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miércoles, 27 de noviembre de 2013

EXPERIENCIAS DE LA TRINCHERA CATÓLICA (*)


Fuente: transcripción de carta publicada en el blog Página Católica.

Muy queridos amigos:
Sé que han estado en oración por nuestra "patriada" de San Juan, por eso quiero ahora agradecerles esas oraciones y contarles algo de nuestra experiencia y reflexiones de lo vivido allí.
Volvimos en la madrugada de ayer con el cuerpo cansado y el dolor en el alma por esas mujeres deshechas, por su odio, por su desparpajo, por su obscenidad y grosería; pero al mismo tiempo con la sensación de haber hecho lo que Dios nos pedía y con la mejor disposición que pudimos.
Créanme que se percibe, ciertamente, el poder de la oración constante. Como todos los años las católicas logramos "tomar" la secretaría de muchos talleres y con mayor o menor éxito incluir la postura católica y pro-vida en las conclusiones.
Este año fuimos muchos, muchos los que nos movimos hasta San Juan para participar (unas 1500 personas). La organización local fue sumamente cuidadosa en todos los detalles necesarios para atendernos lo mejor posible. Hubo innumerables misas, confesiones, rosarios aún en medio de la vorágine del Encuentro.
Es de destacar la presencia permanente del señor Obispo que estuvo acompañándonos todo el tiempo, durante esos dos días. Creo que esto no ha sucedido antes, al menos no de un modo tan palpable.
Sin embargo, creo que también, en honor a la verdad, debo decirlo fue, al menos para mí, quien produjo un momento más de dolor, de lacerante dolor por la Iglesia.
Durante la Santa Misa, celebrada el domingo al medio día por el mismo señor Obispo las lágrimas que no me habían logrado sacar aquellas pobres mujeres confieso me las produjo el prelado.
Sucede que se agolpaban en mi pensamiento tantas cosas... Había dejado a mi familia un día y medio antes, con mi hijita más chiquita enferma, llevaba toda una tarde y esa mañana peleando contra unas mujeres que creían lo más natural del mundo que todos debían ver la vida desde la llamada "perspectiva de género" (estuve en el taller de Medios de Comunicación) insistiendo hasta el hartazgo de la importancia que tenía que por medio del lenguaje había que "liberar a la mujer", acabar con "estereotipos", "empoderar" a las mujeres, acabar con el "machismo patriarcal", con estas sociedades "conservadoras" y un interminable etcétera. 
Desde nuestro pobre lugar sólo nos quedaba defender el orden: que la ideología de género no es la manera de mirar el mundo y nuestras relaciones con los demás, que la educación y la educación sexual tiene su lugar en la familia, que lo natural es la complementación mutua y no la lucha de poder.
Cuando llego a la Santa Misa me encuentro que el propio Obispo durante toda la celebración, en la homilía e incluso en la lectura de las rúbricas, empleaba un lenguaje de género: "queridos hermanos y hermanas", "bienvenidos y bienvenidas", "nosotros y nosotras"...
Parecía además haber establecido el cupo femenino en la liturgia, lectoras y ministras de la eucaristía, cantantes y animadoras... Sinceramente el dolor y la profunda desazón me invadieron.
Me preguntaba ¿tendrá sentido estar aquí, dejar a mi familia, si ni siquiera el obispo entiende qué defendemos y de dónde viene el ataque?...
Ciertamente junto con la pregunta me veían las respuestas: estoy aquí por Cristo.
En ese momento creo que, más que nunca, me sostuvieron las oraciones de ustedes y las palabras exactas y convenientes de un sacerdote amigo . Lo cuento porque creo que este dolor debe tener un sentido y, al menos para mí, me reclama mayor oración y penitencia por la Santa Madre Iglesia.
La otra situación conflictiva se dio con la Defensa de la Catedral que siempre se hace durante la Marcha de las feministas.
Como me decían unas tucumanas que ocasionalmente estuvieron en mi mesa durante la cena (con mucha experiencia ellas de haber viajado reiteradas veces a estos encuentros), "es el momento crucial donde además se ven conversiones impresionantes".
Bueno, lamentablemente, la organización local había decidido que estaríamos dentro del templo rezando, en Adoración Eucarística y Misa, pero sin salir al atrio.
Finalmente, el Sr. Obispo, según dijo en la reunión de hombres el Domingo a mediodía accedió a que los hombres se apostaran por grupos en el atrio de la Catedral durante la Marcha de la feministas.
El atrio estaba vallado y con custodia policial para impedir que la Marcha se acercara. Los hombres insistieron en preguntar si iban a poder estar dando su testimonio público de defender a la Iglesia y se les respondió que sí.
Muchos habían venido desde lejos exclusivamente a eso: "dar testimonio público de la fe"
Lamentablemente, esto no fue cierto. Estuvimos desde las 16 hs. hasta las 22 aprox. cerca de 1000 personas encerrados dentro de la Catedral (gracias a Dios que no hubo que lamentar algún accidente, descompostura o imprevisto), sólo una vez por espacio de unos pocos minutos se les permitió a los hombres apostarse en el atrio y luego ya no se permitió volver a salir.
Las mujeres de la Marcha sabiendo que estábamos adentro se enfurecían gritando, se iban y volvían otra vez y, Dios sabe hasta qué hora hubiéramos estado en esa situación... (Durante todo ese tiempo, gracia aparte, fue la cantidad enorme de confesiones que los sacerdotes atendieron. Hubo uno que creo estuvo tres horas atendiendo sin parar).
Finalmente, con el dolor de haber sido engañados en nuestra buena fe, optamos por irnos... Allí, un grupo de hombres decidió apostarse antes del vallado y rezar.
Entonces aquel aquelarre humano descargó sus insultos y sus obscenidades, se burló de las oraciones, golpeó y pintó a los que pudo mientras ellos continuaban rezando.
Se dieron, como siempre, casos extraordinarios, como el de mujeres atacantes que terminaban siendo escudo que defendía a los nuestros, ¿conversión, conmiseración, amor materno? Sólo Dios lo sabe, nosotros solamente podemos dar fe de lo que vimos.
Sólo después de ese choque cara a cara se fueron. No les bastaba con los gritos frenéticos frente al templo, querían personalizar su odio en los hijos de la Iglesia.
Por su parte, los nuestros, así como las mujeres habíamos dado nuestro testimonio público en los talleres, querían y debían dar su testimonio público defendiendo el Templo.
A nuestro juicio, quedó demostrada la invalidez de las estrategias humanas. Estamos luchando contra poderes infernales, la respuesta debe ser desde la fe y no desde la confianza en instituciones policiales o procedimientos antimotines.
¡Era la Fiesta de Cristo Rey! Cristo nos pidió estar allí para testimoniar que su presencia social no es cosa del pasado medieval, que Cristo reina en nuestros corazones pero que Cristo también debe reinar en nuestras calles, escuelas, instituciones y que tiene decididos obreros dispuestos a trabajar por su Reino. Muchísimas gracias por vuestras oraciones y sacrificios, que Dios nos mantenga firmes en la brega.

¡Ven Señor Jesús! ¡Viva Cristo Rey!


(*) Nota de Página Católica: El título colocado sobre esta carta no es de la autora sino que nos pertenece. Por otro lado, antes de escribir la introducción, no habíamos advertido que el Arzobispo de San Juan falsea las rúbricas para adecuarlas al mundo, de lo cual tuvimos conciencia al releer la carta.

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