Por Carlos Manuel Acuña
para el Informador
Público
Hace unas horas, el parricida Sergio
Schoklender dio varios pasos más para separarse de Hebe de
Bonafini, del gobierno, y en favor de su propia imagen y encuadre
político. Con una frialdad incomparable, desgranó poco
a poco nuevas acusaciones para desnudar la gran estafa de las Madres de la Plaza
de Mayo y extraordinario negocio en que este gobierno convirtió a los derechos
humanos. Éstos sirvieron a Raúl Alfonsín y a Néstor
Kirchner -sobre todo a este último- para montar una de las operaciones
políticas más audaces de nuestra historia moderna, operación que no dudó
en encarcelar a centenares de personas, desguarnecer al País y tratar de
modificar a la historia como método para manejar multitudes y
argumentar falsos valores.
Lo que hoy vivimos los argentinos tiene varias facetas y
contenidos. Uno de ellos, digno de estudio, es la escasa incidencia
electoral que tiene esta historia acumulada con otras que pasan por
la corrupción -palabra que, de tan utilizada en estos tiempos,
ha enflaquecido sus alcances en vez de acrecentarlos- y el surgimiento de hechos
de notable contenido, asombroso desarrollo y escasa reacción
popular. Esto último es otro factor digno de ser tomado en cuenta para
que algún día podamos explicar la decadencia que nos agobia. La misma que ayer
impidió que un exitoso gobernador de Buenos Aires y brillante general de la
Nación fuera introducido, enfermo y manifiestamente impedido, a los Tribunales
de Comodoro Py sentado en una silla de ruedas y esposado. Era Ibérico
Saint Jean, hoy convertido en preso político.
Mientras el escandaloso y complejo caso del asesinato de
la niña Candela Rodríguez permite que la opinión pública
ingrese en las profundidades de la crisis moral que vivimos los argentinos, en
determinados niveles del poder se utiliza esta muerte con asesinos que
permanecen en la nebulosa para medir el devenir político de los próximos días
con miras a las elecciones. El kirchnerismo busca controlar las noticias
y su desenlace dudoso para limitar las posibilidades electorales del hoy
gobernador y candidato a la reelección, Daniel Scioli, en cuyo territorio
ocurrió este hecho, con el objeto de que sus votos no sobrepasen los que
Cristina Fernández de Kirchner espera obtener en octubre, con o sin
fraude. Concurrentemente, Cristina y su pequeño grupo de
asesores privilegiados no desean un poderoso gobernador de Buenos
Aires, en tanto éste oscila entre sus fidelidades y la
conciencia de que llegó al límite tolerable de su acatamiento al poder
central. El 2015 se levanta peligroso en el horizonte y
alternativamente se acerca y se aleja de todos los protagonistas de este difícil
escenario. Todavía, su centro está ocupado por el cadáver de la niña y todas las
alternativas -todas, repetimos- están rodeadas del moderno flagelo de la droga y
su comercialización, de malos policías comprados con parte de sus dividendos,
otros delitos clásicos del conurbano bonaerense, cada
vez más inhabitable, y una creciente violencia que hace que la
palabra anarquía aflore cada vez más seguido en los análisis. Scioli lo
sabe y también Cristina, y ambos no toleran que día a día ellos dos son más
competidores.
En otra punta de este mapa pringoso se ubica el
caso Schoklender. Este personaje, que no ha dudado en mantener en
privado un pesado diálogo con el juez Oyarbide, a
quien amenazó de muerte en caso de que su escaso entusiasmo se
traduzca en decisiones desfavorables para su persona, no deja de traslucir en
las pantallas de televisión que es su propio abogado y que no
dudará en arrastrar a la misma Cristina si fuere necesario para salvarse o salir
lo mejor parado del escándalo que protagoniza. Incluso dejó a su
hermano al garete, aunque en la televisión intenta mostrar algo parecido a un
sentimiento fraterno. Nada más que parecido.
Hay muchas más cosas que se mezclan en este marasmo, como
en un calidoscopio maloliente. López, el Secretario de Obras Públicas,
emerge de los argumentos de Schoklender como un funcionario
comprometido en coimas y faltas a los deberes de funcionario público.
Hasta ahora nada dijo en su descargo y tampoco el Dr. Barcesat,
acusado de ganar un millón de pesos por año “sólo por no hacer
nada”. El profesional, destacada figura de la
izquierda, transita, como muchos otros de sus mismas ideas, por la
cuerda floja de las apetencias crematísticas opuestas a los principios que dicen
defender.
Inconmovible, el parricida
avanza todos los día un pequeño paso que lo coloca cada vez más en el
terreno político. Ya se llevó puesta la bandera de los derechos humanos
que Cristina se empeña en defender, en tanto Hebe debió cederle a Estela
Carlotto el puesto de las preferencias kirchneristas, lo que podrá
durar hasta que se descubran las andanzas de sus hijos
y otros parientes beneficiados económicamente por el oficialismo al que
sirve. Según parece, en el lejano pasado de la Guerra
Revolucionaria hay una muerte que podría generarle
complicaciones.
Mientras tanto, el calidoscopio se mueve sin pausa.
El narcotráfico pasa de Candela a los vuelos de los costosos aviones
comprados por Sergio quien, como si fuera un antiguo “mecano” o un
eterno rompecabezas, debe ejercer su memoria para no “pisarse”, no
contradecirse y no caer en la trampa de algún periodista
inteligente o de cualquier otra persona que intervenga en esta
madeja. El parricida se percata de la complejidad de todo esto y
quienes saben de estas cosas aseguran que una carta fuerte, que ya fue
anticipada a medias, será la de los hijos de Hebe de
Bonafini, la dirigente que montó su poder político sobre el
dolor de madres que no supieron contener a sus hijos revolucionarios. Hebe gritó
a los cuatro vientos que los suyos habían muerto, pero nunca aclaró ni cómo ni
cuándo. Esto provocó versiones que incluso se pusieron en boca del ex
marido de la matrona irascible. Ahora Sergio se encargaría de aclarar
este asunto, y así, no son pocos los que esperan que relate que ambos ex
guerrilleros están vivos en Europa, más precisamente en París, de donde
viajarían con bastante periodicidad a Madrid, España, para
atender, nada más y nada menos, que las cuentas secretas que, con
millones de euros, su mamá habría acumulado con lógico secreto. Incluso
quedaría para la pesquisa algún viaje por Italia -Alejandra, su hermana, sería
la encargada de administrar el millón de euros guardado en La Habana- pero el
caso es que Sergio tiene que cuidarse muy mucho, pues podría quedar incurso en
delitos conexos.
De todos modos, la amenaza de abrir su boca ya flota en el
aire pecaminoso del escándalo. En algún lugar, dicen, existiría amplia y
jugosa documentación que sería algo así como un reaseguro ante
cualquier eventualidad, sobre todo una vez que se agote o disminuya la
expectativa que inauguraron sus relatos que, con toda lógica -y esto es
lo que quiere la Casa Rosada-, se desgastarán
paulatinamente a medida que generen cansancio en la voluble opinión pública de
los argentinos. Mientras Hebe guarda silencio y no se defiende,
Sergio aseguró que lo quieren llevar a prisión para evitar que hable,
pero obviamente, esto último sólo sería posible si muere.
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