En su reflexión televisiva en el
programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, se refirió al tiempo litúrgico
de Cuaresma y a la importancia del “ayuno” aclarando que pareciera que esta
práctica “suena de una manera un poco extraña en la sociedad contemporánea”
pero que “en la antigüedad el ayuno tenía una importancia muy fuerte. Las
primeras generaciones cristianas unían incluso el ayuno a la vigilia, a la
privación de sueño, especialmente en los ambientes ascéticos y sobre todo en
estos períodos particularmente penitenciales”.
Recordó que “el ayuno significaba
introducir un elemento que llamara la atención, que despegara a la gente del
ritmo de vida habitual” y que ya “el Papa
León el Grande, a principios del Siglo V decía en cuanto al ayuno cuaresmal
que lo importante no era tanto privarse de alimentos como privarse de los
vicios”.
Por eso propuso que en esta
Cuaresma nos fijemos “qué adicciones se nos han incorporado a la vida y se han
apegado nuestro corazón, nuestras costumbres, nuestras manías. Y cuando digo
adicciones, una palabra que parece terrible, no estoy pensando necesariamente
en el alcoholismo o la droga sino en tantas cosas que se nos han hecho
necesarias y que no son esenciales”.
A modo de ejemplo mencionó que
“hoy día se habla de adicción informática, la adicción a la computadora,
adicción al teléfono celular… ¿Cuánta gente, chicos y no solo chicos, viven
pendientes del Facebook o del Twitter y están toda la vida en eso y van
desarrollando una existencia más virtual que real? ¿Cuántas cosas se les pasan
inadvertidas?”.
Y agregó: “Uno se puede
preguntar: ¿Qué tiene que ver Dios con todo eso? Pues yo propondría entonces
que hagamos en esta Cuaresma el ejercicio de reconocer nuestras propias adicciones,
aquellos apegos desordenados, excesivos, que van quitándonos la atención a lo
esencial, y especialmente a Dios”.
Por eso sugirió hacer el
“esfuerzo de poner allí el ayuno y ayunemos de ellos. Adquiramos una cierta
moderación en el uso de tantas cosas que además, son cosas que cuestan;
ahorrando allí podríamos aplicarlo a la limosna, es decir al ejercicio de la
caridad”.
“Jesús en el Sermón de la Montaña nos habla de
esas obras de cuaresma; menciona la oración, el ayuno y la limosna. Es decir, una
vida espiritual más intensa de comunicación con Dios, la generosidad en el
ejercicio de las obras de misericordia para con los más necesitados, y también
el ayuno”, comentó.
Adjuntamos el texto completo de
la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Como ustedes saben estamos
viviendo el tiempo de Cuaresma y todos los años, en este período, la Iglesia
nos dirige un llamado a la conversión, nos ofrece la ocasión propicia para
prepararnos de una manera particular a la próxima celebración de la Pascua”.
“En la liturgia de la Iglesia y
en los textos bíblicos que se leen en este tiempo aparece la Cuaresma como una
institución que tiene sus raíces en el Antiguo Testamento; sobre todo, las
obras propias de este tiempo. En realidad, son las que el cristiano debe
practicar en cualquier momento del año, pero que en este período se nos
recomiendan para asumirlas de un modo más insistente, más profundo, más
sincero. Jesús en el Sermón de la Montaña nos habla de esas obras de cuaresma;
menciona la oración, el ayuno y la limosna. Es decir, una vida espiritual más
intensa de comunicación con Dios, la generosidad en el ejercicio de las obras
de misericordia para con los más necesitados, y también el ayuno. La práctica
del ayuno me parece que suena de una manera un poco extraña en la sociedad
contemporánea. Por eso quiero dedicarle esta reflexión”.
“En la antigüedad el ayuno tenía
una importancia muy fuerte. Las primeras generaciones cristianas unían incluso
el ayuno a la vigilia, a la privación de sueño, especialmente en los ambientes
ascéticos y sobre todo en estos períodos particularmente penitenciales”.
“¿Pero que significaba en la
antigüedad el ayuno? Pensemos que el modo de vida concreto de la gente era
otro, radicalmente distinto al de la actualidad. Era una vida muy plegada al
ritmo de la naturaleza y no contaban con esa cantidad de comodidades, de
facilidades que hacen la vida moderna más cómoda pero también más complicada”.
“Entonces el ayuno y la privación
de sueño eran como cortes en el modo de vida de aquella gente, que les llamaban
a las realidades espirituales, a las verdades eternas del hombre, a un cambio
de vida.
“Hoy día el ayuno, en realidad,
no nos dice demasiado y, de hecho, en la disciplina de la Iglesia ha variado.
Días de ayuno obligatorio son sólo el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Después está la abstinencia de carne que tampoco nos daña demasiado porque no
comemos carne todos los días, por distintas razones que no son precisamente
espirituales”.
“Pero, recordemos que el ayuno
significaba introducir un elemento que llamara la atención, que despegara a la
gente del ritmo de vida habitual ¿adonde tendríamos que apuntar en todo caso?
Ya el Papa León el Grande, a
principios del Siglo V decía en cuanto al ayuno cuaresmal que lo importante no
era tanto privarse de alimentos como privarse de los vicios”.
“Hagamos una traducción a la
actualidad: ¿qué cosas, hoy día, nos atrapan excesivamente, nos imponen un
ritmo vertiginoso, una rutina que nos hace olvidar de las cosas de Dios, de las
cosas trascendentes? ¿Qué elementos debiéramos introducir en la manera de
pensar y de vivir como para que nos llamemos la atención a nosotros mismos y
nos volvamos a Dios?”.
“Yo les propondría esto: fijarnos
en qué adicciones se nos han incorporado a la vida y se han apegado nuestro
corazón, nuestras costumbres, nuestras manías. Y cuando digo adicciones, una
palabra que parece terrible, no estoy pensando necesariamente en el alcoholismo
o la droga sino en tantas cosas que se nos han hecho necesarias y que no son
esenciales”.
“Por otra parte, hoy día se habla
de adicción informática, la adicción a la computadora, adicción al teléfono
celular… ¿Cuánta gente, chicos y no solo chicos, viven pendientes del Facebook
o del Twitter y están toda la vida en eso y van desarrollando una existencia
más virtual que real? ¿Cuántas cosas se les pasan inadvertidas?”.
“Uno se puede preguntar: ¿Qué
tiene que ver Dios con todo eso? Pues yo propondría entonces que hagamos en
esta Cuaresma el ejercicio de reconocer nuestras propias adicciones, aquellos
apegos desordenados, excesivos, que van quitándonos la atención a lo esencial,
y especialmente a Dios”.
“Hagamos el esfuerzo de poner
allí el ayuno y ayunemos de ellos. Adquiramos una cierta moderación en el uso
de tantas cosas que además, son cosas que cuestan; ahorrando allí podríamos
aplicarlo a la limosna, es decir al ejercicio de la caridad”.
“Espero que les sirva esta
reflexión y que el tramo que nos queda de la Cuaresma pueda sernos útil”.