Por Emilio
Nazar Kasbo
En el presente artículo, abordaré el “colapso”
de la Iglesia Católica (ya que después de más de 40 años de “crisis” no puede
seguir calificándose como tal). Se explica cómo se incurre en el abandono de la
Tradición en los hechos, se indagan las raíces de sus causas, y la contrariedad
a la Encíclica Pascendi de San Pío X. Finalmente, se descubre cómo existe la Tradición
fuera de la Iglesia Católica.
¿DOS TENDENCIAS O DOS
IGLESIAS?
La Iglesia Católica, al admitir lo “opinable” y
lo “ambiguo” como norma de indeterminación que rige la Moral, la Tradición y la
Liturgia, ha convertido en “optativo” todo su propio contenido.
No podemos, de ninguna manera, afirmar que la
Iglesia Católica, o que los Sumos Pontífices haya dicho palabras ex cátedra contrarias
a la Moral, la Tradición y la Liturgia. Pero en los hechos se ha dado un peso
excesivo al juicio propio intraeclesialmente, que ha atentado contra la Tradición.
Es de básica experiencia que todo lo que es
obligatorio y que implica un esfuerzo, al ser expuesto como optativo, se deroga
de hecho, no se cumple. Si un docente dice a sus alumnos que estudien de la
página 30 a la 35 del libro, y que es optativo de la página 40 a la 45, sólo
quien tenga verdaderas inquietudes estudiará lo “optativo”.
DE LA CRISIS AL
COLAPSO
El Concilio Vaticano II fue presentado como un
momento que aparejaría una “crisis” en la Iglesia, para una final “primavera”.
Mons. Luigi M. Carli, en su libro “Tradicionalistas
y progresistas”, afirmaba: “La historia auténtica del Vaticano II… se encargará
de medir y documentar el aporte efectivo de ambas tendencias… La historia auténtica del Concilio hará justicia con la
tendencia de “fidelidad a la tradición”.” (pp. 45).
Mons. Carli
describe cómo en 1970 hubo un colapso eclesial, en que conventos y seminarios
fueron vaciados, sin renovación de vocaciones, y donde incluso hubo importantes
apostasías. Pretendía justificar esto con el argumento de que tras cada
Concilio siempre hay una crisis eclesial.
Sucede que tal crisis ha llegado hasta el año
2011, y que los sacerdotes de hoy no llegan a la gran formación que tenían a
fines del Siglo XIX los importantes formadores en los Seminarios (podría
decirse que muchos sacerdotes de hoy no están formados, que hay otros que
directamente están deformados… y que dentro de la Iglesia pueden hasta llegar a
Obispo).
¿A qué se debe esto? A la aceptación de que
existen “dos tendencias” en la Iglesia: la tradicionalista y la progresista.
Este argumento es completamente falso. El progresista no forma parte de la
Iglesia Católica, y el “tradicionalista” que es fixista tampoco (pero a su vez
cabe la pregunta: ¿existe algún “tradicionalista” que sea completamente
fixista?).
¿SANA DOCTRINA?
“Vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana
doctrina; antes, deseosos de novedades, se amontonarán maestros conforme a sus
pasiones y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas” (2
Tim. 4, 2-4).
Efectivamente, la “Nueva Teología” ha buscado “nuevos
caminos de evangelización”, alegando que se trata del “verdadero cristianismo
original” y que por eso la libertad debe basarse en una “religión sin dogmas,
sin ritos, sin moral”, en que lo preponderante es la elección de la persona en
su camino hacia Dios, en bien de la misma persona.
Precisamente, esto que se acaba de describir (y
que es el sustrato teológico y filosófico de la “Nueva Teología”), es la herejía
pelagiana, que también diera origen a la “libre interpretación” de Martín Lutero. Este pensamiento es el
centro del colapso (que no es ya “crisis”) en la Iglesia Católica.
FUENTE DEL PRÓXIMO CISMA
Tal “Nueva Teología” (con sus derivados, ya que
múltiples herejías han surgido de ella, tales como la “Teología de la Liberación”,
o la visión espiritual psicologista de Anselm
Grün, por ejemplo) se presenta como una de las dos “tendencias” dentro de
la Iglesia Católica.
Efectivamente, una “tendencia” sostiene la “Tradición”,
y es descripta como la “Iglesia conservadora”, la que considera, estudia y
defiende la integridad del Depósito revelado, exigiendo precisamente la
fidelidad a la Tradición.
La “Nueva Teología” se enfrenta a esa “tendencia”,
y la discute, la “deconstruye”, alegando la adaptabilidad de la Iglesia a las
cambiantes exigencias de las almas, en una pretendida “fidelidad al progreso”,
que incluye “innovaciones” en moral, en Liturgia, y a la vez afirmando que se
trata del “verdadero cristianismo primitivo” y no sólo eso, sino que el mismo Espíritu
Santo los ilumina por tal vía.
He aquí que nos encontramos con la segunda
herejía condenada: la Encíclica Pascendi de San Pío X esclarece que la Iglesia Católica es una, y que no pueden
existir tales “tendencias” en la misma.
El progresista rechaza la Tradición, rechaza la
jerarquía de la Iglesia, rechaza en su interior al Papa (aunque externamente
alegue sumisión para ser considerado “dentro” de la Iglesia y poder continuar
con su acción disolvente), habla de estructuras y superestructuras eclesiales,
tiene una visión materialista de la Iglesia, pretende rebajar lo teológico a lo
simplemente “humano”, banalizando el mensaje del Evangelio de ese modo,
relativizándolo.
El progresista quiere una Iglesia Católica sin
dogmas, sin moral, sin Tradición, sin Ritos ni Liturgia, e incluso sin
sacerdotes ni Obispos. En una palabra: el progresita quiere destruir
directamente la Iglesia Católica, aunque pretendiendo permanecer en ella. Todo
esto recibe un solo nombre: Modernismo.
SOCIEDAD DE MASAS
Es importante destacar la función de los medios
de comunicación no católicos, que han afectado incluso a la prensa católica y a
la familia católica. Y a este punto nos dirigimos, ya que la moral en la
familia ha sido deformada.
El católico se ha mundanizado, ha buscado “rescatar”
al mundo en todo lo que este tiene de fuente de pecado, y lo ha asimilado como
tal, tras la “nueva visión” que enseñó el “espíritu del Concilio”. El católico
prefiere hoy ser parte de la “sociedad de masas”, que ser persona en la
Iglesia.
Las advertencias en las Encíclicas son claras,
pero al no contener anatemas, aquello que condenan no resulta evidente, y por
tanto es ofrecido como materia de “debate” y de “discusión”. Las Encíclicas
tienen “advertencias”, no tienen condenas explícitas que no dejen lugar a dudas
sobre lo expresado en el texto.
UN SIMPLE EJEMPLO
¿Es el método “billings” un sistema
anticonceptivo?
La respuesta a esta básica pregunta en la
mentalidad común de los fieles de la Iglesia Católica, de los sacerdotes e
incluso de Obispos, sería afirmativa. Y dirían que es un sistema “natural” y
que por tal motivo es aprobado por la Iglesia. Todo eso resulta falso. Dicho método
es “conceptivo”, es para concebir hijos, no para evitarlos (excepto gravísimos
casos muy excepcionales, tan raros que son prácticamente inexistentes en su
proporción, y que debieran incluso ser consultados con un confesor de lúcidos
principios morales).
La única clara exposición sobre esta materia,
hasta el momento, se halla en el libro del Dr. Alberto Caturelli, “Orden Natural y Orden Moral”, editado por
Gladius. Se trata de la única expresión científica con autoridad, pero aislada.
De tal modo, efectivamente y objetivamente, el
progresista se halla fuera de la Iglesia Católica. No es posible que halla un
avance en el tiempo de la Iglesia en este mundo, que implique un cambio en su
sustancia, porque la destruiría (algo que además es imposible según la promesa
de N.S. Jesucristo).
Sometida la feligresía a semejante bombardeo
durante tantas décadas, surgiendo además los sacerdotes de esa misma feligresía
bombardeada, se ha configurado una nueva “mentalidad eclesial”, inexistente en
casi dos mil años de Historia.
DENTRO DE LA IGLESIA
¿Qué vemos entonces “dentro” de la Iglesia?
Vemos mujeres que han dejado la indumentaria
propiamente femenina, que visten indecentemente, que van en bikini a exhibir
sus cuerpos en el verano, que tienen una moral laxa, que no son sumisas a sus
esposos, que pretenden una “libertad sexual”, que se sienten “dueñas de su
cuerpo”, que consideran su realización no como madre ni como consagrada a Dios
sino en un plano humano en un título universitario, en un cargo laboral o en
importantes sumas de dinero.
¿Y los varones? La rebeldía de la mujer y su
insumisión, convierten en cobardes a los varones, en amanerados, gente sin carácter
ni decisión, que huyen de todo tipo de responsabilidades en pos de la “comodidad”.
El matrimonio entre ambos, acabará siendo la
unión de sus defectos, produciendo grandes rupturas, sobre todo porque se vive
en una cultura “descartable”. Niños que crecen sin la figura paterna, en el
marco de un matrimonio en que ambos trabajan y la mujer no tiene tiempo de
educar, formar y criar a sus propios hijos (¿hijos? Uno, con suerte dos… no vaya
a ser que arruinen la vida ¿No?). Llaman “responsabilidad” y “planificación
familiar” a evitar los hijos, como si fuesen un daño, una peste, un problema,
una enfermedad. Eso sí, “planificación natural”, no con anticonceptivos y métodos
“de barrera” o esas cosas antinaturales. Y luego acuden a la manifestación “provida”,
sí, a eso no se puede faltar.
Los sacerdotes, nacidos de esa sociedad
bastarda, sin padre, criados con mentalidad femenina entre mujeres que
pretenden ser “amazonas”, exentas del “Pecado Original”, también gozan de tales
cualidades e impulsan las ambigüedades en todo el campo de la Fe. Y eso con
suerte.
Hay sacerdotes que odian confesar a los
feligreses, que se quejan de que hay feligreses que “se confiesan mucho”, que
odian el espíritu ascético, que quieren vivir en una “fiesta” permanente, que
no les importa la Liturgia, la arquitectura propia de la iglesia, ni la moral,
ni la Tradición, ni la Jerarquía eclesial… ¡Nada! ¿Qué hacen entonces, dentro
de la Iglesia? Son como actores en un teatro, que fingen para tener un modo de
vida cómodo, tal como los fariseos de tiempos de Jesús… ¡sólo que de éstos no
hay que obedecer lo que dicen, pero tampoco seguir el ejemplo de lo que hacen!
FUERA DE LA IGLESIA
Las personalidades equilibradas están siendo
formadas por muy reducidas minorías que están en adhesión al Papa, y que son
cada vez menos.
La decencia en el vestir de la mujer, que
conoce su importante puesto en la familia y en el futuro de la misma, casada con
un esposo responsable y que tiene presencia familiar como varón, criando a los
propios hijos en el hogar, sin delegarlos desde los 45 días a las guarderías o
a que abuelos jubilados los cuiden, guardando de ese modo no solamente el Orden
Natural sino las mismas palabras de San Pablo referidas a los cónyuges. En el
marco del amor cristiano, no existe “violencia familiar” ni nada que se le
pueda asemejar.
¿Cuántas chicas aceptan hoy vestirse como
mujeres, sin indumentarias “unisex” ni provocativas prendas que prácticamente
todo lo exhiben? ¿Cuántas chicas hoy renuncian a las playas y ambientes
semejantes para no exhibir impúdicamente sus cuerpos como ocasión de pecado
para todos los demás? ¿Cuántos varones hoy tienen una personalidad viril y
prudente?
Precisamente, muchos testimonios de esta clase
acaban viéndose en personas que no aceptan a los actuales Papas, y siempre que
se trate de personas que no vivan en la hipocresía, por supuesto: entre
sedevacantistas, fieles (o ex integrantes) de la Fraternidad Sacerdotal San Pío
X, en sectas como los testigos de Jehová, o entre los judíos ortodoxos.
Dañada la naturaleza, impidiendo que los niños
crezcan en una familia conforme el Orden Natural, se acabará dañando el Orden
Sobrenatural. Esto es absolutamente claro, porque el Orden Sobrenatural supone e
implica el Orden Natural (también creado por Dios). De lo antinatural no podrá
salir nada agradable a Dios, más bien todo lo contrario. Y este es un “signo de
los tiempos” que va preanunciando una próxima venida del Anticristo en estos
tiempos de “globalización”.
¿OBRA DEL ESPÍRITU
SANTO?
La "Nueva Teología" expulsa fuera de la Iglesia Católica a quienes sostienen la Moral, la Tradición y la Liturgia, como "fariseos", como "dogmáticos", como "integristas", con palabras dichas en sentido peyorativo... y utilizando además otros calificativos que no es bueno enumerar.
¿Pero quién es el que en verdad está fuera de la Iglesia Católica?
“Por sus frutos los conoceréis…”, dijo
Jesucristo. ¿Qué frutos ha brindado el tiempo del Concilio y el “postconcilio”?
Nos preguntamos:
¿Ha crecido la Fe entre la feligresía y los
sacerdotes?
Definitivamente, se cambió la enseñanza del
Catecismo de San Pío X, para dar paso a una nueva idea de que es suficiente
saber que Dios es Amor para poder tomar la Primera Comunión, en medio del
desprecio de los Sacramentos y la falta de Temor de Dios inculcada por los
mismos sacerdotes.
Los sacerdotes, que antes conocían múltiples
idiomas, conocían a la perfección la Filosofía Perennis y se reían de los
disparates sustentados por extravagantes pensadores con ínfulas de filósofos
que surgieron principalmente desde el nominalismo en adelante, hoy no saben
distinguir entre ser y esencia, esencia y definición, ni entre esencia y
naturaleza. Para ellos, todo es lo mismo, y lo importante es el sentimiento y
el “predicar la Palabra”. Sacerdotes con una Fe poco ilustrada, transmiten
precisamente eso a los feligreses.
¿Ha crecido la Caridad?
Mundanizado el criterio de la acción propia del
católico, la Caridad se ha enfriado. Las mismas organizaciones católicas que tenían
por carisma la Caridad, han dejado de practicarla. Y esto tiene una explicación:
fue sustituida la Caridad por la “solidaridad”, por el altruismo y la filantropía,
que nada tienen que ver con Cristo y la Iglesia Católica. La “solidaridad”
expresada en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia, no puede ser
entendida más que como Caridad; pero hoy se entiende la solidaridad como una “acción
social”, como entrega de bienes materiales al necesitado de bienes materiales…
e incluso a lo “políticamente correcto” de participar en los plantes anticatólicos
y antivida promovidos desde las Naciones Unidas (I Cor. 13, 3).
¿Se ha conservado la Tradición?
Como puede observarse, la Tradición es
relativizada en los mismos Seminarios. Equiparada filosóficamente la Verdad con
idéntica consideración otorgada a los errores filosóficos en los Seminarios, la
Tradición corre la misma suerte: el relativismo impera en donde “todo es
opinable”, porque el juicio propio campea como criterio para determinar la “acción
del Espíritu Santo” cuando nada hay más falso que tal afirmación. No existe
identidad entre la acción del Espíritu Santo con el juicio propio, y más bien
existe una contradicción, ya que este último es un grave pecado. El Espíritu
Santo no enseña ni impulsa los abusos litúrgicos, ni la desobediencia al Papa (ni
las desobediencias del mismo Papa), ni los desvíos del Dogma, del Magisterio,
de la Moral ni de la Tradición. Y si no es el Espíritu Santo… ¿quién inspira
todo eso?
¿Hay más vocaciones y se ha crecido en
evangelización?
He dejado para el final la pregunta central del
modernismo, de la “Nueva Teología”. Y es central, porque alegando la existencia
de “pocas vocaciones” en tiempos del Concilio Vaticano II, han sometido a la
Iglesia con sus ideas prácticamente al vaciamiento de los seminarios,
noviciados, aspirantados, e incluso de los fieles.
Y no es que fuese el Concilio en sí, sino la
manipulación del mismo hecha por quienes ni siquiera lo han leído e
interpretado. Y si el Concilio es objeto de manipulación, tal manipulación se
cortaría si se solucionara el problema de raíz.
Lamentablemente, jamás se produjo la “primavera
de la Iglesia”, sino que se ingresó a un “crudo invierno” que lleva más de 40
años. Es más, las voces que señalan esto son consideradas como “agoreras”…
cuando no se hace más que ver el balance hacia el pasado de los resultados. Sería
“agorero” si se hablara del futuro, pero se habla del pasado y del presente…
Católicos inseguros, de poca Fe, débiles, que
cantan en Misa: “más allá de mis miedos, más allá de mi inseguridad”, mientras
ofrecen a Dios la misma ofrenda que Caín. Personas que adoran a Dios porque así
se sienten bien, sin darse cuenta que se están adorando a sí mismos, que
realizan tales acciones para “sentirse bien” y no para en verdad adorar a Dios,
que es Persona.
La Iglesia no ha crecido en número, mientras
que el número que permanece fiel se ha dividido en quienes tienen la
espiritualidad “berreta” de la “Nueva Teología” (y sus derivados), y los
tradicionales que son cada vez menos. Tal división, inadmisible en la Iglesia,
lleva a la conclusión de que quienes no son tradicionales, no están en plena
unión con la Iglesia Católica, ya sea por desconocimiento o por perversión
interna. Es decir: hay personas que se dicen católicos, que creen serlo, pero
que no lo son. Tienen los criterios del mundo, impulsados por el mundo como
fuente de pecado, e identifican eso con la Iglesia Católica.
No nos queda más que rezar, para que esta
situación acabe. Y hay dos formas de que acabe: o una conversión de todos los
católicos “berretas” (incluyendo a los integrantes de la Jerarquía de la
Iglesia), o la pronta llegada del Apocalipsis, que anuncia la persecución a
muerte de los católicos tradicionales casi hasta su extinción.