Por Mons. Richard
Williamson
Obispo de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
LA
TRAMA OCULTA DE LOS PENSADORES Y TEOLOGOS QUE DIERON SUSTENTO DOCTRINAL
A LA "NUEVA TEOLOGIA" TRIUNFANTE DESDE EL CONCILIO VATICANO
II
MAURICE BLONDEL, HENRI DE LUBAC, KARL RANHER: FUNDADORES DE LA "NUEVA
TEOLOGIA"
Una
serie excelente de artículos ha aparecido en una prestigiosa
publicación italiana que tiene la virtud de adentrarnos en
lo que podríamos llamar la "sala de máquinas"
de la apostasía que destruye a la Iglesia.
¿Por qué hablarnos de una "sala de máquinas"
de la apostasía? Al igual que en los grandes transatlánticos
de principios de siglo, donde se encontraban miles de personas, con
una gran actividad a bordo, -aunque de hecho los que hacían
avanzar esa inmensa mole se encontraban abajo, en la gran sala de
máquinas, formando un grupo relativamente reducido-, lo mismo
ocurre en la gran nave de la Iglesia católica, que alberga
a millones de bautizados, de muy diversas categorías, y que
actualmente se encuentran totalmente desorientados, debido sobre todo
a las artimañas llevadas a cabo en los interiores de esta nave
por un grupo nada numeroso que ha trabajado al abrigo de miradas indiscretas.
¿Que es lo que produce el avance de la Iglesia católica?
La Fe católica. ¿Y que es lo que desorienta a las almas
y destruye la Fe católica? La herejía. En los trabajos
de la publicación italiana citados al principio se nos habla
de seis autores que son en realidad los creadores de esta herejía
sutil que es el neomodernismo.
El primero de estos seis neomodernistas es un filósofo francés
que nació en 1891 y murió en 1949, no siendo su nombre
muy conocido fuera de determinados ambientes. Y sin embargo sin él
no hubiera sido posible la celebración del Vaticano II. Se
trata de Maurice Blondel. ¿Cómo es posible que la filosofía
tenga tanta importancia, cuando cualquier persona dotada con un poco
de sentido común sabe que, en realidad "no tiene sentido"?
La respuesta es que la filosofía es un mecanismo por el cual
el espíritu humano capta la realidad natural, y como todo hombre,
aunque sólo sea para subsistir, tiene necesidad de estar unido
a la realidad de una forma u otra, de la misma manera, tenga o no
conciencia de ello, tiene que recurrir a la filosofía. Como
ya lo dijo en un tiempo lejano Aristóteles, incluso en el caso
de que rechacemos la filosofía, tendremos necesidad de ella
para justificar este rechazo. Por ejemplo, si un hombre decide guiarse
única y exclusivamente por su sensibilidad, no puede negarse
que en este caso es su razón la que claudica, y así
sucesivamente. Este acto de la razón, dirigiendo o no su existencia,
es lo que constituye de forma explícita o implícita,
consciente o inconsciente, su filosofía.
Desde hace varios siglos, el hombre moderno es cada vez más
reacio a la realidad, al ser ésta dirigida por Dios y tener
su origen en Dios. El hombre moderno prefiere habitar en un mundo
imaginario, mundo del que sería creador y señor. Esta
es la razón por la cual la filosofía moderna no tiende
a captar la realidad, sino que lo que desea es expresar de cien maneras
diferentes su rechazo de la realidad. Y a esto se debe que la filosofía
haya adquirido tan mala fama, con razón, y como consecuencia,
cualquier persona dotada con un mínimo de sentido común
será mejor si se deja guiar por él.
Sin embargo la Iglesia Católica reconoce la existencia de Dios,
lo adora y ama esa realidad suya que es la Creación ("hermano
sol, hermana luna"), y desde hace siglos y siglos manifiesta
su sumisión a esta única realidad mediante una única
filosofía, como es natural, que ha demostrado su valía
en todo momento y que se la conoce sobre todo con el nombre de "tomismo",
en referencia clara a Santo Tomás de Aquino. Si todos los hombres
quisieran someterse a la realidad, seria tenida en gran consideración
la filosofía, en lugar del desprecio que se le profesa hoy
en día, y así todos los hombres serían, consciente
o inconscientemente tomistas.
Por el contrario el mundo moderno, impregnado de las ideas liberales
y revolucionarias, rechaza el tomismo por las mismas razones que rechaza
la realidad. De esto se deriva que muchos intelectuales católicos
deslumbrados en demasía por el mundo moderno, buscan por todos
los medios liberarse de la filosofía y de la teología
tomista de la Iglesia, buscan una justificación filosófica
a su mundo imaginario. Esta es la base filosófica que Blondel
aportó al Padre Henri de Lubac, S.J., creador de la "nueva
teología" que es, por así decir, el substrato del
Concilio Vaticano II.
La primera característica que se aprecia en la obra de Maurice
Blondel es esa fragilidad dentro de su imprecisión manifiesta.
Sus enemigos son incapaces de definir su tesis, mientras que sus amigos
se niegan a hacerlo, y de esta manera, aunque es merecedor de las
condenas de la Iglesia, logra evitarlas siempre. De una forma u otra,
las grandes líneas de su pensamiento no ofrecían dudas
a nadie.
Blondel parte del supuesto que hay que conquistar al hombre moderno.
el cual no se siente atraído casi por la filosofía objetiva,
lo que significa una filosofía en la que el sujeto se somete
a un objeto real. Y de esta manera, con el pretexto de ponerse al
alcance del hombre moderno subjetivista, Blondel se hunde en pleno
subjetivismo. Y ya que el hombre moderno se asfixia, hay que asfixiarse
juntamente con él.
Siendo pues "objetivo" el espíritu humano (hecho
para un objeto exterior al hombre), mientras que el corazón
humano es "subjetivo" la etapa si guiente, según
el razonamiento de Blondel, será afirmar que la Fe católica
no pasa del espíritu al corazón, sino que, al contrario,
pasaría del corazón al espíritu. San Pablo nos
enseña, y esta es la posición católica correcta,
que la Fe procede de nuestro exterior ("¿Y cómo
creerán en Aquel si no han oído hablar de El?"
Rom. 10, 14-17) mientras que Blondel afima que la Fe surge de la experiencia
íntima, posición claramente modernista: la Fe es lo
que yo siento.
De todo esto deduce (tercera etapa) que lo sobrenatural es una necesidad,
una exigencia intrínseca a la naturaleza humana, pues "nada
puede entrar en el hombre que no salga de él y que no se corresponda
de alguna forma con su necesidad de expansión",
según los propios términos de Blondel. De esta manera
el subjetivismo de Blondel mina los fundamentos objetivos de la Fe
y lo mismo ocurre con su naturalismo, el cual subvierte todo el orden
sobrenatural. Y así todo el orden de la Gracia que trasciende
a la Naturaleza es reducido simplemente a ésta.
Cabe preguntarse -tras lo que se ha expuesto- qué queda del
Catolicismo. Lo que es seguro es que la manera con que. Blondel planteaba
lo sobrenatural influyó mucho en el Padre de Lubac, quien a
su vez influyó también enormemente en el concilio Vaticano
II a través de los Padres conciliares, de suerte que en los
principales documentos de esta magna asamblea, como Nostra Aetate
y Ad Gentes, el Concilio evitó cuidadosamente el uso de la
palabra "sobrenatural". Tal vez solamente un pequeño
número de personas lea a los filósofos y teólogos,
pero este reducido numero suele estar casi siempre en primera fila.
Blondel llegará incluso a cambiar la definición de la
verdad. Rechaza la fórmula clásica tan conocida: "adecuación
del espíritu y de la realidad" por ser -según
él- abstracta y quimérica (hay que saber que para él,
como para la mayor parte de los modernistas, el espíritu es
incapaz de captar la realidad), y de aquí que Blondel re-defina
la verdad como "la verdadera adecuación del espíritu
y de la vida'' definición que deja fluctuar la verdad
es un perpetuo movimiento, sin determinar ni fijar nada. De esto se
deriva una verdad cambiante, una Fe evolutiva y una "Tradición
viva" en cuyo nombre se condena sin ambages la
"Tradición inmovifsta"
de Monseñor Lefebvre. ¡Ah!, la verdad evoluciona.
¿Se puede afirmar que Blondel actuaba de buena fe? El Padre
de Tonquedec, célebre jesuita de entonces, no opinaba así,
y presentaba como pruebas toda una serie, de razones que pueden ser
consideradas como pitas definitivas en los escritos de cualquier modernista:
1)
Blondel trae a colación textos de Santo Tomás de Aquino,
forzándoles de tal forma para decir lo contrario de lo que
en realidad expresan.
2) Una y otra vez, frente a las réplicas o críticas
de sus adversarios, llenas de solidez argumental, se limita a negarlas
de forma categórica y superficial.
3) Afirma que no ha sido comprendido.
4) Constantemente trata de explicar los puntos en los que su pensamiento
es realmente ortodoxo, de tal manera que incluso hoy no sabemos con
certeza el sentido preciso de sus escritos.
Sin embargo los lectores mas perspicaces advertirán fácilmente
que ciertos "golpes de timón" en el pensamiento de
Blondel son solamente una máscara, máscara que se quitará
únicamente al estar en compañía de sus amigos.
En 1932 el Padre de Lubac llegará a reprocharle que concede
demasiada importancia a las críticas provenientes de voces
católicas, mientras que Blondel le responde a vuelta de correo
que “¡durante el tiempo en que reinaba un "extrinsecismo"
intransigente (¡léase un respeto excesivo para
la realidad exterior!) se hacia necesario progresar lenta
y prudentemente para no ser objeto de las penas canónicas y
de esta manera culminar la tarea afanosamente emprendida”.
Todo esto quiere decir que Blondel sabía perfectamente lo que
hacía, pues actuaba deliberadamente cuando engañaba
a las autoridades de la Iglesia respecto al núcleo de su pensamiento,
buscando con estas artes permanecer oficialmente dentro de la Iglesia
para cambiarla así desde "el interior".
¡Pero qué "reformador" y qué "reforma"!
Y sin embargo Blondel creía sinceramente que estaba realizando
esta tarea de volver a mostrar un "cristianismo auténtico"
El mundo moderno le agradeció a Blondel el bombardeo del edificio
de una Iglesia que estaba anclada en el pasado. Cabe preguntarse si
Blondel se felicitaba en realidad por esto o por el contrario sentía
algún remordimiento. Sea lo que sea, nuestro filósofo
consultó al Padre de Lubac para preguntarse si sus tesis no
habrían ido demasiado lejos, a lo que el sacerdote respondió
al pensador seglar: no se deje llevar por esas timideces, su pensamiento
es justa y espontáneamente católico. ¡Cuán
grave es la responsabilidad del sacerdote!
El Padre de Lubac nace en los albores de nuestro siglo. Su fallecimiento
se produjo hace solamente dos años. Cuando era estudiante en
Jersey, allá por los años veinte, se sintió atraído
por Blondel y por otros autores cuya doctrina ofrecía serias
sospechas, respecto a los cuales ciertos jesuitas "indulgentes"
permitían más o menos la lectura de sus, obras. Y aunque
parezca mentira, todo esto ocurría cuando habían pasado
quince años escasos de haber prohibido severamente San Pío
X la enseñanza de los pensadores modernos y después
de la imposición de Santo Tomás de Aquino en los Seminarios
y casas de formación religiosa. Por otra parte, si el Señor
había permitido que por la intercesión de San Pío
X se efectuasen milagros. signos de la santidad de este Papa y de
las bendiciones divinas derramadas sobre su augusta persona, es una
triste verdad también que para muchos intelectuales jesuitas
el Papa Santo no era nada más que un Papa con aires de párroco
de corte integrista. En cuanto a los milagros, su opinión es
que eran buenos para los campesinos italianos... El mundo moderno
esta infectado de estas ideas perversas que penetran con facilidad
estremecedora en el espíritu de la gente. ¡Qué
gracia tan inmensa poder valorar a Santo Tomás de Aquino en
su justa medida!
Tanto el Padre de Lubac como sus compañeros, desilusionados
al no encontrar en Santo Tomás de Aquino una base filosófica
en armonía con su fe modernista, buscaron este apoyo en los
escritos de Maurice Blondel. De Lubac admiraba incluso a ciertos autores
porque no contaban con la aprobación de Roma. No obstante,
le habían enseñado que respecto a Roma había
que mantenerse en una actitud externa de sumisión. Al igual
que Blondel, de Lubac encubrió su doctrina hábilmente,
de tal forma que Pío XII escribió en los años
cincuenta que esta doctrina encubierta era el signo que distinguía
a los "nuevos teólogos". Esto puede explicar la impresión
que se llevaron los católicos cuando se apercibieron que los
habían convertido en modernistas tras el Vaticano II.
Si Blondel abandonó la filosofía escolástica,
de Lubac abandonó también la teología tradicional.
En 1932 de Lubac se dirigía a Blondel para decirle que su obra
filosófica había abierto el camino a una nueva teología
de lo sobrenatural. Nuestra Santa Madre la Iglesia nos enseña
que el orden sobrenatural de la Gracia es precisamente, como indica
el término, un don gratuito, puro don de Dios. La naturaleza
es capaz de recibir la Gracia, pero nunca puede exigir este don sobrenatural
que es de otro orden, infinitamente superior, don que Dios concede
como quiere e independientemente de la naturaleza que lo recibe. Por
el contrario en la "nueva teología" de Blondel y
del Padre de Lubac lo sobrenatural es una exigencia, una perfección
necesaria de la naturaleza, y sin esto, se encontraría frustrada
en sus aspiraciones esenciales. Dicho de otra forma, lo sobrenatural
es necesario a la naturaleza y sin este elemento se encontraría
inacabada e incompleta. Aun más, lo sobrenatural no es un don
gratuito, es algo exigido por la naturaleza. El orden sobrenatural
no es ya sobrenatural, sino... natural. Se inscribe en los límites
de la naturaleza.
Aquí esta el meollo de la "nueva teología":
el hombre, sencillamente por ser hombre, esta en el camino de la salvación.
En esta idea se inserta la tesis de Karl Rahner: "los
cristianos anónimos". es decir todos aquellos
hombres que son cristianos sin saberlo, incluso sin haber sido bautizados.
No es difícil deducir que tal postura conduce al indiferentismo:
¿qué importa la religión que se profese?. Y un
paso más y nos encontramos con el ecumenismo. Llegados a este
punto, cabe preguntarse: ¿qué necesidad tenemos de la
Iglesia católica para salvamos?... ¡ah, el Vaticano IE.
Blondel y de Lubac eran conscientes de que su “nueva teología”,
y de forma especial su teología de lo sobrenatural, se enfrentaba
al Magisterio de la Iglesia Católica, pero uno y otro afirmaban
que eran ellos los que profesaban el "cristianismo auténtico"
(Blondel) la "Tradición más auténtica"
(Blondel) los que "habían dado vida a la antigua
doctrina" (De Lubac). En 1946, el Padre Garrigou-Lagrange,
dominico y tomista de gran altura publicó un artículo
en el que analizaba profundamente la nueva teología, mostrando
que en realidad no era nada más que una nueva versión
de las tesis modernistas. El Padre de Lubac respondió al dominico
Garrigou-Lagrange con una serie de insultos, mofándose de la
visión simplista de Garrigou-Lagrange en cuanto al absoluto
de la verdad. De Lubac acusó a los tomístas de una ignorancia
notoria de la Tradición católica. Y cuando en 1951 Su
Santidad Pío XII lanzó el grito de alarma contra la
"nueva teología" en su Encíclica Humani Generis,
de Lubac descalificó el escrito pontificio diciendo que era
"muy unilateral... sin haber nada en él que me
haya llamado la atención".
Blondel murió en 1949 pero Henri de Lubac vivió mucho
tiempo más llegando a ver el triunfo de su “nueva teología”
en el Concilio Vaticano II y en los años posteriores. A pesar
de todo todavía quedaba en el Padre de Lubac el suficiente
sentido católico para reconocer, siendo él no obstante
quien había dado a luz la teología del Vaticano II,
que las consecuencias de este Concilio habían sido un desastre
para la Iglesia. Al final de sus días en un trabajo ya tardío,
hizo su "examen de conciencia". En él
se puede leer: "Esta época esta sujeta igualmente
a las desviaciones, tropiezos, ilusiones y asaltos del espíritu
del mal (...) Tal vez hubiese sido mejor concentrar mi trabajo sobre
lo que es esencial en la Fe .y en la vida cristiana. Desde hace siete
u ocho años me paraliza el miedo de enfrentarme, de forma concreta,
con los problemas esenciales de hoy que se encuentran al rojo vivo.
¿Qué es esto, debilidad o sabiduría? ¿Tengo
o no tengo razón? ¿No estaré acabando, a pesar
mío, en el clan integrista que tanto me horroriza?"
De esta forma de Lubac acabó su vida como la había empezado,
causándole horror los defensores de la enseñanza integral
y completa de la Iglesia, con la única diferencia que al principio
de su carrera se alegró sólo con pensar que podía
destruir el trabajo de los defensores de la Fe, mientras que al final
de sus días por el contrarío, llevada a cabo la obra
de destrucción, tuvo un mínimo de decencia al derramar
algunas lágrimas (pocas lágrimas) sobre las ruinas que
aparecían ante él...
El mejor comentario que pueda hacerse de esta trayectoria lo podemos
encontrar en el secreto de Nuestra Señora de la Salette: “Los
demonios (...) salidos del infierno (...) acabarán poco a poco
con la Fe, incluso entre los consagrados a Dios. Les cegarán
de tal manera que, de no tener una gracia especial, se apoderarán
de todos ellos estos espíritus infernales. Varias instituciones
religiosas perderán totalmente la Fe y llevarán a la
perdición a muchas almas. Los malos libros llenarán
la tierra y los demonios extenderán por todas partes una relajación
total en lo que respecta al servicio de Dios...” San
Pablo lo expresa con más brevedad: “En los últimos
días (...) los hombres serán desleales, obstinados,
orgullosos, amigos de lo carnal más que de Dios, guardando
lo externo de la piedad pero sin tenerla realmente”. 2
(II Tim 3, 4-5).
URS
VON BALTHASAR Y LA "MÍSTICA" ADRIANA VON SPEYR
Otro
nombre importante dentro de esta historia es el Padre Hans Urs von
Balthasar, muerto en 1988 cuando le faltaba muy poco para ser elevado
al rango de Cardenal. Formado, como el Padre de Lubac, en la Compañía
de Jesús de la que se desligó en los años cuarenta
poco antes de su profesión solemne, este famoso jesuita experimentaba,
a semejanza de Herir de Lubac, un rechazo total respecto de la teología
escolástica junto a un deseo vehemente cíe hacer desaparecer
sus fundamentos mismos. De él transcribimos lo siguiente: "Todos
mis estudios hechos en la Compañía de Jesús fueron
una encarnizada lucha con la desolación que impregnaba la teología,
con lo que los hombres habían hecho de la gloria de la Revelación.
Me era imposible soportar esta figura falsa de la Palabra de Dios
y me hubiera gustado liarme a golpes a diestro y siniestro con la
furia de un Sansón, y con su fuerza derribar el templo para
quedar enterrado en sus ruinas... No hablaba yo a nadie de estas cosas.
Przywara lo comprendía todo, incluso sin palabras, situándome
en el "apocalipsis" con esa fuerza demoledora cuyo fin era
dar la vuelta a su mundo mediante la violencia, para reconstruirlo
después a partir de sus cimientos, sin que importase para nada
cual sería el precio".
Profesaba un gran amor a la literatura y a la música, y así
al final de sus estudios de Filosofía y Teología von
Balthasar escribía: "Comprendí la gran
ayuda que para la concepción de mi teología debía
aportarme el conocimiento de Goethe, Hölderlin, Nietzsche, Holfmannsthal
y sobre todo de los Padres de la Iglesia en cuyo conocimiento me había
iniciado de Lubac (...). El mensaje de Goethe debía ser aplicado
al fenómeno de Jesús y a la convergencia de las teologías
neotestamentarias". El "fenómeno" de
Jesús... ¡que expresión! Habría que preguntarse
si von Balthasar guardaba la Fe católica. Pero, en verdad.
¿era necesario colocar a Nuestro Señor junto a los autores
modernos y examinarle a través de ellos?
En 1936 von Balthasar es ordenado sacerdote y poco más tarde
desarrolla su actividad en Bale (Suiza) en donde conoce al pensador
protestante Karl Barth, cuyo "cristocentrismo radical"
ejerció una influencia decisiva sobre el jesuita. Situando
a Nuestro Señor Jesucristo, más bien que a la Iglesia
Católica, en el corazón de la unidad de los cristianos,
von Balthasar consigue algunos adeptos a su fe un tanto sospechosa,
entre los cuales se encuentra una mujer llamada Adriana von Speyr,
con la que permanecerá en "simbiosis teológica
y psicológica" hasta el fin de su vida. Bajo
la dirección espiritual de von Balthasar. Adriana comienza
una larga historia de visiones místicas. Para darlas a conocer,
nuestro jesuita funda una editorial, y como sus superiores no veían
claro en este asunto "místico" de Adriana. von Balthasar
deja la Compañía de Jesús. Para vivir se aloja
en la casa del (segundo) marido de Adriana von Speyr, hasta que en
1960 las fuerzas modernistas del cercano Concilio le ganan para su
causa dentro de la febril preparación del Vaticano II.
En cuanto a las “experiencias místicas” o “carismas”
de Adriana von Speyr, le hubiera bastado a Urs von Balthasar aplicar
los criterios que la Iglesia pone en juego en tales casos, con el
fin de rechazarlos como contrarios a la Fe y a las costumbres católicas.
Pero en lugar de poner a prueba el "misticismo" de Adriana
a la luz del dogma católico, prefirió revisar el catolicismo
siguiendo los criterios de Adriana. Veamos a continuación dos
ejemplos que ejercieron una enorme influencia -la influencia de Adriana-
sore la Iglesia conciliar:
1)
su "teología de la sexualidad" y
2) su concepción ecuménica de la Iglesia.
En lo que respecta al primer apartado, Adriana afirmaba que el "cielo
le había revelado" la necesidad de "replantearse"
el "valor positivo" de la "corporeidad"
o del cuerpo humano. Y así podemos leer en su Diario que "las
fórmulas que establecen la necesidad de mantenerse apartados
uno del otro, sin verse, están -en lo concerniente a la esfera
de lo corporal- fuera de lugar". ¡Como si el pecado
original ya no existiera! Esta mujer llegó a expresar su colaboración
con van Balthasar en términos realmente crudos, abriendo camino
a la exaltación de la "corporeidad"
y estableciendo la fórmula de "integración
afectiva", que consiguió desbaratar millares
de vocaciones. Tampoco von Balthasar admitía que en la religión
del Verbo Encarnado pueda verse disminuida la significación
del cuerpo del varón y de la mujer, y quería volver
a situar el amor erótico en el centro de la teología.
Para salir en defensa de las novedades increíbles contenidas
en la obra de Adriana von Speyr, nuestro teólogo afirma que
"la teología actual no puede comprender -al menos
por el momento- las formulaciones encerradas en las "visiones"
de Adriana. ¡Aunque en realidad la teología católica
esta perfectamente capacitada para comprenderlas!".
De tales escritos, propios de la naturaleza desprovista del concurso
de la Gracia, son sus autores, según nos dice la Sagrada Escritura,
"hombres impíos que se dejan llevar de sus delirios,
manchan su carne, menosprecian la autoridad y blasfeman de las dignidades
(...) Estos son los que fomentan las discordias; hombres animales,
sin espíritu". (Ep. de S. Judas. 8 y 19).
De hecho Adriana y von Balthasar se separan de la Iglesia Católica,
aunque ocultan su desviación inventando un nuevo concepto -al
invertir los términos- para definir a la verdadera Iglesia
que en adelante denominarán "la católica",
(la católica Iglesia). Y aquí está su otro error,
de consecuencias funestas: el ecumenismo.
Adriana afirma que en el transcurso de una visión, en la que
se le apareció la Madre de Dios, formuló con María
un acto de consagración, tras el cual la Virgen le puso durante
una fracción de segundo al niño (el de Adriana y Urs
von Balthasar) en los brazos, "pero no era solamente
un niño, era la Una Sancta en miniatura, pudiendo
ver yo misma la unidad reinante en nuestra obra emprendida que es
un trabajar en Dios para la católica", (la nueva
Iglesia). Adriana es una ¿convertida? del Protestantismo que
no ve en el Catolicismo limitación confesional alguna. Solamente
asistía a Misa en Navidad y en Pascua. Este concepto del Catolicismo
se lo transmitió a von Balthasar, autor de las siguientes palabras:
"En contraposición a la teología escolástica,
la dimensión de la realidad católica es vasta como el
mundo".
A pesar de todo esto von Balthasar critica con aspereza a Karl Rahner
por su complejo "antirromano" y se opone a esa "tendencia
que trata de liquidar" a los católicos posconciliares.
¿Cómo se pueden explicar estas contradicciones?
La respuesta es la influencia filosófica del alemán
Hegel, y así entramos en el dominio de la Filosofía.
Según la lógica hegeliana, los conceptos opuestos (por
ejemplo el día y la noche, el círculo y el cuadrado)
no solamente no se excluyen sino que se completan, y del conflicto
que resulta entre estos conceptos opuestos ("tesis" y "antítesis")
nace la "síntesis" que les une. Para von Balthasar,
heredero de Adriana van Speyr, las diversas iglesias, religiones e
incluso los diferentes ateísmos se completan en un proceso
cuya meta es la superIglesia universal, la denominada por él
"la católica", proceso
que nos conduce -según él- a la verdadera Iglesia de
Cristo, Iglesia en la que tiene cabida todo por más opuesto
que sea, sin limitación alguna. Esta super-Iglesia ecuménica
tomará cuerpo en un futuro en una síntesis total, trascendiendo
a la Iglesia actual, debiendo esta última desligarse de todas
sus ataduras para entrar en leal competición con los demás
"sistemas" sin excluir siquiera a los cristianos anónimos,
esos cristianos que ignoran que lo son, sin señal alguna que
los distinga.
El ecumenismo hegeliano tuvo un papel importantísimo en Asís,
en 1986, cuando el Papa Juan Pablo II no dejaba de decir que su deseo
no era un movimiento sincretista, sino que al contrarío animaba
a todos -por supuesto también a los católicos- a conservar
la propia religión, Y es que en pura lógica hegeliana.
para que haya una verdadera síntesis, la tesis y la antítesis
deben permanecer inalterables,
Uno creería que el Papado podría representar, en este
proceso de la super-Iglesia, un obstáculo insuperable. Von
Balthasar nos responde a esta cuestión corno un perfecto hegeliano:
la Iglesia debe ser no solamente de Pedro (tesis) sino también
de Pablo, de María y de Juan (antítesis), y así
el primado de jurisdicción desaparece en un vago primado de
la caridad, Y aquí sí que reconocemos el modelo de Papado
llevado a cabo por Juan Pablo II: sus viajes incesantes, su apertura
universal, la llamada urgente que hace a todos para que la diversidad
subsista y que al mismo tiempo llegue a realizarse la unidad milenaria.
Para von Balthasar la "catolicidad" de
la verdadera Iglesia no ha llegado todavía a su plena realización,
es más bien "una promesa, una esperanza escatológica".
La Iglesia católica actual es la versión romana -rígida
y estrecha- de la super-Iglesia ecuménica, una versión
entre otras, un fragmento entre los demás fragmentos del todo,
fragmento en el que -según la conocidísima expresión
del Vaticano II- el todo "subsiste" (o
se encuentra en parte). Dicho esto comprendemos por qué los
católicos deben estar a la escucha de las demás religiones,
y por qué las conversiones deben hacerse no ya a título
individual, sino de forma colectiva no se trata de un retorno a la
Iglesia católica actual, sino de un movimiento de todas las
confesiones hacia la super-Iglesia. En realidad esto significa que
los católicos deben abandonar la Iglesia Católica, por
eso no hay más remedio que decir que, en lo que respecto a
Urs von Balthasar, es una verdadera proposición de apostasía.
Todo esto encierra una lógica aterradora y refleja perfectamente,
a medida que las ruinas de la Iglesia se acumulan a nuestro alrededor,
la realidad de los hechos, Los hombres que gobiernan la Iglesia, nuestra
Madre, no son tontos, y no parece probable que actúen bajo
la presión de amenaza alguna ni que actúen tampoco con
mala voluntad. Entonces, ¿por qué este empeño
en destruir la Iglesia cuando todo el mundo puede ver los efectos
desastrosos que están ocurriendo? Es precisamente en la sala
de máquinas, lugar en el que actúan pensadores de las
características de Blondel, de Lubac y von Balthasar, en donde
hay que busca la respuesta. "Ciegos y guías de
ciegos", maestros en el arte del engaño, pero
a decir verdad, ¡cuánto más confundidos están
ellos por el padre de la mentira! ¡Querían reformar
a la Iglesia y al mundo y lo único que han hecho es llevarnos
a un verdadero naufragio! ¡Kyrie eleison!
PABLO
VI, EL TRIUNFO DE LA "NUEVA TEOLOGÍA"
Seguimos
con nuestra larga exposición, siendo la persona del Papa Pablo
VI la que analizaremos a continuación. Su Excelencia Monseñor
Montini, futuro Pablo VI, era un admirador de la "nueva teología",
en especial la del Padre Henri de Lubac, y de la filosofía
que latía tras ella volatizando la verdad, sobre todo la de
Maurice Blondel. Justo cuando la ortodoxia de Blondel era mirada en
Francia con un recelo enorme, allá por los años cuarenta,
Monseñor Montini. desde su puesto de Sustituto de la Secretaría
de Estado, envió, en nombre de Pío XII, una carta a
Blondel en la que con la autoridad de su cargo y públicamente
alababa sus especulaciones filosóficas como una —contribución
preciosa" en su referencia y alcance al hombre moderno.
Esta carta daba la impresión de apoyar el error doctrinal,
y esto desde la suprema autoridad de la Iglesia, aunque difícilmente
podía ser ésta la posición personal de Pío
XII, ya que el Papa publicó en 1950 una encíclica, Humani
Generis, que desde el principio hasta la última página
condenaba la "nueva teología" incluso exigía
a los Superiores que no fuese de ninguna forma enseñada o dada
a conocer. Monseñor Montini era capaz de traicionar a Pío
XII, y la prueba de esto fue cuando estableció contactos en
plena guerra mundial con Stalin, a espaldas del Papa, contactos prohibidos
por el Pontífice que no llegó a enterarse sino una vez
consumado el hecho y a través de los servicios secretos suecos.
Cuando Pío XII supo esto, alejó inmediatamente a Monseñor
Montini de Roma, nombrándolo en 1954 Arzobispo de Milán,
pero sin conferirle nunca el Cardenalato según costumbre ya
establecida, e incluso hasta el final de su Pontificado no lo volvió
a recibir en audiencia privada. La actitud de Monseñor Montini
antes de abandonar Roma es típica de su forma de ser, ya que
puso todo su empeño para que la encíclica Humani
Generis no surtiera afecto, y así por ejemplo aseguró
a Jean Guitton, liberal y admirador suyo, que la "nueva teología",
tan querida por ellos dos, era una opinión respetable que solamente
había sido condenada por el Papa en cuanto a la forma. A pesar
de todo Humani Generis logró durante un determinado tiempo
aislar al Padre de Lubac e impedir la libre circulación de
sus obras. Mas una vez instalado Monseñor Montini en Milán
continuó apoyando al Padre de Lubac, apoyo que no le faltó
hasta el mismo momento en que Juan XXIII nombró al jesuita
consultor de la Comisión preparatoria de trabajos teológicos
con vístas al anunciado Concilio Vaticano 11. Sin dudar un
instante lo primero que hizo Juan XXIII fue nombrar Cardenal a Monseñor
Montini, de esta forma podría ser elegido Papa y así
seguiría dando su apoyo a la "nueva teología".
Es innegable que Montini, Sumo Pontífice desde 1963, franqueó
mucho más la entrada a los "nuevos teólogos",
recibiéndolos en audiencia, concelebrando con ellos, deshaciéndose
incluso en elogios. Muchos Padres Conciliares del Vaticano II, desconociendo
lo que era la “nueva teología” pero sabiendo que
había sido condenada, la aceptaron única y exclusivamente
a causa de la actitud personal de Pablo VI.
Esta actitud de Pablo VI tenía, no obstante, un aire o matiz
prudencial, dando la impresión a ciertos observadores que al
actuar así se mostraba también un tanto dubitativo o
indeciso. Tal vez en ciertos momentos, y sin proponérselo,
su conciencia, o lo que le quedaba aún de católico,
le reprochaba con angustia, cuando se detenía a pensar que
estaba desviando a la Iglesia de su verdadero camino, pero su voluntad
estaba resuelta a cambiar ese camino. Todas las precauciones tomadas
por él tenían el único objetivo de impedir a
los conservadores reaccionar de alguna manera, según propio
testimonio de Monseñor Bugnini en su libro sobre la reforma
litúrgica. reforma que tanto Pablo VI como él auspiciaron
al unísono. Pablo VI sabía -y quería- con precisión
cuál era su meta y estaba plenamente decidido a alcanzarla.
Por ejemplo, en junio de 1963 invitó al P. cíe Lubac,
por medio del P. Boyer S. J. -rector cíe la Gregoriana- a un
congreso tomista que debía tener lug ar en otoño, para
que el P. de Lubac pronunciase una conferencia sobre Teilhard de Chardin.
De esta forma el mismo Papa convertía a los tomistas en "teilhardianos".
Se abrían las puertas a las que el conocido Padre Garrigou-Lagrange
denominaba el camino "del escepticismo, de la fantasía
y de la herejía".
Con la misma "firmeza metódica y tenaz"
Pablo VI aplastó la resistencia conservadora, colocó
en los centros neurálgicos del poder a los "renovadores"
y les aseguró el porvenir reformando -entre otras cosas- las
normas para la elección del Papa.
A semejanza del Padre de Lubac, Pablo VI, al final de sus días
da la impresión de dudar o lamentarse en algunos momentos por
lo que había hecho, pero igual que el Padre de Lubac, no se
trata de una verdadera conversión, sino más bien lo
que intenta es no cargar con la responsabilidad de tantos errores.
Y por eso lo vemos en 1976 cómo alaba al P. cíe Lubac
al cumplir este 80 años. Los modernistas no se convierten...
Hace poco, en 1993. en Roma y como consecuencia de todo esto, los
liberales han emprendido el proceso de beatificación de su
admirado Pablo VI. Ciertos amigos romanos mejor informados rogaron
a los liberales no seguir con este asunto, pues habría que
revelar determinados hechos obscuros de la vida privada de Pablo VI.
Todo desorden intelectual va parejo siempre con un desorden moral.
pero los liberales no se paran ante nada -y por eso se ve la Iglesia
en la.hora actual salpicada con estos hechos- ¡Ojalá
se extinga este proyecto callada y discretamente!
Lo que no cabe duda es que al morir Pablo VI, en 1978 había
logrado destrozar o disolver la resistencia católica que durante
el Concilio había tenido una determinada significación,
mas al cabo de cierto tiempo todo quedó reducido a un grupito
insignificante de "tradicionalistas" capitaneados por dos
obispos ya ancianos. Desde entonces el único y gran conflicto
que atrae toda la atención en la Iglesia es el protagonizado
entre los extremistas del neomodemismo que ocupan los puestos docentes
y los neomodernistas moderados que que ocupan los puestos docentes
y los neomodernistas moderados que ocupan los puestos cíe gobierno.
No se trata de una batalla entre dos poderosos, sino dos puntos de
vista diferentes para que la "renovación" en la Iglesia
sea llevada a cabo de la forma más adecuada.
JOSEPH
RATZINGER: LA CONSOLIDACION DE LA REVOLUCION CONCILIAR
Hablemos ahora del Cardenal Ratzinger. Durante el Concilio era un
joven y brillante teólogo de unos treinta años, amigo
y discípulo del profesor vanguardista Karl Rahner. Poco tiempo
después del Concilio, en 1968, Ratzinger publicó un
libro titulado Einfühurung in das Cristentum, título
que en francés aparece como La Foi chrétienne hier
et audjourd' hui. En 1980 se había conseguido ya la octava
edición italiana. Una vez nombrado Cardenal Prefecto para la
Congregación de la Fe, Ratzinger no sólo no se arrepiente
de lo escrito en este libro durante su juventud, sino que lo define
como un libro "católico" y a la
vez "abierto" al nuevo clima del Vaticano
II. Damos a continuación una serie de citas del propio libro
para que el lector vea mejor cómo realiza Ratzinger esta curiosa
“combinación”.
En la página 120 se lee: "Dios es un acontecimiento para
el hombre a través de los hombres, y más concretamente
a través de "el hombre" (es decir Jesús) en
el que se manifiesta la realidad definitiva del ser humano y que,
por eso mismo, es simultáneamente Dios". (Adviértase
especialmente la expresión por eso mismo).
Si las palabras tienen una significación, lo que acabamos de
transcribir significa que, para Ratzinger, Jesús es Dios porque
en Jesús aparece la quintaesencia, es decir, la esencia misma
del hombre. En otras palabras, todo hombre que se muestre completamente,
absoluta y profundamente hombre será, por esa misma razón,
Dios (¡!). Por lo tanto, para creer que Jesús es Dios
basta con creer que es profundamente hombre. Eliminada la Segunda
Persona de la Santísima Trínidad que desciende del cielo
y se hace hombre, se elimina así algo que el hombre moderno
no llega a ver fácilmente. Lo que está claro es que
Ratzinger combina la Fe católica con el Vaticano II porque
se limita á guardar las expresiones del catolicismo, como por
ejemplo la palabra "Dios", pero vaciándola de substancia.
"Dios'' es solamente Un hombre eminentemente perfecto. Sin duda
alguna que Ratzinger "renueva" el catolicismo. De hecho
su "introducción al catolicismo" lleva a los lectores
a un Cristianismo completamente nuevo. El único problema es
que no tiene que ver nada con el "antiguo". el verdadero
cristianismo. Lo que de verdad renueva es el modernismo y la herejía.
Podría objetarse que no es posible sacar consecuencias tan
graves tomando sólo una pequeña cita sacada de su contexto.
Pero desgraciadamente hay muchas más afirmaciones del mismo
tono en este libro, ya que el contexto es el celo exagerado de Ratzinger
por el hombre moderno, ateo e indiferente.
Analicemos otras dos muestras significativas del libro de esta renovación
del Cristianismo. "¿Acaso no debemos más
bien reivindicar apasionadamente a Jesús como hombre, haciendo
de la Cristología (ciencia de Cristo) un humanismo
o una antropología (ciencia del hombre)? De
suerte que el auténtico hombre por el solo hecho de ser entera
y auténticamente hombre sería Dios y Dios sería
precisamente el hombre auténtico". Los concilios
ecuménicos de los primeros siglos respondieron afirmativamente
a estas dos cuestiones, afirma Ratzinger también en este libro.
Y así para Ratzínger la Iglesia nos enseña que
Jesús Hombre, por ser plenamente hombre es Dios. y por lo tanto
es un hombre plenamente auténtico. Por el contrario, lo que
la Iglesia nos enseña es que la plenitud de Dios se ha hecho
hombre encarnándose en el seno de Virgen María, pero
Ratzinger dice que no, que lo que nos enseña la Iglesia es
que la plenitud del hombre se ha hecho Dios.
Veamos de cerca otro párrafo del libro: "El ser
de Jesús es pura actualidad de las relaciones a partir de
y por. Por el simple hecho de no ser separable de su actualidad,
este ser coincide con Dios. Es al mismo tiempo el hombre modelo, el
hombre del futuro, el hombre a través del cual puede percibirse
cuán poco ha comenzado el hombre a ser él mismo
(es decir Dios)” Ratzinger afirma, dentro del
contexto, que el hombre Jesús estaba tan totalmente despersonalizado
que su ser era el servicio a los demás ("la pura
actualidad''). El ser humano de Jesús, por lo tanto
era tan perfecto que este ser humano era a la vez, el ser de Dios
y el ser último del hombre, hacia quien deben tender en su
evolución todos los hombres. En otras palabras, cuando todos
los hombres alcancen la perfección de su evolución de
la que Jesús es arquetipo, también ellos serán
Dios. ¿Entre el hombre y Dios hay identidad esencial!
Para defender este libro escrito por Ratzinger en 1968, se podría
alegar que su Fe era total respecto a la enseñanza de la Iglesia
sobre el Verbo de Dios que desciende del Cielo para encarnarse en
el seno de la Virgen. Pero sencillamente ha formulado de nuevo esta
doctrina en términos plenamente humanos con el fin de que el
Evangelio sea admitido por el hombre moderno y humanista. Nuestra
respuesta a esta exposición tan caritativa del "humanismo"
de Ratzinger no puede hacerse esperar y además va a ser necesariamente
dura.
Primero: Esta es la verdad: Dios ha bajado del Cielo
a la tierra para salvarnos y que podamos gozar de la Vida eterna junto
a El. Formular de nuevo esta verdad en términos puramente humanos
es tan inverosímil, por no decir otra cosa, como querer cambiar
los colores dei arco iris.
Segundo: Cualquiera que profese la Fe católica
no intentará modificarla, por mucho amor que tenga al hombre
moderno.
Conclusión: Joseph Ratzinger, a juzgar por
su libro de 1968, no profesaba la Fe católica e incluso no
tenía la menor idea de la verdadera Fe.
¿Acaso el Cardenal Ratzinger, confirmado en su cargo por Juan
Pablo II, en 1991, como Prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, en un tercer mandato de cinco años, ha desaprobado
al Padre Ratzinger, teólogo de 1968? Por supuesto que no. Toda
su obra ha sido reeditada varias veces y el Cardenal continúa
escribiendo en Communio, la revista de la "nueva teología"
fundada en 1972 por Ratzinger, Henri de Lubac y von Balthasar. Siguiendo
los pasos de este "trío" se encuentran bastantes
teólogos que constituyen la reserva espiritual de Juan Pablo
II, situándose por una parte los ultraprogresistas dentro del
campo de la enseñanza y por otra los progresistas moderados
para el gobierno de la Iglesia. Actualmente Roma se halla cada vez
más invadida por estos
"nuevos teólogos".
Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe,
el Cardenal Ratzinger no ha tenido inconveniente en elogiar a Urs
von Balthasar e incluso ha apoyado la apertura en Roma de un centro
de formación que tiene como principales inspiradores a von
Balthasar de Lubac y Adriana von Speyr. Por el contrario, las decisiones
dogmáticas de la Iglesia del pasado siglo o principios de éste
han sido desechadas por el Cardenal Ratzinger tratándolas de
"disposiciones transitorias".
Para concluir diremos que cuando se afirma que el Cardenal Ratzinger
puede restaurar la Iglesia es solamente un mito. Es cierto que a seme
janza de von Balthasar y Pablo VI, Ratzinger puede a veces dar la
impresión de ser un conservador, a raíz de ciertas afirmaciones,
pues no le gustan los excesos del modernismo, pero por otra parte
aprueba globalmente la "nueva teología" mientras
que reniega del Magisterio y de la Tradición. Así se
explica que enuncie falsos principios y que rechace sus conclusiones
lógicas. Ante un grave error se opone con un error moderado
y su respuesta a los abusos en la Iglesia no es en verdad una respuesta.
Por lo tanto si no ocurre un milagro del cielo no esperemos que el
Cardenal Ratzinger salve a la Iglesia, y esto a pesar de la buena
fama que lo rodea. Lo que importa son las ideas, y a juzgar por las
ideas que se encuentran en sus escritos y por sus mismas actuaciones,
el Cardenal Ratzinger es un prefecto de la Fe sin la Fe!
JUAN
PABLO II: EL DISCIPULO DE LOS NUEVOS TEOLOGOS
Nuestro último análisis concierne a la persona de Juan
Pablo II. Cuando un Cardenal es partidario de la "nueva teología"
es evidente que la Iglesia sufre y se lamenta por ello, pero cuando
es el mismo Papa, entonces es una verdadera catástrofe. Si
Pablo VI no se escondía en cuanto a su admiración por
los "nuevos teólogos", Juan Pablo II se declara uno
de sus discípulos. El teólogo alemán Johannes
Dörmann nos lo dice en un libro reciente que acaba de publicar.
Dórmann no es exactamente un tradicionalista, pero impresionado
por la reunión de Asís de 1986, emprendió un
trabajo sereno y objetivo en tomo a los discursos y escritos del Papa
Wojtila. El Padre Dörmann nos dice que el error fundamental de
Juan Pablo 11 consiste en afirmar que todos los hombres, consciente
o inconscientemente, se encuentran en un estado de Redención
efectiva, Redención llevada a cabo por Jesucristo, lo que significa
que todos están salvados. El error proviene directamente de
la "nueva teología" que glorifica al hombre hasta
tal punto que introduce una confusión entre naturaleza y gracia.
La naturaleza humana es tan maravillosa que por sí misma llega
a lo "sobrenatural". Por lo tanto todo aquel que posee la
naturaleza humana tiene también lo "sobrenatural",
es decir la Gracia. Y así pues se puede afirmar que todos los
hombres se encuentran en estado de Gracia y en consecuencia todos
los hombres, por el solo mérito de ser hombres, están
salvados. El Infierno existe, pero “vacío”, decía
von Balthasar. De esta forma tenemos una visión nueva, y tan
nueva, de la Iglesia, de la Revelación y de la Fe.
En lo que concierne a la Iglesia resulta que si el hombre, a lo largo
de toda su existencia, posee la gracia simplemente por gozar de la
naturaleza humana, entonces todos los hombres pertenecen de una cierta
forma a la Iglesia, de suerte que ésta llega a hacerse una
con la Humanidad. De nuevo la confusión entre la naturaleza
y lo sobrenatural.
En segundo lugar, ya que la Iglesia y la Humanidad no se diferencian
nada más que en la conciencia más o menos luminosa que
una y otra tienen de su pertenencia a Cristo.-en general la Iglesia
es más consciente que la masa de la Humanidad- resulta que
todo lo que Cristo ha revelado al hombre es simplemente la propia
plenitud del hombre, esa impronta sobrenatural que hay en todo hombre
por el solo hecho de serlo. Sin embargo esta revelación del
hombre al hombre a través de Cristo es una revelación
exterior y secundaria, no totalmente necesaria, ya que todos los hombres
son conscientes de su propia presencia, tienen, de forma natural,
conciencia de ellos mismos y gozan incluso de una revelación
interior sin tener que recurrir a cualquier revelación exterior
del tipo que sea. Siguiendo este razonamiento se llega a afirmar que
las diferentes religiones no son ni verdaderas ni falsas ya que todos
los hombres poseen una suficiente conciencia de sí mismos a
través de la religión que profesan. Por esto Juan Pablo
II manifiesta un gran respeto por todas las "religiones"
no católicas.
Finalmente la Fe, según este concepto, viene a ser algo así
como esa conciencia que el hombre tiene de su estado "naturalmente'"
sobrenatural, bien lo conozca a través de la revelación
cristiana o a través de otros conductos. De lo que resulta
que todas las religiones encierran alguna revelación de Dios
y es por esto por lo que es necesario el diálogo entre las
religiones, camino ideal para la paz religiosa que es a su vez el
componente imprescindible para la paz mundial. Así se comprenden
las reuniones como la de Asís y los incesantes viajes de Juan
Pablo II.
Hay muchos testimonios de la sumisión de Juan Pablo II a la
"nueva teología". Su primera encíclica, que
data de 1978, nos recordaba la celebre frase del documento conciliar
Gaudium et Spes (n.° 22): "El Hijo de Dios, a través
de la Encarnación, se ha unido en cierta forma a cada hombre''.
La afirmación es verdadera si con ella se da a entender que
todo hombre que nace en este mundo está salvado en potencia
por Cristo, pero será necesario que haga algo para pasar de
la potencia al acto. Mas esta afirmación no será verdad
si con ello se quiere expresar (como así lo hacen Juan Pablo
11 y el Nuevo Catecismo) que todos los hombres se encuentran salvados
actualmente por Cristo, lo sepan o no y lo quieran o no.
En 1981 Juan Pablo II nombra a Monseñor Ratzinger Prefecto
de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En 1982 dedica
grandes elogios al "archiherético" Theilhard de Chardin,
con motivo del centenario de su nacimiento. En 1983 concede el cardenalato
al jesuita Herir¡ de Lubac. Y en el mismo año lanza la
idea para que se organice una reunión de estudio sobre von
Balthasar y Adriana von Speyr, reunión que tuvo lugar en 1985.
En 1988 concede la purpura cardenalicia a Urs von Balthasar, mas este
muere antes de recibirla, lo que no obsta para que en la oración
fúnebre que con tal motivo pronuncia en su honor el Cardenal
Ratzinger, el Prefecto para la Doctrina de la Fe afirme que el gesto
del Papa guarda todo su valor.
Cuando muere Henri de Lubac en 1991. Juan Pablo II envió sendos
telegramas de pésame al General de la compañía
de Jesús y al Cardenal Lustiger, Arzobispo de Paris, en los
que hablaba de la "probidad intelectual"
del jesuita, así como su “larga y fiel colaboración
en tanto que servidor de la Iglesia”, servidor que
supo recoger "lo mejor de la Tradición católica".
En 1992 Juan Pablo II vuelve a los elogios de Henri de Lubac y de
von Balthasar en tanto que promotores de la revista “Communio”,
órgano oficial de la “nueva teología”. A
los que escriben en esta revista se les llama “conservadores”
pero en realidad son modernistas un poco “prudentes”.
Tras el Papa es toda la prensa católica la que anima y elogia
a la “nueva teología”. Por último, en Febrero
de 1993, Juan Pablo 11 ensalzaba el libro de Blondel, La Acción,
en el centenario de su luz pública y ponía a este, escritor
como ejemplo a los filósofos y teólogos, un ejemplo
digno de imitación.
Finalmente enumeremos los principios católicos fundamentales,
tras esta triste exposición de la actitud de Juan Pablo II.
principios que nos permitirán guardar nuestra Fe. con serenidad
de espíritu y equilibrio, en medio de la viña del Señor
devastada por su propio Vicario:
1°.- El Espíritu Santo no puede en la
actualidad contradecir lo que inspiró en el pasado.
2°.- La Revelación pública de la
Fe se acabó con la muerte del último de los Apóstoles.
Esta es la Fe católica y nadie puede cambiarla.
3°.- La Iglesia y el Papa están asistidos
por Dios para salvaguardar la Fe y no para introducir en ella novedades.
4°.- Ningún Papa puede contradecir a los
Papas que le han precedido.
5°.- Ningún Papa puede ir en contra de
lo que ha sido enseñado y creído por la Iglesia siempre,
en todas partes y por todos.
6°.- En caso de enfrentamiento entre todos los
Papas del pasado y unos pocos que corresponden a los últimos
Pontificados los católicos tienen la obligación de seguir
a los Papas del pasado.
Y en resumidas cuentas cuando un Papa actúa y enseña
a partir de posiciones estrictamente personales, este Papa no puede
exigir de los fíeles que le obedezcan ni tampoco tienen obligación
los fieles de obedecerle. El privilegio de infalibilidad no incluye
que el Papa pueda imponer formalmente ex cathedra a toda
la Iglesia sus errores personales, pero no excluye que intente exponerlos
no formalmente sino de hecho.
Si un Papa quisiese imponer un error, el celo de Cristo por su Iglesia
impediría que se hiciese uso de la infalibilidad. Pero el privilegio
de la infalibilidad no impediría que la Fe corriese peligro
por negligencia de un Papa, lo que si impediría es la declaración
ex cathedra de un error. Por lo tanto la crisis actual no pone
en tela de juicio la infalibilidad pontifical, lo que ocurre es que
constituye para los católicos una prueba terrible.
Para acabar diremos que nuestra obligación es rezar y hacer
penitencia, impedir la destrucción cíe la Iglesia y
en concreto para aquellos que tengan posibilidades de hacerlo, manifestar
al Sumo Pontífice los graves deberes de su misión apostólica.
Todo lo que acabamos de exponer es muy doloroso pero también
es muy consolador, conocemos claramente la batalla que nos ha tocado
librar. Lo que ocurre actualmente en Roma es de lo más coherente.
Desde un punto de vista humano los que gobiernan"; hoy en día
a la Iglesia están como soñando, y todo induce a pensar
que dejaran que ese sueño dure hasta que la Iglesia este totalmente
en ruinas. Desde el punto de vista de Dios, solamente el Señor
es capaz de purificar a la Iglesia, permitiendo que caiga mucha fruta
podrida. y cuando la operación se haya concluido hará
que la Iglesia surja indestructible de esta montaña de ruinas,
radiante de belleza. El Señor es el dueño de la situación
y sabe perfectamente lo que hace. El nos habla diciéndonos:
"Yo soy el Señor; vuestro Dios, y no hay otros dioses
fuera de Mi. Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias,
y solo El es el Camino, la Verdad Y la Vida. Todas las demás
soluciones son falsas, quedando finalmente reducidas a polvo y ceniza.
Os amo con amor eterno. Nunca es demasiado tarde para buscar mi Rostro.
Yo soy".
Constituirá una grande gracia para el futuro la posibilidad
de continuar colaborando en la solución de Dios. El espera
de todos nosotros que nos convirtamos en héroes y heroínas.
No dejemos de pedir en nuestras oraciones la estabilidad la salud
y la alegría sobrenaturales.
Publicado
en "Tradición Católica", Revista
de la Hermandad San Pío X, Casa San José, 28607 - El
Alamo (Madrid) España. N4109 y ss.
Fuente: Stat Veritas