las sintió la
ciudadanía), una para aquellos que habían actuado en la Subversión y otra para
las Fuerzas Militares que habían defendido la Legalidad, se pensó que se miraba
hacia el futuro, dentro de las más caras tradiciones nacionales, dando vuelta
una página de nuestra historia, ingrata, sufrida y lamentable en las
consecuencias para las familias involucradas.
Así fue hasta
que se intentó rebatir la Ley de amnistía que se llamó “de Caducidad” y para
ello se forzó la consulta popular en un plebiscito para derogarla.
El Pueblo votó
claramente a favor del mantenimiento de la Ley, dando así razón a aquel famoso
“silencio austero”
Pasaron muchos
años y otra vez, se apeló al Pueblo para tratar de derogar aquella Ley de
Caducidad.
Se dijo por
los impulsores de esta iniciativa, que
la ciudadanía que había votado anteriormente, lo había hecho condicionada por
la cercanía de los acontecimientos que se juzgaban.
Pero el Pueblo
nuevamente, otra generación distinta, dijo lo mismo que la primera vez:
Mantener la Ley, dar vuelta de una vez la página y mirar definitivamente hacia
el futuro. Otra vez, la razón del Silencio Austero: la confianza en nuestro
Pueblo, se vio confirmada.
Nosotros, los
integrantes de las FFAA, provenimos de todos los sectores de la Sociedad.
Generalmente, de su parte media y de la más humilde. No nos equivocamos al
esperar lo que nuestros conciudadanos dijeran al respecto: Como nos enseñaron
aquellas clases de Educación Cívica, la Soberanía radica en la Nación. Y como
dijo nuestro Primer Jefe, la autoridad emanada del Pueblo, que ejerce el
gobernante, cesa ante la presencia soberana de ese mismo Pueblo.
Pero no fue
así. Hoy, a más de 40 años de aquellos sucesos, el tema sigue debatiéndose en
la arena política y no sabemos qué deparará el futuro para aquellos viejos
servidores que aún sobreviven de aquella época, muchos de ellos privados hoy de
su libertad y cuya situación nos estruja el corazón.
Las permanentes
acusaciones de reducidos sectores que parecerían basar sus mezquinas
existencias en la notoriedad que logran con su accionar, no contribuyen para
nada al clima de concordia necesario entre Orientales.
Hoy aquí en
esta Plaza, afirmando una vez más nuestra unión, también queremos rendir un
emocionado homenaje a todos aquellos Servidores de las FFAA que han caído en el
cumplimiento del deber, en todas las épocas, sin distingos. Hemos elegido esta
fecha para unirlos a todos ellos en el tránsito hacia la eternidad del General
Artigas.
El ejemplo del
Prócer señala nuestro camino: Él hubo de soportar a lo largo de su vida
infamias y calumnias de todo tipo. Aún en su apogeo, no faltaron los “malos
europeos y peores americanos” que vertieron toda clase de intrigas en su
contra. Finalmente, acorralado por tres ejércitos, defendiendo como siempre la
integridad de sus conceptos, la derrota lo sepultó en el ostracismo y el
olvido, lejos de su Patria.
Muchos años
pasarían antes de su reivindicación. Pero la verdad se impuso y los Orientales
reconocimos al fin a quien hoy veneramos como al fundador de nuestra
Nacionalidad. Los Argentinos, recién ahora están empezando a reconocerlo como
al único protagonista de la Revolución de Mayo que representó auténticamente al
Pueblo.
La Historia y
el Tiempo, ponen siempre las cosas en su lugar. Sabemos que también en los
sucesos más actuales, será indefectiblemente así.
Parecería que
empiezan a situarse poco a poco las cosas en su lugar: los recientes fallos y
disposiciones de la Justicia, favorables a nuestros Camaradas privados de su
libertad, así parecen demostrarlo.
Los días
venideros, darán la real medida de estos acontecimientos y nos dirán si son el
reconocimiento final de las injusticias cometidas hasta el presente. O apenas un
paréntesis en el acorralamiento a los
viejos y victoriosos combatientes contra la asonada Castro-Comunista que asoló
la América hispana, alentada y dirigida, según él mismo lo manifestara
públicamente, por el Dictador Caribeño.
Camaradas:
Cerraremos este acto colocando una ofrenda floral a Nuestro General José
Artigas. Se la dejaremos al pie del Monumento a su Teniente, a quien mandó los
últimos patacones de su Ejército a la prisión portuguesa frente a Río de
Janeiro, al cruzar al Paraguay, a través del Chasque inmortal, el Sgto.
Francisco De los Santos.
En nuestro
nombre, imaginamos al General Lavalleja presentándosela a su Jefe en el lugar
eterno en que éste sigue comandando el Ejército Oriental por siempre.
Escucharemos
el Toque de Silencio, deseando que haya paz en la Tumba de nuestros Camaradas
caídos
Y entonaremos
en Honor al Prócer, su canción: “A Don José”
Finalmente,
saludamos muy cordialmente a todos los Retirados Militares de todo el País que
no han podido concurrir hoy a nuestra ciudad pero que sabemos nos acompañan
espiritualmente.
Tenemos un
recuerdo muy especial y un saludo fraterno y cargado de esperanzas hacia
nuestros Camaradas privados de su libertad dentro y fuera del País.
El recuerdo es
para decirles que están todos dentro de nuestros corazones. Que tenemos como
propio el sentimiento de ausencia entre ellos y sus familias.
La esperanza
es que todos ellos sin excepción, estén presentes en ocasión del 2do.Encuentro
Nacional de Retirados Militares, que seguramente se hará el año próximo en
algún lugar del Interior de nuestro querido País.
Finalizo esta
alocución expresando el ferviente deseo de que de una vez por todas cerremos
las heridas del pasado. Los que aquí se encuentran reunidos y todos los que en
su misma condición viven a todo lo largo y ancho de la Patria, jamás pondremos
trabas para lograr una convivencia pacífica entre todos los uruguayos. Como no
lo hicimos en el pasado.
La Patria es
una sola. En ella se cobijan los Orientales, tantas veces enfrentados unos a
otros. Seamos dignos de nuestros antepasados y hagámosla, en lo que nos
corresponde, cada día más grande, más noble, dadora de posibilidades para
todos. Si así lo hiciéramos, aún hay tiempo para que nuestros hijos y nietos
vivan una vida mejor, más plena y segura cada día.
Y en lo que
nos toca, habremos sabido cumplir con las enseñanzas y el legado de aquel
ilustre Viejo Protector, que en su lecho de muerte aún tenía fuerzas para
llamar a su morito, para una última, definitiva patriada, Que así sea.
Minas, 23 de
setiembre de 2012
Asociación de
Oficiales Retirados de las FFAA “General Juan Antonio Lavalleja”