Por Patricio Lons
El día más importante es el
Domingo de Resurrección, pero este es el más bello. Nos lleva a nuestros
recuerdos de infancia; a quienes pudimos, nos permite rememorar las caricias de nuestro padre, la piedad Católica
de nuestra madre, la sabiduría de ambos, la mirada cariñosa de la abuela
que nos quedó, del tío que quisimos, la mano de un hermano que nos sostenía,
nos traslada al momento sublime de la
Misa de Gallo, a nuestra curiosa costumbre, traída de nuestros ancestros
europeos, de comer turrones más propios de una mesa invernal. A ese magnífico pesebre que armábamos con la ilusión de
cuando llevábamos nuestros pantalones cortos y que nos mostraba el amor de la
Navidad, con el Niño Jesús que guardábamos para poner recién el 24 a la noche y
los Santos Reyes Magos colocados en el extremo del cuadro, pues faltaban
todavía dos semanas “para que lleguen”.
¿Y en estos días? ¿Cómo recibiremos al Señor? Con la alegría de la
fiesta en sí misma, por supuesto, es el
cumpleaños del Salvador; ¿y algún dolor? Sí, con la tristeza de saber que
muchos compatriotas nuestros han muerto en estas últimas semanas de manera
violenta, en estériles enfrentamientos entre argentinos; azuzados y provocados
por los enemigos de Cristo y de la Patria, que han incubado odios y sinsentidos
en nuestros corazones. ¿Acaso lo hemos merecido? No sé, no puedo juzgar a
otros, solo me miro a mi mismo y me pregunto cuánto de esto es mi responsabilidad;
si dejé enfriar mi Fe, si en cada acto cotidiano puse mi vanidad o lo hice con
amor a Dios, si supe perdonar y si fui capaz
de buscar perdón, no es fácil saber si uno ha dañado a otros, es más
simple buscar la viga en el ojo ajeno, más difícil en el propio. Si cada uno de nosotros no hace un profundo
mea culpa pensando en los Diez Mandamientos para entender si hemos amado o si
hemos sido indiferentes al amor de nuestro Creador, si cuando la sociedad se
apartó de Él, nos quedamos callados por ser políticamente correctos, ¿Qué
hombre fuera de quien nos hizo por amor, nos puede decir que contrariarlo a Él,
es lo correcto? Nuestra sociedad ha
impuesto muchas leyes contrarias a la fe, ha renegado de nuestra historia y
tradiciones, ha olvidado a muchos héroes; nuestros políticos se han
ensoberbecido poniéndose por encima de Dios. Y así estamos, pues ¿Cuál fue
Su respuesta? Muy simple, ante su expulsión de nuestra sociedad, Nuestro Señor
Jesucristo, como Caballero que es, simplemente se retiró. Nos dejó librados a
nuestro albedrío. Nadie podrá acusarlo de violentar nuestra libertad, es lo que
elegimos.
Creo que todos, en lo más profundo de nuestros
corazones sentimos la orfandad de Dios. y pedirle, sí, pedirle mucho, una y otra vez que vuelva, tal vez no por todos,
pero si por los muchos que lo amamos, aunque pequemos. Los invito a que hagamos
un momento de acción de gracias pensando en nuestras fallas y faltas, recemos a
su Santa Madre, la Virgen María, que es Mediadora de todas las gracias y es la
única que puede torcer la voluntad de Su Divino Hijo. Es hora de humillar nuestra soberbia y poner nuestro corazón en sus
divinas Manos para que nos perdone y volver a ser sus hijos. En horas, el
Niño Dios nos hará compañía; meditemos cada uno sobre eso. Un abrazo argentino
y cristiano a todos mis amigos y compatriotas de bien.