Por Silvio H. Coppola
Hoy, tres de febrero, surgen enseguida en la memoria dos acontecimientos de suma importancia, que hacen a nuestra historia.
Uno glorioso, que se recuerda ocasionalmente y más que nada por su héroe, el general San Martín.
Otro, que acabó con los sueños de una Gran Argentina y de la reunión amistosa de las partes que habían integrado el antiguo Virreinato, precipitando la masacre del Paraguay.
1813:
Triunfo de la caballería argentina, contra tropas de infantería de marina españolas, provenientes de Montevideo, a la sazón sitiada por los patriotas de Mayo.
Buscaban ganado y víveres para abastecer a la ciudad y causaban ya desde hacía tiempo, depredaciones en todo el litoral bonaerense y de Santa Fe.
San Martín los esperó en situación favorable, con su reciente creado cuerpo de Granaderos a Caballo y los derrotó ampliamente haciendo huir a los sobrevivientes.
Desde entonces no hubo más invasiones y saqueos de este tipo. Siendo además que la acción reconfortó el ánimo de los patriotas en sus propias fuerzas y comenzó a valorizar inmediatamente la figura de quien llegaría a ser el Gran Capitán.
Lo que se acentuó poco después con la toma de Montevideo. Todo lo cual en ese mismo año, se cantó en el recién creado Himno Nacional:
San José, San Lorenzo, Suipacha,
Ambas Piedras, Salta y Tucumán
La Colonia y las mismas murallas
Del Tirano en la Banda Oriental.
Ambas Piedras, Salta y Tucumán
La Colonia y las mismas murallas
Del Tirano en la Banda Oriental.
1852:
Gran derrota nacional, comparable solo históricamente con la del 14 de junio de 1982. En alianza con el Brasil, el hombre más rico del litoral y gobernador de Entre Ríos Justo J.de Urquiza, se alza con su Ejército de avanzada contra el propio gobierno nacional (Juan Manuel de Rosas era entonces por mandato de las provincias, Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación) y con la ayuda de fuerzas extranjeras, derrota en Caseros al gobierno de su patria.
El pretexto era la Constitución, pero la finalidad fue económica y de poder. La renta principal fue para el Brasil (da vergüenza observar en el Salón de Actos de la Gobernación en Paraná, un enorme cuadro que muestra al Ejército Grande, cruzando el Paraná en barcos brasileros), quien aparte de quedarse con las Misiones Orientales y cobrar los adecuados intereses por sus préstamos para la guerra, logró la libre navegación de nuestros ríos interiores, la que por los tratados que firmara Felipe Arana, ministro de Rosas con Gran Bretaña y con Francia (1848 y 1850), era exclusiva de nuestra bandera.
Eso fue un perjuicio inmediato, pues se acabó con la navegación de cabotaje argentina, pero también fue el primer paso para la Guerra del Paraguay, que quedó huérfano de la política de protección que le daba Rosas y expuesto rápidamente a la acción de destrucción de los liberales argentinos y de conquista del Brasil.
Estos vientos trajeron las tempestades que acabaron con los ideales paraguayos de independencia económica, sin perjuicio de la devastación de su propio país.
Como corolario, quiero agregar que el Parque Tres de Febrero de la C.A.de Buenos Aires, fue instalado sobre predios que eran de Rosas, quien lo había arbolado de su propio peculio, en lugares que eran ciénagas.
De ahí el nombre que muy astuta y cínicamente le puso Sarmiento, el que no es precisamente por el Combate de San Lorenzo.
Y como corolario final, ahí está la estatua del propio Sarmiento. No recuerdo ahora si está como civil o como le gustaba últimamente que lo presentaran, como general.
Aunque su sola actuación al respecto, fue su cargo de boletinero del Ejército Grande de Urquiza.
Al que primero alabó, pero pronto le dirigió las famosas palabras: “Southampton o la horca” (refiréndose al lugar de exilio de Rosas). Los liberales a ultranza llegarían pronto al poder, después de ese 3 de febrero.
LA PLATA, febrero 3 de 2010.