El 25 de Agosto de 1806, Don Santiago de Liniers declaraba deberse la Reconquista de Buenos Aires al singular y visible patrocinio de Nuestra Señora del Rosario, dejando en evidencia el espíritu que animó esa gloriosa gesta que hoy, en el bicentenario, se reescribe en apoyo de un proyecto político de tinte socialista, identificado con el modelo “bolivariano” del presidente venezolano Hugo Chávez, en que el Estado es el amo y señor de todas las cosas
“Fue un espectáculo para enfervorizar a los chicos. No queríamos reproducir históricamente nada”, declaró Ernesto Jauretche (presidente de la Comisión Provincial del Bicentenario, creada por decreto por el gobernador Felipe Solá) al comentar los actos conmemorativos de las Invasiones Inglesas.
“Nosotros necesitamos –agregó- escribir una historia que legitime el proyecto histórico presente: más justo, más libre, con Estado más fuerte” (Cfr. “La Nación”, 4-7-06).
Más que escribir, inventar ... ¡para recabar apoyo político! De ahí que sea urgente restablecer la verdad acudiendo a las fuentes históricas.
Consideración preliminar
En 1806 ya hacía tiempo que la cristiandad medieval venía siendo socavada por el proceso revolucionario y tres consecuencias de ello —entre tantas otras— se mostraron factores favorables al intento inglés en el Plata: a) la decadencia social, moral y religiosa; b) el absolutismo estatista; y c) el menoscabo de la defensa.
a) decadencia social, moral y religiosa.
El proceso de instauración de una falsa separación entre lo natural y lo sobrenatural, entre la Fe y la razón, entre la Religión y la vida diaria, que asola a toda la cristiandad, no tenía como excepción a Buenos Aires.
Pero aquí resistían la descristianización dos pilares aún no bien estudiados.
¿Que sería de nuestra Argentina sin la acendrara devoción que afortunadamente en estas tierras se tiene por la Santísima Virgen? Una de las más clásicas manifestaciones de esa devoción se verificaba en Buenos Aires cada primer domingo de mes, con la Procesión de la Virgen del Rosario, que los dominicos custodian en su Convento de San Pedro Telmo. El esplendor máximo lo alcanzaba el primer domingo de Octubre, cuando se conmemoraba la fiesta del Rosario, que el Papa San Pío V, un dominico, fijó el 7 de Octubre para agradecer precisamente a la Virgen del Rosario haber salvado la cristiandad con Su milagrosa intervención en el combate de Lepanto, Nuestra Señora de la Victoria que derrotó a la escuadra musulmana.
Poco conocida también la labor extraordinaria de la beata Antula. ¿Que sería el Virreinato del Río de la Plata sin las Casas de Ejercicios, y todas las bendiciones que atrajo la santiagueña María Antonia de la Paz y Figueroa?
b) el estatismo absolutista
El Renacimiento seguido por la Ilustración montaron un nuevo concepto de estado centralista y burocrático, en oposición a los cuerpos intermedios orgánicos, expresiones concretas del que será llamado principio de subsidiariedad por la Doctrina Social de la Iglesia.
Así el florecimiento normal de las elites nativas —que se perfeccionaban por sus capacidades, y la especial virtud de hacer la donación de sí mismas al bien común— fue paulatinamente desacreditado por las cortes absolutistas. Particularmente afectados resultaban los Cabildos, resabio castellano de antecedentes romanos y legislación medieval, que se constituían en cada lugar con las familias fundacionales, las personas decentes y los hombres de bien y, además de ejercer el gobierno inmediato, eran los naturales defensores de los fueros concedidos a las villas y ciudades, así como su representación ordinaria.
c) menoscabo de la defensa
A la noción de que la defensa es deber de todos, se materializaba en la posesión de armas y municiones por las personas de bien. El gobierno no temía a su pueblo; conste de paso que es prudente temer a los gobiernos que temen a sus pueblos y los quieren desarmados... como siempre sucede con los tiranos.
La población responsable de parte de su propia defensa, se ordenaba alrededor de las estructuras sociales naturales, como la villa, la estancia, la profesión, la región de origen, las cuales que formaban las Milicias Urbanas o Guardias Rurales, y tenían definido marco en la Defensa Territorial, con el apoyo subsidiario del Ministerio de la Guerra, que coordinaba con las unidades mayores.
Pero el estatismo pre-socialista de la Ilustración fue desplazando paulatinamente la nación hacia el monopolio de la defensa en manos del Estado (1)
Desde ese poder centralizado, el último regimiento de infantería enviado de Burgos a Buenos Aires había llegado en 1784. Y desde esa mentalidad estatista, el Virrey Sobremonte no entregará a las corporaciones las municiones y armas que estaban en el Fuerte, cuyo hallazgo sorprenderá a los invasores. Cuando finalmente algo se improvise, los calibres no coincidirán con las armas ...
Revolucionario venezolano anticristiano
Tómese en cuenta antes que nada que el promotor de las invasiones inglesas fue el transhumante revolucionario venezolano, Francisco de Miranda, quien para erradicar la cristiandad hispánica de este continente ya había presentado al primer ministro William Pitt, en marzo de 1790, un plan para restaurar el pagano y despótico imperio incásico.
Otra alternativa, para la cual Miranda instigaba a Simón Bolívar, era la injerencia británica en la formación de republiquetas menores, fácilmente influenciables. En ambos casos Sudamérica quedaría sometida a Inglaterra por un “Pacto Solemne” ofreciéndole un comercio muy vasto y tesoros para pagar puntualmente los servicios que se le hicieran...
Pero la Paz de Amiens había puesto freno a aquellas iniciativas, ya que Inglaterra debía respetar a España como principal aliada de Francia. Por ese motivo, los ingleses no emprendieron acciones contra América Hispana sino contra Ciudad del Cabo, posición débilmente defendida por los holandeses. La flota zarpó en junio de 1805 para conquistar El Cabo en enero del siguiente año; desde ahí una invasión sobre Buenos Aires sería tarea mucho más sencilla.
Miranda se empeña y Popham decide
Se dieron circunstancias que hicieron propicia la invasión. Por una parte la destrucción de la armada combinada franco-española en Trafalgar, en octubre de 1805. Por otra, la información de que se encontraba en Buenos Aires el depósito de los impuestos recaudados por la Hacienda española. Fue así que sir Home Popham decidió actuar por cuenta propia, intentando emular a almirantes de la talla de Horacio Nelson y sir George Rooke. Popham recibía noticias de rivalidades internas en Buenos Aires, producto de una guerra de intereses entre quienes apoyaban el libre comercio y los que estaban en contra, e imaginaba que ello le facilitaría mucho las operaciones.
Pero el enardecimiento de Miranda desconocía el férreo rechazo de la población católica hacia todo lo que viniera de Gran Bretaña, por considerarla una nación herética y enemiga de España. Y con una visión parcial sobre la realidad americana, suponía que hechos como la rebelión de Tupac Amaru y de los Comuneros de Paraguay y Nueva Granada implicaban un signo claro de odio a la Fe, a la Metrópoli y al monarca, cuando en realidad eran expresiones de malignidad revolucionarias aisladas.
Se lanza la invasión
El 22 de junio de 1806 la flota británica irrumpió amenazadoramente en aguas del Río de la Plata. Dejando atrás la Ensenada de Barrgán, guarnecida por la batería al mando del Capitán don Santiago de Liniers, desembarcaron en Quilmes tres días después 1.600 efectivos a las órdenes del teniente general William Carr Beresford, que iniciaron su avance sobre Buenos Aires.
Anoticiado el Virrey Sobremonte del avance enemigo “...se dirigió al Fuerte, donde dispuso el alistamiento y concentración de fuerzas en diferentes puntos de la población”. Pero no se entregaron las municiones apropiadas a las milicias de la defensa territorial, ni se organizó sostener el Fuerte que tenía 35 cañones. Conforme lo establecido, el Virrey despachó los caudales fuera de Buenos Aires y sólo atinó a replegarse hacia Córdoba para reorganizar la caballería e intentar la reconquista. Y tal como afirma el padre Cayetano Bruno, “...lo demás fue obra de un par de días tan solo; como que el 27 de junio de 1806, Buenos Aires vio desfilar la columna invasora, que tomaba hacia la fortaleza” (2).
Reinaban el desconcierto y la incertidumbre en la población y el vecindario, encerrado en sus casas, trazaba mil conjeturas respecto al desenlace de los hechos.
“Cuando los enemigos llegaron a la altura del templo de Santo Domingo, sin más ruido que el de sus pasos, y con todo el orden de una estricta disciplina, la fortaleza y la plaza eran un laberinto, donde no se oían sino las maldiciones y el ruido de las armas que despedazaban los milicianos al retirarse a sus casas gritando: ¡traición!; ¡traición!. Dando las tres de la tarde entró la columna enemiga en la plaza, ocupó la fortaleza y el brigadier Quintana entregó las llaves y quedó prisionero del mayor general Beresford” (3).
La casa de la Virreina vieja, uno de los tantos cantones de resistencia contra el invasor
Buenos Aires ocupada
Con Buenos Aires en manos del invasor, el general William Carr Beresford intentó congraciarse con la población mediante una política de captación en apariencia generosa y cordial, por la que se comprometía a respetar la lengua hispana y la religión católica e introducir reformas en materia económica y comercial.
Monseñor Benito de Lue y Riega, Obispo de Buenos Aires desde 1803, instruyó inmediatamente a los párrocos para instigar a los fieles a resistir a los ingleses, captar a los católicos que marchaban en sus tropas y restringir el culto público al Santísimo Sacramento para prevenir sacrilegios y burlas.
Así el 1º de julio, la celebración y procesión de la Virgen del Rosario en el templo de los dominicos estuvo muy lejos de lo tradicional. Habiendo concurrido a ella Santiago de Liniers, Capitán de la Real Armada y Caballero del hábito de San Juan, se acongojó y conmovido fue a hablar con el prior a quien aseguró haber hecho “...voto solemne de recuperar la ciudad de manos de los ingleses y ofrendarle [a Nuestra Señora del Rosario] las banderas que tomare al enemigo como trofeos de guerra firmemente persuadido de que lo lograría bajo tan alta protección” (4).
El 5 de julio Beresford hizo reunir al Cabildo en pleno para que sus miembros prestasen juramento de fidelidad al rey británico Jorge III. Hubo quien se acomodó a las nuevas autoridades y perjuró. Pero no faltó grandeza de alma en la élite local y entre quienes se negaron contamos al Obispo Lué y Riega, a fray José de las Animas el superior de los Betlehemitas, y dignatarios de la Audiencia, del Protomedicato y del Real Consulado, como su secretario general, el Dr. Manuel Belgrano.
Ataque de las milicias de Buenos Aires al fuerte ocupado por los ingleses que en pocas horas fueron obligados a enarbolar banderas de parlamento y rendirse. Los trofeos tomados al enemigo se encuentran depositados en la Basílica de Santo Domingo (Av. Belgrano y Defensa), junto a Nuestra Señora del Rosario de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires
Se organiza la cruzada
Mientras Liniers se trasladaba a la Banda Oriental para reclutar tropas, el febril y ajetreado movimiento evidenciaba la puesta en marcha de una gran campaña.
Martín de Alzaga, dueño de una gran fortuna, financiaba toda acción contra los invasores. Juan Martín de Pueyrredón, criollo hijo de un estanciero, reunía efectivos, la mayor parte gauchos de los partidos de Morón, Matanza, Pilar, y Luján. Allí el Párroco Dr. Vicente Monte Carballo, les distribuyó, a modo de escapulario, cintas benditas celeste y blancas de 38 cm, la altura de la Virgen de Lujan. En San Isidro el P. Bartolomé Márquez convocó a la población a combatir.
Y tras “... ampararse bajo el patrocinio de la Santísima Virgen y llevar al campo de batalla el estandarte de la Purísima Concepción que les ofrendó el Cabildo de Luján” salió Pueyrredón a enfrentar al enemigo, decidido a aniquilarlo y ponerlo en retirada. (5)
El combate de Perdriel
Después de asistir a Misa en la iglesia de la Villa, las tropas iniciaron su marcha confiadas en el coraje que las animaba y en el número superior de fuerzas.
Se toparon con los ingleses en los campos de Perdriel lanzándose al combate al grito de “Santiago y Cierra España” y “Mueran los herejes” (6), como los cruzados en Clavijo durante la Reconquista hispana. Sin embargo, el resultado les fue adverso y a poco estuvo Pueyrredón de caer prisionero si — como el mismo apóstol Santiago cabalgando también sobre un caballo blanco — el bravo Lorenzo López, alcalde del Pueblo de Pilar, no hubiese aparecido a tiempo para alzarlo al galope y alejarlo a toda prisa del desastre y la confusión.
Desembarco de Liniers
Liniers desembarcó en el Tigre, la noche del 3 de agosto de 1806 y al pasar por San Fernando, la tropa se detuvo a vivaquear, recogiendo hombres y pertrechos.
En la chacra de los Márquez, en el partido de San Isidro, las fuerzas procedentes de la Banda Oriental se reunieron con los dispersos de Perdriel, permaneciendo tres días detenidos en ese punto a causa de las lluvias; lluvias providenciales que impidieron al ejército británico presentar batalla, permitiendo a los patriotas proseguir su avance hacia la capital.
La Reconquista de Buenos Aires
El 10 de agosto, después de asistir a Misa de campaña, el ejército de Liniers ocupó los Corrales de Miserere, en el actual barrio de Once, intimando desde allí la rendición. No la obtuvo por lo cual reemprendió el avance en dirección a Retiro a través de caminos pantanosos, entre quintas y albardones.
Una multitud de vecinos se acercó a colaborar, arrastrando las piezas de artillería y ofreciendo alimentos a los soldados. “Aquel ejército extraño, en que hombres, mujeres y niños fraternizaban con la tropa para facilitar su movimiento, más parecía una cruzada medieval que ...un cuerpo de milicia reclutado en el Nuevo Mundo” (7).
Los soldados de Liniers luciendo el santo escapulario en el pecho, alcanzaron Retiro donde el futuro Conde de Buenos Aires (8) demostró intrepidez y decisión en un combate de proporciones que le permitió capturar el parque de artillería, acorralando a los ingleses en sus posiciones primero, y obligándolos a replegarse hasta la Plaza Mayor, después.
Liniers estableció su cuartel general en el atrio de Nuestra Señora de la Merced y desde allí comandó el asalto final. Dieciocho cañones guardaban las posiciones inglesas en la plaza en tanto “...sus tropas guarnecían las azoteas de la Recova y de varias casas inmediatas [y] los balcones del Cabildo” (9).
Rendición británica
Cuando el segundo de Beresford, su ayudante Kenneth, cayó a sus pies herido de muerte, el general inglés ordenó a sus tropas refugiarse en el fuerte, en un último intento de resistencia que solo duró unas horas. Ganadas las calles y dueñas de la plaza, las fuerzas locales lograron la rendición, obligando al invasor a enarbolar banderas de parlamento.
La parte sana de los habitantes de Buenos Aires, clérigos y seglares, mujeres y hombres, patrones y asalariados, hacendados y peones, civiles y militares, reunidos por el amor al Cielo y al suelo, a la Virgen y a la Patria, y liderados por figuras rectoras de la sociedad como Liniers, Alzaga y Pueyrredón, había derrotado al invasor.
Nada más opuesto, pues, a una antojadiza “rebelión social” como la que pretendió recrear Ernesto Jauretche cuando se propuso “resignificar” la Reconquistaa fin de justificar la refundación de la Argentina a través de un proyecto político opuesto a sus orígenes históricos y religiosos. (11).
Reconocimiento a los pies de la Santísima Virgen
Don Santiago de Liniers se presentó en el Convento de San Pedro Telmo de la Orden de los Predicadores de Santo Domingo “ ... y en cumplimiento de su promesa el día 24 del dicho mes de Agosto, obló con solemnísima función, Salva triple de Artillería, concurso de la Real Audiencia, Cabildo secular, e Ilmo. Sr. Obispo, las cuatro banderas, dos del Regimiento núm. 71 y dos de Marina que tomó a los Ingleses, confesando deberse toda la felicidad de las armas de nuestro Amado Soberano al singular y visible patrocinio de Nuestra Señora del Rosario o de las Victorias”. (12)
Notas
1- Esas unidades “de reserva” y “territoriales” son normalmente adiestradas y compuestas con militares de servicio activo como espina dorsal, y con oficiales y soldados de reserva como grueso, y creadas según la combinación unificada para su formación completa y movilización rápida en tiempos de guerra. Hasta hoy son fundamentales para las estructuras de defensa en países constituidos antes de la Revolución francesa, como Suiza y los Estados Unidos de América.
No se confunden con la “milicia popular” que es una fuerza de masas armada, de corte político e innegablemente orientada al control de la población, una fuerza de ocupación del propio país, como las existentes en Cuba, China socialista y Venezuela.
2- RP. Cayetano Bruno sdb, Historia de la Iglesia en la Argentina (1800-1812), volumen VII, Buenos Aires, Editorial Don Bosco, 1971, p. 74
3- Ignacio Núñez, “Noticias históricas de la República Argentina” en Biblioteca de Mayo, tomo I, “Memorias”, Buenos Aires, 1960, p. 219
4- Juan Bautista Fos Medina, “Aspecto religioso de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires (1806-1807)”, en “Panorama Católico Internacional”, Año II, Nº 17, p. 3
5- Idem.
6- Idem
7- Célebre batalla próxima a Logroño (23 de mayo del 844) en la que los asturianos, al mando del rey Ramiro I, derrotaron al emir Abderramán II. La providencial aparición del apóstol Santiago, montado en un brioso corcel blanco dio ánimo a los cristianos para arrollar a sus adversarios y ponerlos en retirada.
8- R P. Cayetano Bruno sdb, ob. cit., p. 89
9- D. Santiago de Liniers y Bremond.
10- Bs. As. 20-VIII-1806 (AGN, Bs. As., IX-26-7, 7), en P. Cayetano Bruno sdb, ob. cit. p. 90
11- Acta Capitular del 17 de agosto de 1806, en Conflictos en el Atlántico Sur (siglos XVII-XIX), Círculo Militar, Buenos Aires, 1988, p. 103.
12- “Cfr. “La Nación”, 11 de Junio de 2006.
13- “Acta de los Trofeos”, “Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires”, 25 de agosto de 1806, 1922, p. 817
Fuente: Reconquista Santiago