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martes, 11 de febrero de 2014

¿QUÉ ESTUDIAN LOS MILITARES?


Por el Gral. Miguel Sarni*

Parece ingenuo hablar de educación en un país donde --con regularidad casi década!-- en diciembre se resiente fuertemente el tejido social. No lo es. Desde la primera revolución industrial, la base fundacional y regenerativa de los Estados modernos es la educación. En sus mejores momentos económicos y sociales, la Argentina fue un caso de libro de esta verdad de Perogrullo.
Si no acordamos con esto, lector, el resto del artículo le parecerá absurdo.
Sin cuestionar el sistema educativo, los magros resultados en los exámenes PISA nos llevan a afirmar que, por el lado de la demanda, la educación como valor se ha perdido para un segmento significativo y muy anómico de la sociedad. Y no necesariamente la más carenciada, sino también de las élites.
Se habla mucho de la ciberguerra como si se tratara de un asunto militar o del futuro. Pero el arsenal para estas luchas lo diseñaron básicamente civiles, tan civiles como (esto es lo malo) sus blancos preferenciales.
Mal momento es este para abandonar la meta que tuvimos, en los primeros 20 años de democracia, de rediseñar nuestras FF.AA. y hacerlas compactas y muy competentes, para luego volver en 2004 al concepto de “Ejército de Masas”. A eso vamos, pero con pocas masas y la élite muy des-ilustrada.
Hace una década, frente al senado de Estados Unidos, el general Wesley Clark declaró que podría haber lanzado un ciberataque, sin daño alguno para la imagen pública, contra el presidente serbio Milosevic.
Las armas de ciberguerra no se manchan de sangre, pero apuntan al cerebro y al corazón de un país: su objetivo, que desaparezca el armazón del Estado y dejar que la sociedad se desmorone sola. La guerra se ha vuelto muy inteligente, pero ni un punto menos letal.
“Si quieres la paz, prepárate para la guerra”, viejo adagio romano, cuyo imperio daba ciudadanía y progreso social a los conquistados. A través de la educación universal, la Argentina evitó la pérdida de territorios por parte de los imperios europeos cuando en Buenos Aires 6 de cada 10 argentinos venía de Europa. Fundamental sería repetir la epopeya educativa de Sarmiento y Roca, que nos consolidó como nación y luego subpotencia industrial y tecnológica de la región.
La actual dirigencia política, que casi no se inmuta cuando medio planeta nos supera en los PISA, tampoco tolera la idea de pérdidas en conflicto con otros Estados. Practica el credo del desarme unilateral.
Sólo acepta escenarios bélicos conocidos como “operaciones de cero muerte”. El nombre mismo ya miente.
Un ciberataque que liquide el Estado seguido por una invasión con armas convencionales nos dejaría sin país en pocos días. Las secuelas de los PISA cunden entre la tropa profesional, se insinúan en los suboficiales, y la “devaluación social” de la condición militar –que transitó décadas con sueldos malísimos y “en negro”- obliga a las Fuerzas Armadas a abrir las puertas de su sistema de formación de oficiales a alumnos que hoy fracasarían en tales exámenes. En 2030/40 algunos de ellos llegarán a las máximas jerarquías.
¿Con qué consecuencias a futuro para el país? Quizás más temibles que las de la obsolescencia o falta del armamento. Pero sepa el lector que entre fines de los ’80 y hasta 2003, sucesivos Ministros de Defensa y altos mandos decidieron sacar a las Fuerzas Armadas de su búnker cultural y modernizar la educación de sus oficiales y suboficiales, apuntando a la calidad del recurso.
También, lejos de cerrarlos, se actualizaron los liceos militares para la formación de cuadros de reserva.
El renovado Sistema Educativo de Defensa, despolitizado y desideologizado, establecía prioridades, planes, metas y plazos. Se impulsó una sólida capacitación profesional específica continuada en el tiempo por reciclajes. Se promovió que los oficiales cursaran estudios de grado y posgrado y estudios terciarios entre los suboficiales.
Esto se hizo, existió, fue un éxito. Pero en 2003, cuando el nuevo rumbo se frenó para volver a lo de antes, no parecía haber nada nuevo que defender. La derrota en Malvinas, que continúa, nos recuerda que las Fuerzas Armadas se convencieron de que detrás de su capacidad operacional subyace la calidad de su educación como principal componente.
Las opciones son las de jamás poder pensar siquiera en una guerra defensiva. En el mundo actual, eso le quita expectativas de vida a cualquier país.

* Miguel Sarni, general de división (R), es ingeniero militar. Escribió Educar para este Siglo.

NOTA: Publicado en La Nueva Provincia, Domingo 9 de febrero. Bahía Blanca, Argentina. Revista La Nueva. Opinión. Sección Otras Voces.


2 comentarios:

  1. "Fundamental sería repetir la epopeya educativa de Sarmiento"...

    Por suerte vino este el sanjuanino masón... ;-)

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