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martes, 7 de mayo de 2013

ARGENTINA, FALLIDA PROMESA DE GRANDEZA: DESDE REPÚBLICA FEDERAL A MONARQUÍA ABSOLUTA



Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila (LMGSM 1 y CMN 73)
Nosotros y el Mundo saben que nuestro país es una tierra de promisión, donde su potencial no está activado por sus contradicciones motivadas por fuerzas antagónicas de anulación recíproca. Sin embargo, ayer, fuimos una gran nación que hoy es un marginal país. Determinar cuándo equivocamos el derrotero, volver al mismo y, luego, reiniciar la marcha, posiblemente, es la solución cuerda que de nosotros se espera. Esto no será desandar, ya que lo hecho esta, sino corregir, a partir de ahora el rumbo, si es que queremos el bien mañana. Si reconocemos que los hombres y los hechos son materializados conforme al sistema en los que se dan, sabremos que nuestro mal está en habernos apartado de aquel que nos dio brillo y poder, para transitar por uno diferente que nos lleva de fracaso en fracaso.
     Cuando una sociedad no encuentra su rumbo, repite procesos fallidos o cae en situaciones recurrentes, el origen del mal no está en sus dirigentes, sino que debe ser atribuido a su sistema, que tiene problemas en sus accionar y deben ser corregidos, ajustados o adaptados con inteligencia e irracionalidad.
    El Mundo se asombra cuando observa a Argentina, nuestra Patria, que todo lo tiene. Casi en demasía, pero no logra ser la nación pujante que sus capacidades lo posibilitan. Este mal, se atribuye a diversas razones que, lógicamente, parten de  múltiples intereses, que ven posibilidad del proceso. pero ignoran sus causas  No es fácil determinar que anula a Argentina, Los avatares de su historia ocultan. por el peso y responsabilidad de algunos muchos, las páginas que lo denotan. Argentina, que asomo al Siglo XX, como una de las promesas de triunfo y éxito, a lo largo del mismo,  decayó, hacia una turbia comunidad, que se debate en su propia inoperancia y sufre el castigo de su permanente frustración. La culpa, indudablemente, está en los dirigentes, pero, la responsabilidad, está en todos y cada uno de los argentinos, que no supimos, no quisimos o ignoramos, omitiendo el mostrarnos y hacer. Perdimos la valentía de los héroes y la prudencia de los sabios, de nuestros abuelos. para encarar y  vencer, ante el desafío maligno, que socavaba el pasado e infectaba virulento el futuro. Ninguno quedamos exento de este equivoco moral y, por ello, todos debemos, al reconocer sus orígenes, encarar, con inteligencia y coraje, las medidas de su acción.
   Nuestra Argentina, no nació como una nación en el Siglo XIX. Cuando llego el hálito de libertad y, luego,  la independencia, las ciudades coloniales, erigidas como territorios autónomos, supieron que en la unidad estaba la fuerza y, de allí, surgió el país. Casi medio siglo de luchas y diferencias, pese a que había una voluntad común de asociación, jalonan los avances y retrocesos, hasta que la voluntad se hace acción y la decisión se convierte en hechos. La Constitución Nacional, de 1853, revalidada en 1860, con la incorporación del territorio de Buenos Aires, es el pacto que. bajo la sombra de la ley, acordó el sueño de décadas anteriores. Si bien, en esta tierra habían salteños y riojanos, porteños o tucumanos, cuyanos y misioneros, todos, a partir de lo acordado, se sabían y eran argentinos, miembros integrados en una gran nación. La duda de los años anteriores, en los cuales nadie quería ceder el poder individual que les venia del ayer, encontró como equilibrarse con justicia y honradez. La determinación de una forma de gobierno, originada en todos, contenía el accionar común. El artículo 1ro de la Constitución Nacional Argentina, cuando determina que la forma de gobierno será REPRESENTATIVA, REPUBLICANA Y FEDERAL  estaba mostrando, el deseo y firme decisión de la igualdad entre los pueblos, la solidaridad de las regiones y la cooperación, para el evolucionar, en  el futuro. Para ello, se requería una REPRESENTACIÓN genuina, tan próxima a los habitantes, para que se sintieran vecinos, en la puja común. Así nacía, el FEDERALISMO territorial donde se recuperaba, de las autonomías iniciales, el valor del contacto como unidad. Todo este accionar, encontraba, en la figura de la REPÚBLICA, el balance del poder, que nacía, en la decisión que encuadra les leyes y, se concreta, con las características de la ejecución. Era un gesto sublime,  que acuerda, con la justicia, el balance que protege al débil, evita los abusos y conlleva a la real y objetiva comunidad. El marco se ajustaba como modelo perfecto a los sueños de Patria. Esa promesa, plena de brillo, fue la que atrajo a "todos los hombres del Mundo" para que, en su seno, participasen hacia la gran nación. Así, el desierto se hizo erial, y, la riqueza del trabajo, se expandió por todos los continentes, en ponderable mensaje de orgullo de la tierra que nacía.
         En las primeras décadas del Siglo XX, los puertos se poblaban de aquellos que venían al Plata en búsqueda de paz, felicidad y bienestar- Pero,  comienza, al mismo tiempo, un proceso que embozadamente busca la caducidad a los compromisos del pasado. Casi sin que se perciba, se trocó la base del poder unido de las provincias, como orígenes de la nación, por las ideas de la política que, en su esencia, eran ideologías en pugna,  que se originaban en Europa. y no el afán de progreso esperado por la solidaridad y cooperación, real balance de aportes y necesidades. Lenta, pero inexorablemente, bajo el manto de una aparente democracia,  transformada en mecanismo electoral, los compromisos federales quedaron sumidos por los avances centralistas, similares, pero diferentes, a los que habían sido las banderas que habían impedido la unión nacional en el pasado. En esta confrontación, debido a mil causas, pero fundamentalmente, la ignorancia y la desidia, una nación, que se había comprometido en ser federal, se convierte en el presente  en  una suerte de unicato, más centralizado que lo que imaginaba los unitarios del Siglo XIX. La Argentina de la democracia da lugar a una rara especie de soberanía absoluta, que no se origina de las monarquías, sino que nace de intereses de difícil calificación.  En el año 1994, se cambia la elección del Presidente de la Nación, convirtiendo al país en un distrito electoral único. Al eliminarse los colegios electorales, bajo la idea del voto popular directo, lo que se hace es destruir, arteramente, las autonomías provinciales. Es decir, en lugar de perfeccionar el federalismo, se lo anula y reemplaza por el unitarismo que había sido eludido y no formaba parte de lo pactado. Además, en un gesto que excede los razonamientos institucionales, se convierten a los partidos políticos en instituciones fundamentales, con lo que se equiparan o aun superponen, con los estados provinciales y, en cierta manera, por la razón de la fuerza y el abandono político provincial, se comienza a suplantarlos. El efecto es tan fuerte que en el presente el poder transcurre por los partidos políticos nacionales que anulan en sus gestos y decisiones a las atribuciones y derechos provinciales.
      Al iniciarse el Siglo actual, resurge, con fuerza singular, el accionar de centralismo. Se modifica las bases acordadas con las provincias sobre el poder de la nación, por el sencillo método de no cumplir con los pactos federales y centralizar el poder financiero mediante un extraño sistema tributario. Este grave accionar, adquiere tal relevancia, que, salteando las jurisdicciones provinciales, avanza hacia los municipios, con lo que se destruye la unidad jerárquica de los estados. La nación, al dejar de lado a los gobernantes provinciales, socava las autonomías, destruye las unidades territoriales y modifica, sustancialmente, las bases constitucionales acordadas. El poder de los partidos políticos nacionales, se adueña de la voluntad de gobierno y los electos, sean legislativos o ejecutivos, responden a los mandatos de sus agrupaciones y no al petitorio, necesidad y aspiraciones de la sociedad que los eligió para sus cargos. La ruptura entre representantes y representados, es una realidad concreta que muestra sus aristas en los diversos actos de los gobernantes. La división de poderes, esencia en lo pactado como república, queda sometida y desvirtuada, por el dominio partidario, negando las responsabilidades constitucionales Lo alarmante de este desarrollo, es que los otroras responsables partidos políticos, destinatarios de este accionar tras el poder, por un fenómeno global, han quedado superados por los personalismos, con lo que la concentración del poder es en personas, en una modalidad de neto tipo imperial. (1)
   Este proceso, se venía incubando y ahora toma aceleración, por lo que adquiere relevancia y difusión. Un análisis más profundo, lo señala como el accionar materialista (que busca la redistribución estatal de la riqueza) o bien una resultante no deseada del idealismo (que sostiene la identidad como esencia de los quehaceres) que encuentran ecos transitorios en nuestra historia, donde, en lugar de sumar los aciertos, se destruyen mutuamente, en un juego pendular peligroso. La realidad objetiva muestra, concretamente, el alejarse de la aparente actual forma de gobierno (CNA Art 1), transitando a una nueva y diferente, que, absorbiendo instituciones, lleva a un centralismo de poder, disfrazado de democracia, que tiene visos que lo asemeja a las viejas y dirimidas monarquías absolutas. El análisis, lleva a concluir, que estamos ante un sistema de apoderamiento del poder, que avanza indominable, sin encontrar diques, y que se sedimenta en sus realizaciones, fortaleciéndose. (2). Argentina está, por lo tanto, en un sendero estrecho por sus fines, pero duro en sus acciones, que la aparta de sus pactos "preexistentes" y la conducen a una configuración inaceptable.
   Como ante cualquier problema de pérdida del rumbo, la solución es volver al lugar donde nos desviamos, para retomar el camino correcto. Si decimos que a principios del Siglo XX, éramos una maravilla, y que, a fines del mismo, nos convertimos en una piltrafa, es en medio de este proceso donde está la falta. El día que dejamos lo federal, para convertirnos en política, lo que en verdad hicimos fue olvidar a las provincias y erigir a la partidocracia nacional. (3) En 1994, en lugar de profundizar lo pactado, agregamos nuevas trabas que llevan al centralismo. Revivamos los partidos políticos provincianos y anulemos los nacionales, para que, la estructura electoral tenga origen en las bases y no sea motivada por las cúpulas. Las culpas no están en las personas, sino que son la resultante de los sistemas. Si el sistema, como sucede en nuestros días, tiende a la centralización, el movimiento se orienta hacia ese objetivo. Si, en cambio, como lo pactaron nuestros abuelos, tiende a la unidad, pero, con inteligencia racional, es conducido por el amplio espectro de todos, los movimientos se adaptaran y el flujo nos conducirá a sus realidades.
    Es evidente, así lo muestra la historia, que en el tiempo en el cual Argentina se ajustaba a lo que la Constitución Nacional había determinado y determinaba su gobierno sobre la base del federalismo (CNA Art. 1) el país avanzó y progresó. A partir del momento en el cual se modificó institucionalmente y se cambió lo federal por lo partidocrático nacional. se produce un decaimiento socioeconómico negativo, agravado por las mutaciones ideologías, que ha llevado al desastre actual. Con temor, se observa una evidente dependencia central, que avanza salteando jurisdicciones, domina políticas y, en cierta medida, amenaza el equilibrio de poderes republicanos. Este proceso subsistirá en la medida que el actual sistema continúe en su fortalecimiento transformando a nuestro país en una nación diferente a la legada y construida en el ayer.
Notas
(1) Algunos países en Latinoamérica han caído en este accionar y cifran sus gobiernos en personas individuales, tales los casos de Cuba, Venezuela y Ecuador, para no observarlo sorprendentemente en Brasil y Chile. Esta situación también aparece en naciones "en vías de desarrollo" como un justificativo de las "ventajas" que ofrece el gobierno centralizado, pero, llamativamente, está siendo superada en naciones, como China y Rusia, en las que los regímenes eran netamente opuestos a estas teorías. 
(2) Esta misma situación se repite en otros países en los cuales la ignorancia actúa como basamento cívico sin sentir que se le priva del futuro de la libertad. 
(3) Debemos recordar, como ejemplo, la crisis con el campo debido a retenciones impositivas, en la cual los diputados provinciales votaron conforme lo disponía el partido nacional que integran y no la voluntad y petición de aquellos que fueran quienes los eligieran.

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