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viernes, 23 de marzo de 2012

LA PEOR OFENSA: DEBIERON RELLENAR CON EMPLEADOS LA CENA DE HONOR A CRISTINA EN CHILE





La visita de la presidente Cristina Fernández de la semana pasada a Chile no fue de lo mejor ni salió como ella misma esperaba. No solamente el presidente Sebastián Piñera le solicitó formalmente la extradición del terrorista prófugo Galvarino Apablaza, protegido de Cristina, sino que su comentario de que el público chileno que había asistido al acto oficial había gritado que Las Malvinas eran argentinas resultó falso.

 A su vez, Piñera declaró a los medios de su país que "el respaldo formal del gobierno chileno al reclamo argentino de soberanía no empañará la amistad que tenemos históricamente con la Gran Bretaña" y que se expresa en los lazos comerciales, los vuelos desde Punta Arenas a las islas y los puertos de reabastecimiento que ofrecen a la marina comercial inglesa.

El jefe del Gabinete trasandino, Rodrigo Hinzpeter, dijo también a la prensa nacional, sin pudor por la visita, "que no es posible que el hecho de cruzar una frontera sea un recurso de impunidad, que sirva para evadir la justicia, agregando que la aspiración del Gobierno es que todos los delitos cometidos en el país sean juzgados por los tribunales chilenos".

Pero, más allá de estos contratiempos que se suman a los que en la política doméstica debe enfrentar la presidente, se sumó uno que debe haber herido su inalcanzable ego: Durante la cena de honor celebrada en el Patio de los Cañones de la mismísima La Moneda, los organizadores notaron inmediatamente que faltaría cubrir un centenar de puestos.

Según cuenta la prensa chilena, para evitar el bochorno, se dispuso que personal de diversas oficinas que lucían a esa hora “ropa de trabajo”, tomaran asiento en la mesas como “invitados de honor”, como rezaba la invitación presidencial.

En las crónicas del país vecino se contó que se trató de "una velada en que no hubo mucho protocolo y donde la señora K hizo gala de su manejo escénico opacando al presidente Piñera, que leyó un discurso más bien frío y en el cual erró varias veces".

Lo peor que le podía haber pasado a la presidente. Confirmar que hay gente que no quiere tener contacto con ella. Algo que en el país disimula muy bien, en su actos cada vez más controlados, con participantes domesticados o directamente empleados públicos que dependen de su potestad.

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