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jueves, 10 de enero de 2013

©CONFESIÓN.


Por Mario Cáceres


NOTA DE AUTOR:
RELATO BREVE. CUALQUIER SEMEJANZA CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA. M.C  

Un arma; un vehiculo que nos llevase velozmente; una victima entrando su auto al garaje. Ese, una basura, un cornudo, un golpeador según se dijo. Ese “la victima”
Una hora pero, no la señalada. Nos atrasamos porque e el socio no trajo la camioneta a tiempo.
No nos vino mal porque a ese perro también se le hizo tarde. Llegó en la hora y en el momento justo pero, no para él, claro.
Primero no le quise tirar. Yo contra él no tenia nada. El otro me dijo:
-         Tirá ¿para que cobraste anticipado? Tirá!
Salieron dos balas como mellizas, por el susto nomás. La tercera fue porque creí que estaba vivo todavía. Fue muy rápido, lo vi caer.
Nos miró y pensé…Éste no llega al hospital.
-         ¿ Lo mataste? - , me preguntaron en el despacho del dotor.
-         ¡ Si que lo maté! Cayó como un cerdo.
-         Pero, el gordo esta diciendo en la radio que se encuentra grave.
-         Si esa basura habla, el boleta vas a ser vos, sábelo. De esta no se salva ni el paisano si dice algo.
-         ¿Quién se piensan que soy? Claro que lo maté-
Un silencio sepulcral invadió el despacho y, como en un cuento policial, cayó de golpe el amanecer y, la noticia estaba en todos los diarios, la radio y en las mil versiones de los vecinos.
Después de unos mates, como si no hubiese pasado nada, pregunté por la camioneta, me dijeron que la guardaron en la casa del maestro, un tipo de confianza del paisano.
Tome mi auto y me despedí.
Mientras manejaba, sabía que algo me faltaba. Pero nada me sonaba importante. Revisé una por una mis pertenencias y en voz alta, por las dudas.
-         ¿billetera? Acá. ¿Celular? Acá. ¿Cigarrillos? …encendí uno al pasar. ¿Bolso con el pago? Aquí, bien gordito.
Revisé todo pero, nada. Quizás era la imaginación o el susto.
Llegué a mi casa. En el barrio los chicos andaban en bicicleta, los viejos jugaban a las bochas, los perros rompían las bolsas, como descubriendo dentro, otras bolsas con mercancía aun mas sabrosa.
A las cuatro de la tarde, en junio, es una buena hora para dormir siesta.
- ¡¡paf, paf!! – sonó bruscamente la puerta.
- ¡ pelado abri, sabemos que estas ahí!
¿la policía? –si - ¿cómo supo la policía que estaba ahí tan rápido?
-         ¡ Abrí carajo!...
En el bolso, debajo de la caja de herramientas, cubierta por una lona: el arma.

Cuando el otro, quien manejaba la camioneta se enteró que el basura vivía, habló como mudo sanado por la fe.
El hipócrita del maestro también, se sintió Gardel y me deschabó.
Entregó la camioneta. Yo le dije al otro que se pusiera el pasamontañas, a mi no me conocía. No me hizo caso y el basura que bien vivo había quedado, nos denunció.
El arma que tenía que vender  el maestro en 77 entre 11 y 12 como habiamos pensado, estaba en la camioneta.
El agente rompió la puerta del departamento y me tomó tratando de saltar por la ventana. Me esposó. Me exigió que confesara.
Yo no abrí la boca.
La culpa, en estos casos es, como dicen en Dolores, de Vucetich y sus cosas.
Todo estaba en el arma por eso caí ¿y los otros? No hay condena para el poder. 

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