domingo, 15 de febrero de 2009

¿ELIMINAR LA POBREZA O EXTERMINAR A LOS POBRES?

NOTIVIDA, Año IX, Nº 577, 15 de febrero de 2009


En su reflexión semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor”, Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, consideró el Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz que este año lleva por título: Combatir la pobreza, Construir la paz”.  

El Santo Padre atacó allí uno de los caballitos de batalla del control demográfico: “el crecimiento poblacional se contrapone con el progreso económico” y afirmó, por el contrario, que “la población es una riqueza y no un factor de pobreza”.

Tras analizar el mensaje papal, el prelado platense lo aplicó a nuestro país, que tiene “una población insuficiente y mal distribuida”, y señaló la necesidad de que haya distintos polos de desarrollo, para ocupar el territorio; y más nacimientos, en lugar de “una guerra contra los más pobres entre los pobres que son los niños por nacer”.

A continuación el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:

“Quiero comentar con ustedes hoy el reciente Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz de este año”.

“Ocurre algo singular con esta importante Jornada y es que, para nosotros, el 1º de enero no es un buen día. La resaca de la noche del Año Nuevo y las partidas a los centros de veraneo hacen que esta Jornada, a veces, pase inadvertida y, entonces, no se suele reflexionar este mensaje que el Papa, cada año, nos dispensa sobre cuestiones que hacen a la vida del mundo”.

“Este año el título del Mensaje es: “Combatir la pobreza, Construir la paz”. Benedicto XVI ha querido mostrar las repercusiones negativas que tiene para la convivencia de los pueblos el hecho de que poblaciones enteras en el mundo vivan en condiciones infrahumanas”.

“Quisiera detenerme en un punto particular que me llamó mucho la atención y es el referido a las implicaciones morales de la lucha contra la pobreza”.

“El Santo Padre destaca como, a menudo, se propone combatir la pobreza con campañas para reducir la natalidad algo que, en este programa, hemos hablado en varias oportunidades. El problema del crecimiento demográfico aparece como un fantasma pensando que si nacen menos niños se podrá distribuir mejor la riqueza”.

“Este problema ya lo planteaba Pablo VI en su Encíclica “Populorum Progressio”. Aquel gran Papa hacía notar que, en realidad, no se trata de disminuir el número de comensales sino de disponer de más alimentos sobre la mesa y que eso es perfectamente posible”.

“Ahora bien, Benedicto XVI aquí alza la voz mostrando cómo en muchos países se ponen restricciones al número de hijos, se hacen campañas de disminución de la natalidad o bien se emplea el aborto como un medio de reducción de los nacimientos y dice: “el exterminio de millones de niños no nacidos en nombre de la lucha contra la pobreza es en realidad la eliminación de los seres humanos más pobres”. Porque esto ocurre precisamente en aquellos países más afectados por la pobreza, pobrezas crónicas, endémicas”.

“Y hay un párrafo que quiero destacar de una manera particular y es el que señala que “en 1981, aproximadamente el 40%  de la población mundial estaba por debajo del umbral de la pobreza absoluta, mientras que hoy este porcentaje se ha reducido sustancialmente a la mitad y numerosas poblaciones caracterizadas por lo demás por un notable incremento demográfico han salido de la pobreza”.

“Es decir que no es necesario disminuir la población para que un pueblo entero pueda progresar económicamente, sino todo lo contrario. La historia de las naciones muestra que los apogeos de las grandes civilizaciones han coincidido con el máximo índice de natalidad”.

“Entonces es un engaño que para combatir la pobreza sea necesario disminuir la población. “Se está confirmando –termina el Papa en este punto-  que la población aparece como una riqueza y no como un factor de pobreza”.

“Y bien podemos aplicar esta enseñanza al caso de la Argentina: un país de casi tres millones de kilómetros cuadrados y con una población manifiestamente insuficiente y mal distribuida”.

“Sin duda alguna que es necesario que exista una política de población pero ésta no consiste en reducir los nacimientos sino en ubicar mejor la población y para eso proponer un plan racional de desarrollo que cree fuentes de trabajo, que determine polos de desarrollo en distintos lugares del país hacia donde pueda conducirse naturalmente la población y, además, esto: que ocupemos nuestro territorio”.

“Por eso me parece muy importante esta idea: Combatir la pobreza para construir la paz implica la necesidad de que nazcan más niños y no al revés donde se propone realizar una guerra contra los más pobres entre los pobres que son los niños por nacer. Hasta la semana próxima si Dios quiere”.

Sentido teológico del holocausto, por Alberto Buela

Por Alberto Buela (*) 

   

En filosofía el abordaje de un tema o asunto tiene que realizarse desde una primera aproximación filológica, esta es la enseñanza que nos han dejado filósofos contemporáneos como Zubiri, Heidegger o Wagner de Reyna. Pues esta primera y elemental razón hace que podamos barruntar a priori el sentido último del tema. Es ésta, una de las paradojas de la actividad filosófica que así como la natación donde se aprende a nadar nadando, de la misma manera se aprende a filosofar filosofando. Y la zambullida filosófica nos la facilita el sentido último o primero, según se interprete, de los términos del tema a estudiar que, en general, nos revelan el aspecto prístino del asunto. 

En este caso podemos afirmar que la palabra holocausto proviene del griego oloV = holós, que significa todo o completamente y del término kausiV = kausis, que significa acción de quemar, de modo tal que el sentido etimológico primario de holocausto es la acción por la cual se quema todo aquello que se somete. Así para los griegos un holocausto era un gran incendio que arrasaba con todo un bosque. Los antiguos israelitas cambiaron el sentido y lo limitaron a “un sacrificio en que se quemaba toda la víctima”.

La caracterización de holocausto como sacrificio está vinculada a la historia bíblica de Abraham e Isaac cuando en el libro del Génesis se cuenta: “Y Dios puso a Abraham a prueba y le dijo: toma a tu hijo, tu hijo único, al que amas, Isaac; ve con él al país de Morija, y allí ofrécelo enholocausto sobre una de las piedras que te diré” 1

Y la historia sigue que Abraham se levantó temprano ensilló su burro y llevó a Isaac mientras “cortaba leña para el holocausto” al tercer día de marcha dejó su burro y a sus dos ayudantes y marchó al lugar del sacrificio “tomó también la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac” 2 cuando iba a degollar a éste un ángel de Dios lo detuvo y de repente vio un carnero enredado en un zarzal y “lo ofreció en holocausto en vez de su hijo” 3.

Vemos como el término holocausto se repite en un breve relato al menos cuatro o cinco veces  lo cual hace indudable su sentido de sacrificio con acción del fuego.  

Esto explica el por qué de que las organizaciones judías (B´nai Brit, Consejo judío mundial, Gran Sanedrín, Rabinato de Israel, etc.) exijan la exclusividad del término holocausto para designar solo el genocidio nazi contra los judíos y critican la aplicación de la misma palabra para otros grupos de víctimas como los gitanos, los católicos, los prisioneros de guerra, los opositores políticos, o por extensión los genocidios de Armenia, Ruanda, Biafra, Camboya o Darfur.

Es que en un primer sentido teológico, el holocausto se entiende como la culminación de una larga historia de persecución y antisemitismo que sufrieron los judíos desde el martirio y muerte de Jesús, el Mesías por ellos no reconocido. El holocausto vendría así a acallar el horrible retumbo de dos mil años del: “crucifícale, crucifícale” 4, el grito de los sacerdotes judíos con que pidieron a Pilatos la muerte de Cristo. Y este odio a Cristo se proyectó luego al cristianismo que es, en la interpretación judía clásica, la principal fuerza motora, el principal responsable del antisemitismo que condujo al holocausto. Es por ello que nunca serán, a sus ojos, suficientes los perdones a granel solicitados por los sucesivos papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, siempre exigirán más, nunca estarán conformes, jamás satisfechos. 

Debemos en estos días, a propósito de las inoportunas declaraciones de monseñor Williamson, al excelente y objetivo historiador valenciano Vicente Blanquer el develamiento del segundo sentido teológico del concepto de holocausto.5

“Las críticas contra monseñor Williamson olvidan que son los judíos los que irrumpen en el plano teológico al hablar de Holocausto (con mayúscula) y no lo hacen en forma inocente sino mesiánica, para dar a la segunda Guerra Mundial, el papel de momento concluyente de las profecías del canto del Siervo Sufriente de Yaveh -Is. 53- y sostener que los judíos y no Jesucristo son el Cordero de Dios del que habla Isaías”.

Y es el capítulo 53 de Isaías uno de los más viscerales dentro de la polémica teológica entre judíos y cristianos (en la medida en que aún hoy quede algún teólogo católico strictu sensu),cosa que desconocemos. Allí en el canto IV se afirma: “Despreciado, rehecho de los hombres, varón de los dolores, maltratado y humillado como cordera que va al matadero por lo que no le hicimos ningún caso. Pero él mismo tomó sobre sí nuestras dolencias aunque nosotros lo reputamos como un leproso”Los teólogos cristianos ven en este capítulo una referencia directa a Jesús el Cristo, esto es, el Mesías esperado por el pueblo de Israel desde el fondo de la historia, y una premonición de su sacrificio y crucifixión, mientras que los teólogos judíos sostienen que estos sufrimientos pueden ser entendidos perfectamente como una referencia al Holocausto.

Así el rabino Isajar Moshé Teijtel en su libro Alegre madre de hijos sostuvo que fue la reticencia de los judíos en aceptar al sionismo la que condujo a Auschwitz. Dios estaba dándole a Israel la gran oportunidad de recuperar su tierra ancestral para construir allí el hogar de los judíos perseguidos pero estos continuaron con su pecaminosa pasividad y les sobrevino por ello el castigo.

Vemos así claramente como la teología judía del holocausto termina por justificar la existencia del sionismo y consecuentemente del Estado de Israel.

No obstante esto, existe, aunque minoritariamente, una corriente teológica judía contraria a esta teología del holocausto como la del rabino Ioel Teitelboim (1888-1979), jefe de la secta jasídica de Satmer, quien afirma en su libro Vaioel Moshe que el gran pecado de los judíos habría sido "la idolatría" del sionismo. Su fundamento es que el pueblo judío debería mantenerse privado de todo poder físico y entregarse a la guía de Dios, aun cuando esto le signifique persecuciones y matanzas. No deberíamos resistir la judeofobia puesto que el exilio es un castigo divino al pueblo de Israel, que podrá resolverse sólo cuando llegue el Mesías y lo disponga. Así lo explica uno de sus voceros más bulliciosos: "La verdadera actitud judía es la de la sumisión al decreto divino que concierne a nuestro exilio entre las naciones del mundo. Nos ha enviado al exilio a causa de nuestras injusticias unos contra otros y de nuestra infidelidad hacia El. La injusticia de las naciones en contra de nosotros, es nuestro castigo". Esta misma actitud se aprecia en el reciente y valiente libro de Fabian Spollansky La mafia judía en la Argentina(2008) donde su autor les reclama a sionistas confesos como Eduardo Elsztain, el mayor terrateniente de Argentina, a su socio Marcelo Mindlin y al rabino Tzvi Grümblatt a quienes cuestiona diciendo: ¿Rebe, es de judíos hacerse millonarios en tan poco tiempo y hacerse dueños de la Argentina? Y ¿Rebe, es de judíos poner plata en todas las patas de las campañas políticas para estar bien con todos? .Desde nuestra ética varias veces milenaria no vamos a silenciar este abuso que nos hiere y nos humilla”. 6

Esta intención de querer igualar con el sacrificio de Jesucristo los sufrimientos del pueblo de Israel a manos de los nazis y entenderla como un Holocausto y no como un genocidio es específicamente anticristiana. Con razón afirma el citado Blanquer: “Y con la teología del Holocausto el pueblo judío se está forjando un nuevo becerro de oro. Se ha cansado de esperar y se ha escogido a sí mismo como ídolo. Lo cual pone de manifiesto que, lejos de ser custodios de la promesa, la han perdido, no porque alguien se las haya arrebatado, sino porque el pueblo judío ha renunciado consciente y voluntariamente a ella. Cayendo en el mismo pecado que el demonio en su pretensión de hacerse adorar. Y ese es el fondo de la cuestión”.

Es por ello que los grandes teólogos católicos en la época que los hubo, Juan Maldonado; Sören Kierkegaard, Luís Billot, en nuestro país Julio Meinvielle, no han dejado de remarcar siempre que el mesianismo hebreo es un mesianismo carnal. Y que como tal siempre ha exigido de Dios muestras palpables y evidentes. Y la infinita distancia que han puesto entre ellos y su dios Jehová “con temor y temblor se acercó Abraham al Señor”, ha hecho que vivan “al otro”, al cristiano como amenaza. Sin darse cuenta que: Ellos son los signos vivientes, quiéranlo o no, que nos recuerdan la Pasión del Salvador” según enseña San Bernardo de Claraval. 

Por todo ello y muchas y profundas razones más, este es solo un artículo breve de divulgación, es que debe hablarse de genocidio nazi sobre los judíos y no de holocausto. Incluso parece ser que ha ganado popularidad la palabra hebrea Shoáh que significa catástrofe y el Estado de Israel ha declarado el 12 de abril como su día, a pesar que su presidente Simón Péres en su última visita a Turquía sostuvo sin avergonzarse que el único genocidio es el del pueblo judío, dejando para los otros incluso mayores en número, como el caso de los ucranianos, el carácter de asesinatos masivos. 

Además, y esto no es de menor valor teológico, la matanza de judíos por los nazis debe de entenderse como genocidio y no como Holocausto, para dejarles a ellos abierta la capacidad de conversión, pues la idea de Holocausto clausura esta posibilidad.

Ese esfuerzo extraordinario y maravilloso de los judíos conversos. Que en general son hombres muy bien dotados. De hecho la conversión es un don, pues el converso la pide al Señor. Si nos detenemos mínimamente en los conversos que han hecho filosofía en el siglo XX (Husserl, Edith Stein, Simone Weil, Bergson, cito al pasar) vemos que son hombres de una enjundia fuera de lo común y que ha sido su profunda y raigal metanoia aquella que les brindó, en definitiva, la posibilidad a su mejor realización filosófica. Es la conversión aquella que les permitió agotar su plenitud de ser, pues ellos rompieron la distancia infinita que los separaba del dios de "temor y temblor de Abraham" que es lo Absolutamente Otro, para entenderlo como "formando parte", participando del Dios misericordioso, el Dios vivo de la gracia, que comprende acabadamente la naturaleza humana. Admiramos y respetamos sobremanera esa capacidad de conversión, de metanoia, que han tenido estos grandes hombres en el orden filosófico. Metanoia que los llevó luego a sus más grandes realizaciones. Así como deploramos esa actitud vergonzante de sedicentes teólogos católicos que abandonado el hablar de verdad con ellos abandonan “el bien de los judíos”, por el bienestar y la plaisenterie junto a ellos. Así recogen y llevan todas sus tesis (la de los judíos) en un amasijo de teología cristiana inaudito e incomprensible. En este sentido la última actitud de la jerarquía de la Iglesia con relación a este tema es de una liviandad (termino muy suave) teológica que impresiona, para mal, tanto a judíos como a cristianos.

Es lamentable que no haya un solo teólogo de nota o significativo que no levante estas dos importantísimas distinciones teológicas, que acabamos de hacer en este artículo, y que por el contrario la inmensa mayoría se sume, se someta y adopte las tesis judías sobre el sentido del holocausto como tesis católicas y lo peor es que las hayan salido a defender como verdades de fe. Un despropósito teológico absoluto. 

NOTAS:

1. Génesis, 22, 2

2. Génesis, 22, 6

3. Génesis, 22, 13

4. Evangelio de San Juan, 19, 6

5. Blanquer, Vicente: A propósito de las polémicas declaraciones de monseñor Willamson, Bitácora Digital, agencia de Internet febrero 2009

6. Sepollansky, Fabián: La mafia judía en la Argentina, Buenos Aires, Ed. anibalgoransky.com, 2008

 

(*) alberto.buela@gmail.com