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domingo, 29 de julio de 2012

EL RENUNCIAMIENTO



Artículo recibido sin firma de su autor

Se iniciaba el año 1822, que marcaría la historia americana y la vida de José de San Martín. Los éxitos de Perú le otorgaban fortaleza militar y política. Por su parte el ejército de Bolívar que, a órdenes de Sucre, desde Colombia avanzaba hacia el sur tenía algunas dificultades en Ecuador. Por ello, pide auxilio a San Martín quien envía al general Santa Cruz con 1620 hombres entre los que se encontraban los escuadrones de Granaderos a Caballo, con Lavalle y otros de su talla. Ellos intervienen decisivamente en las victorias de Riobamba y Pichincha, que permitieron la entrada de Bolívar en Quito y Guayaquil.
     El pensamiento estratégico de San Martín le hacía ver que la guerra  a  ejecutar por los patriotas con algo menos de diez mil hombres, muchos de ellos reclutas, contra el ejército realista fuerte de dieciocho mil veteranos, requería mucho tiempo y sacrificio. Esto podía reducirse  si se unían los ejércitos americanos, con lo cual se podía lograr una rápida victoria y acortar el sufrimiento y las privaciones del pueblo.
     Con ésta idea se embarcó en la goleta Macedonia y el 26 de julio de 1822 atracó en Guayaquil. Mientras tanto Bolívar ya había llegado y anexado Ecuador a Colombia. Antes de las reuniones, San Martín recibió el saludo del Cabildo y de otras corporaciones. Un grupo de señoras, al parecer por encargo de Bolívar, llegó a saludarlo y entre ellas una joven se adelantó y ciñó a la cabeza del Libertador una corona de laureles de oro, desconcertado, San Martín se la quitó y agradeció diciendo “Yo no merezco esta demostración. Otros hay más dignos para ella.”
     Después ambos generales se reunieron brevemente en dos oportunidades. Al día siguiente, 27 de julio, San Martín concurrió a visitar a su anfitrión y allí se reunieron durante  cuatro horas, a solas y en secreto. Pero desde las conversaciones del día 26 San Martín había decidido su retiro y embarcarse la noche del 27. Esa tarde se preparó un banquete para despedir al huésped. A los postres hubo dos brindis que reflejan el contenido y el resultado de las conferencias. Bolívar dijo: “Por los dos hombres más grandes de América del sur: el general San Martín y yo.” El brindis de San Martín fue: “Por la pronta conclusión de la guerra; por la organización de las diferentes Repúblicas del Continente, y por la salud del libertador de Colombia.” “La negativa de Bolívar, interesado en consumar personalmente la hazaña, provocó la renuncia, con la cual perdimos definitivamente las provincias del Alto Perú.”
    Bolívar despidió a San Martín obsequiándolo con su retrato. El Libertador retribuyó luego desde Lima con una escopeta, sus dos pistolas y su caballo de paso.
     ¡Cuán lejos estamos hoy del nivel moral de nuestro prócer! San Martín declinó el poder y la gloria en aras de la paz y la felicidad de los pueblos. ¡Que distancia hay entre su humildad y la soberbia actual, que diferencia entre su entrega y la perpetuidad en el poder de los políticos de hoy! ¡Como comparar su desinterés por los honores con el gusto por los halagos y la obsecuencia actual! ¡Que distinto es el renunciamiento sanmartiniano en pos del bien común a la confrontación y la diatriba para el provecho propio! Los argentinos no debemos olvidar los valores sobre los que se edificó la Patria.

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