Introducción por Emilio Nazar Kasbo
Un muy interesante artículo titulado “El Fin del Mundo”, cuyo autor es Denes Martos, me ha dado pie a la reflexión sobre el Apocalipsis y Gramsci. El artículo es reproducido al final de la presente introducción.
El Anticristo
Antonio Gramsci fue un autor que precedió la fundación de la Escuela de Frankfurt en 1923, pero fue quien ha dado la inspiración general anticatólica al marxismo, para convertir el régimen político socialista en una anti-Iglesia con una pseudo mística falsa basada en la promesa siempre incumplida de un futuro “paraíso en la tierra” donde nadie tendrá necesidad ni enfermedad alguna.
Necesariamente el gobierno del Anticristo implicará la instauración de un régimen marxista mundial, con una férrea dictadura que llegará a prohibir el matrimonio (entre un hombre y una mujer) y la consecuente procreación natural de los hijos, que pretenderá la planificación “científica” de la procreación por medios artificiales controlando la natalidad de forma absoluta… Tales datos constan en el Nuevo Testamento
Primera Carta a Timoteo 4, 1-2: “El Espíritu dice claramente que en posteriores tiempos algunos apostatarán de la Fe, prestando oídos a espíritus de engaño y a doctrinas de demonios, (enseñadas) por hipócritas impostores que, marcados a fuego en su propia conciencia, prohíben el matrimonio”
Carta del Apóstol San Judas 4. 8: “Porque se han infiltrado entre ustedes algunos hombres –los de antiguo prescritos para este juicio-, hombres sin religión (impíos), que tornan en lascivia la Gracia de nuestro Dios y reniegan del único Dueño y Señor nuestro Jesucristo… éstos también en sus delirios mancillan igualmente la carne, desacatan la Autoridad del Señor y blasfeman e insultan a los ángeles gloriosos”. Hoy podríamos identificar esos “delirios” al “idealismo” en cualquiera de sus formas contemporáneas….
Se trata de un gnosticismo materialista que además implica una apostasía. Es necesario además para que haya apostasía el conocimiento de la Verdad en la Iglesia Católica y su explícito rechazo y ataque, cosas que empiezan a verse en la sociedad actual. Precisamente eso era lo que pretendía Gramsci del comunismo.
Confusión
Gramsci afirmaba que había dos formas de regular la sexualidad: una de ellas era mediante la libertad absoluta revolucionaria que derogaría el matrimonio, pero la segunda de las formas es posterior, ya que las personas lujuriosas no son útiles para la productividad social, por lo cual la lujuria deberá ser regulada por el Estado.
El fundador del Partido Comunista Italiano se devanaba los sesos pensando en cómo destruir la Iglesia Católica, y tal era su idea desde que afloró su resentimiento. Él sabía que no tenía argumento alguno, y mucho menos autoridad, para contradecir el Evangelio y la Tradición de la Iglesia. ¿Cómo puede lo meramente humano ubicarse por encima de Dios mismo? Esto queda irresuelto desfavorablemente para cualquier pensador por más anticatólico que sea. Por lo tanto, siguió los consejos de la introducción del “Fausto” de Johann Wolfgang von Goethe para “encantar” a la audiencia mediante movimientos que alteren su ánimo, única forma de conducirlo a las consecuencias que el autor pretende, y llevarlo a aceptar aquello que el sentido común rechazaría: un pacto con el Diablo.
En un artículo publicado en “Scritti 1915-1921” correspondiente a “La Citta futura”, titulado “Dos invitaciones a la meditación”, Gramsci dice textualmente: “Ocurre a menudo a los jóvenes, en la discusión, el que deban responder a las objeciones que se refieren a los problemas últimos de la existencia. Los adversarios saben que estos problemas son los que hacen temblar las venas y el pulso al expositor más consumado. Precisamente por eso les propongo, para tratar de confundirlos y de hacerlos callar, venciéndolos por completo en la polémica”.
Delirios del “idealismo”
La alteración del sentido común necesariamente debe ir precedida de una confusión inducida intencionalmente por alguien. Gramsci conoce que no existen respuestas del materialismo en cualquiera de sus formas a la muerte personal, al origen del Universo o al sentido de la Historia, ya que sus respuestas metafísicas en el mero orden de la inteligencia humana llevan al paso coherente de la Fe Católica. Gramsci no ofrece respuestas: ofrece confusión y censura (“hacerlos callar”).
La labor cultural posterior correspondió a la Escuela de Frankfurt, cuya idea es la alteración netamente subversiva de todo orden humano en el mundo. La profundización en ese sentido, no lleva más que a una concordancia con las profecías que se encuentran en la misma Biblia (tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento).
El artículo escrito por Denes Martos exhibe con toda crudeza cómo se deforma culturalmente, en uso de todos los medios de comunicación actuales disponibles, la enseñanza católica sobre el Apocalipsis. Cómo se desorienta a toda la población.
Por una Fe ilustrada
Es falso que los “incultos” somos los que tenemos Fe. Hay personas que no sabrán leer ni escribir que son santos, y hay personas muy doctas que forman parte de la misma Iglesia Católica como santos… a la vez que hay ignorantes y sabiondos cuyo conocimiento los llevará directamente a su propia condenación eterna.
Es obligación de todo católico saber responder a todos los cuestionamientos que se presenten, y quien desconoce argumentos para responder debe preguntar a una autoridad superior para responderlos. Esta es la base de una Fe ilustrada, remedio infalible ante cualquiera que pretenda confundir.
Gramsci afirmaba que lo mejor para el triunfo revolucionario es la “conversión” al materialismo comunista que él proponía por parte de sacerdotes y obispos. “En el seno del catolicismo surgen las tendencias modernistas y democráticas” (Antonio Gramsci, artículo titulado “Los católicos italianos”, publicado en Avanti!, 22 de diciembre de 1918).
De Gramsci a la Escuela de Frankfurt
Para este autor, Carlos Marx es el “Maestro” con mayúsculas, un símil de Jesucristo, considerado como un “profeta” de la próxima sociedad materialista marxista en que todo hombre se disuelve socialmente. “El egoísmo es el colectivismo de los apetitos y las necesidades de un individuo: el colectivismo es el egoísmo de todos los proletarios del mundo… El número, la masa, ha servido para crear un nuevo mito: el de la universalidad” (Gramsci, La Cittá futura). Y la palabra “universalidad” que emplea es sinónimo de “catolicidad”… es decir: quiso construir una anti-iglesia materialista. Y no hay mucho más que agregar a ello, más que cambia la salvación del alma por la promesa siempre incumplida de poder acceder a techo y comida en este mundo como si en ello pudiera consistir la felicidad humana, asimilándola a la vida de una hormiga en un hormiguero.
Confusión: Babel, la gran ensalada de ideas donde todo está mezclado como en una góndola de supermercado en que cualquiera puede elegir productos idénticos o similares con indiferencia porque todos son iguales… el tango “Cambalache” de Discépolo hecho realidad social y superado por la realidad social, donde lo bueno es llamado malo, y viceversa. Ese es el único modo en que puede triunfar una idea inmanentista materialista por sobre la Fe: confundiendo a los creyentes. Todo el resto fue una elucubración de la Escuela de Frankfurt para hacer realidad los planteos de Gramsci.
Finalmente, como era de esperar, Gramsci murió. Al momento de morir mostró su verdadera faz sobre aquello que tanto parecía odiar y a lo cual se enfrentaría: el Juicio de Dios. Pidió un sacerdote para recibir Sacramentos, pero sus familiares lo impidieron. Gramsci tenía tan presente a la Iglesia Católica para combatirla, que probablemente la conocía más que ningún otro, conocía su solidez y todas sus razones. Ese conocimiento lo llevó a pedir en el último instante al Sacerdote Católico. Pese a su conversión, todo el daño y todos sus escritos quedaron… y si tal vez a último momento Gramsci pudo salvar su alma por la Misericordia de Dios que desconocemos, tal vez no corran la misma suerte quienes caigan en la trampa de sus escritos, desmentidos por la conducta final de este autor comunista y materialista.
Realmente es un caso propio del Apocalipsis. Es probable que muchos condenen sus almas por seguir los consejos de Gramsci, el autor de una trampa para el mal, de la cual salió poco antes de morir porque buscó salvar su propia alma.
El artículo de Denes Martos, como decimos, nos da pie para mostrar cómo opera esa confusión en un ámbito particular: el Apocalipsis. Cómo es tratado por los medios de comunicación y cómo se confunde a las personas… algo que ya sucedía en tiempo de los Apóstoles. A continuación transcribimos el artículo:
EL FIN DEL MUNDO
Por Denes Martos
Así como me encantan las teorías conspirativas – aunque no crea en ellas para nada – también me apasiona todo lo que tenga que ver con las predicciones sobre el fin del mundo. Por supuesto, tampoco creo en esas predicciones pero las encuentro de lo más divertidas. Al fin y al cabo no hay que creer en una fábula para disfrutar de ella y, en el caso de los mitos apocalípticos, lo realmente divertido es ver cómo hay personas que se devanan los sesos para hacerlas creíbles y luego, cuando la cosa no funciona, inventan las historias más estrambóticas para seguir haciendo creer lo increíble. Y lo más fantástico de todo es que siempre - ¡siempre! – encuentran crédulos que se tragan el cuento.
La reflexión me surgió hace cosa de cuatro días cuando, el 11 de mayo pasado, unos cuantos tanos – y créanlo o no: también un montón de chinos – salieron corriendo de Roma por la supuesta predicción de un tal Raffaele Bendandi (1893-1979) quien, hace un buen par de décadas atrás, habría predicho que el 11 de mayo de 2011 Roma sería arrasada por un terremoto. No se trataba, por supuesto, del fin del mundo pero supongo que, para el que le cae encima una torre de 10 pisos, la diferencia no debe ser mucha. Y lo de Bendandi es interesante porque, según consta, predijo el terremoto centroamericano de 1923, el balcánico de enero de 1924, el de Friuli de 1976 y varios otros más, en algún caso hasta con testimonio asentado ante escribano público varios días antes. Así y todo, el 11 de mayo de 2011 pasó y en Roma no se espantaron ni siquiera las palomas de la Plaza de San Pedro. Pero no ocurrió lo mismo en Murcia, España, que se sacudió con dos temblores – uno de 4,4 y otro de 5,2 Richter – con lo cual, Don Bendandi, que en paz descanse, se habría equivocado de lugar (por cosa de unos 1.300 Km) pero no de día.
Lo cual no dejaría de ser notable, salvo por un pequeño, minúsculo, detalle: Raffaele Bendandi nunca predijo que habría un terremoto el 11 de mayo de 2011 en Roma. Después de su fallecimiento, varios de sus papeles fueron destruidos por un incendio y en algunos fragmentos remanentes hay, es cierto, referencias a los años 2011 y 2012 pero sin especificar fechas exactas, ni lugares precisos. Los custodios de los documentos de Bendandi incluso negaron expresamente que existiese una predicción para el 11 de mayo de 2011. De modo que lo sucedido hace unos cuatro días atrás no deja de tener cierto misterio: o bien alguien le embocó a la fecha por pura casualidad; o bien alguien tuvo acceso al método de Bendandi e hizo los cálculos adecuados.
En todo caso, lo indiscutible es que el historial de aciertos de Bendandi es estadísticamente mucho mayor que el que cabría esperar de los aciertos puramente casuales de un mero charlatán. El hombre por cierto que tenía un método y, cualquiera que éste haya sido, en mi muy humilde opinión bien valdría la pena investigarlo en serio y a fondo. Un embustero improvisado simplemente no puede tener esa cantidad de aciertos puntuales. Y la prueba de ello está en la nada pequeña colección de embusteros y charlatanes que han pronosticado – con varios que siguen pronosticando – el fin del mundo.
Tomen, por ejemplo, el caso de un sujeto llamado William Miller. Hacia mediados del Siglo XIX y a través de un complicadísimo sistema de cálculos basados en diversos pasajes de la Biblia, este predicador anabaptista norteamericano llegó a la conclusión de que el mundo actual terminaría con la Segunda Venida de Cristo en el año 1843; específicamente “en algún momento entre” el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844. Naturalmente, cuando el 21 de marzo de 1843 pasó sin pena ni gloria, se recalcularon los datos y se llegó a la conclusión que la fecha correcta sería el 18 de abril de 1844. Pero hete aquí que ese día también pasó sin novedades. Así que, vuelta a recalcular las cosas, y Samuel Snow, un discípulo de Miller, afirmó que la fecha sería el 22 de octubre de 1844. Pero Dios, aparentemente, no se dio por enterado. En consecuencia, el 23 de octubre de 1844 el sol salió como todos los días y, por suerte, desde ese día en adelante sigue saliendo en forma normal. Lo más extraordinario de todo es que, a pesar de todas estas profecías fallidas, Miller sigue siendo el inspirador de varias denominaciones protestantes tales como los Adventistas, los Testigos de Jehova, los Cristianos del Advento, o los Adventistas del Séptimo Día. Es más, el hombre hasta sigue teniendo sus propios seguidores bajo la denominación de “milleristas”.
Después de Miller, los profetas apocalípticos fueron, en general, un poco más cuidadosos en eso de fijar fechas exactas. Hacia mediados del Siglo XX, Dorothy Martin una ama de casa de Chicago que había participado de la secta de “cientología” fundada por L. Ron Hubbard, anunció que el 21 de Diciembre de 1954 el mundo terminaría en un gran diluvio, pero que los auténticos creyentes serían salvados por extraterrestres que los rescatarían en un plato volador. Cuando ese día no hubo ni diluvio, ni plato volador, la buena señora anunció que el mundo había sido salvado y Dios había cancelado el evento gracias a la fe de los que creyeron en la profecía.
De todas las profecías apocalípticas esta es una de las que siempre más me han gustado. Porque es muy ingeniosa. Imagínense: voy y les anuncio que el fin del mundo se producirá dentro de 15 días. Por supuesto, dentro de 15 días no va a pasar absolutamente nada, pero el día 16 me presento por todos los noticieros de TV anunciando: “¡No saben de la que se salvaron! ¡Nada menos que del Apocalipsis! ¡Y todo gracias a mí y a la fe de mis fieles seguidores!.” Como recurso de marketing es brillante; no me digan que no.
Sin embargo, reconozco que no todos los anuncios del fin del mundo resultan divertidos. Algunos realmente dan escalofríos y terminaron en catástrofes. En Uganda, el Movimiento de la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios anunció el fin del mundo para el 1° de enero de 2000. Cuando ese día no pasó nada, se fijó una nueva fecha para el 17 de marzo de 2001. Ese día los fieles se congregaron en su iglesia y de pronto los vecinos escucharon una tremenda explosión que destruyó el edificio e inició un incendio en dónde murieron 530 personas incluyendo docenas de niños. Las investigaciones posteriores revelaron que, aparte de esas 530 personas, en otros lugares se hallaron al menos otras 395 que fueron envenenadas o ejecutadas algunas semanas antes del incendio de la iglesia. Y, aunque el hecho no se relaciona específicamente con el fin del mundo, tampoco puedo olvidar el caso de Jim Jones y su Templo del Pueblo que el 18 de noviembre de 1978 organizó un suicidio masivo en Guyana en el cual murieron más de 900 personas, 300 de las cuales fueron niños.
Pero, aparte de estos y varios otros casos trágicos en dónde realmente no hay nada gracioso – en absoluto – también hay toda una serie de otros que son para alquilar balcones en el teatro de la estupidez humana.
¿Alguien de ustedes oyó hablar del planeta Nibiru? ¿No? Pues prepárense porque hacia 2012 probablemente escuchen algo. Según Zecharia Sitchin es un planeta que orbita el sol cada 3.600 años y que habría sido descubierto por los sumerios y eso que – ahora agárrense fuerte porque viene lo mejor – Nibiru ¡es invisible! Cómo hicieron hace cosa de 5.000 años atrás los buenos sumerios, que no tenían telescopios, ni mucho menos satélites, para descubrir un planeta invisible es una buena pregunta. La respuesta es que la existencia de Nibiru – o Planeta X como también se lo llama a veces – les fue revelada por los Anunnaki, es decir: unos extraterrestres provenientes de las profundidades del espacio.
La idea de Sitchin aparentemente le gustó un montón a una señora llamada Nancy Lieder quien también está en contacto con extraterrestres, aunque no con los Anunnaki puntualmente sino con unos vecinos de ellos que habitan un misterioso planeta en las cercanías de la estrella Zeta Reticuli. Según ella, estos muchachos le informaron que Nibiru pasaría por nuestro sistema solar y lo desordenaría por completo durante el mes de mayo de 2003. Coincidentemente, la secta japonesa Pana Wave predijo que el planeta chocaría contra la tierra el 15 de mayo de ese año. Efectivamente, ese día la ciudad de Tokio sufrió un pequeño movimiento sísmico pero, afortunadamente, la única persona afectada fue un niño que se cayó de la cama y que se quebró un brazo. Como eso no podía ser considerado una catástrofe – excepto para el pobre chico por supuesto – la secta reprogramó el fin del mundo para el 22 de mayo. Pero también ese día pasó sin choques planetarios. No sólo eso: todo el mes de mayo del 2003 pasó sin Planetas X a la vista y sin Nibiru haciendo acto de presencia por ningún lado. De modo que, al menos la señora Lieder, aplazó la catástrofe para diciembre de 2012.
Y aquí tenemos una hermosa coincidencia. Porque sucede que el 21 de diciembre de 2012, o más exactamente: el día del solsticio de invierno (hemisferio norte) o de verano (hemisferio sur) termina un ciclo en el famoso Calendario Maya. Los almanaques aparentemente han ejercido un misterioso efecto sobre los pronosticadores apocalípticos. Por ejemplo, los cambios de siglo han sido desde hace bastante tiempo ocasiones típicas para anunciar el fin del mundo. Porque el año 2000 adquirió fama de catastrófico no sólo en Uganda.
En 1981, interpretando supuestamente a Nostradamus, el francés Charles Berlitz predijo que en 1999 los polos de la tierra se invertirían y que, a partir del 5 de mayo de 2000 habría explosiones solares, enormes terremotos y hasta “explosiones sísmicas”. No sé que es una “explosión sísmica”. Lo único que sé es que la actividad solar tiene un ritmo de aproximadamente 11 años y lo ha venido teniendo desde hace unos 4.500 millones de años sin destruir la tierra. Y para los que no temen una explosión solar sino, por el contrario, un enfriamiento progresivo de nuestro sol, permítanme tranquilizarlos: están en lo cierto, el sol se va enfriando, pero para que eso nos afecte en algo faltan unos 5.000 millones de años, así que duerman tranquilos. Por otra parte también averigüé que la inversión de la polaridad magnética de la tierra es un fenómeno que tiene lugar algo así como cada 400.000 años (en promedio) pero eso no significa que la tierra dé una vuelta campana y quede de cabeza con el polo sur apuntado para el norte. En el peor de los casos lo único que vamos a tener que hacer al respecto es ir recalibrando nuestras brújulas; y hasta eso se puede volver bastante secundario desde que tenemos los GPS.
Pero volvamos a los Mayas.
¿Dice el Calendario Maya que el mundo termina el 21 de diciembre de 2012?
No. Para nada.
Lo único cierto es que un ciclo del Calendario Maya termina en esa fecha. Pero el ciclo de mi almanaque del año pasado terminó el 31 de Diciembre de 2010 y no por eso el mundo desapareció el 1° de Enero del 2011. Al menos no que yo sepa.
Los mayas elaboraron un maravilloso y muy complicado almanaque basado en múltiples ciclos. La mayoría de estos ciclos se acumulan por múltiplos de 20. Así 7.200 días (360 x 20) forman un “katun” maya. Veinte de estos “katun” forman un “baktun”: 20 x 7.200 = 144.000 días, vale decir: algo más de 394 años nuestros. El 21/12/2012, según los Mayas, termina el “baktun” N° 13. Ahora bien, podemos hacer todo un ensayo cabalístico sobre el “21/12/2012” (que los mayas no hubieran escrito así ni siquiera en estado de ebriedad cataléptica) y hasta alimentar nuestra triscaidecafobia con eso del “baktun” N° 13, pero, ningún sacerdote maya nos ha dicho que con el decimotercer “baktun” se acaba todo. Es más: el Calendario Maya sigue corriendo: 20 “baktuns” hacen un “pictun” del mismo modo que 100 años nuestros hacen un Siglo. Y si el mundo no terminó el primer día del Siglo XIV tampoco veo por qué tiene que terminar el primer día del “baktun” N° 14, o cuando empiece el próximo “pictun”.
Pero claro, si el Calendario Maya falla, siempre nos queda Nibiru como consuelo. La única macana con Nibiru es que ningún astrónomo serio, ni profesional ni amateur, lo ha visto jamás. Y eso que, si fuese del tamaño que dicen que tiene y estuviese a la distancia que se alega, no sólo debería ser visible a simple vista sino que, a esta altura del partido, faltando apenas unos meses para su irrupción fatal, tendría que ser el astro más brillante de todo el cielo. Los que dicen saberlo todo afirman que no lo vemos porque se esconde detrás del sol. Pero, si se esconde detrás del sol, ¿cómo es que tiene una órbita que lo hace aparecer cada 3.600 años? ¡Misterio! Tendré que preguntárselo a cierto amigo mío que vive en Alfa Centauri. Porque yo también tengo mis contactos; no vayan a creer que no.
Por supuesto, están las fotografías que, según otra de las hermosas teorías conspirativas, la NASA esconde y no quiere mostrar. Pero las fotografías que andan dando vueltas por Internet son tan obviamente productos de Photoshop que hasta me animaría a hacer una yo mismo. Aunque llegaría tarde: ya son varios los estudiantes de computación y de diseño gráfico que han armado unos hermosos “Nibirus” y “Planetas X” con software de diseño. Ni hablemos de Hollywood y sus películas de cine-catástrofe. Tengo un hijo que es del oficio y les apuesto lo que quieran a que, si se sienta a la Mac, les arma un Nibiru con todos los chiches en menos de media hora.
¿Se terminará el mundo? Seguramente. Algún día. Pero exactamente cuando, eso es algo que, según San Mateo (24:36), ni Jesucristo pudo decir: “En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”.
De modo que no se preocupen por los mayas, por Nibiru, por los terremotos, por los sumerios, por los extraterrestres ni mucho menos por los “visionarios” que, en el mejor de los casos, hacen un fenomenal negocio con su literatura chatarra y, en el peor de los casos, llevan la gente al suicidio o a la locura.
En 1969, en su quinta conferencia sobre el Apocalipsis, el padre Leonardo Castellani decía refiriéndose a los Últimos Tiempos y al Anticristo que es su protagonista central: “El Anticristo representa la condensación de la maldad en un hombre. Las religiones antiguas tenían también esa idea, por lo menos la Hindú y la Persa y, si la maldad tiene que ir creciendo hasta el Fin – como dicen Daniel, Cristo y San Juan – hasta llegar a la Gran Apostasía y el crimen de la adoración del hombre; entonces tiene que ser así, es la ley de la historia (. . .) “
En algún momento Renán llegó a decir: "El Anticristo ya ha cesado de atemorizarnos". Pero – señala Castellani – cuando apareció Hitler, los franceses, los ingleses y los demás salieron corrieron a llamarlo “Anticristo”. Y hoy, cada vez que se pegan un buen julepe, corren a anunciar que ha aparecido un “nuevo Hitler”. O sea: la misma pavura pero por interpósito personaje.
Sin embargo, a los que tienen sus valores bien afirmados y están dispuestos a hacerle frente, esa “condensación de la maldad” – el Anticristo – no los asusta en absoluto porque, como termina diciendo Castellani: “A nosotros ya cesó de atemorizarnos porque sabemos de seguro que »va muerto« como dicen los porteños. Pero antes de morir va a dar grandes estornudos, pues aún no nació y ya estornudó. . . ”
Por eso, olvídense de las fechas, de los Niburu y de los calendarios.
Préstenle atención a esos estornudos.
Sobre todo a los de nuestros políticos y a los de ciertos intelectuales que parecen haber nacido resfriados.
* Denes Martos
15/Mayo/2011
http://www.denesmartos.com.ar