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martes, 11 de febrero de 2014

MARTINEZ YEBRA RIMA CON "CULEBRA"



Por el Dr. Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 10 de Febrero del año 2014 - 1222
Martín Martinez Yebra es el corresponsal de "La Nación" en España y rima con "culebra". La rima no es pura casualidad. La culebra es un bicho rastrero, algunas de cuyas especies son venenosas, como es el caso de la que rima con el nombre del corresponsal de "La Nación".   

Digo esto sin saber otra cosa de este ser nominado pero anónimo en lo que a mí se refiere, que ha salido desagradablemente del anonimato, también en lo que a mí se refiere, cuando he leído su artículo publicado el 9/2/2014 en la primera página del diario mencionado, continuando a página entera en la cuarta de la misma edición, sobre la declaración de la Infanta Cristina ante el inicuo Juez Castro de Palma de Mayorca. 

Pocas veces he visto un modelo de perfidia, de odio, de parcialidad y, por cierto, de difamación deliberada, como el que ese artículo representa. Por algo "La Nación", la "biblia" de las altas "clases cultas" de este país desertoras y entontecidas, lo nombró en el agradable y lucrativo cargo de "corresponsal en España". Colabora eficientemente en la tarea demoledora de toda buena idea, de toda institución tradicional, de toda buena reputación y de solapado apoyo a la tiranía que ese diario nefasto realiza. 

Tal vez Ud. haya leído el artículo pero quiero asegurarme de que conste, a todos los efectos, cuales son los artilugios que el rimado de la "culebra" usa para contribuir a la demolición de la monarquía española. Son burdos y groseros, no revelan dominio del oficio periodístico, ni siquiera del perverso al que sus patrones se dedican en todos los géneros y en todos los temas. 

Vea Ud: empieza por referirse a la sonrisa de la Infanta. En el epígrafe de la foto que aparece en pag. 4 dice que es una "sonrisa ensayada" y en la pág, 1 , donde hay otra foto de ella, agrega que "encaró su calvario particular con esa sonrisa ensayada durante la educación palaciega, como si llegara  a inaugurar el edificio." 

¡Qué pedazo de canalla! En pocas palabras, sin poder contener su odio a la "educación palaciega" y a la indudable nobleza de la Infanta, insinúa que su sonrisa es falsa, estudiada "ensayada" para esa ocasión y que la usó para intentar ocultar su complicidad con los manejos de su marido, cosa que la "culebra" considera como evidente. 

La verdad, evidente para toda persona bien nacida a la que le quede un resto de buena fe, es que la sonrisa de la Infanta es admirable y la educación que la hizo posible es digna del mayor respeto. Es una sonrisa triste, digna, de quien ha sido puesta en la picota por un Juez con cara de jacobino ("de inclinaciones republicanas", dice "La Nación" en la pag. 4, bajo la foto del magistrado iconoclasta, y por lo tanto, parcial contra la Infanta). Esa sonrisa está diciendo: "Estoy siendo agredida y humillada injustamente. No tengo más remedio que acudir a esta picota porque la España de la que soy Princesa ya no es la España de mis antepasados y le da poder a este Juez malvado para arrastrarme por el lodo. Pero yo soy Infanta de España y soy prisionera de este asalto rufianesco sabiendo que ese lodo no me mancha ni la violencia de los tiranos "democráticos" conseguirá quebrarme". 

Dicho sea de paso, esa sonrisa sincera, noble, es muy distinta de las sonrisas burdas, con semejanza de carcajada grosera, de otros personajes famosos que los congéneres de la “culebra” en todo el mundo no se cansan de elogiar a pesar de que su falsedad histriónica es notoria de toda notoriedad. 

Sigue el plumífero venenoso diciendo: "La parodia (N: se refiere a la sonrisa de la Infanta) duró 15 segundos. Una vez dentro del Juzgado de Palma de Mallorca, lo nunca visto: la hija del rey, despojada de privilegios, enfrentó un interrogatorio de seis horas en el que intentó despegarse del fraude del que está acusado su esposo". (ibidem, pag.1). 

Una rata tribunalicia, gozando de la impunidad que le otorga la democracia y la cobardía que hoy domina España, se gozó acosando durante seis horas con 400 preguntas (insolentes varias de ellas) a una dama digna y débil, sin respeto alguno no digo por su condición de Infanta sino por la que merece cualquier esposa católica. 

Cada minuto de esa cobarde agresión está anotado en el Cielo donde un Juez inapelable y eterno hará trizas las supuestas prerrogativas del magistrado inicuo y le dará su merecido. 

La "culebra", en cambio, se goza esa tortura disfrazada de Justicia e intenta burlarse de la evidente veracidad de las respuestas de la Infanta: "Yo confiaba en mi marido". 

Todas las señoras de bien confían en sus maridos en los asuntos económicos y eso lo sabe el Juez inicuo. Ninguna le pide cuentas a su marido ni le pregunta -menos aún si su marido es un Duque que con toda razón ella supone dotado de fondos suficientes para mantener la familia- cuales son sus negocios. Si el marido resulta un ladrón de guante blanco, la señora sufrirá dolor y pobreza cuando lo compruebe, pero jamás podrá ser acusada de haber participado en el latrocinio. A no ser que un resentido republicano, que odia la monarquía, (ovacionado por la plebe como informa la "culebra" en la misma pag. 4) resuelva procesarla y someterla a una verdadera "inquisición" laica con toda la prensa como fiscal acusadora y todos los cobardes, "ex hidalgos" de España, como silencioso e inmóviles testigos de la perfidia. 

Basta ya. Me da asco seguir analizando las otras impudicias de la "culebra", del Juez, del diario y de los "buenos" que dejan hacer sin mostrar ni una pizca de amor a la Justicia. 

Cosme Beccar Varela 

NOTA: No pude escribir durante estos últimos días. Hay algunas cosas que decir sobre nuestro circo nacional. Pero será para el próximo artículo. Me importaba más, de inmediato, mostrar la perfidia de este caso. Forma parte de nuestro propio drama. CBV 
e-mail: correo@labotellaalmar.com

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