Por el Dr. Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 13 de Agosto del
año 2012 - 1121
Un estudio de la Universidad de
Stanford, al que se refiere el artículo
que transcribo más abajo, demuestra que la barbarie delictiva está a un
milímetro de surgir cuando se permiten las transgresiones a las reglas más
elementales del orden y de la buena educación.
El mismo tema fue el asunto de un
"best seller" del 2000 en los EEUU titulado "The tipping point.
How little things can make a big difference" (Es difícil de traducir, pero
la expresión "tipping point" significa el "momento
decisivo" en que una situación puede inclinarse para un lado o para otro.
"Cómo las pequeñas cosas pueden producir una gran diferencia"), por
Malcolm Gladwell.
El estudio es de un enorme
interés para entender lo que puede pasar en una sociedad, en un país, cuando se
acumulan "pequeñas transgresiones" a las que nadie les da una
importancia decisiva y, sin embargo, ellas preanuncian un gran cambio que puede
ocurrir súbitamente.
Es lo que vengo sosteniendo en
este periódico: la argentina está siendo llevada al comunismo lo cual puede
verse por varios síntomas que son pequeños comparados con la enormidad de una
revolución comunista, pero que la preparan y no sólo eso, sino que la están
produciendo todos los días, inadvertidamente, hasta que de repente ocurre y ya
es tarde para impedirla.
A continuación transcribo el
artículo que fundamenta esta opinión seguido de un comentario indispensable.
* * *
“La teoría de las ventanas rotas”
En 1969, en la Universidad de
Stanford (EEUU), el Prof. Philip Zimbardo realizó un experimento de psicología
social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma
marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona
pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y
tranquila de California. Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con
poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social
estudiando las conductas de la gente en cada sitio.
Resultó que el auto abandonado en
el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el
motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo
que no, lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo
intacto.
Es común atribuir a la pobreza
las causas del delito. Atribución en la que coinciden las posiciones
ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el
experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx
ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable,los
investigadores decidieron romper un vidrio del automóvil de Palo Alto,
California. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx de
Nueva York y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al
mismo estado que el del barrio pobre.
¿Por qué el vidrio roto en el
auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo
un proceso delictivo?
No se trata de pobreza.
Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología, el comportamiento
humano y con las relaciones sociales.
Un vidrio roto en un auto
abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación
que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de
reglas, como que todo vale nada. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y
multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos, cada vez peores, se vuelve
incontenible, desembocando en una violencia irracional.
En experimentos posteriores
(James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la “teoría de las ventanas
rotas”, misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito
es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato
son mayores.
Si se rompe un vidrio de una
ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás.
Si una comunidad exhibe signos de deterioro, y esto es algo que parece no
importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen “esas
pequeñas faltas” como estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de
velocidad o pasarse una luz roja y estas pequeñas faltas no son sancionadas,
entonces comenzarán a desarrollarse faltas mayores y luego delitos cada vez más
graves.
Si los parques y otros espacios
públicos son deteriorados progresivamente y nadie toma acciones al respecto,
estos lugares serán abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir
de sus casas por temor a las pandillas),
y esos mismos espacios abandonados por la gente, serán progresivamente
ocupados por los delincuentes.
La respuesta de los estudiosos
fue más contundente aun, indicando que; ante el descuido y el desorden crecen
muchos males sociales y se degenera el entorno.
Tan solo vea un ejemplo en casa,
si un padre de familia deja que su casa tenga algunos desperfectos, como falta
de pintura de las paredes en mal estado, malos hábitos de limpieza, malos
hábitos alimenticios, malas palabras, falta de respeto entre los miembros del
núcleo familiar, etc., etc., etc., entonces poco a poco se caerá en un descuido
de las relaciones interpersonales de los familiares y comenzarán a crear malas
relaciones con la sociedad en general y quizá algún día llegarán a caer en prisión.
Esa puede ser una hipótesis de la
descomposición de la sociedad, la falta de apego a los valores universales, la
falta de respeto de la sociedad entre sí, y hacia las autoridades (extorsión y
soborno) y viceversa, la corrupción en todos los niveles, la falta de educación
y formación de cultura urbana, la falta de oportunidades ha generado un país
con ventanas rotas, con muchas ventanas rotas y nadie parece estar dispuesto a
repararlas.
La teoría de las ventanas rotas
fue aplicada por primera vez a mediados
de la década de los 80 en el metro de Nueva York, el cual se había convertido
en el punto más peligroso de la ciudad. Se comenzó por combatir las pequeñas
transgresiones: graffiti deteriorando el
lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones
del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron
evidentes.
Comenzando por lo pequeño se
logró hacer del metro un lugar seguro.
Posteriormente, en 1994, Rudolph
Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la teoría de las ventanas rotas y en
la experiencia del metro, impulsó una política de “tolerancia cero”.
La estrategia consistía en
crear comunidades limpias y ordenadas,
no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana.
El resultado práctico fue un
enorme, con una gran reducción de todos los índices criminales de la ciudad de
Nueva York.
La expresión “tolerancia cero”
suena a una especie de solución autoritaria y represiva, pero su concepto
principal es más bien la prevención y
promoción de condiciones sociales de seguridad.
No se trata de linchar al delincuente, ni de la prepotencia de la
policía; de hecho, respecto de los
abusos de autoridad, debe también aplicarse la tolerancia cero.
No es tolerancia cero frente a la persona que
comete el delito, sino tolerancia cero frente al delito mismo.
Se trata de crear comunidades
limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la
convivencia social humana.
* * *
Hasta aquí el artículo. El autor
se ha limitado, en una clave "politically correct", a analizar las
consecuencias de las "pequeñas transgresiones" en el campo del delito
común, pero no ha sacado las obvias conclusiones en el campo político.
Es conveniente que nosotros no
nos detengamos en ese terreno sino que saquemos las conclusiones políticas del
fenómeno.
En la argentina ocurren todos los
días toda clase de transgresiones: al derecho de propiedad; a las libertades
más elementales, como la de transitar de un lado al otro, de entrar y salir del
país; de importar y de exportar; inseguridad frente a los criminales; la
incertidumbre de saber si estamos protegidos contra la posibilidad de que una
ley injusta o una orden judicial o estatal puede caer sobre nosotros
inesperadamente implicando -injustamente y sin posibilidad de reclamar
justicia-, la cárcel o la ruina; la inexistencia de una moneda sana y la imposibilidad de ahorrar en una moneda
estable; la de ser víctimas de huelgas salvajes que entorpecen, hasta impedirla
en gran medida, una convivencia civilizada; la constante monstruosidad de ser
gobernados por delincuentes y jamás por gente honesta y capaz; el no tener FFAA
disciplinadas y leales a la Patria que pueden actuar como última barrera contra
un asalto al poder total, desde el llano o desde el gobierno, etc. etc. etc.
Todas estas cosas son
incompatibles con un Estado de Derecho y, en cambio, son prefiguras de lo que
ocurre en un Estado totalitario colectivista, o sea, comunista.
Tenemos tendencia a creer que hay
una distancia astronómica entre aquellos síntomas y un Estado comunista. Pero
nos equivocamos.
Como lo prueba el estudio de la
Universidad de Stanford y el libro de Gladwell, aunque la distancia sea
aparentemente grande, cuando la acumulación de los síntomas llega a un punto de
saturación política (el "tipping point"), el cambio es sorpresivo e
instantáneo y podemos caer en el comunismo sin transición.
Son pocos los que saben que la
revolución comunista de Octubre de 1917, la que puso a Lenin, a Trotzky y a los
blocheviques en el poder, se produjo de la noche a la mañana, sin disparar ni
un tiro. El fenómeno está descripto con horrenda satisfacción por Trotzky en
sus "Memorias". Después empezó la matanza, a la que los comunistas
siempre recurren con fría crueldad cuando les parece.
Y también son pocos los que saben
que Lenin sostiene en sus libros y discursos que la etapa de preparación de una
revolución comunista se asemeja al fenómeno de la evaporación del agua. Llega
un momento en que el agua, calentada a una cierta temperatura, se evapora. A
eso le llama Lenin, "el salto cualitativo".
Con las sociedades
"capitalistas" pasa lo mismo -dice Lenin. Llega un punto en el que la
suma de los diversos fenómenos y conflictos "históricos" (provocados
por los agentes de la revolución, desde el llano o desde el poder) alcanzan una
"temperatura" política tal que se produce el "salto
cualitativo" hacia el comunismo.
¿A cuanta distancia estamos de
ese punto? Creo que no muy lejos.
Un fenómeno paralelo al de la
acumulación de factores pre-comunistas es el de la creciente apatía y
"resignación ante lo inevitable" de la gente honesta, especialmente
de las "clases cultas", al tiempo que niegan, contradictoriamente,
que eso pueda ocurrir. Este fenómeno existe plenamente en la argentina.
Sería bueno que quienes todavía
tienen amor a la Patria se despierten y empiecen a buscar cómo defenderse de
este peligro gravísimo, el más grave de nuestra historia. Y si no saben cómo
hacerlo, que tengan la humildad de preguntarle a los que pueden saberlo y se
dispongan a actuar en consecuencia, aunque eso implique sacrificios y riesgos.
Cosme Beccar Varela
e-mail: correo@labotellaalmar.com