Por
Emilio Guillermo Nazar Kasbo
La
unión nacional es un anhelo permanente, y las divisiones lastiman a nuestra
Patria, siendo un elemento de dominación extranjera, puesto que las divisiones
no hacen otra cosa que quebrar todo posible acuerdo que permita avanzar hacia
el Destino de Gloria.
UNIDAD, NO
UNITARISMO
La
unión nacional era el anhelo de los Federales al mando de los Caudillos del
Siglo XIX, que nada tenía que ver con el unitarismo cipayo que pretendía
unificarlo todo en la ciudad de Buenos Aires para que la Argentina sirviera de
proveedora de materias primas a las naciones europeas. De modo que el
Federalismo que respetaba la identidad de las Provincias, estaba en las
antípodas del unitarismo mercantilista liberal. Y no estoy diciendo que esté
mal comerciar con potencias extranjeras, sino que lo malo es ser “empleado” de
dichas potencias o algo peor: su “esclavo”.
Evangelizar
es ser instrumento de la Gracia de Dios para la conversión del no creyente, y
del mismo modo, se debe pedir esa misma Gracia a escala nacional, logrando la
adhesión libre y no la imposición forzada del auténtico nacionalismo patrio que
respeta como hemos dicho el origen, raíz y esencia de nuestro ser.
El
peligro de conformar un “frente nacionalista” que “aplaste” al bando opuesto,
implicaría una “guerra civil”, o una lucha interna donde no siempre se podrá
ganar, de modo que en el tiempo una vez impuesta una facción, podría la otra
vencer y retrotraer todo a la primitiva situación de la cual se pretendía
emerger.
Así
sucedió con Francisco Franco, el ejemplo más cercano en el tiempo que podemos
tener: los Nacionales se impusieron sobre los republicanos, aquellos duraron
hasta la muerte del Caudillo, el cual en lugar de dejar un sistema
corporativista aceitado y en marcha buscó dejar un Rey formado en los mejores
principios para que condujese al país en virtud de su autoridad; de ese modo,
las debilidades personales del Rey llevaron a una nueva situación de
“democratización” que primero a cuentagotas y luego muy velozmente fue llevando
a España a la actual situación en que se encuentra invertida y postrada en todo
sentido, una España sin alma y con un cuerpo prácticamente yerto, donde sólo un
puñado de españoles conservan los principios de unidad de España sin poder
coordinarse. Treinta y nueve años bastaron para esto.
EL ESPÍRITU DE
UNIDAD
Argentina
ha tenido un derrotero diferente al español. Un golpe militar liberal llevado a
cabo en 1976, tuvo un paréntesis en 1982 con la Batalla de Malvinas, que en
algo más de 70 días vivió de repente toda la unión española del franquismo
conjugada en cada una de las horas en que duró la Batalla, sin distinciones
entre izquierdas, demócratas o nacionales, y en que todo el país vivió una
momentánea euforia que incluyó la mística católica; sin embargo, no faltó un
grupo de cipayos vendepatria que estuvieron del lado de los enemigos. No
obstante ello, la derrota de la Plaza Islas Malvinas en esa Batalla, acabó en
un colapso y una derrota institucional que condujo a la actual situación
argentina en sólo 32 años.
Por
eso, si la Argentina quiere ver su futuro, sólo debe contemplar a España, que
nos lleva siete años de “adelanto” en su retraso (avanzamos, dijo el cangrejo).
De modo que nos aguarda un futuro de secesión, de implosión demográfica mayor a
la que siempre hemos vivido, oleadas de inmigrantes que no se integran en la
identidad Patria y mucho menos en la identidad espiritual de la Patria, al
mismo tiempo que un suicidio colectivo por la masividad de abortos, eutanasia,
y el colapso de las familias unido a la procreación artificial y la
legalización de todas las drogas junto con el naturalismo y la difusión de la
aceptación de la pedofilia y del bestialismo en sus próximos pasos. Esto nos
espera en el futuro próximo.
Y
hablo de Malvinas como una Causa Nacional, lejos de reivindicar al Gobierno de
Facto que protagonizó su recuperación. Porque se trata de una Causa que no sólo
es Histórica, sino que además quienes fueron a combatir no lo hicieron por un
Gobierno sino por la Patria y por nuestro futuro. En todo el Siglo XX y en lo
que va del XXI no hubo un momento que unificara más a los argentinos que la
recuperación de las usurpadas ínsulas, y precisamente allí se encuentra el
principio de unidad: el “Operativo Rosario”.
Mas
como hemos afirmado, el problema de establecer un sistema que se impone porque
un grupo vence sobre otro, involucra el peligro de disconformidad o desacuerdo
y hasta cripto-oposición de los vencidos, y se convierte en un posible motivo
de futuro intento de torcer los rumbos acordados. Y este es un principio de
división, aprovechado para nuestro sometimiento por el Poder Internacional del
Dinero.
UNIDOS O DOMINADOS
La
estrategia de los enemigos de la Patria siempre ha sido la de dividir a los
argentinos. No solamente en tiempos del Primer Gobierno Patrio y de la
Independencia, sino con posterioridad a tales hitos que además tiene su
correlato en otras naciones que han tenido la oportunidad de vivir
circunstancias similares. Estas divisiones no son en oposición al común enemigo
extranjero que busca la dominación, sino que son provocadas por aquél,
fragmentando los ánimos nacionales. Esto es lo primero a analizar y a prevenir
e impedir.
Así,
a grandes rasgos, fuimos dañados por la consabida división entre criollos y
realistas, entre unitarios y federales, y las divisiones entre estos últimos
que llevaron a la Constitución liberal de 1853, la división entre “roquistas” y
“antiroquistas” devenidos en “radicales”, a quienes se opusieron los militares
que disputaron de modo esporádico y periódicamente los gobiernos con los
civiles durante algo más de cinco lustros del Siglo XX, entre 1930 y 1983, y
que incluye la división entre peronistas y antiperonistas. Pero desde 1983 se
han ido dando en Argentina una serie de extrañas componendas que diluyeron las
plataformas partidarias, aunque siempre dejando subsistente la dicotomía
“peronismo- antiperonismo”.
Tras
la asunción del Gobierno por Raúl Ricardo Alfonsín el 10 de diciembre de 1983,
hubo toda una serie de “acuerdos” partidarios mediante el cual se conformaron
“frentes” electorales que acabaron diluyendo a las orientaciones que surgían
como “tercera fuerza”, es decir, que se proyectaban como alternativa ante la
dicotomía peronismo – UCR. Así, el Partido Intransigente del “bisonte” Alende
fue absorbido por la rama izquierda de la UCR que abarcó el espectro
socialista, mientras la Democracia Cristiana se fundía con la línea de Antonio
Cafiero en el peronismo; el liberalismo del Ingeniero Alvaro Alzogaray surgió
como tercera fuerza e ingresó en el acuerdismo con el peronismo menemista; Aldo
Rico desde el MODIN (Movimiento por la Dignidad Nacional) acabó transigiendo
con el peronismo duhaldista. Y no solamente ello, sino que durante el gobierno
Carlos Saúl Menem el peronismo ingresó en la internacional de la Democracia
Cristiana (como forma alternativa de “tercera posición”), en tanto que durante
el gobierno de Fernando de la Rua la UCR ingresó en la Internacional
Socialista.
“TRANSAVERSALISMO”
Al
mismo tiempo que se dio el fenómeno descripto, hubo un nuevo fenómeno, y es el
llamado “transversalismo”, mediante el cual el peronismo llega a un “acuerdo”
con la misma UCR en el marco de la línea del peronismo kirchnerista. En
realidad, se trató de un “blanqueo” (sinceramiento) de la verdadera naturaleza
partidaria: el pragmatismo en la obtención de
los cargos sin importar principio alguno y sin tener más objetivos que
tratar de perpetuarse en el cargo para continuar con beneficios que el poder
otorga (propios del cargo, e incluso impropios en ciertos casos). Así, ya no
quedan diferencias partidarias, y en la mezcla sólo queda desorientación al
ciudadano que ya no tiene alternativas para votar, puesto que todos los
partidos son lo mismo. Queda una excepción a esta norma partidaria, y son los
partidos de ultraizquierda atomizados, que incluso en el actual sistema
electoral logran introducir representantes legislativos, que por el momento son
minoritarios, los cuales tienen la ideología revolucionaria de reproducir en la
Nación que sea el sueño de Stalin o de Mao… pero “nacional” del país que sea. Asimismo, el kirchnerismo ha convertido en una facción minoritaria al denominado "peronismo ortodoxo", que ha quedado desprovisto de todo apoyo y representatividad partidaria o movimientista, económico o mediático, convirtiéndolo en un epifenómeno marginal.
Fuera
del espectro partidario, se encuentran los votantes, que son sujetos pasivos
del sistema, convocados cada dos años a votar representantes que no los
representan ni consultan, y que tienen ideas absolutamente desconocidas por sus
mismos votantes. Y no solamente eso, además se ha implementado durante el
gobierno kirchnerista la elección de los futuros candidatos en “internas
abiertas” obligatorias, y ello debido a que los partidos tenían sus propias
listas obsoletas y además una escasísima concurrencia. Ningún votante común
conoce quiénes son los precandidatos, del mismo modo que tampoco conoce quiénes
son los candidatos que finalmente aparecerán en las boletas, no conoce ni
siquiera quiénes son los participantes del “sorteo” que se encuentran en la
lista de la boleta electoral, y que dependen en una partícula de la millonésima
parte de la decisión que los llevará al cargo anhelado como “premio”, y ello
sin obviar que en toda elección hay fraudes y maniobras que buscan instalar a
un candidato por sobre otro.
La
población en general se encuentra sujeta a este sistema que crea una burbuja de
autoridades desvinculadas no solamente de sus propios votantes, sino también
del trabajo y del conocimiento. Es decir, cualquier incompetente se pone a
votar sobre normas de medicina, de derecho, de obras públicas, de presupuesto y
contabilidad, de genética, de ingeniería alimenticia o de la materia que fuese,
y lo que votan (ya sea por convicción, por compra de votos o por convicciones)
se convierte en Ley. Las ideas más disparatadas pueden convertirse en Ley, y la
población ya atolondrada, aturdida, confundida, mareada e impotente, no sabe
cómo reaccionar, por su falta de organización, y porque la organización del
poder en el sistema se encuentra desvinculada de quienes designan a tales
representantes. En cualquier momento podría ser votada una Ley que reconozca el
matrimonio entre animales, por considerarlos “personas no humanas”, y podría el
Ejecutivo, ante una atónita sociedad, reglamentar cómo será tomado su
consentimiento y la expedición de la libreta matrimonial, ya sea de leones, de
yacarés o de abejas (aunque en el caso de las abejas se podrían presentar
graves inconvenientes, ya que se enfrentaría a los zánganos que además
proliferan entre los humanos, y algo peor: al linaje y la Monarquía de la Abeja
Reina que sería repudiada y aborrecida por todo demócrata, liberal e
izquierdista que se precien de tales).
OPOSICIÓN Y
GOBIERNO VITALICIO
El
grado de repudio o de resistencia de los ciudadanos al sistema, no puede ser
medido por la cantidad de votantes ausentes, de votantes en blanco o que anulan
su voto, porque a ellos hay que restar a quienes por causas ajenas o por error
han tenido ese resultado, pero hay que sumar además a quienes votan por “el mal
menor, sabiendo que es un mal” porque no hay otra alternativa, buscando evitar
que venga uno más malo y tratando de sopesar su voto a pesar de su profundo
rechazo no tanto a los candidatos en sí, sino al sistema mismo.
En
realidad, esta amalgama que parece “unir” a los argentinos, es una farsa que
encubre la mayor sumisión a los poderes extranjeros. El mismo kirchnerismo
peronista ha sepultado al peronismo para buscar convertirse en el centro de una
nueva dicotomía “kirchnerismo – antikirchnerismo”, siendo su sistema “amigable”
el no buscar el ciento por ciento del poder de modo aplastante, sino la
obtención de una cuota de poder equivalente a los dos tercios ya sea por
fuerzas, candidatos o funcionarios propios o aliados. De modo que en un
Tribunal judicial, la politización no le lleve a ocupar los tres cargos con
oficialistas, sino sólo con dos, dejando un cargo minoritario a los disidentes
que podrán expresar su oposición de modo meramente formal, pero sin peso al
momento de resolver las cuestiones y de ejecutarlas. Y lo mismo en las Cámaras
Legislativas o en la Administración.
Con
este sistema, el kirchnerismo busca perpetuarse de modo indefinido en el
gobierno, tal como lo hizo Chávez, dejando tras su muerte, por una extraña
manipulación, a Maduro como su sucesor casi vitalicio al modo de las
democracias de Medio Oriente. Lamentablemente, en vez de reconocer la tendencia
monárquica en todo esto que describimos, que en Argentina pudo observarse con
los gobiernos de Rosas, del masón Roca, de Irigoyen, de Perón, de Menem y ahora
de los Kirchner y familia, se pretende disfrazar todo con una forma democrática
que no cabe a nuestro país, por no ser propio de nuestra identidad. La
democracia es una farsa, y no es más que un gobierno corrupto deformador de la
Politeia, la cual requiere de la virtud pública para ser válida y viable.
SITUACIÓN ACTUAL
La
descripción fenomenológica que se acaba de detallar, nos encajona ante dos
alternativas del sistema: la primera es el kirchnerismo (la familia
presidencial) que llama a un “patriotismo” ante los intereses de los
extranjeros representados por los “fondos buitre” con los cuales no solamente
negocia sino de los cuales es socio personal y público, de modo que resulta
contradictorio en ello, presentándose como víctima a la vez de “complots”.
El
kirchnerismo busca enemigos. Es un partido de izquierda que utiliza el
peronismo para esconder su ideario “camporista”, ya que son todos partidarios
de “el tío” (apodo de el expresidente Héctor Cámpora, que dio rienda suelta a
la guerrilla, la cual acabó volviéndose contra el mismo Perón). Pero es un
partido de izquierda del Siglo XXI, de una izquierda de café, una izquierda
cultural de grandes fortunas y que asigna como destino de la vida humana no el
trabajo como en los Siglos XIX y XX, sino la lujuria, en concordancia con la
Escuela de Frankfurt. Asimismo, en todo ello el kirchnerismo se subordina a los
centros de decisión mundial, al Poder Internacional del Dinero.
Siendo
el kirchnerismo, tal como hemos descripto, una estructura de poder
“transversal”, se trata de una amalgama cochambrosa carente de principios y
basada en el exitismo incompetente que reacciona con improvisación ante los
problemas que ocasiona su misma ineptitud. Intencionalmente busca y privilegia
en particular una religiosidad católica
deformada que pretende identificada con un ideario de vida ateo, pero
además la miseria colectiva para su
asistencia mediante planes sociales subsidiados con inflación, a cambio de
votos y manifestaciones multitudinarias en actos partidarios; pero que a la vez
fomenta la inseguridad, la promiscuidad sexual con iniciación en
la adolescencia y el total desprecio a los bebés concebidos al punto de
asesinarlos colectivamente, con un sistema de “salud” que se basa en el aborto, la eutanasia, la promoción e imposición de la homosexualidad, ruptura de la familia, difusión de la droga, fomento de la inmigración descontrolada y con
despreocupación del destino de los inmigrantes y de su integración básica, una estructura educativa carente de contenidos
y formación, y desprovista de todo sentido humano en su orientación, leyes inicuas, justicia incompetente y
venal, así como de todo aquello que daña y pone en peligro la subsistencia
de la Patria a mediano plazo.
MUNDIALISMO VS.
NACIONALISMO
La
verdadera dicotomía actual no es, como hemos comprobado, ni “peronismo –
antiperonismo”, ni “kirchnerismo – antikirchnerismo”, sino mundialismo contra
Nacionalismo. Sin Soberanía jamás podremos enfrentar al movimiento mundialista
globalizador de tinte gramsciano y ejecutor de los dictados de la Escuela de
Frankfurt.
Esto
ya venía advirtiéndose cuando Fukuyama escribió su “best seller” titulado “El
fin de la Historia”. Y no puede ser combatido mediante acciones verbales
patoteras y carentes de poder disuasivo. Porque para tener respaldo en las
palabras, se deben tener factores persuasión y de disuasión, y ello está dado por
las Fuerzas Armadas que refrendan los dichos de un Jefe de Gobierno.
Un
gobierno nacionalista no tiene más remedio que: 1) tener en claro cuál es la
identidad nacional, el origen, raíz y esencia de la Patria y de su destino; 2)
rechazar toda sociedad y toda componenda con poderes y empresas extranjeras,
denunciar todos los tratados internacionales firmados para obtener su caducidad
internacional en el plazo de un año, retirándose también de todos los
organismos internacionales en los cuales no se haya percibido una acción acorde
a las peticiones de nuestro país y en dirección a respetar los intereses de
nuestra Patria; 3) implementar una política nacional conforme el Orden Natural,
y para facilitar el Bien Supratemporal de modo indirecto, que tenga en vistas
primero al pueblo como destinatario de su acción práctica, fortaleciendo el
entramado espiritual y socio-económico cultural; 4) establecer una política de
alianzas con Naciones que tengan similares puntos de vista e intereses; 5) eliminar
todo endeudamiento contraído en el extranjero mediante la transparentación del
origen de los créditos y su cancelación para no volver jamás a tomar otro
crédito; 6) búsqueda del autoabastecimiento integral en base a los recursos
naturales propios, y su uso racional mediante el trabajo intelectual de los
propios connacionales; 7) inicio de relaciones con el extranjero, siempre que
haya un trato de iguales, noble y digno, para la exportación de los productos y
servicios argentinos, dejando de proveer materias primas al extranjero para
vender productos elaborados y terminados en el país y establecer sanas
relaciones diplomáticas internacionales.
Pero
para todo ello debe existir un gobierno Patrio que ame de verdad a su pueblo y
que el pueblo retribuya con idéntico amor, respeto y apoyo. No hace falta
ningún “golpe de Estado”, asonada militar, ni “eliminación de oponentes”. Hace
falta ofrecer a la Providencia de Dios la ORGANIZACIÓN en base al
reconocimiento de la propia identidad en el marco de las instituciones
naturales.