Por Ricardo David Díaz
LA TOLERANCIA MODERNA ES UNA TIRANÍA PORQUE ES UN SILENCIO DE LA VERDAD
---G K Chesterton---
Por Ricardo David Díaz
LA TOLERANCIA MODERNA ES UNA TIRANÍA PORQUE ES UN SILENCIO DE LA VERDAD
---G K Chesterton---
El intendente de La Plata, Pablo Bruera, participó de la inauguración de la representación interactiva de la Última Cena en la puerta del Palacio Municipal. La misma fue organizada en conjunto por la Municipalidad y Caritas La Plata.
La exposición estará hasta el domingo 24 de abril, y allí la gente podrá sacarse una foto siendo parte de la histórica escena, colaborando así con Cáritas.
La obra fue realizada por el Estudio Pugliese, quien también se encarga de las muestras que se llevan a cabo en el Parque Temático “Tierra Santa”.
Del acto también participaron la secretaria de Modernización de la MLP, Alejandra Sturzenegger; el secretario de Gestión Pública, Jorge Campanaro; el Monseñor Nicolás Baisi; el artista Fernando Pugliese, representantes de Cáritas, demás autoridades y vecinos.
Proyecto Sur, la fuerza que encabeza el diputado nacional Fernando Solanas, celebró en la Capital Federal un plenario en el que "se dejó abierta una instancia de debate" para definir los candidatos del partido, excepto el de postulante a gobernador de Buenos Aires, que será Mario Cafiero.
Lejos del Peronismo Federal, se proyecta liderando nuevamente un espacio no peronista de la izquierda disidente de la oficialista que actualmente gobierna en Argentina.
Un comunicado informó que durante el plenario "se debatió la coyuntura política con vistas a las elecciones que se realizarán en octubre".
El encuentro estuvo presidido por la mesa nacional de Proyecto Sur, entre los cuales se encontraban el máximo referente del partido, Fernando Solanas, la diputada Alcira Argumedo, Luis Brunati y el vicepresidente segundo de la Legislatura Porteña, Julio Raffo.
En el encuentro se resolvió "por unanimidad" la consagración de Mario Cafiero como precandidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires por Proyecto Sur y "se dejó abierta una instancia de debate sobre el resto de las candidaturas", añadió el parte.
"Los presentes reafirmaron la cohesión y el espíritu de unidad comprometiéndose a trabajar por un proyecto emancipador encolumnados detrás de la figura de su máximo referente Fernando Solanas", completó el comunicado.
Mario Cafiero fue en su juventud integrante y militante de la Acción Católica.
Por Juan Manuel de Prada
16 de abril de 2011
Me estremecieron las declaraciones de uno de los convocantes de esa «procesión atea» que pretendía desfilar la tarde de Jueves Santo: «Representamos un frente ideológico. Un frente dedicado, única y exclusivamente, a castigar las conciencias católicas. Nuestro propósito es hacer daño. Y no nos andamos con contemplaciones». No se me escapa que el odium fidei es un sentimiento inextinguible, cuyas ascuas no se apagarán nunca, mientras el mundo sea mundo; pero me había habituado a considerar que, en esta fase democrática de la Historia, el odium fidei se manifestaba bajo expresiones menos furibundas, más sibilinas o asépticas, englobadas bajo lo que hemos dado en denominar «laicismo». Las declaraciones de ese convocante de la «procesión atea» me han permitido comprender que ambas expresiones del odium fidei pueden ser simultáneas y concurrentes, que puede haber un Estado que muy democráticamente imponga una idolatría política de obligado cumplimiento, a la vez que sus más furibundos paladines se ocupan de «castigar» y «hacer daño» a los recalcitrantes que se resistan a obedecerla. De hecho, los odiadores más sañudos de la religión sólo afloran allá donde previamente se ha impuesto una idolatría política que sibilinamente la combate. De todos es sabido que unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces. Y declaraciones tan sañudas como las de ese convocante de la «procesión atea» sólo adquieren un sentido pleno si las interpretamos a la luz de otras de apariencia más sibilina, como las que esgrimía Peces-Barba en un artículo reciente: «Cuanto más se les consiente y se les soporta, peor responden. Solo entienden del palo y de la separación de los campos». Para que nadie interprete malévolamente que Peces-Barba está promoviendo la organización de guetos judíos, diremos que se refiere a los católicos.
La «procesión atea» ha sido, en fin, prohibida, por razones más bien colaterales y hasta peregrinas, tal vez porque los odiadores sibilinos de la religión, muy en su papel de polis buenos, consideraban que en esta ocasión los odiadores más sañudos —los polis malos— se habían excedido en su ímpetu. Pero esta «procesión atea» no era sino un aspaviento histriónico; y la verdadera procesión del odium fidei va por dentro. No emplea —de momento— el palo, sino el veneno sutil de la propaganda; y así, envenenando las conciencias, se logra crear el caldo de cultivo que a la larga permitirá sacar el palo del armario sin escándalo. En una célebre obra de C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino, Screwtape, un diablo veterano y de alcurnia, dedica a un diablo segundón y bisoño una serie de consejos que faciliten su misión en la tierra; entre los cuales se halla éste: «Queremos que la Iglesia siga siendo pequeña, no sólo para que los menos hombres posibles aprendan a conocer al Enemigo, sino sobre todo para que quienes se vuelvan contra él se coloquen en ese estado de exaltación enfermiza y de fariseísmo agresivo característicos de una sociedad secreta».
Esta es la verdadera procesión del odium fidei que juzgo preocupante: la que, a la vez que propaga el ateísmo, pretende caracterizar a los católicos como una secta de fanáticos encerrada en una ciudadela. Y contra esa secta de peligrosos fanáticos sólo vale el «palo», como propugnaba Peces-Barba: la mofa y el escarnio elevados a la categoría de rutina, el confinamiento en un gueto de ostracismo, la muerte civil dosificada en pequeñas dosis. Quien lo probó lo sabe.
Por Plinio Corrêa de Oliveira, en “O Legionário”, nº 764, 30 de Marzo de 1947
La verdadera piedad debe impregnar el alma humana y, por lo tanto, debe despertar y estimular también la emoción. Pero la piedad no es sólo emoción, y ni siquiera es principalmente emoción. La piedad brota de la inteligencia, seriamente formada por un estudio catequético cuidadoso, por un conocimiento exacto de nuestra Fe y, por lo tanto, de las verdades que deben regir nuestra vida interior.
La piedad reside también en la voluntad. Debemos querer seriamente el bien que conocemos. No nos basta, por ejemplo, saber que Dios es perfecto. Necesitamos amar la perfección de Dios, y por lo tanto debemos desear para nosotros algo de esa perfección: es el anhelo de la santidad. “Desear” no significa apenas sentir veleidades vagas y estériles. Sólo queremos seriamente algo, cuando estamos dispuestos a hacer todos los sacrificios para conseguirlo. Así, sólo queremos seriamente nuestra santificación y el amor de Dios, cuando estamos dispuestos a hacer todos los sacrificios para alcanzar esta meta suprema. Sin esta disposición, todo el “querer”, no es otra cosa que ilusión y mentira. Podemos sentir la mayor ternura en la contemplación de las verdades y misterios de la Religión, pero si de ahí no sacamos resoluciones serias, eficaces, de nada valdrá nuestra piedad.
Es lo que se debe decir especialmente en los días de la Pasión de Nuestro Señor. No debemos acompañarlo sólo con ternura en los diversos episodios de la Pasión: esto sería excelente, pero insuficiente. Debemos dar a Nuestro Señor, en estos días, pruebas sinceras de nuestra devoción y amor.
Estas pruebas las damos cuando hacemos el propósito de enmendar nuestra vida, y de luchar con todas nuestras fuerzas por la Santa Iglesia Católica.
La Iglesia es el cuerpo Místico de Cristo. Cuando Nuestro Señor interpeló a San Pablo, en el camino de Damasco, le preguntó: “¿Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?“ Saulo perseguía a la Iglesia, pero Nuestro Señor afirmaba que era a El mismo a quien Saulo perseguía.
Si perseguir a la Iglesia es perseguir a Jesucristo, si hoy también la Iglesia es perseguida, hoy Cristo es perseguido. La Pasión de Cristo se repite de algún modo también en nuestros días.
¿Cómo se persigue a la Iglesia? Atentando contra sus derechos o trabajando para apartar a las almas de Ella. Todo acto por el cual se aparta de la Iglesia a un alma, es un acto de persecución a Cristo. Toda alma es, en la Iglesia, un miembro vivo. Arrancar un alma a la Iglesia, es arrancar un miembro al Cuerpo Místico de Cristo. Arrancar un alma a la Iglesia, es hacer a Nuestro Señor, en cierto sentido, lo mismo que a nosotros nos harían si nos arrancaran la niña de los ojos.
Si queremos, pues, condolernos con la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, meditemos sobre lo que el sufrió a manos de los judíos, pero no nos olvidemos de todo cuanto todavía hoy se hace para herir al Divino Corazón.
Y esto tanto más, cuanto Nuestro Señor, durante su Pasión, previó todo cuanto sucedería después. Previó, pues, todos los pecados de todos los tiempos, y también los pecados de nuestros días. El previó nuestros pecados, y por ellos sufrió anticipadamente. Estuvimos presentes en el Huerto como verdugos, y como verdugos seguimos paso a paso la Pasión hasta lo alto del Gólgota.
Arrepintámonos, pues, y lloremos.
La Iglesia sufridora, perseguida y vilipendiada, está delante de nuestros ojos indiferentes o crueles. Ella está delante de nosotros como Cristo delante de la Verónica. Apiadémonos de los padecimientos de Ella. Con nuestro cariño, consolemos a la Santa Iglesia de todo cuanto Ella sufre. Podemos estar seguros de que, con esto, estaremos dando al propio Cristo un consuelo idéntico al que le dio la Verónica.
Tibieza
¿Y entre nosotros? Esta Fe que tantos combaten, persiguen, traicionan, gracias a Dios nosotros la poseemos.
¿Qué uso hacemos de ella? ¿La amamos? ¿Comprendemos que nuestra mayor ventura en la vida consiste en ser miembros de la Santa Iglesia, que nuestra mayor gloria es el título de cristiano?
En caso afirmativo “y cuán raros son los que podrían en sana conciencia responder afirmativamente” ¿estamos dispuestos a todos los sacrificios para conservar la Fe?
No digamos en un asomo de romanticismo que sí. Seamos positivos. Veamos fríamente los hechos. ¿No está a nuestro lado el verdugo que va a colocarnos en la alternativa de la cruz o de la apostasía? Todos los días, la conservación de la Fe nos exige sacrificios. ¿Los hacemos?
¿Será bien exacto decir que, para conservar la Fe, evitamos todo lo que puede ponerla en riesgo? ¿Evitamos las lecturas que la pueden ofender? ¿Evitamos las compañías en que ella está expuesta a riesgos? ¿Buscamos los ambientes en que la Fe florece o echa raíces? ¿O a cambio de placeres mundanos y pasajeros, vivimos en ambientes en que la Fe se marchita y amenaza arruinarse?
Todo hombre, por el propio instinto de sociabilidad, tiende a aceptar las opiniones de los otros. En general, hoy en día, las opiniones dominantes son anticristianas. Se piensa de modo contrario a la Iglesia en materia de filosofía, de sociología, de historia, de ciencias positivas, de arte, en fin de todo. Nuestros amigos siguen la corriente. ¿Tenemos el coraje de discrepar? ¿Resguardamos nuestro espíritu de cualquier infiltración de ideas erradas? ¿Pensamos con la Iglesia en todo y por todo? ¿O nos contentamos negligentemente en ir viviendo, aceptando todo cuanto el espíritu del siglo nos inculca, y simplemente porque él nos lo inculca?
Es posible que no hayamos expulsado a Nuestro Señor de nuestra alma. Pero ¿cómo tratamos a este Divino Huésped? ¿Es El objeto de todas nuestras atenciones, el centro de nuestra vida intelectual, moral y afectiva? ¿Es El Rey? ¿O simplemente, existe para El un pequeño espacio donde se le tolera como huésped secundario, poco interesante y un tanto inoportuno?
Cuando el Divino Maestro, gimió, lloró, sudó sangre durante la Pasión, no lo atormentaban sólo los dolores físicos, ni los sufrimientos ocasionados por el odio de los que en el momento le perseguían. Lo atormentaba aún más todo cuanto contra El y la Iglesia haríamos en los siglos venideros. El lloró por el odio de todos los malos, los Arrios, Nestorios, Luteros; pero lloró también porque veía delante de sí, el cortejo interminable de las almas tibias, de las almas indiferentes, que sin perseguirlo, no lo amaban como debían.
Es la falange incontable de los que pasan la vida sin odio y sin amor, los cuales, según Dante, quedaban fuera del infierno, porque ni en el infierno había para ellos un lugar adecuado.
¿Estamos nosotros en este cortejo?
Es la gran pregunta, a la que con la gracia de Dios, debemos dar respuesta, en los días de recogimiento, de piedad y de expiación en que debemos entrar ahora.
Fuente: Acción Familia
Aunque es elección libre de cada hombre acercarse o alejarse de Dios, nosotros podemos ayudar a través de Catholic.net dar a conocer quién es Cristo, para que conociéndole lo amen. Este es el cierre de la Campaña de Cuaresma.
Autor: | Fuente: www.es.Catholic.net
”La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical” , (cf. Enc. Deus caritas est, 12).
Llega a su fin la Cuaresma e inicia la Semana Santa. Ojalá que todo este tiempo de reflexión, oración y propósito de enmienda haya provocado una compunción en nuestro corazón, para sentir junto con Cristo su dolor y ayudarle a cargar su cruz, pero no para quedarnos ahí, sino para caminar con Él hacia su Resurrección, mirando hacia el futuro con esperanza, sabiendo que Cristo, todo bondad y comprensión, nos dará lo que realmente necesitamos, poniéndolo sobre la mesa e invitándonos a un gran banquete. Nosotros sólo debemos aceptar su invitación y “hacer todo lo que Él nos diga” (cf. Jn. 2, 5)
Catholic.net ayuda a Cristo a poner esta mesa, le ayuda a llenarla con sus contenidos, oraciones, secciones especiales de Cuaresma, servicios interactivos, en una palabra, ayuda al encuentro con Él. Además ofrece acompañamiento espiritual con sus consultores virtuales, que están para atendernos en este camino de crecimiento espiritual.
Aunque es elección libre de cada hombre acercarse o alejarse de Dios, nosotros podemos ayudar a través de Catholic.net dar a conocer quién es Cristo, para que conociéndole lo amen. No permitamos que las cosas sigan igual, pudiendo estar mejores; no permitamos que Dios desaparezca de la vida de muchos hombres y mujeres; no perdamos la capacidad de apreciar lo que significa la presencia de Dios en nuestras vidas y en la vida de los demás. Ayudemos a otros a volverse a Él.
Si como dice el Papa en su mensaje para la Cuaresma 2011... “aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa -y no sólo de lo superfluo- aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. ...liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo” lograremos hacer de esta Cuaresma una Cuaresma diferente, especial, porque habremos hecho algo valioso y grato a los ojos de Dios, salir de nosotros mismos en beneficio de nuestro prójimo.
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Pilar Bacha de Camargo
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1. Ver la Encíclica «Deus caritas est» completa.
2. Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2011