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martes, 13 de septiembre de 2011

ENTRE CANDELA, SCHOKLENDER Y EL NARCOTRÁFICO


Por Carlos Manuel Acuña 
Hace unas horas, el parricida Sergio Schoklender dio varios pasos más para separarse de Hebe de Bonafini, del gobierno, y en favor de su propia imagen y encuadre político. Con una frialdad incomparable, desgranó poco a poco nuevas acusaciones para desnudar la gran estafa de las Madres de la Plaza de Mayo y extraordinario negocio en que este gobierno convirtió a los derechos humanos. Éstos sirvieron a Raúl Alfonsín y a Néstor Kirchner -sobre todo a este último- para montar una de las operaciones políticas más audaces de nuestra historia moderna, operación que no dudó en encarcelar a centenares de personas, desguarnecer al País y tratar de modificar a la historia como método para manejar multitudes y argumentar falsos valores.
Lo que hoy vivimos los argentinos tiene varias facetas y contenidos. Uno de ellos, digno de estudio, es la escasa incidencia electoral que tiene esta historia acumulada con otras que pasan por la corrupción -palabra que, de tan utilizada en estos tiempos, ha enflaquecido sus alcances en vez de acrecentarlos- y el surgimiento de hechos de notable contenido, asombroso desarrollo y escasa reacción popular. Esto último es otro factor digno de ser tomado en cuenta para que algún día podamos explicar la decadencia que nos agobia. La misma que ayer impidió que un exitoso gobernador de Buenos Aires y brillante general de la Nación fuera introducido, enfermo y manifiestamente impedido, a los Tribunales de Comodoro Py sentado en una silla de ruedas y esposado. Era Ibérico Saint Jean, hoy convertido en preso político.
Mientras el escandaloso y complejo caso del asesinato de la niña Candela Rodríguez permite que la opinión pública ingrese en las profundidades de la crisis moral que vivimos los argentinos, en determinados niveles del poder se utiliza esta muerte con asesinos que permanecen en la nebulosa para medir el devenir político de los próximos días con miras a las elecciones. El kirchnerismo busca controlar las noticias y su desenlace dudoso para limitar las posibilidades electorales del hoy gobernador y candidato a la reelección, Daniel Scioli, en cuyo territorio ocurrió este hecho, con el objeto de que sus votos no sobrepasen los que Cristina Fernández de Kirchner espera obtener en octubre, con o sin fraude. Concurrentemente, Cristina y su pequeño grupo de asesores privilegiados no desean un poderoso gobernador de Buenos Aires, en tanto éste oscila entre sus fidelidades y la conciencia de que llegó al límite tolerable de su acatamiento al poder central. El 2015 se levanta peligroso en el horizonte y alternativamente se acerca y se aleja de todos los protagonistas de este difícil escenario. Todavía, su centro está ocupado por el cadáver de la niña y todas las alternativas -todas, repetimos- están rodeadas del moderno flagelo de la droga y su comercialización, de malos policías comprados con parte de sus dividendos, otros delitos clásicos del conurbano bonaerense, cada vez más inhabitable, y una creciente violencia que hace que la palabra anarquía aflore cada vez más seguido en los análisis. Scioli lo sabe y también Cristina, y ambos no toleran que día a día ellos dos son más competidores.
En otra punta de este mapa pringoso se ubica el caso Schoklender. Este personaje, que no ha dudado en mantener en privado un pesado diálogo con el juez Oyarbide, a quien amenazó de muerte en caso de que su escaso entusiasmo se traduzca en decisiones desfavorables para su persona, no deja de traslucir en las pantallas de televisión que es su propio abogado y que no dudará en arrastrar a la misma Cristina si fuere necesario para salvarse o salir lo mejor parado del escándalo que protagoniza. Incluso dejó a su hermano al garete, aunque en la televisión intenta mostrar algo parecido a un sentimiento fraterno. Nada más que parecido.
Hay muchas más cosas que se mezclan en este marasmo, como en un calidoscopio maloliente. López, el Secretario de Obras Públicas, emerge de los argumentos de Schoklender como un funcionario comprometido en coimas y faltas a los deberes de funcionario público. Hasta ahora nada dijo en su descargo y tampoco el Dr. Barcesat, acusado de ganar un millón de pesos por año “sólo por no hacer nada”. El profesional, destacada figura de la izquierda, transita, como muchos otros de sus mismas ideas, por la cuerda floja de las apetencias crematísticas opuestas a los principios que dicen defender.
Inconmovible, el parricida avanza todos los día un pequeño paso que lo coloca cada vez más en el terreno político. Ya se llevó puesta la bandera de los derechos humanos que Cristina se empeña en defender, en tanto Hebe debió cederle a Estela Carlotto el puesto de las preferencias kirchneristas, lo que podrá durar hasta que se descubran las andanzas de sus hijos y otros parientes beneficiados económicamente por el oficialismo al que sirve. Según parece, en el lejano pasado de la Guerra Revolucionaria hay una muerte que podría generarle complicaciones.
Mientras tanto, el calidoscopio se mueve sin pausa. El narcotráfico pasa de Candela a los vuelos de los costosos aviones comprados por Sergio quien, como si fuera un antiguo “mecano” o un eterno rompecabezas, debe ejercer su memoria para no “pisarse”, no contradecirse y no caer en la trampa de algún periodista inteligente o de cualquier otra persona que intervenga en esta madeja. El parricida se percata de la complejidad de todo esto y quienes saben de estas cosas aseguran que una carta fuerte, que ya fue anticipada a medias, será la de los hijos de Hebe de Bonafini, la dirigente que montó su poder político sobre el dolor de madres que no supieron contener a sus hijos revolucionarios. Hebe gritó a los cuatro vientos que los suyos habían muerto, pero nunca aclaró ni cómo ni cuándo. Esto provocó versiones que incluso se pusieron en boca del ex marido de la matrona irascible. Ahora Sergio se encargaría de aclarar este asunto, y así, no son pocos los que esperan que relate que ambos ex guerrilleros están vivos en Europa, más precisamente en París, de donde viajarían con bastante periodicidad a Madrid, España, para atender, nada más y nada menos, que las cuentas secretas que, con millones de euros, su mamá habría acumulado con lógico secreto. Incluso quedaría para la pesquisa algún viaje por Italia -Alejandra, su hermana, sería la encargada de administrar el millón de euros guardado en La Habana- pero el caso es que Sergio tiene que cuidarse muy mucho, pues podría quedar incurso en delitos conexos.
De todos modos, la amenaza de abrir su boca ya flota en el aire pecaminoso del escándalo. En algún lugar, dicen, existiría amplia y jugosa documentación que sería algo así como un reaseguro ante cualquier eventualidad, sobre todo una vez que se agote o disminuya la expectativa que inauguraron sus relatos que, con toda lógica -y esto es lo que quiere la Casa Rosada-, se desgastarán paulatinamente a medida que generen cansancio en la voluble opinión pública de los argentinos. Mientras Hebe guarda silencio y no se defiende, Sergio aseguró que lo quieren llevar a prisión para evitar que hable, pero obviamente, esto último sólo sería posible si muere.

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