Por Emilio Nazar Kasbo
Hicimos referencia en
un artículo anterior a la opción de votar o no votar, y las consecuencias
prácticas de ambas, en referencia a la diferencia surgida entre el Dr. Antonio Caponnetto y el Dr. Héctor Hernández a raíz del comentario
sobre el libro “La perversión democrática” del primero efectuada por el segundo
en la Revista Gladius N° 89 (Ref: http://diariopregon.blogspot.com.ar/2014/09/votar-o-no-votar-esa-es-la-cuestion.html)
EL
MAL MENOR
Al respecto del dilema
de si votar o no votar, o de si votar siempre es pecado en tanto que se efectúe
en las actuales condiciones “democráticas”, debemos realizar algunas
reflexiones más que han quedado en el tintero.
El mal menor se
encuentra condenado por la Moral de la Iglesia Católica en tanto que el mismo
implique hacer propuestas malas, sabiendo que son malas y esperando con ello
que tal mentira triunfe sobre otras peores, ya que ello es claramente inmoral. Pero
el mal menor siempre es un mal, y como tal, es un pecado. Pero si entre
diversas opciones se elige la mejor, siendo tales opciones todas ellas malas,
cabe la distinción de si se está eligiendo (o votando) un mal en sí, o si se
está eligiendo el bien mayor de entre diversos males, es decir, el mayor bien
posible que las opciones permiten. Y en este caso, claramente no se estaría
cometiendo un pecado, sino ejerciendo un acto de prudencia, limitado a la
situación concreta. En tales casos, incluso la abstención puede ser una opción,
aunque la misma permite que las cosas sigan su curso por la acción de otros, y
tal abstención sería el mal menor también entre las diversas opciones posibles,
de modo que también podría estar pecando por omisión si la decisión no resulta
prudente. Y todo ello, siempre que seamos sujetos activos de la decisión, es
decir, quienes deciden o votan simplemente.
En cambio, si la
responsabilidad propia es de ser quien propone una opción, no cabe para un
católico en este caso proponer una mentira para que “triunfe la verdad”. En este
caso, solamente cabe proponer como opción la verdad completamente planteada,
pues de lo contrario sí habría una gravísima responsabilidad.
SITUACIONES
EXTREMAS
Ante determinadas
situaciones, se debe optar entre males. Por ejemplo, si nos situamos en lo
vivido por la tripulación y los pasajeros del Titanic, nos daremos cuenta de
las diversas opciones que se plantearon al Capitán del buque.
El Titanic, como le
habían pintado, ni Dios podría hundirlo, y en tal confianza no fueron puestos
suficientes botes salvavidas para toda la tripulación y pasajeros. Ante el
infortunio por el cual la Providencia de Dios dispuso que el buque chocara
contra un iceberg, la sentencia estaba dada y comenzó una carrera contra reloj.
La representación cinematográfica graficó dos
situaciones, que hacen al destino del ser humano: quienes se sumían en la
desesperación por buscar un lugar en un bote o tener al menos un salvavidas
para flotar, y la de quienes asumiendo su propio fin se dedicaban con total
naturalidad a disfrutar de la música de la orquesta gozando de la situación con
la seguridad de que estarían hundiéndose. Tal vez si hubo algún sacerdote,
alguno habrá tratado de confesarse pensando en el destino de la propia alma,
pero seguramente habrán sido muy pocos.
En esta situación, es
obligación del Capitán ser el último en abandonar el buque, y al momento de
ordenar el uso de los botes salvavidas, disponer que primero ingresen en ellos “las
mujeres y los niños”, y luego los demás. Ahora bien, esta decisión, implica
descartar a otras personas que podrían tener la posibilidad de salvar su vida:
se está eligiendo un mal menor, porque su decisión involucra la posible muerte de
muchos pasajeros, salvando sólo a algunos. Sin embargo, el Capitán debe tomar
una decisión, debe otorgar una prioridad, y su elección para muchos será fatal.
Sin embargo, no tiene margen para las decisiones, y entre las diversas opciones
debe elegir la mejor.
“FUERA”
DEL SISTEMA, O “EN ÉL”
Lo mismo sucede cuando
en la oleada electoral democrática, la persona se enfrenta a su posibilidad de
votar.
Se trata de un acto de
prudencia, y ya sea votando, absteniéndose de votar mediante el voto en blanco,
la anulación del voto o la ausencia al acto comicial. Todas esas opciones
ingresan en las “estadísticas democráticas”, y no son interpretadas como actos
de oposición la ausencia, la anulación del voto o el voto en blanco. De modo
que ello no resulta suficiente como acto positivo para efectuar la opción más
perfecta por el mayor bien.
El dilema entre el Dr.
Caponnetto y el Dr. Hernández, se centra en tratar de posicionarse lo más
alejado posible del sistema, o la convivencia con el mismo en el medio de sus
falencias.
En el primer caso, se
preservará la integridad de la persona y de los principios, pero no tendrá
efecto social por no tener una propuesta que solucione todo aquello que se
critica.
En el segundo caso, se
convivirá con los males, corriendo el grave peligro y las graves tentaciones de
tener que realizar actos que no se encuentran conformes con la Moral Católica,
a los efectos simplemente de conservar un cargo en el esquema de poder porque
de arribar al mismo “alguien peor” la situación se agravaría.
CORPORATIVISMO
POSIBLE
Claramente la Doctrina
Social de la Iglesia señala como vía el Corporativismo, como el sistema más
natural, que evita mecanismos artificiales en la elección de autoridades. En
este punto tanto la opción del Dr. Caponnetto como la del Dr. Hernández
debieran ser compatibles, y no sólo ellos sino además la sociedad en su
conjunto debiera comprender las consecuencias benéficas del Corporativismo.
Claro que además debe
establecerse un sistema humano de votación, que tampoco sea artificial. Es
decir, las autoridades deben surgir de elecciones graduales realizadas entre personas que se
conocen y que comparten los mismos intereses gremiales, votando entre no más de
30 personas, y además con el debido acompañamiento espiritual.
La Acción
Corporativista es independiente del sistema en que las personas viven, y puede
ser implementada en virtud del principio de libre asociación. Además, pueden
participar del mismo quienes forman parte de un partido político o no. De modo
que no hay más obstáculo que la Providencia de Dios y la disposición de las
personas a cumplirla para que tal Orden Social Justo pueda ser implementado.
LA
REPRESENTACIÓN GRÁFICA
Para graficar el modelo
corporativista, tomé un esquema y lo desarrollé. Se trata de un simple gráfico,
cuya visualización muestra una especie de engranajes movidos por un engranaje
central.
Así, la población o
mejor dicho el pueblo, la agricultura, los inventos, el comercio, el transporte
y las leyes giran como engranajes pequeños en torno al engranaje central. Los recursos
naturales son utilizados por la población, que en el marco de las leyes pone en
funcionamiento los factores de la producción y la innovación.
La producción primaria,
representada en el gráfico por la agricultura, abarca la minería, la explotación
pecuaria y la ictícola. Los inventos permiten que sean transformadas en la denominada
producción secundaria en las fábricas, industrias y por la actividad artesanal.
Asimismo, la producción terciaria abarca el comercio de los bienes así como los
servicios que abarcan al transporte terrestre, marítimo y aéreo. Y entre los
servicios se destaca la innovación que implican los inventos, la creatividad
humana que permite mejorar la producción primaria, secundaria y terciaria.
Así, los factores
económicos, tierra, trabajo y capital, resultan motorizados por un principio
superior político, y éste iluminado por una filosofía inspirada en la
espiritualidad. No se trata de convertir ni a los recursos naturales, ni al
trabajo humano ni al capital en un “dios”, sino todo lo contrario: ubicar a
cada uno en su lugar en pos de la armonía social y personal, con su debido
sentido espiritual y particularmente Sobrenatural.
Por ello, el engranaje
que impulsa a los demás indica en el gráfico: Catolicismo + Soberanía +
Economías Nacional + Corporativismo + Trabajo innovador + Industria =
RESURGIMIENTO NACIONAL.
En realidad, si se
interpretara el esquema como un mecanismo “perfecto” que se impulsa poniendo en
marcha una realidad floreciente que automáticamente mejorará la condición de la
Nación involucrando a su población y su territorio, nos estaríamos equivocando.
También nos estaríamos equivocando si consideráramos como parte del “mecanismo”
al Catolicismo.
DOCTRINA
SOCIAL DE LA IGLESIA
Efectivamente, la
representación gráfica pretende la aplicación de los principios de la Doctrina
Social de la Iglesia en la sociedad, mas estos son espirituales. Del
Catolicismo dependen el resto de los elementos mencionados en la gráfica, sin
que ello pretenda involucrar la desacralización de lo espiritual, ni la
sacralización de lo temporal y propio del mundo.
No podemos dejar de incluir
el Catolicismo como base de la mística que debe insuflar en la población, sobre
todo en cuanto atañe al sentido de la vida y de la sociedad en este mundo, y
ello sin pretender que el mismo sea un elemento material o mecánico, sino
preservando todo su significado.
El Catolicismo atempera
el nacionalismo para que no sea xenófobo ni caiga en los extremos reprobados
por el Magisterio de la Iglesia, un nacionalismo que es identificado con el patriotismo
en cuanto se busca el Bien Común de los connacionales o compatriotas.
Se requiere una
población noble y santa, un ejército de príncipes cristianos, y ello sólo es
posible con Virtudes Sobrenaturales cuya Gracia habitualmente es insuflada por
Dios mismo utilizando como instrumento a la jerarquía de la Iglesia en tanto
preserven intacta la Tradición. Hacer caso omiso a las advertencias de la
iglesia Católica en su Magisterio Tradicional, implica correr el riesgo de
atentar contra la persona humana y caer en los mismos vicios y defectos que se
critican.
SOBERANÍA
Y ECONOMÍA NACIONAL
La Soberanía equivale a
una Nación o Estado lo que la Libertad a la persona humana. Es decir, se trata
de una facultad de autodeterminación desde el punto de vista natural, cuya
finalidad es tener en miras el mayor bien en la comunidad, el Bien Común social.
Sin Soberanía, hay una
esclavitud, una dependencia foránea. En estas situaciones, las decisiones son
extranacionales, y el Gobierno se transforma en un mero ejecutor de las
resoluciones impartidas por foráneas potencias que para nada tienen en cuenta
al pueblo afectado por las medidas que se aplican. Tal falta de Soberanía,
equivale a una persona hipnotizadao o posesa que ha perdido su propia capacidad
de resolución, equivale a una persona completamente alienada.
La Soberanía tiene una
dimensión que también es Sobrenatural, porque es la Voluntad de Dios que haya
Gobernantes sobre las Naciones, las cuales serán sometidas al Juicio Final
conforme lo enseñan las verdades del Catolicismo. De allí la obligación de
facilitar el Bien Sobrenatural de su población, siendo su dispensa ajena a los
gobernantes y propia de la Jerarquía Eclesiástica.
También la consecuencia
de ello es la Economía Nacional, que involucra llevar los principios de la
Soberanía Nacional a la recta administración de los bienes y servicios de un
Estado, ubicando la actividad en la Moral que utiliza como herramienta las
Matemáticas. Esta Economía Nacional marca también la necesaria Soberanía en
materia monetaria, y la limitación de la potencial influencia nociva de los
capitales internacionales, en cuanto sean ejecutores del Poder Internacional
del Dinero condenado por la Doctrina Social de la Iglesia. El capital es un mero
medio, no un fin, al igual que los recursos naturales y el trabajo.
TRABAJO INNOVADOR E INDUSTRIA
El sistema económico se basa primeramente en la actividad humana, pues es parte de la moral, y sólo el trabajo, de entre los factores de la producción, tiene el debido aporte humano.
Dios nos obsequia los recursos naturales, pero éstos no son moralmente buenos ni malos, sino que sólo responden a las leyes que Dios mismo ha impuesto, leyes físicas y biológicas, correspondientes a la naturaleza de cada ser, incluyendo el alma vegetativa de las plantas y sensitiva de los animales.
El capital, es también un factor de la producción que puede estar dado bajo el sistema del trueque, o de un bien calificado como elemento de intercambio que sustituye bienes del trueque, o particularmente de una moneda (ya sea impresa o electrónica virtual). En este caso, el capital es obra humana, e involucra una consideración moral que el hombre otorga a tales bienes, en particular al dinero, al cual puede tenerlo en cuenta como un mero instrumento para intercambio de bienes, o utilizarlo como parte de un mecanismo financiero cuasi "vital", e incluso hacerlo objeto de sus propias ambiciones y avaricia hasta considerarlo como sentido de la propia vida y como un "dios". Tales situaciones son posibles no por un billete, una bolsa de sal como en la Roma antigua o por las riquezas materiales en sí, se midan del modo que fuese, ya que no poseen cualidades espirituales por ser pura materia, sino debido a la espiritualidad humana que puede enaltecerlas por sobre su condición, lo cual nos indica que el dinero incluso puede tener una dimensión "espiritual" (para el mal) en el hombre que se deja influenciar por el vicio.
Finalmente, llegamos a la conclusión de que el trabajo humano es el único capaz de desarrollar la dignidad de la persona, de ser objeto de la creatividad y la innovación, y de que ésta sea aplicada a la industria o actividad de cada cual.
RESURGIMIENTO NACIONAL
En el cuadro que estamos comentando, reproducido al inicio del presente artículo y en cada una de las notas en que he abordado la cuestión del Corporativismo, se presenta el Resurgimiento Nacional como una conclusión.
Efectivamente, el Resurgimiento Nacional tiene su inicio en la Gracia de Dios que nos ha dado la Doctrina Social de la Iglesia que forma parte de la Tradición Católica, y hacia Dios debe regresar luego del ejercicio de la Soberanía Nacional, que como dijimos es equivalente a la libertad de cada persona, y también como indigno instrumento de la acción de Dios.
El Resurgimiento Nacional no involucra un imperialismo, ni una idea guerrera de expansionismo territorial imperialista, sino el ejercicio en el propio territorio de la Soberanía Nacional en miras al Bien Común temporal, facilitando el Bien común espiritual.
Es decir, el Resurgimiento Nacional se da en una Nación que busca en su conjunto el Reino de los Cielos, sabiendo que todo lo demás es añadidura, ya sea lo bueno para dar gracias a Dios por haberlo concedido, o los dolores de tiempos malos o no prósperos, asumidos como penitencia para agradar más aun a Dios en esos difíciles momentos sociales.
Sólo la Caridad como Virtud Sobrenatural que involucra el Amor de Dios reflejado en el obrar social, puede permitir este desarrollo y el Resurgimiento Nacional de una Patria que por lógica no ocupa su debido lugar, cuya responsabilidad se debe únicamente a los pecados sociales que no son objeto de ayunos y penitencias para su subsanación. Pero tales ayunos y penitencias no pueden ser concebidos en una sociedad o en una espiritualidad que los aborrece, y que pretende vivir en medio de las miserias satisfaciendo el propio hedonismo. Y hasta tanto ese hedonismo social no sea vencido, no habrá posibilidad de Resurgimiento Nacional alguno.
CORPORATIVISMO
El Corporativismo es el
medio que permite una organización económica ordenada en función a la actividad
que cada persona representando a su familia desarrolla en la sociedad. Así, es
ofrecido un marco de protección no sólo a la persona sino a su familia, la
ubicación de los discapacitados o indigentes en función de sus habilidades en
un gremio que ha de velar por ellos y ayudarlos a que no sean “inútiles”
marginados (como las sociedades actuales los conservan y preservan), sino que
mediante un aprendizaje puedan desarrollar al máximo sus potencialidades en la
medida de lo posible. Es cierto que hay casos en que ello resulta física o
psíquicamente imposible, y tales personas quedan a cargo de su familia y a su
vez bajo la protección del gremio al cual corresponden según la actividad
desarrollada por sus familiares.
El Corporativismo tiene
un aspecto principal de organización económica, y la misma puede servir como
base de la actividad política, excluyéndose de dicha actividad a las Fuerzas
Armadas y de Seguridad que se encuentran al servicio de la Patria y no pueden
sindicalizarse ni agremiarse en tal sentido, recurso que a veces es buscado por
los uniformados cuando sufren injusticia social en sus haberes o en el
desarrollo de su actividad como servidores de la Patria y servidores públicos
respectivamente.
Finalmente, el
Corporativismo también debe tener su sentido espiritual, tal cual lo tuvo en la
Edad Media, ya sea en su concepción económica o en su concepción política como
Comunidad Organizada, en el marco del Proyecto Nacional llevado a cabo mediante
el Modelo Argentino en que debiera implementarse lo antedicho como Vanguardia
mundial en su concreción.
MESIANISMO
CORPORATIVISTA
Existe un problema
también en el Corporativismo, y consiste en su visión pelagiana o en el
mesianismo temporal que pudiera surgir en torno a su concepción política,
filosófica o teológica.
Pensar que con la
implementación del sistema Corporativista se solucionarían todos los problemas
políticos, sociales, económicos, materiales o culturales, es un error. El Corporativismo
no es una herramienta del pelagianismo ni del semipelagianismo, ni puede
sustituir la actual concepción religiosa democratista por una concepción religiosa
del Corporativismo en sí, puesto que el problema se conservaría idéntico y con
sus mismos problemas, reduciéndose a un simple cambio de modelo electoral de
votación y de elección de cargos, preservando todo su contexto. Debe velarse
particularmente para que ello no suceda.
Todo lo que se aplica a
los partidos políticos, incluyendo su sistema de votación, podrían ser aplicados
al Corporativismo, convirtiendo a candidatos anónimos en los propuestos a
escala provincial y nacional, mediante el cual los integrantes de los gremios
votarían a perfectos desconocidos, los cuales una vez encaramados en el
gobierno podrían hacer y deshacer, atar y desatar cual tiranos absolutistas sin
límite alguno, en omisión a Dios y al prójimo.
Por lo expuesto, debe
evitarse el mesianismo político aplicado al Corporativismo, y al mismo tiempo
se debe alentar a que la virtud natural y sobrenatural sean insufladas en la
sociedad, particularmente por el ayuno y la penitencia de quienes están
llamados a ella, debiendo desarrollarlas con la guía espiritual
correspondiente.
A su vez, la Historia
nos indica que hubo una decadencia en el Sistema Corporativista medieval, que
en sus últimos tiempos, anteriores al Edicto de Turgot y la Ley Le Chapelier
en Francia que los derogaron, habían desarrollado una profusa reglamentación,
además de que se multiplicaba el número de compañeros. Los compañeros eran los
aprendices que habían logrado calificarse para obtener el título de Maestro,
pero que al no concedérseles tal condición quedaban marginados en el sistema:
capacitados con la calidad de sus trabajos equivalente a la de un Maestro, pero
sin el título ni el reconocimiento acorde en lo monetario. Esto nos indica que el sistema también puede tener sus fallas, a pesar de que es conforme a la naturaleza de las actividades y a una legítima representatividad.
Por ello, se ha de basar la implementación del sistema más en las personas y sus virtudes que en la aplicación mecánica de una idea como "reingeniería social" que automáticamente dará un resultado, lo cual marcaría un nuevo mesianismo político pero esta vez basado en un paradigma de Orden Natural que sería deformado de modo que nada cambiaría del desorden del cual se pretende salir.
INTEGRACIÓN
SOCIAL
A diferencia de la
abstención electoral en sus diversas formas, la implementación del Sistema
Corporativista Católico lleva a establecer jerarquías locales, provinciales y
nacionales en base a las propias capacidades ofrecidas a Dios en agradecimiento
y retribución a Su Gracia que nos otorgase en primer término para poder ser
indignos instrumentos suyos.
Desde la implementación
del Corporativismo Católico, se efectúa una importante acción en la sociedad, la
cual más que productiva es evangelizadora, tal como sucediera con las Misiones
Jesuíticas en su tiempo. Desde el Corporativismo Católico puede integrarse a
los no católicos en su correspondiente espacio, con la ilustración de los
principios que inspiran al sistema humano, que es una forma de la llamada
Democracia Orgánica.
De modo que lo primero
es la guía espiritual, para tener en claro que la persona debe rendir el ciento
por uno para Dios, conforme los talentos por Dios mismo infundidos, y no por
espíritu de lucro sino por Amor a Dios, a la vez que se requiere también de la
misma guía espiritual para lograr la indiferencia ignaciana ante los bienes y
males en esta vida, y la pobreza franciscana en su uso o padecimiento
respectivo. Y todo AMDG.