Por Tcnl. José
Javier de la Cuesta Ávila. (LMGSM 1 y CMN 73)
La tradición recuerda a aquellos inmigrantes cuyo objetivo de vida era "mi hijo, el doctor". En esa simpleza del tano, el ruso
o el gallego, que vivía en un conventillo, trabajaba de sol a sol y había
aprendido a "tomar mate", está el "sueño argentino". Lo
maravilloso es que ese sueño, como si fuera un "milagro", en la
mayoría de los casos, se cumplió. El país, encontró en esos herederos del
pasado, figuras, acciones, desarrollos y triunfos, expresados en una clase
media, orgullosa de su ayer y deseosa de dejar un legado similar.
El diario LA NACIÓN (02-06-2013) en un artículo titulado "EL RÉGIMEN CHINO
BUSCA SU PROPIA VERSIÓN DEL SUEÑO AMERICANO", señala que China: "Quiere estimular el crecimiento de la clase
media y el orgullo nacional para enfriar el descontento social". Se destaca que Xi
Junping, el nuevo líder chino, dice:" Todo el mundo habla del sueño chino. El sueño chino
es el resurgimiento de la gran nación china. Debemos esforzarnos
constantemente, seguir adelante con voluntad indomable, seguir promoviendo a la
gran causa del socialismo, con características chinas, buscar el sueño
chino, el rejuvenecimiento de la nacionalidad". La Nación, después, señala que
"El concepto se
compara con la idea de sueño americano impulsada en los años 30: una
esperanza para todo aquel que quisiera vivir en Estados Unidos, tierra de
oportunidades." "El sueño chino, sin embargo, es un ideal pensado
principalmente para los chinos, que apunta a convencerlos de que su gobierno
cumplió con sus promesas. China es hoy ese lugar donde
todos quisieran vivir. Y más importante aún; es un sueño por el que
todos trabajaron, apelando así a un patriotismo y aludiendo a éste como un
"proyecto colectivo" más que una aspiración individual.".
"Esta nueva clase media china se caracteriza por ser ambiciosa, atraída
fuertemente por productos extranjeros y bienes de lujo, y al mismo tiempo busca
asegurar fuentes de dinero y propiedades"
China, de
alguna manera, con su propia sociedad, está reditando, 100 años
después, lo que los gobernantes de Argentina de hace un siglo, proponían y
proporcionaban como bases para el futuro a nuestro país. Lo sorprendente,
es que ya en nuestro tiempo, aparentemente, el mensaje debería seguir vigente.
En general, todos los Presidentes de la Nación, en su discurso inaugural,
señalaban un futuro venturoso. Cuando el Dr Néstor
Kishner (para sorpresa comparado con la actualidad) asumió como Presidente
de la Nación (2505-2013) dijo como cierre de su mensaje, lo siguiente: "Vengo a proponerles un sueño, quiero una
Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio,
quiero un país más justo, anhelo que por estos caminos, se levante
a la faz de la Tierra una nueva y gloriosa nación. La nuestra". Es decir, una década atrás, se
nos proponía alcanzar, volver y completar el "sueño
argentino". El "sueño argentino, como fuera el
"sueño americano, consiste en brindar igualdad de oportunidades y
la libertad que posibilitara lograr metas y objetivos mediante el esfuerzo y la
dedicación. Se ofrece lograr prosperidad con calidad y trabajo, desde una
adecuada educación y un entorno socioeconomico basado en la oferta laboral y la satisfacción por
los esfuerzos para alcanzar lo soñado.
Algunas
naciones, en base a sus desarrollos, convirtieron la idea de sueño en la sensación
del milagro. El clásico del presente es el "milagro alemán" que
transformó un país quebrado por una guerra perdida, en una nación poderosa que guía
la evolución regional en Europa. Pero esto se repite en otros lugares, como es
el caso de Perú que salió del populismo y avanzó a la acción con un cambio
social de envergadura. No digamos el caso de Brasil, que en su evolución
trascendente ha incorporado millones a su clase media. En realidad, en todos
esos países, se produce no un milagro, sino la resultante de un esfuerzo
inteligente y racional basado en lo que sugiere el "sueño americano",
conducido con audacia por sus gobernantes.
Argentina del
presente es un país singular. Su evolución no ha sufrido
los efectos mortales de la guerra ni el devastador efecto de
las catástrofes naturales, sin embargo, parece que su sociedad sí recibió estos
azotes quedando destruida y atormentada por su propia falta de acción.
El argentino del presente, heredero del legado del esfuerzo de sus
progenitores, si bien puede ser distinto, debería tener en su
mente idénticos objetivos. Es decir, la sociedad de
nuestros días tiene, individualmente, en sus metas, el logro del
"sueño argentino", pero, cuando se la dimensiona en comunidad, ello
se cae en una estrepitosa y vana ilusión. Lo triste y lo inusitado,
es que la población siente y sabe que ella es culpable, pero no
por lo que hace, sino por a quién delega.
La representación política ha dejado de tener su origen
"federal", como lo manda la Constitución Nacional, y adoptó
una llamada "política", pero, en verdad, ideológico. Vamos
en camino a ser Venezuela o Ecuador, o volvemos a la senda para ser Chile,
Uruguay o Perú pero, quizás aún podemos pretender volver
a ser Argentina, la que se construyó en el pasado y la hemos perdido hoy.
El
sueño argentino, aquél que fue realidad concreta a principios del Siglo XX,
está aletargado, no muerto ni olvidado, a la espera que vuelva a brillar
convocando a construir y hacer. Para lograrlo, se debe actuar con sabiduría e
inteligencia, para encontrar aquellos con la capacidad necesaria y la
honestidad demostrada, que sean los reales y verídicos
"representantes" de cada uno de los pueblos que conforman la Nación.