COMISARIO GENERAL MIGUEL ETCHECOLATZ SOBRE EL DÍA DEL MONTONERO
Jueves, noviembre 21, 2013
"No es lo que se dice acogedora la vida en un campo de concentración.
Humillaciones reiteradas, aprietes, camaradas que mueren por mala praxis
o simplemente por abandono. Maltrato por parte de jueces y camaristas.
Familias que están lejos, hijos que se ven de vez en cuando cada vez que
sus trabajos o la lejanía les permiten visitarnos, nietos a los que
casi nunca abrazamos y sin embargo, hasta hoy estábamos erguidos porque
nada ni nadie podía robarnos el orgullo de haber peleado por la Patria.
Pero se debe saber, aunque pocos quieran hacerse cargo, que estamos acá
porque somos los que combatimos en una guerra que se planteó contra la
república y a nosotros, por nuestra formación nos competía enfrentar la
agresión.
Estamos acá porque combatimos en una guerra que
nosotros no buscamos ni empezamos pero a la que la sociedad, herida de
miedo y dolor, nos compelía a llevar a cabo cada vez que nos decían:
“Qué esperan para salir a meterle balas a esos asesinos”. Una guerra que
aquellos que la declararon la plantearon tan puerca y desalmada que lo
único que sabíamos con seguridad era que si algo iba a salir herido de
ella eran nuestras almas.
No obstante y pese a los dolores que
ello nos acarrearía siempre estuvimos convencidos de pelear ese combate.
Combate que, al estar en juego la Patria, no era otra cosa que el Buen Combate del que nos habla San Pablo. Combate por el cual sentíamos que
era cumplir con aquello para lo que nos habíamos preparado.
Sin
embargo hoy tenemos que ser muy fuertes para que no se derrumben esas
torres de plata en las que creemos con fe ciega. Hoy algunos festejan el
“día del montonero”. ¡Que lo festejen!, si al fin y al cabo peleamos
para que los argentinos no fueran lacayos de un régimen como en ese
entonces eran los ciudadanos de la Unión Soviética o Cuba, para que una
vez pasada la guerra pudieran ejercer libremente su parecer. No es eso
lo que nos podría tumbar. Lo que nos abate es el silencio, el silencio
ante este absurdo y beligerante “homenaje” de aquellos que venían a
velar a sus muertos asesinados cruelmente por la guerrilla, de los que
se rasgaban las vestiduras pensando que un trapo rojo flamearía en lugar
de nuestra bandera, el silencio de los empresarios que transidos de
miedo venían a pedir custodia o a traer, off the récord, listas de
presuntos subversivos en sus fábricas. Nos duele el silencio de hoy ante
este “homenaje” de aquellos que nos pedían patíbulos públicos como
ejemplo en las plazas de la república y de los políticos que jugaban a
dos aguas, que a la mañana defendían guerrilleros y a la noche los
delataban. Nos duele- porque en su momento creímos en su dolor, temor y
preocupación- el silencio de los argentinos. Y nos duele fuertemente
porque no es un silencio para dejar atrás los dolores, es un silencio
infame donde el miedo y la mentira están presentes.
Me gustaría
preguntarle a todos los que se hacen los distraídos con el “homenaje
montonero”: ¿Para qué?, ¿Para qué la sangre?, ¿Para qué murieron chicos
como Berdina, Maldonado o Hermindo Luna entre tantos otros?, ¿Para qué
el martirio de Larrabure?, ¿Para qué pusimos nuestras almas en pecado en
una guerra que no sabíamos hacer pero que al final ganamos?, y aunque
repita mil veces esa pregunta nadie se animará a responder. ¡Allá ellos!
Porque pasado este momento seguiremos erguidos y orgullosos y ellos
seguirán con su vergüenza.
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