Por Tcnl. José Javier de la Cuesta Ávila
(Prom LMGSM 1 / CMN 73)
En el año del Bicentenario del 25 de Mayo. llego el 9 de julio que es uno de los pasos que la sociedad del virreynato del Rio de la Plata recorrió hasta lograr constituirse como nación en el año 1853. Entre una fecha y la otra transcurre casi medio siglo en el cual los pueblos de la región sienten la necesidad de la unión y debaten el como hacerlo.
El "grito de Libertad" porteño fue, sin dudas, el comienzo de un largo y difícil proceso en el cual la responsabilidad de ser individual jugó un rol importante ya que los prohombres querían que es paso inicial no tan solo fuera un gesto de voluntarismo, sino una decisión lógica, justa y racional que mirando el futuro pudiera hacer ese momento singular.
Cuando se recorren los acontecimientos de ese lustro de la Patria naciente, se observa lo cuidadoso de los avances y lo dificultoso de cada momento ya que si bien la libertad era un deseo la responsabilidad de alcanzarla era una responsabilidad. Cada uno de aquellos personajes que muestra las paginas de la historia, aparece lleno de sueños y esperanzas, tratando de encontrar en la incertidumbre de las circunstancias, la forma de las soluciones. La Patria no se hizo en un gesto sino que fue la resultante de un largo devenir, lo que da sustancia a sus realizaciones y seriedad a sus avances.
La llegada de este 9 de julio en el año del Bicentenario, obliga y motiva a las mentes y los corazones ante la evolución y el progreso alcanzado y lleva, necesariamente, al examen de las realizaciones, no
como un ejercicio de sanción, sino como un modo de experiencias. De nada servirá la celebración si ella no da un fruto como resultante.
Las naciones son la amalgama de los pueblos alrededor de sus estados que hacen de estructura sobre la cual se construye la sociedad. Este amalgama es sagrado y lograrlo requiere no tan solo el deseo, sino la habilidad para obtenerlo. En ese proceso, sin dudas, son los dirigentes los que tienen la especifica responsabilidad para formular los procesos, ajustar los avances y lograr las metas. Si volvemos a aquellos tiempos fundacionales, se fácil observar la disimilitud en las ideas pero que ellas tenían un mismo fin, lo que hacia que cada esfuerzo, si bien aparentemente diferente, contribuir a los logros esperados. Sin dudas, aquellos dirigentes de los años iniciales del Siglo XIX, estaban alentados y guiados con idéntica inspiración y sus resultados se sumaban como virtudes unidas.
El 9 de julio del año 2010, tiene que despertar en nuestras responsabilidades generacionales, la necesidad de mostrar la grandeza que ilumino a nuestros abuelos y, dejando de lado las banderías y los intereses mezquinos, unirnos para restituir a Argentina en su pedestal ante el Mundo. Si el 9 de julio del Bicentenario, solo da una suerte de festejo sin reflexión, será una muestra que la conciencia de los deberes y los derechos esta adormecida y, por lo tanto, la anomia es un peligro que no debe ser desatendido.
Por Dios y por la Patria, por nuestro glorioso pasado y nuestro soñado futuro, elevemos los ojos al cielo para encontrar en su celeste y blanco los colores de la Bandera y no renunciemos al esfuerzo y el sacrificio en el presente, para que sus resultados promisores, sean la savia fecunda que trasmitiremos al mañana. Ellos, nuestros antecesores, en aquel tiempo de la década del 1810, nos dieron no tan solo vida sino también esperanzas, hagamos lo propio para nuestros hijos en el mañana de la Patria.