Por Emilio Nazar Kasbo
El FOMO, es una sigla inglesa que
proviene de “Fear of Missing Out”, es decir, el “miedo a perderse algo”, concepto que se difundió durante el año 2012.
CONCENTRADOS EN NADA
Este “síndrome” se refiere,
principalmente a la dependencia y ansiedad debida a la omnipresencia en redes
sociales y dispositivos móviles, generando una “intoxicación” mental. De este
modo se produce una agitación y una incapacidad reflexiva, dado el cúmulo de “noticias”
y actividades de los contactos y funciones que tiene hoy Internet. La
aceleración que provoca esta funcionalidad, por la que en todas partes la gente
esté mirando permanentemente su celular, su Tablet o su PC, priva a las
personas del debido ocio contemplativo.
Se trata de una sensación por la
cual algunos creen que sus contactos aprovechan mejor el tiempo que ellos. El problema
está dado en la repercusión en la vida real: estar fuera de redes sociales resta
posibilidades de asistir a reuniones o eventos, pero quien esté al tanto de
todo ello, no tendrá tiempo y recursos suficientes para cumplir con toda la
agenda impuesta desde las redes sociales.
Un usuario que reciba un promedio
de sólo 80 mensajes diarios, incluyendo un 70 por ciento de spam mezclado entre
ellos, sumado a los mensajes de whatsapp, actualizaciones de redes sociales,
recibiendo todo en un Smartphone, entrelazará su vida personal y profesional en
la red, puede desarrollar el FOMO.
ALEGRE PÉRDIDA
Durante el año 2014 se empezó a
hablar del JOMO, sigla inglesa de “Joy of Missing Out”, que sería algo así como
la alegría o el disfrute de perderse algo, de permanecer fuera del mundo
virtual. Esta es la actitud contraria, pues todo se trata de actitudes ante la
tecnología. Así como cuando surge cada nuevo sistema de aparatos electrónicos
(teléfono, celular, radio, cine, TV de onda abierta, Cable, TV satelital, Internet,
etc), se genera una dependencia, del mismo modo cierta saturación provoca una
moderación del uso de tales aparatos, en quien sabe dominarse.
Entre los famosos, comienzan a
darse cuenta de las repercusiones de sus propias declaraciones en las redes
sociales, ya que las mismas acaban teniendo efectos mediáticos e informativos.
Es más, como las redes sociales en general son abiertas, no sólo las leen
familiares y amigos, sino también competidores e incluso enemigos.
Esta es parte de la explicación por la que
muchos abren y cierran permanentemente cuentas en las redes sociales. Aquí
vemos cierto sentido utilitarista de esta privación, que a su vez sería como la
“contraindicación” del FOMO. Encontramos en todo esto, la vinculación de la tecnología con la moral y la Teología
INDIFERENCIA IGNACIANA
Efectivamente, el JOMO, esa alegría “de
perderse algo”, acaba siendo una lejana reminiscencia de la indiferencia
ignaciana. En efecto, hablar hoy de que alguien se “prive” de lo que parece un
bien, y que lo haga con alegría, debería llevar a nuestro ánimo a algo
superior. Pero ser indiferente no significa ser despreocupado o negligente, sino
todo lo contrario.
Usar con moderación de la tecnología, y privarse de ella voluntariamente para evitar excesos, es parte de una virtud que debe gobernar las acciones humanas: la prudencia. Privarse en cierto aspecto es una mortificación, que
teológicamente debe ser ofrecida a Dios. Tal privación para ser correcta, debe
consistir en algo deseado, en algo agradable a la persona, y no con sentido de
autodaño, sino de acompañar a Jesucristo en sus padecimientos.
Riqueza o
pobreza, salud o enfermedad, en soledad o con compañía, la indiferencia
ignaciana nos lleva a vivir esas instancias conforme sea la Voluntad de Dios, y
siempre con alegría.